Domingo IV ordinario; 2-II-2014 Cristo es la luz que alumbra a las naciones y gloria de Israel
En todas partes hoy se celebra la fiesta de la Candelaria, fiesta de la Virgen de la Candelaria y se cumple la tradición de bendecir las velas, como signo de iluminación. Así mismo es la fiesta de la presentación del Niño Jesús llevado por María y José el templo de Jerusalén; recientemente la Iglesia ha añadido hoy, el día de la Vida Religiosa: felicidades. A ellos se añade la purificación de la Santísima Virgen. Es una fiesta que ha tenido varios añadidos a lo largo de los siglos del primer milenio.
La Iglesia de Rito latino, se ha quedado con la presentación del Señor al templo. Dicha presentación es más un misterio doloroso, que gozoso. María presenta y ofrenda a Dios su hijo Jesús; pero fijémonos en que toda ofrenda es una renuncia: esto me hace recordar que siendo yo niño, mi mamá me tomó en sus brazos, me llevó a la Iglesia y me ofrendó a Dios, predestinándome para Sacerdote; por lo cual, sin yo saberlo, cuando el Sr. Arzobispo José María González y Valencia me dijo “vete al Seminario, sin pensarlo dos veces me vine al Seminario y hasta la fecha estoy dedicado a servir a Dios y a la Iglesia. Cosa, que les recomiendo mucho a los Padres de Familia que hagan con sus niños y niñas para tener muchas y buenas vocaciones sacerdotales y religiosas.
Para la Virgen María, la presentación y la ofrenda del Niño Jesús en el templo de Jerusalén, fue el comienzo del misterio del sufrimiento, que alcanzará su culmen al pié de la cruz: la cruz es la espada que atravesará su alma. Todo primogénito hebreo, era el signo permanente y el memorial cotidiano, de la liberación de la gran esclavitud en Egipto; en Egipto los primogénitos fueron tomados; Jesús, el primogénito por excelencia, con su sangre traerá la liberación nueva y definitiva. El gesto de María que “ofrenda” se convierte en gesto litúrgico en toda Eucaristía nuestra. Cuando el pan y el vino, frutos de la tierra y del trabajo del hombre, se nos dan como Cuerpo y Sangre de Cristo, también nosotros quedamos en la paz del Señor, porque contemplemos su salvación y vivimos a la espera de su venida.
En el Evangelio de S. Lucas, contemplemos en los primeros versos, a la Sagrada Familia que vive en cumplimiento de la Ley, esto es, plenamente inserta en el ordenamiento social judío. Avanzando en el texto, encontramos un desarrollo teológico-pascual, y la Madre aparece estrechamente unida en el dolor, al destino del hijo. Jesús, es aquí descrito como el Mesías del Señor, como el ungido por excelencia, destinado a una obra de salvación, que cumplirá realizando en Sí la figura del Siervo Sufriente del canto de Isaías. Él, como luz, coloca a los hombres en la necesidad de decidirse: viene por tanto a dividir. De frente a Él, tal decisión se impone a todo hombre, para que logre aceptar al Mesías y Señor de manera personal y comprometida, capaz de adherirse a Cristo como se adhiere la bugambilia a la pared o al árbol que la sostiene; capaz de adherirse a Cristo como se adhiere el tábano al lomo de los animales, capaz de adherirse a Cristo como la garrapata que se adhiere a la piel de las personas, de donde no se separa sino muerta.
Esto es lo que la Misión diocesana urge a toda persona bautizada que habite en el territorio de la Arquidiócesis. Sabemos, que muchos de nuestros hermanos y hermanas, están bautizados y les gusta llamarse cristianos; pero se contentan con poco o ningún compromiso. Por ello hemos introducido el Proceso de Iniciación Cristiana, con el deseo de llegar a formar cristianos de una pieza, adultos, maduros; quisiéramos contar con discípulos misioneros que puedan afrontar las inclemencias de la época en que vivimos. Y bendito sea Dios, que este Proceso va pegando y se va propagando, gracias a muchos Párrocos y Catequistas; Dios quiera que los demás se vayan sumando.
Estemos contentos de la amplia Asamblea eclesial que formamos en nuestro Plenario. Dios y la Virgen de la Candelaria hagan fructificar este fermento. Ánimo todos, hasta formar una floreciente Iglesia Misionera.
Héctor González Martínez, Arz. de Durango
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