Carta-Annua del P. Nicolás de Arnaya al P. General en Roma (16)
“La misma noche pasaron a Coapa, se adelantó el P. Tutiño, con no poco recelo de que en el camino le quitaran la vida; recelo que le duró toda aquella noche en Coapa, donde le alcanzó y llegaron juntos el Padre y el Capitán; se reparó mucho aquella noche en que estando todos juntos, antes de recogerse el P. Andrés se puso a mirar un gran rato con género de advertencia a un soldado del Capitán, el Padre les amonestaba a solas como que el Capitán no supiese nada de su mal intento, y el Capitán con cuidado les traía descuidados, aunque traía bien averiguada la traición y mal intento, y el socorro que por la mañana había dado a los Tepehianes”.
“Dijo Misa el Padre, hizoles un sermón, el cual acabado, y descuidados de lo que había de suceder, hizo el Capitán juntar a toda la gente, como que se quería despedir, y estando allí indios de varios pueblos, mandó de improviso, atar a los dos Principales delincuentes D. Andrés y Juan Gordo, y echado bando, que a todos los demás perdonaba de los que ya sabía qué había pasado y pasaba entonces, porque los demás no tenían la culpa, y estos dos, que habían sido la causa de todo el alboroto, no siendo naturales de Coapa sino de S. Pedro, los cuales, aunque el Padre los había amonestado, y él castigándolos otras veces, siempre habían perseverado en su mal proceder, que ahora quería él hacer su oficio sin dar lugar a ruegos del Padre, que le había de perdonar, porque esto convenía al bien público de los demás”.
“Cuando ellos pensaron que los había de tener algún tiempo presos, los mandó ahorcar al punto, y luego les dio garrote; este castigo no solo aquietó a los de Coapa, sino que puso miedo a los demás pueblos, así Acaxees como Xíximies. Estaban a la sazón en el pueblo tres indios de Zapibis, los cuales luego se ausentaron llevando a su tierra el miedo y nueva de lo sucedido. Más, como aquellos Xíximies de Zapibis, Basis y Guayapa, y otros infieles que antes eran sus enemigos, y ahora se juntaron con ellos, estaban ya pervertidos, aprovechóles poco esta nueva, el razonamiento y persuasiones que había hecho el Capitán Juárez a los Caciques principales de estos pueblos; porque el segundo día de Navidad, que se contaron 26 de diciembre, quemaron la Iglesia y casa de Guapijuje y Guataja y las que ellos tenían en sus pueblos”.
“Y, aunque el P. Pedro Gravina, antes de salir de allí, había puesto toda su diligencia para que se pusiese en claro todo lo que en ellos había; como el rebato fue sin pensar, apenas pudieron él y el P. Juan de Mallén, que estaban ya juntos en Guapijuje pensando que todo estuviese ya quieto para ponerlo todo a recaudo en algunas cuevas y quebradas con ayuda de algunos indios de quienes tenían más seguridad, y aún eso que guardaron, fue descubierto; y hubieran muerto a los dos Padres, como lo intentaron, si el primer día de Navidad, que fue un día antes del asalto, no se hubieran recogido al presidio de S. Hipólito. Más los rebeldes, ya que no pudieron traerlos a las manos, quemaron los retablos y lo demás que a las Iglesias pertenecía”.
“Acudióse a la resistencia con la gente de Coapa, de S. Pedro, de La Campana y de Sta. Fe. Con el valor y el esfuerzo de estos, tomaron fuerzas y ánimo. Los Guacajas y los que habían quedado de Guapijuje, siguiendo a los contrarios, mataron a algunos de ellos, trayendo sus cabezas al presidio de S. Hipólito, hiriendo a otros muchos, y hubieran conseguido una gloriosa victoria, si las muchas nieves no les hubieran atajado el paso a seguirlos hasta sus pueblos; volvieron segunda y tercera vez con más grueso ejército, y parte de ellos caminaba para Guataja, habiendo quemado en Topraci (Topiazi) una Iglesia que nuevamente les había hecho el P. Santarén”.
“Esto fue el 26 de enero del 2017, y no se ha sabido más del suceso. Y de entonces a acá, no se ha sabido más del suceso: se echa bien de ver en estos de Guapijuje y de Guacaja, la buena enseñanza del P. Hernando de Santarén, pues habiendo sido irritados varias veces por estos sus vecinos, que de más de ser todos de una nación Xíxime, están muy emparentados los unos con los otros, no han querido condescender ni participar en la conjuración, aunque les amenazaban con la guerra y les prometían descanso y libertad. Ellos siempre respondían que en ninguna manera tal harían, y que antes estaban aparejados a morir por la fe que una vez habían recibido, y defender su Iglesia como en efecto lo hicieron. Escriben de sí los Padres, que la vida que ahora tienen no sólo ellos sino toda la tierra hasta Sinaloa, se debe agradecer a estos de Guapijuje, porque si ellos se hubieran levantado hubieran hecho lo mismo que las demás naciones, que son muy guerreras, y no lo han hecho”.
Héctor González Martínez
Obispo Emérito