CELEBREMOS A NUESTROS DIFUNTOS

Durango, Dgo., 01 de noviembre de 2010. Cada año al acercarse esta importante fecha, todos los cristianos católicos reavivamos la alegría de nuestra fe, que nos motiva a celebrar la Esperanza de la vida en un culto extraordinario a nuestros fieles difuntos. Hay celebraciones religiosas en todos los templos, aludiendo a su memoria y practicamos las devociones más variadas que enriquecen nuestra tradición que promueven la cultura de la vida. La muerte para el hombre y la mujer creyentes, no puede significar la última palabra, ni el absurdo de la vida, mucho menos el fracaso de la existencia; representa el paso necesario obligatorio para todos los que en nuestra naturaleza humana peregrinamos con el signo de la caducidad, pero en ella albergamos y hacemos florecer por nuestra fe la semilla de la eternidad.

Por ésta naturaleza espiritual que nos distingue como personas y nos apropia como hijos de Dios, podemos afirmar que no solo somos tierra y a la tierra hemos de volver (Gen 3,19), pues el origen se encuentra en el designio mismo de Dios y en Él tendrá su culminación. Ésta es nuestra Esperanza, la misma que alimentaron quienes nos han precedido en el camino y que ahora estamos seguros, se encuentran celebrando ante la presencia del Dios de la vida, de sus Santos y de sus Ángeles la liturgia eterna, la misa que no acaba.

Llevar la ofrenda de un corazón agradecido a nuestros seres queridos, imitar sus virtudes y valores, sea para nosotros una motivación más que se represente en el signo de nuestra cercanía personal y de nuestra ofrenda floral en los campos santos.

Que todas las almas de nuestros fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz.  Así sea.

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