Carta Annua-Informe del P. Nicolás de Arnaya al P. Superior en Roma
El P. Andrés Tutiño, desde Tacaya, “lo supo el mismo día que comenzaron los desastres y conjuración de los Tepehuanes en Santa Catalina y en Santiago, que fue el 16 de noviembre a las 10 de la noche, por vía de Coapa, pueblo también de su doctrina, que siempre ha tenido comunicación con los Tepehuanes, por otra cercanía en que está con ellos. La misma noche avisó el Padre a todos los Reales cercanos de la mala nueva y escribió al P. Hernando de Santarén y al P. Diego de Cueto avisando y previniendo que tuviesen cuidado de sus partidos porque a su gente se iba inficionando y maleando; al P. Santarén avisa del peligro que tenía en su mismo pueblo de Guapixuxe, que es de Xíximes, por estar de los más cercanos a los Tepehuanes, diciéndole que se recogiese al presidio de S. Hipólito y al P. Pedro Gravina, su compañero, que se viniese con el mismo P. Tutiño a S. Gregorio”.
“La carta llegó poco después que el P. Santarén partiese, como dijimos, para Guadiana, donde iba a disponer con el Gobernador lo tocante a la nueva Misión y la conversión de los Yaquimes y Nebones en Sinaloa, que ahora la obediencia le encomendaba. Despachó el P. Grabina diez postas que lo buscasen y alcanzasen, más no pudieron, aunque llegaron a la misma tierra de los Tepehuanes, y así hubo de morir como murió a sus manos”.
“Dio luego orden el P. Andrés Tutiño de visitar toda su Misión por certificarse más de los rumores del alzamiento que había y de su parte lo posible y quiso nuestro Señor que en Coapa descubriese una maldad que el descubrirla y atajarla fue causa principal del sosiego de toda aquella tierra; porque dos indios de quienes siempre tuvo mal concepto, uno llamado D. Andrés, Cacique del pueblo de S. Pedro y otro llamado Juan Gordo, del mismo pueblo, con ocasión de la nueva de los Tepehuanes habían comenzado a sembrar sedición y alboroto”.
“El D. Andrés a convocar algunos indios de los de esta Misión para que fuesen a Santiago Papasquiaro en ayuda de los Tepehuanes contra los españoles, y hacer poco caso del Capitán Bartolomé Juárez, su alcalde mayor. El Juan Gordo con proponer unas visiones, que pasando por la Iglesia de noche, le llamaban y que espantado la segunda vez, no se atrevió, animándose la tercera y entrando en ella, vio que se levantaba en alto un indio llamado Diego Morido, que pocos días antes había muerto, y le decía que se llegase, y no tuviese miedo, y le dijese a su mujer que no era muerto, y que vivía y que no se casase con otro; porque viniendo a aquel pueblo su Padre y Señor, que es un dios que aguardaban, y después llegó a los Xiximes, y se entiende que fue el mismo, que pervirtió a los Tepehuanes, y que él resucitaría y viviría con ella en más conformidad y gusto que antes; supo además el Padre que con esta ocasión había cada noche muchas juntas en el pueblo Ocoapa, que es de Acaxees. Puso el P. Tutiño diligencia, en que con presteza tuviese aviso el Capitán Juárez, que estaba entonces bien lejos de allí, y fue tan solicito que anduvo en una noche y medio día cincuenta leguas españolas de sierra muy áspera y fragosa”.
“Luego que el Padre le envió el aviso subió al presidio de S, Hipólito a esperarle allí. Y el día que llegó, que fue el 21 de noviembre, halló que el Capitán Juárez, había pasado de noche a poner remedio en Coapa, cosa que el Padre recibió con gusto. Pasó luego el martes en seguimiento del Capitán; en Coapa lo encontró que venía con.……
De aquel pueblo que estaba muy quieto sin novedad alguna. Tanto era el secreto que el demonio les había puesto; se vinieron al Presidio conversando sobre el caso de los Tepehuanes, y el secreto y maña de los Acaxees, y por deslumbrarlos, no quiso el Padre ir luego a Coapa, les avisó del gusto que tenía con las buenas nuevas que el Capitán le había dado, y que de ahí a dos días los vería”.
“Pasó con el Capitán a Guapijuje; más a poco trecho encontró al P. Pedro Grabina. Venía, según el aviso que se le había dado, avisó que los de Zapibis, Basis, Tamoriba y otros se habían juntado con los Tepehuanes, y que habían llamado a los de Guapijuje y Guacapas, y que estos no habían querido seguir su parcialidad, y aunque se dudó, si sería bueno entrar luego con gente para aquietarlos, pareció más conveniente despachar quien los llamase, porque de otra manera se ponía en riesgo toda la tierra ; con todo pareció bien llegar hasta Guapijuje a un pueblo nuevo a donde se habían mudado, llamado Topiazi; allí recibieron al Capitán, al Padre y a más de cuarenta personas con teas encendidas por ser más de media noche, con gran alegría de todos. Desde allí llamó el Capitán a los principales de Zapibis, y habiéndolos animado y procurado aquietar, aunque el suceso mostró que no lo quedaban, volvió con los Padres al presidio de S. Hipólito”.
Héctor González Martínez
Obispo Emérito
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