Los primeros y los últimos
Iniciemos hoy con una sencilla introducción al Evangelio sobre los obreros de la primera hora y los obreros de la última hora. El reclamo fundamental que hacen al dueño de la viña, o sea a Dios, es su falta de justicia, reclamo que ya había aparecido, en el reclamo del hijo mayor en la parábola del hijo pródigo: esto es supuesta falta de justicia, como quizá también suceda entre nosotros: el reclamo de los buenos judíos, cuestionando la doctrina de la retribución, según Ezequiel 18, 25-29); reclamo también de Jonás, por el perdón otorgado por Dios, a la pagana ciudad de Nínive (Jon 4,2).
En cada uno de estos ejemplos, resalta la oposición entre la justicia de Dios entendida al modo de los hombres, y el comportamiento misericordioso de Dios, nuevo para los hombres (Lc 15, 1-2). A esta objeción Cristo responde: con los primeros trabajadores de la viña, Dios es justo al estilo humano, porque les da lo convenido; pero con los últimos trabajadores, también Dios es justo, el estilo divino, porque no estaba comprometido por algún acuerdo con ellos. Se afirma así, el primado de la bondad de Dios: su manera de obrar, no contrasta con la justicia humana, sino que la eleva totalmente por el amor.
Consecuentemente, el pacto concluido entre el patrón de la viña y sus obreros, se presenta como un modelo de la Alianza entre Dios y los suyos, Alianza que en nada se parece al contrato que los judíos querían descubrir del “doy para que des”, sino que es una acción gratuita de Dios (Dt. 7,7-10; 4,7).
La Alianza es pues un don del amor gratuito del Padre, fundado en su absoluta libertad y supone nuestra libertad (Gal 3,16-22: 4, 21-31). Aplicando pues la justicia humana a los primeros y aplicando la justicia divina a los segundos, Dios, ante todo, Dios quiere atestiguar su amor por unos y otros, teniendo en cuenta las diversas situaciones en que se encontraba cada uno.
Jesús quiere poner en guardia a sus connacionales, de la actitud orgullosa de quien antepone pretextos ante Dios juzgando su bondad y la elección obrada: Dios es bueno y fiel a su bondad; porque siendo soberana, siempre encuentra nuevos modos de afirmarse, siempre más por el bien de los elegidos. Al mismo tiempo la conclusión de la parábola en que sucede un contraste de valores entre los primeros y los últimos, quiere ser un reclamo de Dios a los judíos, que siendo primeros en ser llamados por Dios,
por la tacañería de su justicia, arriesgan de ser superados por los que son llamados después, porque el Reino es únicamente don y gracia de la bondad del Señor.
Se impone la lógica del Reino: mis pensamientos no son como vuestros pensamientos; sus caminos no son como mis caminos. La lógica de Dios es diversa de la de los hombres, hasta opuesta e irreconciliable con ella; siendo siempre superior. Frecuentemente lo que para el hombre es ganancia, para Dios es pérdida. Y lo que para el hombre está en primer lugar, para Dios es lo último: el juicio de la Palabra de Dios, comporta un rompimiento radical de valores: los primeros son los últimos: bienaventurados los que lloran; los verdaderamente ricos son los que dejan todo; quien quiera salvar la propia vida la perderá.
La ley del Reino de Dios, parece ser la paradoja, lo inédito, lo inesperado. Dios elige las cosas débiles y despreciables de este mundo para confundir a los fuertes y a los estimables. No elige al primer, sino al último; no al justo, sino al pecador. No al sano sino al enfermo. Hace más fiesta por la oveja perdida y encontrada, que por las noventa y nueva que se quedan guardadas en lo seguro. El Dios de los cristianos, nuestro Dios, es el absolutamente otro y distinto, el imprevisible. Ninguna categoría humana lo puede cautivar. Él rebasa toda definición, y revela continuamente nuevos aspectos de su misterio. .
Héctor González Martínez
Arz. de Durango
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