La canonización de dos papas es el fruto de la misericordia de Cristo

mons enrique episcopeo-01Somos testigos, desde todas partes del mundo, de la canonización de dos grandes Papas: Juan XXIII y Juan Pablo II. Le damos gracias a Dios por estos dos pastores de la Iglesia Católica que ahora se nos proponen como ejemplo de vida y como grandes intercesores ante Dios.

            A mí se me vino a la mente del Papa Juan XXIII lo que yo más he conocido de él, sus dos grandes Encíclicas sociales Mater et Magistra (Madre y Maestra) y Pacem in Terris (Paz en la Tierra) y la convocatoria y el inicio del Concilio Vaticano II. Su pontificado fue breve, asombroso y rico en enseñanzas sociales. Se situó bajo el signo de la concordia de las clases, de las naciones, de las civilizaciones y de las religiones. “Hijo de un campesino pobre, fue un icono de la bondad y el gran iniciador, recogiendo la herencia de sus predecesores para sacar “de lo nuevo”, sin descuidar lo tradicional que amaba”.

            El Papa Juan Pablo II, en la perspectiva del año 2000, define su tiempo en  la Encíclica Redemptor Hominis  (1979), como el “tiempo de un nuevo adviento, tiempo de espera. Cristo, el centro del Cosmos y de la historia, revela por su redención el hombre a sí mismo, el hombre concreto, creado de nuevo. Esta revelación es confiada a la Iglesia, cuyo único fin es servir a la causa de la amistad de cada uno con Cristo, de una manera nueva, en un momento de la historia saturado de tomas de posición ideológicas, extrañas u hostiles al cristianismo. Tiempo de alienación marcado por una desproporción entre desarrollo técnico y el desarrollo ético”.

            Sus documentos sociales: Laborem Exercens 1981 (Trabajo humano y problemas sociales); Sollicitudo Rei Socialis 1987 (Auténtico desarrollo del hombre y de la sociedad);Centesimus Annus 1991 (La cuestión social, a cien años de la «Rerum Novarum»).

            No podemos olvidar su la Visita Pastoral de Juan Pablo II a Durango en 1990, pernoctando la noche el 9 de mayo en el Arzobispado. Recordamos el Saludo a los detenidos del Centro de Readaptación Social de Durango (CERESO); el  Mensaje  los Empresarios mexicanos en Teatro “Ricardo Castro” de Durango; el Mensaje a los fieles reunidos en la Catedral de la Inmaculada de Durango y la Santa Misa y ordenaciones sacerdotales en Durango.

            A los cien sacerdotes de todo el país, ordenados por él, les dijo: “¡Vosotros sois los sacerdotes de la última década del segundo milenio! ¡Vosotros sois los sacerdotes de una nueva etapa de esperanza para México! Sed siempre testigos de la verdad, de la justicia, del amor, especialmente hacia los más necesitados. Vuestra vida sacerdotal es una exigente vocación de servicio, de entrega, de dedicación plena a la obra de la nueva evangelización de México”.

            A los internos del CERESO le dijo: “La peor de las prisiones sería un corazón cerrado y endurecido. Y el peor de los males, la desesperación. Os deseo la esperanza. La pido y la seguiré pidiendo al Señor para todos vosotros: la esperanza de volver a ocupar un lugar normal en la sociedad, de encontrar de nuevo la vida y, ya desde ahora, de vivir dignamente… porque el Señor nunca pierde la esperanza en sus creaturas. También para vosotros, hermanos y hermanas de México, pido y seguiré pidiendo al Señor que os conceda un juicio justo, humano y expedito; que sean siempre respetados vuestros legítimos derechos a la educación, a la salud, a profesar vuestra fe religiosa, a un salario justo para quienes desempeñáis un trabajo remunerable”.

            A los empresarios de México los invitó a: “El país, señoras y señores, necesita la colaboración de todos y cada uno de vosotros. Cada cual, según su especialidad, está llamado a aceptar con humildad y generosidad el reto que plantea la actual situación de injusticia, para dedicar lo mejor de su experiencia y de su capacitación profesional al servicio de una patria grande, justa y fraterna, por encima de cualquier egoísmo de partido o de clase”.

            Papa Francisco nos alienta: “Todos hemos sido enriquecidos por este don. Juan Pablo II sigue inspirándonos. Nos inspiran sus palabras, sus escritos, sus gestos, su estilo de servicio. Nos inspira su sufrimiento vivido con esperanza heroica, su total encomendarse a Cristo».

Durango, Dgo., 27 de Abril del 2014                                   + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                                    Obispo Auxiliar de Durango

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El Misterio de la redención humana: la Pasión de Cristo

mons enrique episcopeo-01Hemos llegado al final de la cuaresma y nos hemos preparado para comprender el misterio de la cruz. El grito terrible del Salmo 22 (Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?) puesto en los labios de Cristo, nos invita a la contemplación de la completa solidaridad del Hijo de Dios con el sufrimiento de todo ser humano; es un grito real y verdadero, como todos y cada uno de los acontecimientos de la Pasión. A ese grito Dios responderá a Cristo y a todo sufriente en el momento de la resurrección, pues en ella se demuestra que el Señor no abandona al orante en angustia, y que el cumplimiento de su voluntad aún a costa de la vida define a los verdaderos hijos de Dios.

Este año, el sello particular y central de la Palabra en toda la Semana Santa, lo imprime el Evangelio de San mateo, lleno de dolor y dramatismo, especialmente el Domingo de Ramos, con el relato de la Pasión según San mateo y en la Vigilia Pascual con la narración del encuentro con el Resucitado.

En el Evangelio de Mateo, desde el inicio de la vida de Cristo, su Misterio Pascual y en particular su Pasión aparecen “preanunciadas” con una primera frase golpeante: “Herodes busca al niño para matarlo” (2,13); Durante su ministerio público se tienen “planes para matarlo” (12,14); los jefes del pueblo “convencen a la muchedumbre para que pida su muerte” (27,20). Es un acontecimiento que no es improvisado ni accidental. El punto más dramático del mismo es que Jesús en sus últimos días en Jerusalén “describe su propia muerte” a manos de los responsables religiosos (parábola de los “viñadores homicidas” 21, 33-46)

Poco a poco Cristo va “correspondiendo” al perfil, a la figura misteriosa del “Siervo de Yahvéh”: “He aquí a mi siervo, a quien elegí, mi amado, en quien mi alma se complace” (12,18ss). Un aspecto especialmente fuerte en el relato es la “venta” que Judas hace del “Señor y Maestro” (26,14-16), Así cumple la profecía de Zacarías (11,12-13). Jesús es vendido por uno de los suyos, y el precio es de “treinta monedas” (valor de un esclavo).

El “Plan de Dios” se lleva a cabo en el “cumplimiento de las Escrituras” hasta en detalles mínimos: Jesús “bebe” la mezcla de mirra con vino (salmo 69,22); la predicción del abandono de sus discípulos, para que “siendo herido el pastor se disperse el rebaño” (26,30); el testimonio de Jesús ante el Sanedrín como Hijo de Dios (26,64); el dinero de la venta se devuelve y con él se compra un campo “con dinero de sangre” (Zac 11,12-13). Todo lo anterior indica que el verdadero conductor del drama es Dios Padre, a quien Cristo clama por toda la humanidad: Elí, Elí, lemáh sabactani (Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has abandonado?)

El relato de la Pasión es un “momento de fuerte revelación de la dignidad y majestad del Hijo de Dios”, quien de una manera horrenda, coronado de espinas (27,27-31), crucificado y despojado de todo (27,32-38), e incluso objeto de ultrajes con frases que misteriosamente aluden a su profunda verdad (“Soy Hijo de Dios” 27,43); este es precisamente a quien el mundo niega su identidad, será Dios Padre, quien en el momento de la muerte del Hijo hará sentir esa verdad: el velo del templo se rasga de arriba abajo, la tierra tiembla, las rocas se parten, se abren los sepulcros y muchos santos resucitan y se aparecen en la ciudad (27,51-54).

Mediante la Pasión, Cristo se muestra a la comunidad, a sus discípulos y testigos como “ejemplo” de cumplimiento de la voluntad del Padre, es decir de “filiación”; para ser salvos, para recobrar la condición de “hijos” de Padre hay que vivir su “justicia”, su voluntad. Cristo desde su bautismo en el Jordán (3,13-17), estuvo dispuesto a “bajar a las aguas del bautismo” a sumergirse sin reservas en la voluntad de Dios, que no le sería nada fácil: “Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz, pero que no se haga como yo quiero, sino como tú quieres” (26,39)

Es el signo de Jonás que encerrado tres días en la oscuridad, surge para la vida: es el campo de la solidaridad para con todos los pecadores, camino que al tercer día “transforma a Cristo” y hace “Señor y Maestro” de su comunidad: “todo poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra” (28,18). Él, después de su Pasión, Muerte y Resurrección los enviará “a todos los pueblos” y será para siempre el “Dios con nosotros”

La comunidad de los discípulos y testigos de Cristo “escucha, medita, ora, contempla y vive” el relato de la Pasión de Cristo en los días de la Semana Mayor.

Durango, Dgo., 13 de Abril del 2014                                   + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                                    Obispo Auxiliar de Durango

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¿Qué significa Misericordia para el sacerdote?

mons enrique episcopeo-01En toda la Iglesia es el tiempo de la misericordia. Ésta fue una intuición del beato Juan Pablo II, quien beatificó y canonizó a sor Faustina Kowalska, luego introdujo la fiesta de la Divina Misericordia. Juan Pablo II, reflexionando sobre el mundo y mirando al futuro dijo: “¿Qué nos depararán los próximos años? ¿Cómo será el futuro del hombre en la tierra? No podemos saberlo. Sin embargo, es cierto que, además de los nuevos progresos, no faltarán, por desgracia, experiencias dolorosas. Pero la luz de la misericordia divina iluminará el camino de los hombres del tercer milenio”. Abramos nuestro corazón al mensaje del Papa Francisco.

La Divina Misericordia es uno de los contenidos del Magisterio de la Iglesia y un legado para el Pueblo de Dios. Este legado viene de lo alto. Nos corresponde a nosotros, como ministros de la Iglesia, mantener vivo este mensaje, sobre todo en la predicación y en los gestos, en los signos, en las opciones pastorales, en el sacramento de la Reconciliación y en las obras de misericordia.

¿Qué significa misericordia para los sacerdotes? Los sacerdotes se conmueven ante las ovejas, como Jesús, cuando veía a la gente cansada y extenuada como ovejas sin pastor. Jesús tiene las “entrañas” de Dios, está lleno de ternura hacia la gente, especialmente hacia las personas excluidas, los pecadores, los enfermos de los que nadie se hace cargo. A imagen del buen Pastor, el sacerdote es hombre de misericordia y de compasión, cercano a su gente y servidor de todos.

El sacerdote demuestra entrañas de misericordia al administrar el Sacramento de la Reconciliación; lo demuestra en toda su actitud, en el modo de acoger, de escuchar, de aconsejar, de absolver. Esto tiene su origen del modo en el cual él mismo vive el sacramento en primera persona, del modo como se deja abrazar por Dios Padre en la Confesión, y permanece dentro de este abrazo. Si uno vive esto dentro de sí, en su corazón, puede también donarlo a los demás en el ministerio. Y podemos preguntarnos los sacerdotes: ¿Cómo me confieso? ¿Me dejo abrazar por Dios?

El sacerdote está llamado a aprender a tener un corazón que se conmueve. Los sacerdotes  “fríos”, los que se preocupan porque todo esté limpio, todo hermoso, no ayudan a la Iglesia. Hoy podemos pensar a la Iglesia como un “hospital de campo”. Es urgente curar las heridas, porque hay mucha gente herida, por los problemas materiales, por los escándalos, incluso en la Iglesia. Hay heridas abiertas que deben ser curadas y hay también heridas ocultas, porque hay gente que se aleja para no mostrar las heridas; se alejan por vergüenza de no mostrar las heridas. Y se alejan heridos, enojados, tal vez contra de la Iglesia, pero en el fondo, dentro, está la herida… ¡Quieren una caricia! Y ustedes queridos sacerdotes ¿Conocen las heridas de sus feligreses? ¿Están cercanos a ellos?

La misericordia auténtica, en el Sacramento de la Reconciliación, se hace cargo de la persona, la escucha atentamente, se acerca con respeto y con verdad a su situación, y la acompaña en el camino de la reconciliación. Y esto es fatigoso, sí, ciertamente. El sacerdote verdaderamente misericordioso se comporta como el buen Samaritano. Y el sacerdote lo hace porque su corazón es capaz de compasión, es el corazón de Cristo.

Esto nos debe llevar a preguntarnos ¿Cómo es tu relación con quienes te ayudan a ser más misericordioso? ¿Cómo es tu relación con los niños, los ancianos, los enfermos? ¿Sabes acariciarlos, o te avergüenzas de acariciar a un anciano?

No tengas vergüenza de la carne de tu hermano. Al final, seremos juzgados acerca de cómo hemos sabido acercarnos a “toda carne”. “Hacernos prójimo” es hacernos cercanos a la carne del hermano. El sacerdote y el levita que pasaron antes que el buen samaritano no supieron acercarse a esa persona maltratada por los bandidos. Su corazón estaba cerrado. Tal vez el sacerdote miró el reloj y dijo: «Debo ir a la misa, no puedo llegar tarde a misa», y se marchó. ¡Justificaciones! Cuántas veces buscamos justificaciones, para dar vueltas alrededor del problema, de la persona. El otro, el levita, o el doctor de la ley, el abogado, dijo: “No, no puedo porque si hago esto mañana tendré que ir como testigo, perderé tiempo…”. ¡Las excusas! Tenían el corazón cerrado. Pero el corazón cerrado se justifica siempre por lo que no hace. En cambio, el samaritano abrió su corazón, se dejó conmover en las entrañas, y ese movimiento interior se tradujo en acción práctica, en una acción concreta y eficaz para ayudar a esa persona.

Al final de los tiempos, se permitirá contemplar la carne glorificada de Cristo sólo a quien no se haya avergonzado de la carne de su hermano herido y excluido.

Sin duda, todos hemos conocido a muchos sacerdotes buenos, en nuestra Arquidiócesis hay muchos sacerdotes con misericordia. Nuestra Iglesia es aún fuerte por tantos sacerdotes y   tantos párrocos buenos, misericordiosos. En este tiempo de Cuaresma he visto a nuestros sacerdotes preocupados por su pueblo, se han organizado y han llevado a sus feligreses la confesión, ayudados por sus hermanos sacerdotes. Oremos por ellos.

Durango, Dgo., 6 de Abril del 2014                                     + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                                    Obispo Auxiliar de Durango

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En la Confesión se vive la alegría del perdón y de volver a la amistad plena con Dios

mons enrique episcopeo-01El Papa Francisco ha invitado a una Jornada intensa de confesiones en todas las diócesis del mundo. En el período de la Cuaresma la Iglesia, en nombre de Dios, renueva el llamamiento a la conversión. Es la llamada a cambiar de vida. Convertirse no es cuestión de un momento o de un período del año, es un empeño que dura toda la vida. ¿Quién de entre nosotros puede presumir que no es pecador? Nadie. Todos lo sabemos.

Escribe el apóstol Juan: “Si decimos: ‘No tenemos pecado’, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia” (1 Jn 1,8-9). La Palabra de Dios nos invita a “revestirnos del hombre nuevo”. El hombre nuevo, “creado según Dios”, nace en el Bautismo, donde se recibe la vida misma de Dios, que nos hace sus hijos y nos incorpora a Cristo y a la Iglesia. Esta vida nueva permite ver la realidad con ojos diversos, sin estar distraídos por las cosas que no cuentan y no pueden durar por mucho tiempo, de las cosas que terminan con el tiempo.

Por esta razón estamos llamados a abandonar los comportamientos del pecado y fijar la mirada en lo esencial. Fijar la mirada en lo esencial de la vida. “El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene” (Gaudium et spes, 35). Fijar la mirada sobre la realidad esencial del hombre. He aquí la diferencia entre la vida deformada por el pecado y aquella iluminada por la gracia.

Del corazón del hombre renovado según Dios provienen los comportamientos buenos: hablar siempre con la verdad y evitar toda mentira; no robar, sino más bien compartir cuanto se posee con los demás, especialmente con quien tiene necesidad; no ceder a la ira, al rencor y a la venganza, sino ser mansos, magnánimos y dispuestos al perdón; no caer en la maledicencia que arruina la buena fama de las personas, sino mirar mayormente el lado positivo de cada uno. Y esto es revestirse del hombre nuevo, con estas actitudes nuevas.

También la Palabra de Dios nos invita a “permanecer en el amor”. El amor de Jesucristo dura para siempre, jamás tendrá fin, porque es la vida misma de Dios. Este amor vence el pecado y da la fuerza para volver a levantarse y recomenzar, porque con el perdón el corazón se renueva y rejuvenece. Todos lo sabemos: “nuestro Padre jamás se cansa de amar y sus ojos no se amodorran al mirar el camino de casa, para ver si el hijo que se fue y se ha perdido regresa”.

Podemos hablar de la esperanza de Dios: nuestro Padre nos espera siempre. No sólo nos deja la puerta abierta: nos espera. Él está involucrado en esto, esperar a los hijos. Y este Padre no se cansa ni siquiera de amar al otro hijo que, aun permaneciendo siempre en casa con él, sin embargo no es partícipe de su misericordia, de su compasión.

Dios no sólo está en el origen del amor, sino que en Jesucristo nos llama a imitar su mismo amar: “Como yo los he amado, así ámense también ustedes los unos a los otros”. En la medida en que los cristianos viven este amor, se convierten en el mundo en discípulos creíbles de Cristo. El amor no puede soportar permanecer encerrado en sí mismo. Por su misma naturaleza es abierto, se difunde y es fecundo, genera siempre nuevo amor.

Después de haber vivida la reconciliación con Dios, todos somos misioneros para proponer a otros la experiencia de la reconciliación con Dios. Que haya lugares de “24 horas por el Señor”, donde los fieles puedan llegar y confesarse. Debemos comunicar a todos la alegría de recibir el perdón del Padre y de volver a encontrar la amistad plena con Él. Y díganles que nuestro Padre nos espera, nuestro Padre nos perdona, y es más: ¡Hace fiesta!

Si tú vienes con toda tu vida, con tantos pecados, Él en lugar de reprocharte, hace fiesta. Así es nuestro Padre, esto debemos compartírselo a los demás. Quien experimenta la misericordia divina, se siente impulsado a hacerse artífice de misericordia entre los últimos y los pobres. Jesús nos espera. Recibamos misericordia, y demos misericordia. ¡Salgamos a su encuentro! ¡Y celebraremos la Pascua en la alegría de Dios!

 

Durango, Dgo., 30 de Marzo del 2014                                 + Mons. Enrique Sánchez Martínez

Obispo Auxiliar de Durango

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El Evangelio de la Vida una buena noticia para los hombres de todas las épocas y culturas

mons enrique episcopeo-01El próximo 25 de marzo, celebramos la “Anunciación del Señor” y ése día celebramos el “Día de la Vida”. Celebramos el derecho a nacer de los concebidos y el respeto a la vida y la dignidad de todo ser humano.

El Catecismo de la Iglesia Católica (2270-2275) nos dice que la vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida.

Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la excelsa misión de conservar la vida, misión que deben cumplir de modo digno del hombre. Por consiguiente, se ha de proteger la vida con el máximo cuidado desde la concepción.

El derecho inalienable de todo individuo humano inocente a la vida constituye un elemento constitutivo de la sociedad civil y de su legislación. Los derechos inalienables de la persona deben ser reconocidos y respetados por parte de la sociedad civil y de la autoridad política. Estos derechos no están subordinados ni a los individuos ni a los padres, y tampoco son una concesión de la sociedad o del Estado: pertenecen a la naturaleza humana y son inherentes a la persona en virtud del acto creador que la ha originado. Es un derecho fundamental el derecho de todo ser humano a la vida y a la integridad física desde la concepción hasta la muerte.

            El Papa Francisco en un Discurso a los Ginecólogos Católicos (20 sept. 2013): ha hecho un fuerte llamado a la “la apertura a la vida” que debe estar en el centro del verdadero desarrollo. Cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida, acaba por no encontrar la motivación y la energía necesarias para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre. Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social. La acogida de la vida forja las energías morales y capacita para la ayuda recíproca.

Ha hecho también un llamado a rechazar la mentalidad de lo útil, de la “cultura del descarte”, que hoy esclaviza los corazones y las inteligencias de tantos y que tiene un altísimo costo: exige eliminar seres humanos, sobre todo si física o socialmente son más débiles. Nuestra respuesta a esta mentalidad es un ‘sí’ decidido y sin vacilaciones a la vida. El primer derecho de una persona humana es su vida.

Todo niño no nacido, pero condenado injustamente a ser abortado, tiene el rostro de Jesucristo, tiene el rostro del Señor, que antes de nacer y luego apenas nacido, ha experimentado el rechazo del mundo.

El Papa también ha invitado a todos a ser testimonio y difusores de la “cultura de la vida”. Nuestro ser católicos comporta una mayor responsabilidad: primero que nada hacía nosotros mismos, por el esfuerzo de coherencia con la vocación cristiana, y luego hacia la cultura contemporánea, para contribuir a reconocer en la vida humana la dimensión trascendente, la impronta de la obra creadora de Dios, desde el primer instante de la concepción. A esto nos llama la Nueva Evangelización que exige con frecuencia ir contracorriente, el pago en persona. El Señor cuenta también con nosotros para difundir el “Evangelio de la vida” (Juan Pablo II El Evangelio de la Vida)

Ante las innumerables y graves amenazas contra la vida en el mundo contemporáneo, podríamos sentirnos como abrumados por una sensación de impotencia insuperable: ¡el bien nunca podrá tener la fuerza suficiente para vencer el mal!

Este es el momento en que el Pueblo de Dios, y en él cada creyente, está llamado a profesar, con humildad y valentía, la propia fe en Jesucristo, “Palabra de vida” (1 Jn 1, 1). En realidad, el Evangelio de la vida no es una mera reflexión, aunque original y profunda, sobre la vida humana; ni sólo un mandamiento destinado a sensibilizar la conciencia y a causar cambios significativos en la sociedad; menos aún una promesa ilusoria de un futuro mejor. El Evangelio de la vida es una realidad concreta y personal, porque consiste en el anuncio de la persona misma de Jesús, el cual se presenta al apóstol Tomás, y en él a todo hombre, con estas palabras: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”(Jn 14, 6)

Durango, Dgo., 23 de Marzo del 2014                                 + Mons. Enrique Sánchez Martínez

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Cuaresma: tiempo para mirar la miseria humana y tocarla, hacernos cargo de ella y aliviarla

mons enrique episcopeo-01San Pablo nos dice: “Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza” (2 Cor 8, 9). El Apóstol, como a los cristianos de Corinto, nos alienta a ser generosos y ayudar a los fieles que pasan necesidad. ¿En esta cuaresma qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?

Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza: “Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…”. Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se “vació”, para ser en todo semejante a nosotros (Flp 2, 7). ¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado. La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino “…para enriqueceros con su pobreza”.

¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto al borde del camino (Lc 10, 25ss). La pobreza de Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria.

Este “camino” de la pobreza de Jesús, también es el de nosotros, no podemos salvar el mundo solo con los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres.

Los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual. La miseria material es la que habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas heridas.

La miseria moral consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus miembros (a menudo joven) tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa.

La miseria espiritual, nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. No podemos afirmar que no necesitamos a Dios, que nos bastamos a nosotros mismos. Dios es el único que verdaderamente salva y libera. El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza!

Este tiempo de Cuaresma es propicio para que toda la Iglesia esté dispuesta y solícita a la hora de testimoniar, a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual, el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza.

La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza.

Durango, Dgo.,16  de Marzo del 2014                                 + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                                    Obispo Auxiliar de Durango

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Los productores de frijol no reciben “un trato justo y equitativo” de parte de las acopiadoras

mons enrique episcopeo-01Las dependencias federales a quienes les compete la solución de la comercialización del frijol son: SAGARPA (Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación) y ASERCA (Apoyos y Servicios a la Comercialización Agropecuaria). En los primeros días del mes de noviembre del 2013,  estas dependencias anunciaron el esquema de comercialización para los estados de Durango, Zacatecas y Chihuahua, con un precio base de 12 pesos el kilogramo de frijol para la variedad pinto Saltillo y de 10 pesos para el negro.

Esto con el fin de evitar la especulación que realizan los intermediarios conocidos como coyotes. Aunado a este costo, se pagarían al productor 700 pesos por tonelada de grano que logren certificar; es decir, frijol limpio de impurezas. Además se aseguró que habría presupuesto de 750 millones de pesos para créditos a las empresas que acopiarán el grano a fin de que paguen oportunamente a los productores, con el fin de impulsar a implementar la cultura de limpiar el grano y dejar de venderlo en greña.

Sin embargo, los acaparadores aseguraron que el importe era muy elevado y podría quedarse en bodegas. Las acopiadoras no abrían sus puertas porque no se habían fijado las reglas de operación. El 15 de noviembre la SAGARPA las emplazó para que abrieran a más tardar el 19 del mismo mes. Sólo tres acataron la orden el 22 de noviembre. (Periódico La Jornada: 2 noviembre y 28 de Noviembre del 2013)

            Para finales de noviembre del 2013, la dirigencia de las empresas acopiadoras de frijol en Durango anunció que estos centros ya no recibirán el grano de los productores, porque el precio de garantía que les fijó la autoridad federal, de 12 pesos por kilogramo, está muy por encima de los 9 pesos que marca el mercado nacional. Solo 3 de las 18 empresas que existen en la entidad habían comenzado a trabajar.

            Para el mes de diciembre las autoridades de ASERCA hicieron un ajuste y modifican el esquema anterior  “con el fin de impulsar la venta a los productores, promover la cultura de la calidad y garantizar al agricultor un ingreso seguro de 10 pesos”. El esquema prácticamente quedó igual: las acopiadoras pagarán 8 pesos por kilo a los productores y el gobierno federal subsidiará con 2 pesos. El apoyo directo se otorgará al frijol pinto saltillo, negro y claro, dando prioridad a los productores de hasta 20 hectáreas que participen formalmente en el programa de comercialización (Saúl Maldonado. El Siglo de Durango, 15 diciembre del 2013).

En base a este esquema de comercialización,  las autoridades federales exhortan a los productores a “recurrir a las acopiadoras y obtener de ellas un trato justo y equitativo”. Recurrir a los “coyotes” los lleva a malbaratar su producto y obtener precios muy por debajo de lo autorizado.

Recorriendo la gran mayoría de los municipios y comunidades de nuestra Arquidiócesis de Durango, incluyendo algunos municipios del estado de Zacatecas, y escuchando a nuestros campesinos y a los sacerdotes, que son quienes viven y sufren junto con ellos, la realidad que presenta el campo es grave. El esquema de comercialización tal como lo describen y la ordenan las dependencias federales, en la letra, puede ser que sea un buen esquema, pero en la práctica no se realiza. Solo unos cuantos obtienen “un trato justo y equitativo” de las acopiadoras.

Los obstáculos que ponen son muchos y algunos de ellos solo son excusas para retrasar la recepción de frijol, el productor se desespera, le urgen recursos económicos para pagar sus deudas, para comer, para el combustible, la educación de sus hijos, etc., por eso acuden a la venta de algunos bultos de frijol o acuden a los coyotes que se los compran muy por debajo de lo justo.  Algunos de los acopiadores autorizados son los mismos “coyotes”. Esta es una práctica que existe desde hace tiempo.

Por otro lado no son 10 o 12 días los que deben transcurrir para que se les pague, después de que entregan el frijol en la bodega pasan semanas y meses para que esto suceda; algunos les recibieron el frijol en el mes de diciembre y a esta fecha todavía no les pagan. Existen también abusos en cuanto a lo que les rebajan porque el frijol lleva basura.

El campo mexicano, en estas dos entidades que conforman nuestra Arquidiócesis (Durango y Zacatecas) está sumido en una profunda crisis, cuya principal muestra es la pobreza de las familias que viven de la agricultura y también de la ganadería, son pequeños y medianos productores que necesitan ser ayudados. Sobre todo necesitan que disminuya la corrupción de quienes tienen la responsabilidad de cumplir con los esquemas de comercialización de los productos del campo.

Durango, Dgo., 9  de Marzo del 2014                                  + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                                    Obispo Auxiliar de Durango

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Legalización de uniones entre homosexuales en el Congreso del Estado de Durango

mons enrique episcopeo-01En el Congreso del Estado de Durango, un partido político ha propuesto que se legalice “el matrimonio entre personas de un mismo sexo”. Los invito a reflexionar sobre algunos aspectos que sirvan a cada uno de nosotros y ayudemos a nuestros diputados a discernir sobre qué es lo mejor para nuestras familias y nuestra sociedad.

Algunos reivindican el derecho de que se casen dos hombres o dos mujeres. Si todos los ciudadanos tienen derecho a contraer matrimonio, ¿por qué no los homosexuales? Si las familias suelen organizarse en torno a dos personas que comparten su vida, ¿por qué esas dos personas han de ser siempre un hombre y una mujer? Si todo matrimonio puede procrear hijos o adoptarlos, ¿por qué privar a las parejas homosexuales de esa posibilidad?

La Iglesia católica en su misión, ha insistido siempre en base a la razón humana, a la Sagrada Escritura y la tradición, que el matrimonio es la unión conyugal de un hombre y de una mujer, orientada a la ayuda mutua y a la procreación y educación de los hijos.

Uno de sus argumentos son los derechos humanos. Pero, éstos, son indiscutibles, imprescriptibles, irrenunciables, universales, como todo derecho humano, por el simple hecho de ser personas. La dignidad de la persona humana constituye un valor absoluto, como el de la vida misma desde su concepción hasta la muerte natural. Ellos tienen derechos, no por su condición específica de homosexualidad, sino por su condición humana.

Pero los derechos humanos no pueden ser inventados, existen desde siempre en la raíz misma de lo humano, existen desde que el ser humano apareció sobre la tierra. Lo que se ha hecho es clasificar los derechos humanos con criterios axiológicos (filosofía de los valores) es decir, los derechos relativos a la vida, a la justicia, a la libertad, a la propiedad.

¿Cuál es el valor del “matrimonio” entre personas del mismo sexo? ¿Qué le añade a la sociedad? Los homosexuales tienen todo el derecho de ser respetados como personas humanas, son libres de hacer de su vida lo que les plazca, pero saben muy bien que son incapaces de aportar nuevas vidas a la sociedad.

Pero el “matrimonio” entre personas del mismo sexo no es de interés público. No aporta nada a la sociedad. Es un privilegio, es decir, una ley privada que no es aplicable a todos. Quienes han propuesto estas modificaciones a la ley en México y en otras partes del mundo, lo han hecho porque se les han agotado las ideas, en su pretensión de destruir las instituciones naturales como el matrimonio y la familia (vgr. ideología de género); otros lo han hecho por una intención perversa, generada por el odio a lo que es natural. Por otra parte, representan intereses políticos y económicos muy poderosos, aunque sus argumentos son muy pobres.

Ellos pretenden destruir lo que llaman “conservador” y se oponen de manera dogmática e intolerante como “liberarles”. Pero todo ello es parte de una agenda de instituciones multinacionales, agencias y empresas transnacionales, unas porque quieren convencer lo inconveniente de la “sobrepoblación” y otras, porque les significa un mercado más amplio para explotar sus intereses.

¿Tiene derecho el Estado a regular cada vez con mayor poder invasivo la realidad del matrimonio, hasta el punto de arrogarse el poder de definir cuál sea la esencia del matrimonio? En realidad, el matrimonio precede al Estado: es algo original y no sometido a las decisiones de una dictadura o de un partido político. El Estado, por lo tanto, no debería imponer leyes arbitrarias sobre esta institución natural. Su competencia reguladora debe limitarse a aclarar y dirimir aspectos sociales de las uniones matrimoniales, para evitar abusos, para promover la convivencia y, sobre todo, para proteger y fomentar las riquezas propias del matrimonio y de la familia.

            Oponerse con firmeza a leyes como esta, incluso con la objeción de conciencia será un testimonio de respeto hacia el verdadero matrimonio y a su papel en la configuración de sociedades sanas y de personas maduras. Ello no quita, desde luego, que los católicos, y especialmente los sacerdotes, mantengamos una actitud pastoral de acogida y respeto hacia las personas que tienen tendencias homosexuales, como nos recuerda la Iglesia (Consideraciones n. 4 y 5) en la «Carta sobre la atención pastoral a las personas homosexuales».

Durango, Dgo., 2  de Marzo del 2014                                  + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                                    Obispo Auxiliar de Durango

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“Todos sabemos que no existe la familia perfecta, ni el marido ni la mujer perfectos”

mons enrique episcopeo-01El Papa Francisco en un encuentro que tuvo el 14 de febrero con 20 mil parejas de novios, respondió a preguntas relacionadas en tres temas:

Sobre el miedo al sí “para siempre”. Es importante preguntarse si es posible amarse “para siempre”. Hoy en día muchas personas tienen miedo de tomar decisiones definitivas, para toda la vida, porque parece imposible, y esta mentalidad lleva a muchos que se preparan para el matrimonio a decir: “Estamos juntos hasta que nos dure el amor”. Pero, ¿qué entendemos por ‘amor’? ¿Sólo un sentimiento, una condición psicofísica? Si es así, no se puede construir sobre ello nada sólido.

Pero si el amor es una relación, entonces es una realidad que crece y también podemos decir, a modo de ejemplo, que se construye como una casa. Y la casa se edifica en compañía, ¡no solos! No querrán construirla sobre la arena de los sentimientos que van y vienen, sino sobre la roca del amor verdadero, el amor que viene de Dios. La familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer como se construye una casa: que sea lugar de afecto, de ayuda, de esperanza.

Así como el amor de Dios es estable y para siempre, queremos que el amor en que se asienta la familia también lo sea. No debemos dejarnos vencer por la ‘cultura de lo provisional’. Así que el miedo del “para siempre” se cura día tras día, confiando en el Señor Jesús en una vida que se convierte en un viaje espiritual diario, hecho de pasos, de crecimiento común. Porque el “para siempre” no es solo cuestión de duración. Un matrimonio no se realiza sólo si dura, es importante su calidad. Estar juntos y saberse amar para siempre es el desafío de los esposos cristianos. En el Padrenuestro decimos “Danos hoy nuestro pan de cada día”, los esposos pueden rezar así: “Señor, danos hoy nuestro amor de todos los días…. enséñanos a querernos”.

Sobre la vida en común: la convivencia es un arte, un camino paciente, hermoso y fascinante y tiene unas reglas que se pueden resumir en tres palabras: ¿Puedo? Gracias. Perdona.

¿Puedo? Es la petición amable de entrar en la vida de algún otro con respeto y atención. El verdadero amor no se impone con dureza y agresividad. San Francisco decía: “La cortesía es la hermana de la caridad, que apaga el odio y mantiene el amor” Y hoy, en nuestras familias, en nuestro mundo, a menudo violento y arrogante, hace falta mucha cortesía.

Gracias. La gratitud es un sentimiento importante ¿Sabemos dar las gracias? En su  relación ahora y en su futura vida matrimonial, es importante mantener viva la conciencia de que la otra persona es un don de Dios, y a los dones de Dios se dice “gracias”. No es una palabra amable para usar con los extraños, para ser educados. Hay que saber decirse gracias para caminar juntos.

Perdona. En la vida cometemos muchos errores, muchas veces nos equivocamos. Todos. De ahí la necesidad de utilizar esta palabra tan sencilla “perdona”. En general, cada uno de nosotros está dispuesto a acusar al otro para justificarse. Es un instinto que está en el origen de muchos desastres. Aprendamos a reconocer nuestros errores y a pedir disculpas. También así crece una familia cristiana. Todos sabemos que no existe la familia perfecta, ni el marido o la mujer perfectos. Existimos nosotros, los pecadores. Jesús, que nos conoce bien, nos enseña un secreto: que un día no termine nunca sin pedir perdón, sin que la paz vuelva a casa. Si aprendemos a pedir perdón y perdonar a los demás, el matrimonio durará, saldrá adelante.

Sobre la celebración del matrimonio. Debe ser una fiesta, pero una fiesta cristiana y no mundana. Lo que sucedió en las bodas de Caná hace dos mil años, sucede en realidad en cada fiesta nupcial. Lo que hará pleno y profundamente verdadero su matrimonio será la presencia del Señor que se revela y nos otorga su gracia.

Es bueno que su matrimonio sea sobrio y destaque lo que es realmente importante. Algunos están muy preocupados por los signos externos: el banquete, los trajes. Estas cosas son importantes en una fiesta, pero sólo si indican el verdadero motivo de su alegría: la bendición de Dios sobre su amor. Hagan que como el vino de Caná, los signos externos de su ceremonia revelen la presencia del Señor y recuerden a ustedes y a todos los presentes el origen y la razón de su alegría.

Durango, Dgo., 23 de Febrero del 2014                               + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                                    Obispo Auxiliar de Durango

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Nueva Evangelización y compromiso social

mons enrique episcopeo-01El anuncio del Evangelio (kerygma) tiene un contenido ineludiblemente social: en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros y el centro es la caridad. Existe una íntima conexión entre evangelización y promoción humana, que necesariamente debe expresarse y desarrollarse en toda acción evangelizadora. La aceptación del primer anuncio, que invita a dejarse amar por Dios y a amarlo con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás.

Así como la Iglesia es misionera por naturaleza, también brota ineludiblemente de esa naturaleza la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve.

La propuesta de Jesús no es sólo la de una relación personal con Dios. Nuestra respuesta de amor tampoco debería entenderse como una mera suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados, lo cual podría constituir una “caridad a la carta”, una serie de acciones tendientes sólo a tranquilizar la propia conciencia. La propuesta es el Reino de Dios (Lc 4,43); se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Tanto el anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales. Buscamos su Reino: “Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura” (Mt 6,33).

Acerca de la enseñanza de la Iglesia sobre la vida social, los Pastores, acogiendo los aportes de las distintas ciencias, tienen derecho a emitir opiniones sobre todo aquello que afecte a la vida de las personas, ya que la tarea evangelizadora implica y exige una promoción integral de cada ser humano. Ya no se puede decir que la religión debe recluirse en el ámbito privado y que está sólo para preparar las almas para el cielo. Sabemos que Dios quiere la felicidad de sus hijos también en esta tierra, aunque estén llamados a la plenitud eterna, porque Él creó todas las cosas para que todos puedan disfrutarlas.

Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. ¿Quién pretendería encerrar en un templo y acallar el mensaje de san Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta?

Una auténtica fe (que nunca es cómoda e individualista) siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra. Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos a la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y esperanzas, con sus valores y fragilidades. La tierra es nuestra casa común y todos somos hermanos. Si bien “el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política”, la Iglesia no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia.

Todos los cristianos, también los Pastores (obispos, sacerdotes), están llamados a preocuparse por la construcción de un mundo mejor. De eso se trata, porque el pensamiento social de la Iglesia es ante todo positivo y propositivo, orienta una acción transformadora, y en ese sentido no deja de ser un signo de esperanza que brota del corazón amante de Jesucristo.

Incumbe a nuestras comunidades cristianas (Diócesis, parroquias, familias, grupos, movimientos), proponer un Evangelio esperanzador, analizar con objetividad las situaciones y buscar soluciones concretas a nuestra situación.

Durango, Dgo., 16 de Febrero del 2014                               + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                                    Obispo Auxiliar de Durango

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