Culmina con éxito reunión de miles de católicos

asamblea 2-01Teniendo como marco la reflexión sobre la nueva evangelización y la exortación del Papa “La alegría del evangelio” ha culminado la VIII Asamblea Diodesana de Pastoral. Feligreses de todas las Comunidades Parroquiales de la Arquidiócesis se dieron cita desde el jueves pasado hasta este sábado con sus pastores en el “Centro Cultural y de Convenciones Bicentenario”, presididos por el excelentisimo Sr. Arzobispo Don Héctor González Martínez y el Obispo Auxiliar Mons. Enrique Sánchez Martínez, cumpliendo así un objetivo más, del dinamismo pastoral en el que esta Iglesia Local se ha visto motivada e impulsada. Con gran esperanza le pedimos a Dios que los frutos sean abundantes y que repercutan en una mayor actividad en la pastoral de las Parroquias. Felicitamos a todos porque hicieron su mejor esfuerzo para compartir este testimonio de comunión Eclesial.

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Un nuevo impulso Arquidiocesano por el camino de una conversión pastoral y misionera

mons enrique episcopeo-01Celebramos nuestra VIII Asamblea Arquidiocesana de Pastoral el objetivo  que nos propusimos lo hemos abordado conducidos por nuestro pastor el Sr. Arz. Héctor González; primero “el que”, analizando los retos y desafíos ante el “cambio de época”: en el contexto global y en el contexto mexicano; después “el cómo”, mediante el impulso de la Nueva Evangelización y a la luz de la “Alegría del Evangelio”; y concluimos con el “para que”, llamados a ser “discípulos y misioneros de nuestro tiempo”, con el compromiso de todos los sectores (obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos), de buscar una renovación pastoral de nuestra Arquidiócesis, dándole continuidad a proceso de la Iniciación cristiana.

La Arquidiócesis necesita iniciar y avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una “simple administración”.  Una pastoral en clave de misión debe abandonar el cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así”. Todos debemos ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades. Un compromiso de no caminar solos sino contar siempre con los hermanos y especialmente con la guía de nuestro Arzobispo en un sabio y realista discernimiento pastoral.

Desde hace tiempo, la Iglesia nos ha orientado en esta línea de renovación: el Papa Pablo VI interpelaba a todos: “La Iglesia debe profundizar en la conciencia de sí misma, debe meditar sobre el misterio que le es propio… De esta iluminada y operante conciencia brota un espontáneo deseo de comparar la imagen ideal de la Iglesia (tal como Cristo la vio, la quiso y la amó como Esposa suya santa e inmaculada (Ef 5,27)) y el rostro real que hoy la Iglesia presenta… Brota, por lo tanto, un anhelo generoso y casi impaciente de renovación, es decir, de enmienda de los defectos que denuncia y refleja la conciencia, a modo de examen interior, frente al espejo del modelo que Cristo nos dejó de sí”.

El Concilio Vaticano II presentó la conversión eclesial como la apertura a una permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo: “Toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación… Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad”.

            Cómo podrá entenderse y realizarse tal renovación?  La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral y debe entenderse así: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad.

Esta renovación abarca todo y a todos: la Arquidiócesis, las parroquias, los grupos y movimientos, los obispos, los sacerdotes, las religiosas y religiosos, los laicos y todos los que formamos la Iglesia.

La Iglesia particular, o Diócesis, que es una porción de la Iglesia católica bajo la guía de su obispo, también está llamada a la conversión misionera. Ella es el sujeto primario de la evangelización, ya que es la manifestación concreta de la única Iglesia en un lugar del mundo, y en ella “verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Católica y Apostólica”. Es la Iglesia encarnada en un espacio determinado, provista de todos los medios de salvación dados por Cristo, pero con un rostro local. Su alegría de comunicar a Jesucristo se expresa tanto en su preocupación por anunciarlo en otros lugares más necesitados como en una salida constante hacia las periferias de su propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales. Procura estar siempre allí donde hace más falta la luz y la vida del Resucitado.

La parroquia no es una estructura caduca, para renovarse requiere la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad. Es  “la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas”. Ella está realmente en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no debe ser estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos. La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración. A través de todas sus actividades, la parroquia alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización. Es comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero.

Durango, Dgo., 2 de Febrero del 2014                                 + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                                    Obispo Auxiliar de Durango

                                                                                                  Email: episcopeo@hotmail.com

Domingo IV ordinario; 2-II-2014 Cristo es la luz que alumbra a las naciones y gloria de Israel

arzo-01En todas partes hoy se celebra la fiesta de la Candelaria, fiesta de la Virgen de la Candelaria y se cumple la tradición de bendecir las velas, como signo de iluminación. Así mismo es la fiesta de la presentación del Niño Jesús llevado por María y José el templo de Jerusalén; recientemente la Iglesia ha añadido hoy, el día de la Vida Religiosa: felicidades. A ellos se añade la purificación de la Santísima Virgen. Es una fiesta que ha tenido varios añadidos a lo largo de los siglos del primer milenio.

            La Iglesia de Rito latino, se ha quedado con la presentación del Señor al templo. Dicha presentación es más un misterio doloroso, que gozoso. María presenta y ofrenda  a Dios su hijo Jesús; pero fijémonos en que toda ofrenda es una renuncia: esto me hace recordar que siendo yo niño, mi mamá me tomó en sus brazos, me llevó a la Iglesia y me ofrendó a Dios, predestinándome para Sacerdote; por lo cual, sin yo saberlo, cuando el Sr. Arzobispo José María González y Valencia me dijo “vete al Seminario, sin pensarlo dos veces me vine al Seminario y hasta la fecha estoy dedicado a servir a Dios y a la Iglesia. Cosa, que les recomiendo mucho a los Padres de Familia que hagan con sus niños y niñas para tener muchas y buenas vocaciones sacerdotales y religiosas.

            Para la Virgen María, la presentación y la ofrenda del Niño Jesús en el templo de Jerusalén, fue el comienzo del misterio del sufrimiento, que alcanzará su culmen al pié de la cruz: la cruz es la espada que atravesará su alma. Todo primogénito hebreo, era el signo permanente y el memorial cotidiano, de la liberación de la gran esclavitud en Egipto; en Egipto los primogénitos fueron tomados; Jesús, el primogénito por excelencia, con su sangre traerá la liberación nueva y definitiva.             El gesto de María que “ofrenda” se convierte en gesto litúrgico en toda Eucaristía nuestra. Cuando el pan y el vino, frutos de la tierra y del trabajo del hombre, se nos dan como Cuerpo y Sangre de Cristo, también nosotros quedamos en la paz del Señor, porque contemplemos su salvación y vivimos a la espera de su venida.

            En el Evangelio de S. Lucas, contemplemos en los primeros versos, a la Sagrada Familia que vive en cumplimiento de la Ley, esto es, plenamente inserta en el ordenamiento social judío. Avanzando en el texto, encontramos un desarrollo teológico-pascual, y la Madre aparece estrechamente unida en el dolor, al destino del hijo. Jesús, es aquí descrito como el Mesías del Señor, como el ungido por excelencia, destinado a una obra de salvación, que cumplirá realizando en Sí la figura del Siervo Sufriente del canto de Isaías. Él, como luz, coloca a los hombres en la necesidad de decidirse: viene por tanto a dividir. De frente a Él, tal decisión se impone a todo hombre, para que logre aceptar al Mesías y Señor de manera personal y comprometida, capaz de adherirse a Cristo como se adhiere la bugambilia a la pared o al árbol que la sostiene; capaz de adherirse a Cristo como se adhiere el tábano al lomo de los animales, capaz de adherirse a Cristo como la garrapata que se adhiere a la piel de las personas, de donde no se separa sino muerta.

            Esto es lo que la Misión diocesana urge a toda persona bautizada que habite en el territorio de la Arquidiócesis. Sabemos, que muchos de nuestros hermanos y hermanas, están bautizados y les gusta llamarse cristianos; pero se contentan con poco o ningún compromiso. Por ello hemos introducido el  Proceso de Iniciación Cristiana, con el deseo de llegar a formar cristianos de una pieza, adultos, maduros; quisiéramos contar con discípulos misioneros que puedan afrontar las inclemencias de la época en que vivimos. Y bendito sea Dios, que este Proceso va pegando y se va propagando, gracias a muchos Párrocos y Catequistas; Dios quiera que los demás se vayan sumando.

            Estemos contentos de la amplia Asamblea eclesial que formamos en nuestro Plenario. Dios y la Virgen de la Candelaria hagan fructificar este fermento.  Ánimo todos, hasta formar una floreciente Iglesia Misionera.

                  Héctor González Martínez, Arz. de Durango