MINISTERIO DE EXORCISTAS, SERVICIO DE LA IGLESIA

El ministerio de exorcistas que ejercen algunos sacerdotes en cada Diócesis, es un servicio que la iglesia ofrece desde hace mucho tiempo, y que se verifica en el contexto de la organización pastoral integral de las Iglesias  locales. Corresponde la función de exorcista principalmente al Obispo de cada Diócesis; luego el delegará a sacerdotes idóneos para que ejerzan este servicio a través de una propuesta que cubra las necesidades de esta índole en la Diócesis.

Con motivo de que en otras Diócesis de nuestro país, se han editado textos para sacerdotes exorcistas, nuestra Arquidiócesis los valora y los ocupa como textos de consulta apegándose más bien (los sacerdotes exorcistas de nuestra Arquidiócesis) al texto oficial que es el «NUEVO RITUAL DE EXORCISMO», editado por la Santa Sede.

Es importante sin embargo, que todos los sacerdotes entendamos la necesidad de orientar a muchísimas personas que se involucran en las practicas de ocultismo, brujería, satanismo, etc. Situación que los convierte en victimas de terribles sufrimientos, que la mayoría de las veces representan patologías localizables en trastornos psicológicos, en disfunciones mentales etc., que tienen que ser orientadas para el apoyo de la ciencia médica especializada. Muchas de estas personas experimentan fenómenos sin ninguna explicación; por lo que el sacerdote ante la presencia de estos males que proliferan en esta sociedad tan llena de estrés, tan paganizada, materializada y sobre todo, donde abunda un alto indice de ignorancia religiosa, ha de tener una básica respuesta pastoral ante quienes acuden solicitando su ayuda.

La Arquidiócesis de Durango cuenta con tres sacerdotes nombrados por el Arzobispo, para atender esta pastoral de apoyo, que mira más bien a la escucha,  a la orientación y canalización de las personas, que en la casi totalidad de sus patologías tienen siempre más bien que ver con una atención médica especializada. Esta pastoral implica además, la propuesta de una espiritualidad con  fundamento en el ENCUENTRO PERSONAL CON JESUCRISTO VIVO,  a través de una vivencia cristiana más arraigada al sentido de pertenencia en una comunidad de fe, en la oración, y el frecuentar los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación; así como la promoción de espacios más saludables en su diario caminar.

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