La Iniciación Cristiana (1)
La palabra Iniciación viene del latín (in-ire) y ya era conocida en las religiones paganas, como el culto a Mitra muy cerca del Coliseo de Roma; se usaba en el sentido de que una persona era admitida en un determinado grupo religioso o social, a través de tres momentos: dejar una postura, marginación en la nueva y entrada definitiva e investidura.
Bajo la influencia del lenguaje mistérico, en el siglo IV tomó la categoría de Iniciación Cristiana, como itinerario o proceso por el que uno se hace cristiano, a través de un aprendizaje gradual de la vida de fe, significada eclesialmente en los tres sacramentos de Bautismo, Confirmación y Eucaristía. El término de Iniciación Cristiana, históricamente expresa la íntima relación de los tres Sacramentos, que continuaba así en el siglo XV-XVI, en algunos lugares, y actualmente todavía así los administran en la Iglesia Oriental.
Iniciación Cristiana, teológicamente significa la asimilación gradual a Cristo, que realiza en el hombre, su misterio de hijo de Dios, testigo del Espíritu y víctima por la humanidad. La Iniciación no puede reducirse a un mero hecho educativo o a un itinerario didáctico, o a un simple ritual de pertenencia jurídica o religiosa a una comunidad, sino que expresa el misterio que introduce al hombre, en la vida nueva, bien transformándolo en su ser, (comienzos, misterios sagrados, gracia), bien comprometiéndolo personalmente a una opción de fe, para vivir como hijo de Dios, bien integrándolo (por el Bautismo) a una Comunidad que lo acoge como miembro, que lo inspira en el obrar (por la Confirmación), que lo alimenta con el Pan de la palabra y de la vida eterna (por la Eucaristía).
Los tres momentos sacramentales por los que el hombre es regenerado, consagrado por el Espíritu, alimentado en la Mesa Celestial, no agotan el itinerario o proceso gradual de crecimiento en la fe, dentro de una Comunidad. Por ello, deben ser considerados siempre en el contexto global de una maduración libre, a veces fatigosa y siempre comprometida de la fe del cristiano adulto, dado que el modelo de la Iniciación Cristiana de los niños, no es el tipo ideal o normativo.
La analogía con los ritos de Iniciación de otras religiones, no significa que la realidad y la teología de la salvación implícita en los Sacramentos de la Iniciación Cristiana se derive de las religiones paganas, como se afirmó en el S. XIX. Efectivamente, las purificaciones, los baños, los banquetes sagrados, son obras comunes a todas las religiones, aunque no se puede excluir que el Cristianismo haya utilizado, para una mayor comprensión de los convertidos del paganismo, expresiones o instituciones presentes en las religiones no cristianas contemporáneas.
La originalidad de la Iniciación Cristiana, con respecto a los misterios paganos, aparece en estudios recientes, que captando parecido con los ritos de Mitra y de Eleusis, señalan también diferencias esenciales.
Héctor González Martínez
Arzobispo Emérito