LA FIESTA DE LOS SANTOS INOCENTES

Durango, Dgo., 27 de diciembre de 2010. El presbítero Juan José Martínez Míreles, asistente de la pastoral litúrgica, explicó que los ocho días posteriores a la Navidad, conforman lo que se le conoce como la «octava de navidad», días que prolongan la meditación y la celebración de la fiesta grande de la Natividad de Jesús.

 «En la actualidad la Iglesia conserva sólo dos octavas: la de ‘Pascua’ y la de ‘Navidad’.  En la narración del Evangelio de s. Mateo (Mt 2,16-18), explica el Padre Juan José, que se encuentra condensado uno de los episodios más drásticos y conmovedores: la breve escena de la deshumana matanza de niños de Belén  que deja sin respuesta a muchas interrogantes que inmediatamente vienen a la mente. Es de entenderse, por una parte, que la celosa envidia del rey Herodes hacia el Dios niño, fue a causa de la definición de los reyes Magos: «venimos a adorar al Rey de los judíos». Herodes admite la orden de la matanza de infantes, aquellos que eran varones de dos años o menores.

«A partir del siglo IV, se estableció una fiesta para venerar a estos niños, muertos como «mártires». En la iconografía se les presenta como niños pequeños y de pecho, con coronas y palmas (alusión a su martirio). La liturgia oriental los recuerda el 29 de diciembre; la liturgia latina, el 28 de diciembre. La tradición concibe su muerte como «bautismo de sangre» (Rm 6, 3) y preámbulo al «éxodo cristiano», semejante a la masacre de otros niños hebreos que hubo en Egipto antes de su salida de la esclavitud a la libertad de los hijos de Dios [Ex 3,10; Mt 2,13-14]», abundó.

Por otra parte, el Padre Martínez Mireles, hace hincapié en que la jocosa tradición pagana de las bromas o pedir dinero prestado y devolverlo hasta el 2 de febrero o no regresarlo, es muy a la mexicana en este día de los Santos Inocentes. Esta costumbre surge en la Edad Media en Europa del 25 al 31 de diciembre, donde todos los ciudadanos dejaban sus deberes cotidianos y en un afán de divertirse tomaban supuestamente el papel de las autoridades civiles y religiosas. La Iglesia Católica exhorta a los feligreses a que las bromas, que por tradición se hacen entre amigos o familiares, sean con respeto y sin ofender a nadie.

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