San Juan Pablo II en Durango

Sr.-Arzobispo-288x300El 9 de mayo de 1990, en el Teatro Ricardo Castro, el Santo Padre Juan Pablo II dirigió su Mensaje a los empresarios de Durango, de México y de Latinoamérica: ocasión para él, “de una comunicación directa y abierta, del espíritu que anima el Magisterio pontificio en materia social,” y para nosotros, “una oportunidad para mostrar comprensión y acogida a la Doctrina Social de la Iglesia”.

            Nos dijo: “desde esta ciudad de Durango, nos sentimos unidos también a los empresarios mexicanos que no han podido venir a este encuentro…, la mirada se extiende a todos los responsables de las actividades económicas en América Latina… el hilo conductor de nuestra reflexión será la figura del empresario y el papel que está llamado a desempeñar en las actuales circunstancias de vuestro continente”.

            “Hemos de contemplar la actividad humana a la luz de la colaboración con Dios, que todo hombre está llamado a prestar. También nuestro mundo de hoy, también México, al igual que toda Latinoamérica, debe hacerse eco de este designio divino y colaborar con el Creador  en la transformación del mundo según el plan de Dios”.

            “Cristo llama a transformar el mundo en cada época. Cristo llama desde las necesidades de cada época. Llama desde los hambrientos y los sedientos; desde los que no tienen casa para alojarse, ni ropa con que vestirse; desde los enfermos y los privados de su legítima libertad (Mt. 25, 31-46). Ahí está Él; en todos ellos se puede reconocer la voz y el rostro de Cristo”.

            “Haciéndome intérprete de esa voz del Señor, la Iglesia no cesa de despertar la conciencia de sus hijos y de todos los hombres de buena voluntad. Precisamente, desde esta perspectiva, quiero compartir con vosotros algunas reflexiones sobre la figura del empresario latinoamericano. La voz del Señor debe hacerse sentir con fuerza en América Latina, pues las profundas diferencias sociales existentes están a la vista de todos y constituyen un gigantesco desafío a quienes tienen una relevante responsabilidad en el campo socio-económico”.

            “En el ejercicio de su misión profética la Iglesia quiere alentar la reflexión crítica sobre los procesos sociales, teniendo siempre como punto de mira la superación de situaciones no plenamente conformes con las metas creadas por el Señor de la creación… Corresponde pues a sus miembros, expertos en los diversos campos del saber, continuar la búsqueda de soluciones válidas y duraderas que orienten los procesos humanos hacia los ideales propuestos por la Palabra revelada”.

            “En el caso concreto de México, hay que reconocer que, a pesar de los ingentes recursos con que el Creador ha dotado a este país, se está todavía muy lejos del ideal de justicia. Al lado de grandes riquezas y de estilos de vida semejantes, y a veces superiores a los de países más prósperos, se encuentran grandes mayorías desprovistas de los recursos más elementales. Los últimos años han visto el creciente deterioro del poder adquisitivo del dinero; y fenómenos típicos de la organización de la economía… han producido dolorosos efectos a todos los niveles. Es preciso repetirlo una vez más: son siempre los más débiles quienes sufren las peores consecuencias, viéndose encerrados en un círculo de pobreza creciente; y ¿cómo no decir con la Biblia, que la miseria de los más débiles clama al Altísimo? (Ex 22, 21-23)”.

            Hace 25 años que San Juan Pablo II, nos dirigió este mensaje, y mirándonos al presente,  advertimos que esta doctrina social, no ha calado en muchas conciencias, ambientes y realidades de México: los análisis de estos tiempos de campaña pre-electoral, previos a la Jornada Cívica del domingo 7 de junio, muestran nuevas pobrezas e injusticias por todos los rumbos de México, violencia que aflora por una y otra parte, persiste y hasta crece la impunidad, se agudiza la abulia cívica, se opaca el interés por acudir a las urnas, dejando a la sociedad para el interés de pocos.

            Tengamos claro: que sin ti y sin mí; México no superará sus desafíos. Por tanto, ciudadano: ponte de pie y disponte a participar en la Fiesta Cívica del domingo 7 de junio.

Héctor González Martínez

                                                                                                                                                                                                                       Obispo Emérito de Durango

 

San Juan Pablo II en Durango

Sr.-Arzobispo-288x300Ayer y hoy, hizo 25 años, que San Juan Pablo II visitó nuestra Ciudad Arzobispal y pronunció cuatro mensajes: en Catedral a todos los fieles, en el CERESO a los internos, en el Teatro Ricardo Castro a los empresarios de México y en la Ordenación de 100 Sacerdotes mexicanos en la Plaza Soriana. Todavía hemos de considerar estos Mensajes del Santo Padre, como una fuente de luz y gracia,  para seguir abrevando en ella. A lo largo de este mes, me referiré a los cuatro Mensajes, empezando hoy, por el Mensaje en Catedral.

Nadie piense que me estoy desviando de la perspectiva electoral, anunciada desde el domingo pasado, hacia la jornada cívica del domingo 7 de junio, en que acudiremos a las urnas electorales. Al contrario, nada mejor que los Mensajes de San Juan Pablo II,  para   formar nuestro criterio,  para iluminar  nuestra  conciencia ciudadana y para motivar nuestra participación.

            Desde su alta investidura y desde la Iglesia Catedral, dice a todos los fieles de la Arquidiócesis y de México: “Vosotros… formáis parte de un pueblo que se ha destacado por su fe profunda y hondamente mariana, por su fidelidad a la Iglesia…y a la persona del Sucesor de san Pedro”. Y comenta que este distintivo, puesto a prueba, se ha convertido en fecundidad para la vida eclesial;  recomendando que “el pueblo mexicano nunca debe olvidar su pasado, pues desde el, ha de proyectarse al futuro”.

            En este pasado mexicano, desde que en 1492, aparecimos en la esfera mundial, hemos tenido gracias y bendiciones como las apariciones de la Virgen de Guadalupe en 1531, las Misiones de franciscanos, jesuitas, dominicos y otros, como el trabajo pastoral de ministros ordenados y laicos, la permanente erección canónica de Diócesis y Arquidiócesis,  el establecimiento de escuelas y universidades de signo católico y el reconocimiento oficial de Beatos y Santos mexicanos. En este pasado mexicano, también hemos atravesado pruebas: como las guerras de conquista e intestinas, las persecuciones por causa de la religión, el martirio de misioneros ordenados y de  laicos como entre los Tepehuanos en noviembre de 1616, la Constitución de 1857, las leyes de Reforma y la Constitución de 1917, la Revolución de 1910, el despojo y el despilfarro de los bienes eclesiásticos, y la Cristiada de 1926-1929 que nos permitió recoger frutos de martirio y santidad.

            El Santo Padre, en su mensaje de Catedral, nos señala tres factores para fijar nuestros desafíos en la hora presente: primer desafío: “el secularismo y la indiferencia religiosa que afecta ya no solo a los individuos sino a comunidades enteras”, factor que incide “seriamente en los pueblos cristianos y reclama con urgencia una Nueva Evangelización”. Segundo desafío: “los atropellos de que es objeto la persona humana… desde el no nacido hasta los que viven oprimidos y marginados”, ante lo cual tenemos “enorme responsabilidad”. Tercer desafío: “los antagonismos y conflictos que caracterizan buena parte de las relaciones en el mundo, exigen que los laicos se conviertan en artífices de reconciliación y de paz”; señalamiento y desafíos muy actuales, ante los eventos o  percances sociales que vivimos en el México de nuestros días.

         El Santo Padre amplía y especifica  este tercer desafío: “La paz que hemos de lograr, sea fruto de la gracia y de la amistad con Dios. Es la paz de Cristo; esa que Él solo puede dar, porque es “suya”; y no nos la da “como la da el mundo”, porque es un don divino.

            El Santo Padre nos pide: sembrar y difundir “la paz de Cristo en nuestro alrededor. Así, se nos dará, como dice el Evangelio, el nombre nobilísimo de “hijos de Dios” (Mt 5,9). Esfuércense en arrancar las raíces de los  resentimientos, de los conflictos, de las enemistades. Promuevan en cambio la justicia, en lo grande y en lo pequeño, en las instituciones, en el mundo profesional y laboral, en las familias, en la defensa de la dignidad de cada persona. La justicia es una virtud fundamental, que da a cada uno lo suyo: respeto, honor, buena fama, bienes temporales”.

            El Papa nos predica convencido desde su experiencia y  desde su ser profundamente humano y cristiano. Si refrescamos estos valores  y los asimilamos en la conciencia personal, sabremos proyectarlos hacia la familia y hacia la sociedad, transformándolos en señales del Reino de Dios, implantado hacia nuestro interior y hacia el exterior; así como san Juan Pablo II sacó su tesoro interior para rejuvenecer a la humanidad.

            Nuestro cometido como ciudadanos y como cristianos, en las urnas y en la vida ordinaria, es arrancar las raíces de los resentimientos, de los conflictos y de las enemistades, o sea: impregnar las estructuras sociales con el Evangelio, con el Espíritu de Cristo.

Héctor González Martínez

                                                                                                                                                                      Obispo Emérito de Durango

Proceso electoral

Sr.-Arzobispo-288x300Estando aún en tiempo pascual, seguido de la Ascensión y de Pentecostés, es oportuno tratar realidades electorales, en que el cristiano debe participar activa y responsablemente, como fermento para influir y transformar la sociedad en el Reinado de Dios, desde aquí abajo.

En la Vigilia Pascual del Sábado Santo por la noche, después de encender y bendecir el fuego, bendijimos el Cirio Pascual, incidiendo con un punzón las letras grabadas “Cristo ayer y hoy, Principio y fin, Alfa y Omega. Suyo es el tiempo y la eternidad. A Él la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Amén.” Con estas palabras de Isaías y del Apocalipsis, en la obscuridad de la noche pascual, la Iglesia proclama al mismo tiempo al Verbo Creador en el Génesis y al Verbo Encarnado en la historia.

            Con estas convicciones hemos entrado de lleno en la historia salvífica de aquella noche en que Dios pasó con su ala protectora para salvar a su pueblo y conducirlo fuera de Egipto. El Señor recorre el país de Egipto matando a todos sus primogénitos, pero pasa sin hacer daño en las casas de los israelitas. En la solemnidad de nuestra noche de Pascua, se volvieron a  concentrar los hechos portentosas de Dios, en toda la historia salvífica, desde antiguo hasta el presente, cuando finalmente Cristo le dé el último toque, transformando definitivamente su obra salvífica en realidad perfecta.

            En la Constitución Conciliar del Vaticano II, la Iglesia enseña que “esta obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios obró en el pueblo de la Antigua Alianza, Cristo la realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada Pasión, Muerte y Resurrección de entre los muertos y su gloriosa Ascensión” (SC, 5). El Evangelio de Juan coloca la muerte de Jesús en la hora precisa en que en el templo se estaba inmolando el cordero pascual, diciendo con elocuencia que “no le fracturaron ningún hueso”, conforme al Éxodo (12, 46); en el Apocalipsis, Cristo es presentado como redentor y señor de la historia en figura de cordero, que está entado en el trono “como inmolado” (5, 6).

            Pero toda esta obra pascual no procede solamente de arriba; también es tarea  nuestra, para   transformar esta tierra de esclavitudes en sociedad de hombres libres por la Pascua que celebramos litúrgicamente. La espiritualidad cristiana, necesita poner en acto la Pascua que libera, para una humanidad nueva. No basta celebrar los ritos litúrgicos al interior de nuestros templos. El alcance de nuestras celebraciones, ha de tocar las realidades de todos los tiempos, incluidos los nuestros.

            Desde el interior de nuestras celebraciones, han de suscitarse cambios en nuestras conciencias. Y, desde ahí, el “Cristo ayer y hoy, Principio y fin, Alfa y omega”, sea nuestra tarea para formar el Cristo cósmico, que con sus misterios, sea también impulso y motor de nuestro actuar hoy; que, como hombres nuevos nos sintamos  creadores de la historia y constructores de una nueva humanidad.

            Concretamente: para que “Cristo ayer y hoy, alfa y omega, principio y fin”, sean una realidad en la sociedad, se requiere que el domingo 7 de junio, todos consideremos la jornada electoral como una fiesta cívica; que se conserve el ambiente de respeto que se nota; que nadie introduzca juegos o maniobras sucias; que todos ejerzamos el derecho a participar en la construcción de la sociedad civil; que nadie se abstenga de votar; que todos votemos con seriedad y en conciencia; que nadie compre conciencias ajenas; que nadie compre o venda su voto.

            Nuestra participación en las celebraciones pascuales rejuvenezca nuestras energías cristianas en beneficio de nuestra sociedad mexicana, tan urgida de sangre nueva y de corazones nuevos. Conmemorando el paso de la muerte de cruz a la vida de la resurrección, se renueve y se rejuvenezca en nosotros el portento de Yahvé-Dios con nuestros antiguos padres. Que por Cristo y en Cristo, seamos arrancados cada vez más enérgicamente de nuestras cadenas y guiados en la libertad de los hijos de Dios.

Definitivamente, nuestra vida cristiana debe orientarse conforme a nuestras raíces cristianas, referidas en los primeros renglones de esta página. Sólo así, por nuestro medio se repetirá en  nuestro derredor, la aparición de una nueva tierra y de un nuevo cielo, donde florezcan los valores del Reino que Cristo nos mereció con sus misterios de Pasión, Muerte y Resurrección. Viviendo esta espiritualidad pascual, podremos vivir una espiritualidad de Éxodo, del Cordero inmolado, de Bautismo y de serio seguimiento de Cristo.

Héctor González Martínez

Obispo Emérito

 

La Inquisición

Sr.-Arzobispo-288x300Antes de pasar a la introducción del Cristianismo en territorios de la Nueva Galicia  y de la Nueva Vizcaya, puntualizando la acción de franciscanos y jesuitas, toquemos el tema de la Inquisición.

            La Iglesia, como Sociedad organizada, tiene el derecho-deber de velar por la rectitud doctrinal y moral: que las enseñanzas de la Palabra de Dios sean auténticamente proclamadas y difundidas; es también derecho-deber, de velar por las costumbres prácticas. En cada territorio diocesano, los Obispos siempre hemos estado pendientes del ejercicio de estos derechos y  deberes, y siempre ha habido en la Iglesia, comisiones doctrinales o teológicas, y, hasta tribunales inquisitoriales de carácter diocesano o supradiocesano.

            Avanzado el primer milenio, las autoridades civiles, juzgaban toda clase de delitos, abarcando asuntos eclesiásticos, con penas temporales exageradas. Por lo que la Iglesia formó la Inquisición eclesiástica. Después los reyes de España Fernando e Isabel, el 27 de septiembre de 1480, con autorización del Papa Sixto IV, fundaron la Inquisición Española el 27 de septiembre de 1480, con el fin de fomentar y conservar la unidad religiosa de la Península, persiguiendo oficialmente a los que, profesando la Fe Católica, abierta ú ocultamente la abandonaban; la Inquisición no molestaba a los que, viviendo en los dominios hispanos, no pertenecían al  Cuerpo de la Iglesia. El tormento no era característico o exclusivo del Santo Oficio, sino procedimiento usado en todos los tribunales de la época y en todos los países, donde se prestaba a excesos y arbitrariedades. Más aún, al introducir el Santo Oficio,  la Iglesia introdujo una obra civilizadora de aquellos tiempos.

            El Santo Oficio fungió de hecho en la Nueva España desde 1522, cuando los eclesiásticos venidos con Cortés procesaron a Marcos, indígena de Acolhuacan, por amancebamiento, ignorándose la pena infligida. De 1524 a 1532 fueron Comisarios Fray Martín de Valencia,  Fray Tomás Ortiz, Fray Domingo de Betanzos y Fray Vicente de Santa María; período en que se tramitaron dos casos por blasfemia, uno por herejía, uno por idolatría, dos por delitos nefandos, y dos por judaizantes; tres personas fueron relajadas al brazo secular, por blasfemia. De 1532 a 1554 ejerció el cargo Fray Juan de Zumárraga, el día en que tomó posesión del Tribunal, hubo fiesta, música y procesión; en su período se tramitaros 131 procesos: 118 contra españoles y 13 contra indígenas. Un caso de resonancia fue el de D. Carlos Chichimecatecotl, indígena,  cacique y hombre principal de Texcoco, juzgado por murmuración y desprecio de los religiosos, proselitismo invitando a abandonar las prácticas cristianas por vanas e inútiles y escándalo, en las casas de D. Carlos se encontraron pinturas de fiestas paganas, adoratorios idolátricos y figuras de ídolos de piedra: fue sentenciado y ejecutado. En 1544 se hizo cargo del Santo Oficio D. Fco. Tello de Sandoval. Pero, el Santo Oficio, fue establecido formal y solemnemente en la Nueva España hasta el 4 de noviembre de 1571.

            En los comienzos de la Evangelización, a los misioneros interesaba mucho atajar la propagación de  ritos y ceremonias paganas anteriores a la Conquista. La tarea de los misioneros, aunque intensa, difícilmente pudo arrancar en corto tiempo las creencias arraigadas por siglos en los indígenas y las prácticas extendidas bajo la dirección presionante de los sacerdotes paganos. Además, era muy difícil que los indígenas penetraran más allá de las formas externas de la nueva religión.  Derribados los templos paganos, el culto por los dioses tutelares seguía ocupando un lugar preferente en el corazón de los recién bautizados. Los indígenas se ingeniaban para ocultar sus ídolos, escondiéndolos en lugares en donde pudieran adorarles sin peligro. Fray Juan de Zumárraga intervino,  en no pocos procesos abiertos por esta causa.

            Además, eran tiempos en que se miraban las cosas con otra óptica. Empezando, porque entonces aún no existían los documentos del Concilio Vaticano II, ni se hablaba de inculturación. Leamos unos renglones de la “Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas” del Concilio Vaticano II: “todos los pueblos forman una comunidad, tienen un mismo origen… y también tienen el mismo fin último, que es Dios, cuya Providencia, manifestación de bondad y designios de salvación se extienden a todos, hasta que se unan los elegidos en la ciudad santa que será iluminada por el resplandor de Dios y en la que los pueblos caminarán bajo su luz” (núm. 1). Y también, “Ya desde la antigüedad y hasta nuestros días se encuentra en los diversos pueblos, una cierta percepción de aquella fuerza misteriosa que se halla presente en la marcha de las cosas y en los acontecimientos de la vida humana, y a veces también el conocimiento de la suma Divinidad e incluso del Padre” (núm. 2).

Héctor González Martínez

Obispo Emérito de Durango

 

Instituciones sociales y de caridad

Sr.-Arzobispo-288x300Los misioneros franciscanos se distinguieron por el testimonio de pobreza, por la catequesis popular, por el canto, por la institución de escuelas para niños (tantas como conventos), por las reseñas históricas y culturales; fueron los primeros en misionar por el norte, después del centro de México.

Los misioneros dinámicos se distinguieron por la predicación y las ciencias en Chiapas y en la Península de Yucatán. Los misioneros Jesuitas se distinguieron por los Colegios superiores y por las misiones en la Nueva Vizcaya. Por 1547, se estableció en la Ciudad de México, el Colegio de San Juan de Letrán, para mestizos y otro para mestizas.

Para la enseñanza superior, hubo un pequeño número de Colegios sostenidos por el clero secular y religioso. Se empezó en 1533 por el glorioso Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco para indígenas y en 1540 con el de Tiripetío, para religiosos. La Diócesis de Michoacán, fue la primera que cantó con su seminario, gracias al ingenio visionario de D. Vasco de Quiroga, quien fundó al Colegio Clerical de S. Nicolás Obispo. Los Misioneros Agustinos florecieron en Michoacán.

De modo que ya desde 1544, había indígenas que sabían leer como asegura Zumárraga y se fueron imprimiendo libros para ellos en sus propias y diversas lenguas.

La más antigua institución de beneficencia en México fue el Hospital de Jesús Nazareno, fundado por Hernán Cortes y una Cofradía de Ntra. Señora. El principal influjo de la Iglesia en este rubro fueron los pequeños hospitales fundados en cada pueblo, por obra de de franciscanos y agustinos sobre todo por el rumbo de Michoacán.

Por 1532, D. Vasco de Quiroga fundo los grandes hospitales de Santa Fe, uno al sureste de la Ciudad de México y otro a orillas del Lago de Pátzcuaro. Instituciones que eran algo más que hospitales, pues incluían escuelas, talleres, almacenes, depósitos de herramientas, aperos de labranza, semillas, etc.

Fr. Juan de Zumárraga solicito al emperador Carlos V la erección de la Universidad de México, en que se leían todas las facultades, artes y teología. También solicito la imprenta, debiendo trasladar en 1534 todos los elementos necesarios: impresor, imprenta y molino de papel. Así mismo en 1535-1540, construyo el hospital del Amor de Dios.

En los primeros años, misioneros y gobernantes se aplicaron a fomentar la agricultura y la industria entre españoles e indígenas. Inicio Hernán Cortes y le siguieron obispos, religiosos y la segunda Audiencia. Cortes, cuando fue gobernador, reglamento las horas de trabajo en los campos, introdujo árboles frutales y plantas, estableció haciendas de cultivo, cría de ganado, molinos e ingenios.

Zumárraga y los religiosos, encarecían al rey la necesidad de introducir familias de agricultores, de fomentar el arte, de proteger y alentar las industrias de los indígenas, sobre todo la de tejidos, solicitando carneros y ovejas de lana fina, semillas de lino, cáñamo simiente de gusano de seda.

Zumárraga, cuando volvió a España ya consagrado, trajo varias familias para que enseñaran a los indígenas. Los frailes ayudaban a los indígenas, cuanto podían, para que aprendieran las artes y cultivaran el campo; pero tropezaban con el egoísmo de los artífices españoles, quienes se negaban a enseñar a los indígenas, para evitar la competencia. Por ello, el empeño de pastores y misioneros, por gentes dispuestas a servir y promover.

Héctor González Martínez

Obispo Emérito de Durango

La Virgen de Guadalupe

Sr.-Arzobispo-288x300Hasta 1531, fue notable el fruto de bautizados por los franciscanos; en carta del 12 de junio del 1531, escribió Fran Juan de Zumárraga al Capítulo General de su Orden, informando de más de un millón de Bautismos administrados por franciscanos, quinientos templos idolátricos derribados, y más de veinte mil ídolos destruidos.  Sin embargo, los naturales rehusaban en bloque  la idea cristiana del matrimonio y a abandonar la poligamia.

            Pero, algo realmente convincente y motivante, pasó en diciembre de 1531: según una constante y firme tradición oral y escrita, los días 9-12, en la colina del Tepeyac, sucedió el gran Acontecimiento Guadalupano: la Virgen María se apareció al indio nahua converso, Juan Diego Cuauhtlatoatzin.

            La narración del Acontecimiento Guadalupano en  el “Nican Mopohua” de Antonio Valeriano, consigna todo lo que escuchó oralmente a Juan Diego, iniciando:    “Diez años después de conquistada la Ciudad de México, cuando ya estaban depuestas las espadas, los escudos, cuando por todas partes había paz en los pueblos; así como brotó, ya verdece, ya abre su corola la fe, el conocimiento de Aquel por quien se vive: el Verdadero Dios”.

            Dijo Santa María de Guadalupe a Juan Diego: “Sábelo, ten por cierto, hijo mío el más pequeño, que soy la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdaderísimo Dios por Quién se vive, el Creador de las personas, el Dueño de la tierra. Mucho quiero, mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada, en donde Lo mostraré, Lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto: Lo daré a todas las gentes en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en mi salvación” (NM 26-28),

Diciendo “soy la perfecta siempre Virgen”, Ella declaró ser perfecta Virgen, antes de que el Papa Pío IX, definiera con la Bula Ineffabilis Deus, la Inmaculada Concepción como Dogma de fe,  el 8 de diciembre de 1854. Pidió la Virgen, por medio de Juan Diego: “mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada”; según la cultura nahua, el templo, la casita sagrada o el lugar del culto, era lo más valioso y como el coronamiento de los pueblos, era como la piedra fundadora. De donde también podemos concluir que Santa María de Guadalupe es la Fundadora de la nacionalidad mexicana.

Diciendo Santa María de Guadalupe, que desea su “casita sagrada”, para mostrar, ensalzar y poner de manifiesto “al verdaderísimo Dios por Quien se vive”, del que es Madre, nos anuncia a su Hijo Jesucristo, convirtiéndose en la primera evangelizadora de México; mostrándonos a su Hijo, a Quien lleva en su vientre, aprendamos a llevar a Cristo siempre y a todas partes, como el primer anuncio misionero y evangelizador.

Diciendo Santa María de Guadalupe, que Ella mostrará “al verdaderísimo Dios por Quien se vive a todas las gentes, por medio de su amor personal, su mirada compasiva, su auxilio y su salvación”, da a conocer su método evangelizador. También toda su imagen en la tilma de San Juan Diego, es un libro abierto con muchos elementos culturales, que hablan elocuentemente y atraen a todos los mexicanos sin distinción, de manera que el himno nacional guadalupano proclama abiertamente: “desde entonces, para el mexicano ser guadalupano es algo esencial”. Para los mexicanos construir un templo es cimentar una nación: hay millares de templos en México y somos millones de bautizados, como piedras vivas,  para seguir edificando a México como templo de Dios y de Sta. Ma. de Guadalupe. Ya para 1536, el fervor a sus ritos y dioses, se volcó a Cristo, su Iglesia y su Evangelio.

Héctor González Martínez

                                                                                                                                                                      Obispo Emérito de Durango

La Institución de la Jerarquía Eclesiástica

Sr.-Arzobispo-288x300Como continuidad natural de la primera evangelización misionera de  franciscanos, dominicos, agustinos, jesuitas y otros, que dieron por resultado el nacimiento de comunidades, pueblos y ciudades cristianas, siguió el desarrollo o crecimiento eclesial con la erección de Diócesis, después de la primera en Tlaxcala-Puebla, cuyo Obispo fue el dominico Fray Julián Garcés y la segunda en Tenochtitlán-México, cuyo Obispo fue el franciscano Fray Juan de Zumarraga.

El tercer Obispado en la Nueva España, fue erigido por Paulo III, el día 21 de junio de 1535 con el nombre de Antequera, hoy Oaxaca. Comprendía todo el actual Estado de Oaxaca, parte de Puebla, de Guerrero y de Veracruz. Se le dio el título de la Virgen Santa María y el primer Obispo fue Juan López de Zárate.

            El cuarto Obispado, llamado de Michoacán, fue erigido por Paulo III el 18 de agosto de 1536 y su primer Obispo fue D. Vasco de Quiroga. Se fijó la sede en Tzintzunzán, que era la capital de aquel reino; un año después fue trasladada a Pátzcuaro. Comprendía los estados de Michoacán y de Colima, casi todo Guanajuato, y parte de los estados de Jalisco y de San Luis Potosí. El primer Obispo fue D. Vasco de Quiroga.

            El quinto Obispado, erigido por Paulo III el 19 de marzo de 1539, fue el de Chiapas con sede en S. Cristóbal de Las Casas, antes llamada Ciudad Real y con los límites del actual Estado de Chiapas. El primer Obispo fue el jeronimiano Juan de Ortega, que renunció; el segundo fue Juan de Arteaga y Avendaño que murió antes de llegar a la Diócesis; el tercero fue el dominico Fray Bartolomé de Las Casas; hombre de ardiente celo por la evangelización y la salvación y de gran amor al indígena, en 1541 escribió “La Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias”, libro muy discutido y el único conocido por mucho tiempo y que fue prohibido por la Inquisición en 1659. Sin el apasionamiento y la estrechez de horizontes mentales, Fr. Bartolomé de Las Casas figuraría entre los personajes más nobles de la humanidad.

            El sexto y último de los Obispados de aquellos tiempos fue el de Guadalajara, erigido por Paulo III el 13 de julio de 1548, bajo la advocación de la Virgen de la Asunción y del Apóstol Santiago. La sede primeramente fue Compostela (cerca de Tepic), asiento de la Audiencia de Nueva Galicia, pero pronto trasladada a Guadalajara; la Catedral, una capilla con techo de paja. El Obispado comprendía el territorio de la Nueva Galicia  (los hoy estados de Jalisco, Nayarit, Aguascalientes, Zacatecas y parte de San Luis Potosí), y luego todo el territorio de la Nueva Vizcaya (desde Durango, Sinaloa y Coahuila, hasta las Californias, Arizona, Nuevo México y parte de Texas). El primer Obispo fue el franciscano Antonio de Ciudad Rodrigo, quien renunció; el segundo fue Juan de Barrios, quien murió antes de venir a la Nueva España; el tercero fue Pedro Gómez Maraver, (muerto  en 1551).

            Las Diócesis tienen un significado cultural é histórico, actuando por medio de las Parroquias como centros de vida cristiana, formación,  dignificación y promoción humanas, de beneficencia social, con escuela y hospital.

Héctor González Martínez

Arz. Emérito de Durango

 

Homilía Misa Crismal 2015

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1.- Queridos sacerdotes, religiosos, diáconos, religiosas, seminaristas, miembros de grupos, movimientos y asociaciones, hermanos y hermanas en Cristo Jesús Nuestro Señor.

2.- En esta Santa Misa, renovaremos las promesas sacerdotales y bendeciré los oleos- los aceites que son instrumentos de salvación:

  • Con el Santo Crisma que se consagra, serán ungidos los nuevos bautizados y signados en la frente los que se confirmaran, así mismo el Santo Crisma es usado para consagrar a los nuevos sacerdotes y dedicar nuevos templos;
  • El aceite de los catecúmenos se utilizara para quienes reciban el bautismo.
  • Con el óleo de los enfermos, nuestros hermanos dolientes son aliviados y fortalecidos de sus enfermedades.

3.- En la primera lectura del libro de profeta Isaías escuchamos: “ El espíritu del Señor esta sobre mí, porque me ha ungido”… estas palabras se refieren ante todo a la misión mesiánica de Jesús, consagrado por virtud del Espíritu Santo y convertido en Sumo y Eterno Sacerdote de la Nueva Alianza, sellada con sangre. Todas las prefiguraciones del sacerdocio en el antiguo testamento encuentran su realización en Jesucristo, único y definitivo mediador entre Dios y los hombres.

4.- En el evangelio escuchamos: “Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír” (Lc. 4,21). Así comenta Jesús en la Sinagoga de Nazaret, ante los ojos atónitos de sus interlocutores, el anuncio profético de Isaías. Afirma que Él es el ungido, a quien el Padre ha enviado para traer a los hombres la liberación de sus pecados y anunciar la buena nueva a los pobres y afligidos; Él es el que ha venido a revelar el rostro amoroso de su Padre; ha venido a proclamar el tiempo de gracias y de misericordia.

“Todos los ojos estaban fijos en él”. (Lc. 4,20). También nosotros, como las personas presentes aquel día en la Sinagoga de Nazaret, somos invitados a poner nuestra mirada en el Redentor, que “Ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre” (Ap. 1,16). Si, cada bautizado participa de su sacerdocio real y profético “Para ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios” (1Pe2, 5), los presbíteros estamos llamados a vivir en el servicio al sacerdocio común de los fieles; así pues, gracias la sacramento del Orden, la misión encomendada por el Maestro a sus apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos.

5.- Queridos hermanos sacerdotes hoy estamos invitados de manera especial a valorar e don de la vocación a la que hemos sido enviados y enviadas. Dios nos ha elegido y nos ha destinado para dar mucho fruto… el día de hoy queremos reafirmar juntos nuestra fidelidad y nuestro amor al Señor y a nuestro pueblo.

6.- ¡Qué grande es para nosotros este día! ¡Día del sacerdocio, de nuestro sacerdocio! Aquel jueves Santo, Jesús nos convirtió en Ministros de su presencia sacramental entre los hombres, puso en nuestras manos su perdón y su misericordia, y nos hizo el regalo de su sacerdocio para siempre.

¡Tú eres sacerdote para siempre! Resuena en nuestra alma esta llamada, que nos hace percibir que nuestra vida está vinculada indisolublemente a la suya, para siempre.

Además de dar gracias por este don misterioso, no podemos dejar de confesar nuestras infidelidades, todos consientes de la debilidad humana, pero confiando en el poder salvador de la gracia divina, estamos llamados a abrazar el “Misterio de la Cruz” y a comprometernos aún más en la búsqueda de la Santidad.

Este día especial de nuestro sacerdocio, el Señor Jesús nos invita a meditar en nuestro “ser” y, en particular, sobre nuestro camino de santidad, de esto surgirá después el “quehacer” el impulso apostólico.

Con este espíritu, renovaremos dentro de unos minutos las promesas sacerdotales. Se trata de un Rito que cobra su pleno valor y sentido precisamente como expresión del camino de santidad, al que el Señor nos ha llamado por la senda del sacerdocio.

7.- También quiero animar a toda la comunidad cristiana, a cada una de las Parroquias y Decanatos, a leer, reflexionar  y aplicar la primera Exhortación Apostólica, del Papa Francisco “Evanagelii Gaudium” – “La alegría del Evangelio”, él la escribió, fundamentándose en la Palabra de Dios considerando el magisterio pontificio y de los episcopados del mundo, particularmente el documento de Aparecida, así como el Sínodo de los Obispos sobre el tema “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana, nos muestra la comunidad de la fe y nos invita a ser audaces discípulos misioneros de Cristo, compartiendo a todo el gozo del Evangelio”.

La Evangelización obedece al mandato misionero de Jesús (CF.Mt28, 19-20). “La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan… “primerear” es experiencia de la iniciativa del Señor, que nos ha primeriado en el amor (Cf1Jn4, 10), y como Él, buscar a los lejanos y excluidos, para brindar misericordia. Como consecuencia la Iglesia sabe “involucrarse”, “achica distancias, se baja hasta la humillación si es necesario…luego acompaña a la humanidad en todos sus proceso, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico” (n.24).

Ojala digamos con el Papa Francisco: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado de evangelización… la reforma de estructuras que exige la conversión pastoral solo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras” (n.27).

Tomemos en serio este documento transcendental en nuestra Iglesia, todos, sacerdotes, religiosos, diáconos, religiosas, seminaristas y agentes de pastoral laicos.

El 21 de noviembre día memorable en que inicié una nueva etapa en mi Ministerio Pastoral, en las instalaciones de “La Velaria” resonaron esas palabras que expresé y que es un deseo vivo para que se hagan realidad en cada una de las Parroquias de esta amada Arquidiócesis de Durango: “Anunciar con alegría el Evangelio, y juntos impulsar la Nueva Evangelización”.

8.- Pido a la Santísima Virgen María, la inmaculada concepción, “Estrella de la Nueva Evangelización, al Señor San José; nos sigan protegiendo e intercediendo, para que seamos discípulos misioneros de Jesucristo, y así seamos colaboradores entusiastas en la construcción de su reino. Amén.

 

 

+ José Antonio Fernández Hurtado

IX Arzobispo de Durango

El Patronato Real

Sr.-Arzobispo-288x300La Corona Española gobernaba sus reinos por medio de los Consejos de Aragón y de Castilla. Así, gobernaba los nuevos descubrimientos por medio del Consejo de Indias; esto es un Cuerpo legislativo que elaboraba las leyes para regir los nuevos y vastos dominios; era el organismo consultivo de gobierno en los asuntos importantes, ahí terminaban los litigios y los juicios: no se obedecía orden alguna, aunque fuera del rey, si no pasaba por este organismo.

            En la Nueva España, después del gobierno de Hernán Cortés y el de las dos Audiencias, se estableció el sistema del Virreinato. El Virrey, como sustituto del Rey, ejercía facultades omnímodas. Para facilitar la administración civil y eclesiástica, los Romanos Pontífices dieron concesiones personales y de gobierno a los Reyes de España; y a la inversa, los Reyes de España dieron a los ministros de la Iglesia poderes y exenciones. Con el tiempo, los Reyes juzgaron aquellas concesiones y facultades como atribuciones propias de su poder temporal; creyendo poder legislar en materias propias de la Iglesia, que siempre se defendió, pero que también accedió, dejando a salvo los principios, cuando no era asunto trascendental.

            El Papa Alejandro VI, repartió entre España y Portugal, el derecho a las tierras descubiertas en el Continente; también concedió a los Reyes Católicos y a sus sucesores, el producto del diezmo eclesiástico en sus dominios, a condición de erigir con sus propios bienes iglesias y sustentaran cómodamente el culto divino. Como el Rey y el Consejo de Indias tenían mayor conocimiento de las situaciones reales, entre otros privilegios, el Papa Julio II, les concedió otorgar permiso para construir iglesias grandes y monasterios, presentar candidatos a Obispos o Párrocos para ser nombrados por el Papa o por el Obispo respectivo, y fijar los límites de las primeras Diócesis.

            Sin embargo, los reyes resultaron intermediarios privilegiados entre la Santa Sede y las Iglesias americanas. El Consejo de Indias dejaba pasar o retenía lo que juzgaba conveniente, según su criterio para bien de la misma Iglesia: sobre Sínodos Diocesanos, Concilios Provinciales, quejas, querellas, propuestas, etc. La Iglesia, no estaba conforme con todo y protestaba; pero, ante la lejanía,  no tenía los medios y la suficiente información, para actuar con mayor independencia. Con todo, en medio de excesos y limitaciones, al Consejo de Indias y al Patronato Regio de deben muchas e importantes cosas buenas: los excelentes misioneros religiosos, clero numeroso y digno, excelentes Obispos, la honda religiosidad del pueblo mexicano, la erección rápida y completa del Episcopado, un buen cuadro de Diócesis, suntuosas catedrales y cabildos, la Universidad Pontificia, etc.

En la época colonial, las relaciones Iglesia-Estado, ordinariamente fueron buenas y armoniosas, descontando fricciones de la vida ordinaria, como dijo un español: “cada uno es cada uno y tiene sus cadaunadas”. Aunque se enumeran doce conflictos menores, en los siglos XVI-XVIII,  de 197 Obispos que en esos siglos gobernaron las Diócesis mexicanas, solamente dos tuvieron conflictos ruidosos con las autoridades civiles.

Héctor González Martínez

Arz. Emérito de Durango

Desencuentros y Nuevos Refuerzos

Sr.-Arzobispo-288x300Cuando llegaron los doce franciscanos, ya Cortés había prohibido los sacrificios humanos; estos públicamente ya no se hacían, pero de noche y en secreto, por cerros y lugares solitarios y en templos paganos todavía en pie, los indígenas seguían sacrificando; los templos seguían servidos con sus ceremonias antiguas, y en la noche se escuchaba la gritería de bailes, cantares y borracheras.

Los frailes entonces, acordaron derrocar y quemar los templos y no parar hasta tenerlos todos echados por tierra, junto con los ídolos, aunque se pusieran en peligro de muerte. Empezaron por Texcoco, Tenochtitlán, Tlaxcala y Huejotzingo. Al ver la osadía de los frailes, los indígenas entraron en tal miedo y temor, que después bastaba que algún fraile enviara un niño con rosario u otra señal, para que los mayores dejaran inmediatamente su idolatría, hechicería o borrachera.

            En la junta de los primeros doce frailes, organizaron metódicamente la enseñanza de la doctrina cristiana. Los gobernadores indígenas de los pueblos, en días festivos, por la mañana, temprano, llamarían a los vecinos y procesionalmente los conducirían para la Misa y la instrucción debida en los rudimentos de la fe. Aparte, los niños guiados por personas mayores, en la iglesia aprenderían doctrina y música.

El 26 de junio de 1526 llegaron los primeros domínicos: con Fr. Tomás Ortiz al frente, quien pronto promovió intrigas entre Cortés y Luis Ponce de León, por lo que  tuvo que regresar a España dejando a Fr. Domingo de Betanzos y a otro fraile.

En 1527, a petición de Carlos V, vino el dominico Fr. Julián Garcés, como primer Obispo en México, designado para la Diócesis de Tlaxcala-Puebla, erigida el 13 de octubre de 1525. También en 1527, Carlos V propuso a Fr Juan de Zumárraga, como Obispo para la Diócesis de México; llegó a principios de diciembre de 1528, antes de ser consagrado.

Fray Juan de Zumárraga, inmediatamente intervino en los disturbios suscitados por la Primera Audiencia.  Los años de 1528-1530, fueron perjudiciales para el desarrollo integral de la joven Colonia, pues, los Oidores, sólo pretendiendo reunir, a la mala, altas cantidades de oro, lo arrancaban a los indígenas principales, chocando violentamente los Oidores y el Obispo Fray Juan de Zumárraga, quién excomulgó a los Oidores y puso en entredicho a la ciudad del 7 de marzo al 17 de abril de 1530.

            Por las enérgicas y repetidas instancias del Obispo Zumárraga, fueron depuestos los primeros Oidores y fueron nombrados otros nuevos, a cuya cabeza figuraba como presidente el Obispo de Santo Domingo, Sebastián Ramírez de Fuenleal. Fue difícil y tortuoso el trabajo de los primeros años de la administración civil, pero se restableció el orden bajo bases firmes.  Al año siguiente, la Santísima Virgen de Guadalupe, se hizo presente tomando la iniciativa a favor del México naciente.

Héctor González Martínez

                                                                                                                                                                 Arzobispo Emérito de Durango