ARZOBISPO DE DURANGO PARTICIPA EN LA ASAMBLEA PLENARIA DE OBISPOS

La Conferencia del Episcopado Mexicano estará llevando a cabo la 105 Asamblea de Obispos, del 9 al 13 de abril, en la sede CEM, ubicada en la Casa Lago, Cuautitlán Izcalli, Estado de México. Ahí estará participando el pastor y guía de la Arquidiócesis de Durango, Mons. José Antonio Fernández Hurtado, junto a unos 150 Obispos de las diferentes arquidiócesis, diócesis y prelaturas del país. El objetivo de esta asamblea es concluir el documento del Proyecto Global de Pastoral 2031-2033 y aprobarlo en el pleno; este Proyecto Global de Pastoral responde a la petición que el Papa Francisco hizo a los obispos durante su visita a nuestro país, en febrero de 2016. Asimismo, durante este encuentro se designará a los cuatro Obispos representantes de la CEM que asistirán al Sínodo de los Jóvenes en el Vaticano, en octubre de este año. Además, los Obispos tendrán un encuentro privado con cada uno de los cuatro candidatos que aspiran a la Presidencia de la República, con el fin de escuchar sus propuestas, dialogar y compartir inquietudes; con ello, se puede obtener un panorama directo y no sólo lo que llega a través de la prensa o de las propias campañas. Oremos por cada uno de los Obispos reunidos para que Dios y la Santísima Virgen de Guadalupe los acompañen y bendigan cada uno de los trabajos realizados durante esta asamblea.

Bienaventurados los que crean sin haber visto (Jn 20, 29)

Y ahí tenemos la Comunidad apostólica de Jerusalén como un ejemplo de vida según Cristo resucitado: un grupo de hombres y mujeres que han aceptado su palabra y que la han tomado en serio; Cristo ha trastornado sus vidas por completo. Aquellos hombres y mujeres elegían, ante todo, a Cristo y esta elección les llevó a aceptar aquel modo de vida, que consistía, ante todo, en la unidad de almas y sentimientos que era una consecuencia del amor a Aquel en quien creían apasionadamente.

Unidad de “almas y corazones”, alimentada por aquella forma de vida de la que nos habla san Lucas en el capítulo dos de los Hechos, cuando nos dice que aquella comunidad cristiana perseveraba en la enseñanza de los Apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones (Hch 2, 42). Efectivamente, ésos eran los cuatro pilares en que se asentaba la vida de aquellos fervorosos cristianos. Permitidme que subraye el principal de estos fundamentos –la fracción del pan–, es decir, la celebración de la Eucaristía. Lo había prometido el Señor: Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos (Mt 28, 21). Y entre otros modos de presencia entre nosotros, la presencia eucarística es la primera y principal.

La ininterrumpida praxis de la Iglesia, a lo largo de estos veinte siglos, nos basta como argumento definitivo. Pero, porque, a veces, en nuestros días pueden darse los casos en que “las cosas más sagradas se trivializan por la rutina”, como denunciaba san Agustín, hay que recordar algunas llamadas apremiantes: “No puede edificarse una comunidad cristiana sin enraizarla en la Eucaristía”, según el Concilio Vaticano II. “La fracción del pan –dijo Pablo VI– convierte en hermanos a todos los que en ella participan, dándoles vigorosa cohesión o invitándoles a unas relaciones sociales en que se respeten la justicia y la caridad”. Benedicto XVI, por su parte, escribió en su Exhortación Apostólica de 2007: “La Eucaristía no es sólo fuente y culmen de la vida de la Iglesia, lo es también de su misión: una Iglesia auténticamente eucarística es una Iglesia misionera” (Sacramentum caritatis, 84).

“Éste es el misterio de la fe”, proclama el sacerdote en la Misa, tras haber mostrado el Cuerpo y la Sangre del Señor, y seguro que cada uno de los fieles, al tiempo que lo adoran, han hecho un acto de fe, diciéndole interiormente: creo en ti, Señor. ¡La Fe! En el Evangelio nos encontramos, precisamente, con el acto de fe hecho por un apóstol que se había declarado incrédulo ocho días antes. Quizás alguien diga que necesitó un milagro para creer; pues bien es san Agustín quien sale al paso para afirmar que el apóstol confesó mucho más que lo que estaba viendo –un hombre resucitado–, puesto que él lo confiesa su Señor y su Dios (Jn 20, 28).

Tomás es ciertamente un modelo paradójico de fe. Pues si en un principio es paradigma de la incredulidad, de la duda y de la crisis racionalista, hoy tan frecuente, posteriormente es modelo de fe absoluta. Al aparecer por segunda vez, Jesús, después de saludarlos de nuevo con la paz, invita a Tomás a realizar sus comprobaciones empíricas. Y es entonces cuando de labios del apóstol, antes incrédulo y ahora creyente, brota la más alta confesión de fe en Cristo que encontramos en todo el Nuevo Testamento: Tú eres mi Señor y mi Dios (Jn 20, 28). Su fe va más lejos y afirma mucho más de lo que está viendo, porque no es fruto de la razón ni la evidencia, sino de un corazón rendido al amor.

Y después de tan espléndida confesión de fe por su discípulo, Jesús concluye: ¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto (Jn 20, 29). Con esto está diciendo Jesús que la fe no es la conclusión de una demostración o de un raciocinio. Hemos de añadir esta nueva bienaventuranza, la de la fe, a las ocho del discurso del monte. Estas palabras están dichas para nosotros que no hemos visto a Cristo y lo amamos, no lo hemos conocido personalmente y creemos en Él, como fundamento de nuestra esperanza. Es lo que viene a decir el apóstol Pedro en la lectura de hoy, tomada de su primera carta, como un eco de esta bienaventuranza; ella nos lleva a una esperanza viva, que, a su vez, está fundamentada en la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro (1Pe 1, 3, 7).

Para terminar podríamos preguntarnos: ¿Por qué nos cuesta tanto creer de verdad? He aquí algunas de las posibles repuestas: por hipercrítica racionalista, por miedo al riesgo, por falta de compromiso y generosidad, en definitiva, por falta de amor. Y es que en la medida en que tomemos contacto con el dolor y el sufrimiento de los hermanos enfermos, pobres, humillados, oprimidos, podremos descubrir al Señor presente en sus miembros. Sin verlo físicamente, lo veremos por la fe y creeremos en Él. ¡Dichosos los que crean sin haber visto!

Héctor González Martínez

Arzobispo Emérito de Durango

 

JUEVES SANTO: CELEBRACIÓN DE LA ÚLTIMA CENA Y LAVATORIO DE PIES

Con el Jueves Santo se da inicio al triduo pascual, es decir, la conmemoración de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Se destaca en este día la institución de la Eucaristía, ya que en la última cena de Jesús con sus discípulos, quiso dejar el memorial de su entrega, bajo las especies del pan y del vino: “Tomen, esto es mi cuerpo; tomen, este es el cáliz de mi sangre”. Junto a este signo de entrega, Jesús, como símbolo de servicio y amor, lava los pies a sus discípulos, instituyendo así el mandamiento del amor. De manera que este jueves es un día especial para la caridad, para demostrar el amor al prójimo. También se resalta en este día la institución del orden Sacerdotal, pues los sacerdotes son los encargados de transmitir el evangelio, de enseñar y recordarnos aquello que Jesús nos vino a predicar, son los encargados de ayudarnos a alcanzar la santidad y administrarnos los sacramentos que son los medios para que nosotros podamos alcanzar nuestra salvación. También es una tradición el visitar los siete templos, en donde se aprovecha para arrodillarse ante Jesús y reconocerlo como Señor y Dios. Visitemos en este día a Jesús en el sacramento eucarístico en los diferentes monumentos que se preparan especialmente para él y aprovechemos para agradecer su entrega generosa y total por nuestra salvación, actualizada y conmemorada en el sacrificio de la alianza eterna, es decir, en la Eucaristía.

PASCUA JUVENIL 2018: ¡CRISTO VIVE, SÍGUELO Y QUÉDATE CON ÉL!

La Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis de Durango, invita a todos los jóvenes de entre 14 y 18 años, a que participen en la Pascua Juvenil 2018, que en este año se desarrollará bajo el lema: ¡Cristo vive, síguelo y quédate con Él! Se estará llevando a cabo en las diferentes Parroquias y Templos de la diócesis. Así lo comunicó Fernando Hernández asesor de la pastoral, quién comentó: “Esta celebración se realiza cada año y la principal finalidad es vivir en un estilo juvenil la festividad de la Pascua y la Semana Santa, acompañando a Cristo desde su dolor y sobre todo vivir con gozo su resurrección. Por tal razón, invitamos de manera especial a todos aquellos que tengan inquietud en compartir con otros jóvenes y adolescentes la maravilla de esta festividad, a que se inscriban en cualquiera de las parroquias. Anímate a vivir esta Pascua, recuerda que somos jóvenes y adolescentes como tú y te esperamos en cualquiera de los centros pascua que hay a lo largo de la Arquidiócesis de Durango y sus alrededores”. Se pide llevar refrigerio.

MISA CRISMAL: CONSAGRACIÓN DE LOS SANTOS ÓLEOS

Este martes 27 de marzo a las 12 del día, se celebrará en la Catedral Basílica Menor de Durango, la Santa Misa Crismal, la cual es presidida por el Señor Arzobispo Don José Antonio Fernández Hurtado y concelebrada por todo el presbiterio arquidiocesano. Esta importante ceremonia es una de las principales manifestaciones de la plenitud sacerdotal del Obispo y es un signo de la unión estrecha de los Sacerdotes con él, pues se incluye también la renovación de las promesas sacerdotales; durante la homilía, el obispo invita a sus sacerdotes a renovar su consagración y dedicación a Cristo y a la Iglesia. Juntos prometen ser fieles ministros, enseñar y ofrecer el santo sacrificio en nombre de Jesús y conducir a otros hacia él. Posteriormente se consagra el Santo Crisma y se bendicen los óleos de los catecúmenos y de los enfermos. La palabra crisma proviene de latín “chrisma”, que significa unción. El crisma, aceite mezclado con bálsamo, es un componente sacramental con el cual son ungidos los nuevos bautizados, son signados los que reciben la confirmación y son ordenados los obispos y sacerdotes. El óleo es un aceite bendecido que se usa para los bautismos y para la Unción de los enfermos, cuando éstos solicitan la ayuda espiritual en peligro de muerte. Esta misa es celebrada usualmente el Jueves Santo, pero por razones de conveniencia pastoral, es adelantada a otro día de la Semana Santa. La materia utilizada para la realización de los aceites, debe ser aceite de oliva y, para el crisma, debe contener óleo y algún aroma. Como parte de la Arquidiócesis de Durango, y por iniciativa de nuestro Arzobispo, se ha pedido a todos los párrocos para que sean acompañados a esta Misa por al menos dos fieles, para que reciban los aceites y posteriormente los trasladen a cada Parroquia para su uso durante todo el año.

Siendo de condición divina…, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres

 

Hoy la liturgia de la palabra nos centra en la contemplación de la pasión del Señor, según san Marcos. Pero nos fijaremos tan sólo en alguno de los aspectos del relato (los distintos personajes que intervienen en la pasión: Judas, Pedro…; una alusión a la Eucaristía como sacrificio de la nueva alianza; la oración en el huerto de Getsemaní; el doble juicio religioso y político; el cambio experimentado por el pueblo desde Ramos al Calvario; los tormentos de Jesús, físicos, psicológicos, sociales, religiosos.

He aquí el relato de la pasión glosado brevemente: El jueves anterior al sábado de Pascua, los sumos sacerdotes y los maestros de la ley urdían una trampa para prender a Jesús y matarlo. Judas Iscariote, uno de los Doce, se sumó a la trama, ofreciéndose a entregarles a Jesús sigilosamente, lo cual les alegró, pues temían que la gente que creía en Jesús se alborotara; a cambio, le prometieron recompensarlo con dinero.

El mismo día, cuando se sacrificaba el cordero pascual, los discípulos se ofrecieron a preparar la cena de Pascua. Jesús les indicó una casa concreta de la ciudad, en cuyo piso superior había una sala arreglada: allí habían de disponerlo todo.

Jesús llegó con los Doce al atardecer y se reclinaron en torno a la mesa para celebrar la cena pascual. Dos son los principales sucesos que tienen lugar durante la cena: el primero es el anuncio de la traición de Judas, que cayó como una bomba en medio del grupo, hasta el punto de hacerles dudar de sí mismos: ¿Seré yo? Jesús interpreta su entrega y todo lo que la seguirá como voluntad del Padre, pero ello no exime al traidor de su culpa, al cual –dice– ¡más le valdría… no haber nacido!

El segundo suceso es un hecho sorprendente. Antes de la comida principal, tomó un pan ácimo, lo bendijo y lo distribuyó a sus discípulos diciéndoles: «Tomad, esto es mi cuerpo». En la acción de gracias que había hacia el final de la comida, tomó el cáliz de vino y se lo dio para que bebieran, y les dijo: «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos». Las palabras de Jesús tienen un valor real y no meramente simbólico. Jesús no se limita a dar instrucciones a sus discípulos acerca de cómo deben conmemorar en el futuro los acontecimientos de su pasión, sino que lo que les entrega es una actualización de su sacrificio redentor. Al igual que la antigua alianza del Sinaí fue sellada por la aspersión de la sangre de los sacrificios, así, en su sangre derramada por todo el género humano, queda pactada una nueva alianza entre Dios y el género humano, un nuevo orden de salvación.

Concluida la cena, salieron para el monte de los Olivos. De camino, Jesús, sabiendo que aquella noche sus discípulos lo abandonarían y que se verían al borde del descreimiento, los previene para ayudarles a recuperarse después de su resurrección, aunque por el momento no pueden entender lo que les quiere decir. Pedro, en primer lugar, pero también todos los demás, se muestran dispuestos a dar su vida por el Maestro. No tardarían en saborear la amargura de su cobardía.

Recorriendo el torrente Cedrón, llegaron al huerto de Getsemaní (prensa de aceite). Jesús deja a un grupo de ocho discípulos y se retira unos pasos con Pedro, Santiago y Juan para orar; son los tres que lo habían acompañado en su transfiguración. Al apartarse del grupo, empezó a sentir espanto y angustia y confiesa a los tres: «Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad». En ninguna ocasión, aparece Jesús más humano que en Getsemaní. La compañía de los tres le proporciona cierto consuelo. Se retira un poco de los tres discípulos y cae al suelo, orando en soledad al Padre: «¡Abba!, Padre; Tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz. Pero no sea como yo quiero, sino como Tú quieres». “Su queja revela la autenticidad y la profundidad de su dolor; su oración, el sometimiento a la voluntad del Padre” (Schmid, 394). “Jesús sabe que no es en realidad la voluntad humana, sino su Padre celestial quien le ofrece a beber el cáliz del dolor y, a pesar de ello, le ruega que se lo retire” (Schmid, 395). Después de una hora de oración, busca consuelo en los tres -lo mismo hizo otras dos veces más-, pero no lo encuentra, por lo que hace un leve reproche a Simón (llamándolo por su nombre civil), que poco antes le había jurado fidelidad inquebrantable. Tras su encuentro con el Padre, Jesús está dispuesto a consumar su misión como Hijo del hombre.

La tercera vez que Jesús vuelve a donde estaban sus discípulos, al encontrarlos dormidos, se le escapa una queja por no haberlo acompañado en la oración en aquel trance, pues ya es inminente su entrega: «Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta!… ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega».

En aquel momento, llega Judas, el traidor, al frente de un grupo de gente armada. Según la señal convenida con los captores, saludó con un beso a Jesús, conforme solían saludarse los discípulos y el Maestro. Entonces lo sujetaron bien, como les había dicho Judas. Jesús les reprocha que hayan venido a prenderlo con espadas y palos, como a un bandido, cuando los días previos lo habían tenido a su alcance mientras enseñaba en el templo. Pero no opone resistencia, pues han de cumplirse las Escrituras. En ese momento, todos lo abandonaron y huyeron, como les había advertido camino del huerto. Tan sólo sigue al grupo un muchacho envuelto en una sábana, que, al pretender sujetarlo, huye desnudo. El joven de la sábana podría ser Marcos, lo cual “explicaría bien la mención del episodio sin significación alguna, por lo demás, para los fines del evangelio” (Schmid, 399). Pedro también lo siguió de lejos hasta entrar en el patio del sumo sacerdote, sentándose con los criados del sumo sacerdote alrededor de la lumbre.

Mientras el grupo de gente se dirigía a Getsemaní para prender a Jesús, el sumo sacerdote (Caifás) y los otros sumos sacerdotes (Anás y sus cinco hijos), los escribas y los ancianos se quedaron esperando acontecimientos, por lo que, a la llegada de la tropa, se reunieron en seguida. Lo imprevisto de la intervención de Judas, así como la inminencia de la fiesta de la Pascua, urgían a actuar con rapidez. Necesitaban encontrar cargos contra Jesús para condenarlo a muerte, pero, a pesar de los falsos testimonios contra Jesús, los testigos no se ponían de acuerdo, por lo que el sumo sacerdote se vio obligado a intervenir, invitando a Jesús a desmentir las acusaciones que le hacían, pero Jesús guardó silencio. Tan sólo contestó cuando el sumo sacerdote le preguntó si se declaraba el Mesías, a lo que Jesús respondió con la misma solemnidad, que sí, emplazando la comprobación inequívoca de su mesianidad al momento de su venida en gloria entre las nubes del cielo, según la profecía de Daniel (7,13). Esto les pareció a sus jueces una usurpación de Jesús de un respaldo divino, que no tenía, y, por tanto, una violación de la Majestad divina. De ahí que lo declararon blasfemo y, como tal, reo de muerte.

Mientras esto sucedía en el interior de la casa del sumo sacerdote, en el patío, Pedro fue descubierto por una criada como uno de los que acompañaban al Nazareno. Pedro lo negó y se retiró hacia el zaguán de la casa, donde la misma criada volvió a denunciarlo como compañero de Jesús, pero Pedro persistía en su negación. Cuando, poco después se sintió acorralado por el testimonio de varios que observaron su acento galileo, lo negó rotundamente profiriendo maldiciones y juramentos: «No conozco a ese hombre del que me habláis». En seguida, por segunda vez, cantó el gallo y, acordándose de la predicción de Jesús, rompió a llorar.

La reunión del Sanedrín debió de durar hasta el amanecer, en que decidieron llevarlo atado a Pilato, que ostentaba la autoridad civil que podía ejecutar la sentencia de muerte. Dado que las convicciones religiosas de los judíos (que fueron el argumento del juicio ante el Sanedrín) le eran indiferentes a Pilato, tuvieron que presentarlo ante él como un reo político. Esto explica que, sin más preámbulos, Pilato le preguntara si se declaraba el rey de los judíos. Jesús le respondió: «Tú lo dices», lo que suponía admitir que era rey de los judíos, pero no en el sentido político que él pensaba. Fue todo lo que Jesús dijo ante Pilato, pues no abrió la boca para defenderse de todas las acusaciones que le hacían los sumos sacerdotes, lo que le resultó sorprendente a Pilato.

Considerando a Jesús inocente de lo que se le acusaba, y viendo, Pilato, que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia, quiso aprovechar la costumbre de soltar el preso que le pidiera el pueblo con motivo de la fiesta de Pascua, para burlar la pretensión de los dirigentes israelitas y poner en libertad a Jesús: «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?» (por cinco veces, –esta es la segunda– en el proceso ante Pilato, es designado Jesús como rey de los judíos). De esta forma lo sustrae de la justicia ordinaria y lo expone a las pasiones del populacho. Pero los sumos sacerdotes actuaron con rapidez y astucia agitando a la muchedumbre para que pidiera la libertad de Barrabás, acusado de asesinato político y tenido por héroe político.

La pregunta que Pilato dirigió a la congregación del pueblo: «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?» (tercera mención) no sirvió más que para encrespar más a la masa, que abiertamente pidió la crucifixión. Al inquirirles por los delitos que había cometido, sólo responden: «¡Crucifícalo!» A Pilato lo traía sin cuidado la justicia; por eso, queriendo dar gusto a la plebe, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Los soldados tomaron a Jesús por su cuenta y se divirtieron burlándose de Él con motivo de la acusación que le imputaban de haberse declarado rey de los judíos: le pusieron un manto de púrpura y una corona de espinas, lo saludaban como rey de los judíos (cuarta alusión), le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y se postraban ante Él. Acabada la burla lo vistieron con su ropa y lo sacaron para crucificarlo.

Lo llevaron al lugar llamado de «la Calavera» (por la forma del montículo de 5 metros de alto), y le ofrecieron vino con mirra, como anestesia, pero Jesús no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas. Era la hora de tercia (9 de la mañana).

El letrero de la acusación rezaba: «El rey de los judíos» (quinta referencia). A ambos lados, crucificaron a dos bandidos. “Los dolores de las manos traspasadas, de las que pendía todo el cuerpo, las distensiones de los músculos provocadas por la suspensión, la dificultad de la respiración, el ardor del sol, la sed y las molestias de los insectos, tenían que ser dolores realmente inimaginables (J Weis). Según el juicio de modernas autoridades médicas, la muerte no hay que suponerla provocada ni por agotamiento ni por la sed o la pérdida de la sangre –ya que no se dañaba ni una sola arteria– ni por la debilitación del corazón o fallo de la respiración, sino por fallo en la circulación de la sangre (shock traumático)” (Schmid, 422).

Los que pasaban lo injuriaban a costa de la acusación ante el Sanedrín de que había dicho que destruiría el templo, provocándolo a que se salvara a sí mismo bajando de la cruz. También se burlaban de Él los sumos sacerdotes (que no quisieron perderse la muerte de su mayor enemigo), comentando que tenía una buena ocasión para ganarlos para su causa bajando de la cruz. Así mismo los crucificados lo insultaban.

 

La situación tan lamentable en que se encuentra Jesús en la cruz es considerada por los que se burlan de Él como la prueba de que era un impostor, al que finalmente ha alcanzado el castigo de Dios. Así como la incapacidad para salvarse a sí mismo demuestra que no era el Mesías.

El oscurecimiento del sol (a la hora sexta, 12 del mediodía) representa para el evangelista un símbolo del castigo que sobrevendrá a los que han crucificado al Mesías e Hijo de Dios.

A la hora de nona (las 3 de la tarde), Jesús clamó con voz potente: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». La gran voz con que muere Jesús prueba el pleno dominio de sus facultades y que su vida no se apagó suave, sino violenta y repentinamente. Algunos, al oírlo, dijeron que llamaba a Elías. Y se burlaban diciendo: «A ver si viene Elías a bajarlo». Y uno le daba a beber vinagre para reanimarlo. Entonces Jesús, dando un fuerte grito expiró. El grito final “pudo ser un grito de dolor o de triunfo por la obra que entonces consumaba” (Schmid, 433).

El velo del templo se rasgó de arriba abajo. Probablemente se alude al velo interior, que separaba el sancta sanctorum y el santuario. Este hecho significa el valor redentor de la muerte de Jesús, que ha conseguido la reconciliación de los hombres con Dios, permitiendo así el acceso de éstos al sancta sanctorum, es decir, a Dios mismo.

El centurión romano, impresionado, lo confiesa como Hijo de Dios; para su concepto, un hombre divino, un hombre justo, donde los haya, que sufre la muerte inocente y que manifiesta, al mismo tiempo, una fortaleza de alma superior a toda medida humana. El evangelista Marcos, en cambio, pone así el broche de oro a su evangelio, que comenzaba: Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios (Mc 1,1), como una confesión explícita de la divinidad esencial de Jesús.

Un grupo de mujeres, entre las que destaca a María Magdalena, a María la madre de Santiago el Menor y de José, y a Salomé, madre de Santiago el Mayor y Juan, los hijos de Zebedeo, y otras muchas contemplaban de lejos los acontecimientos.

José de Arimatea pide a Pilato el cuerpo de Jesús, lo envuelve en una sábana y lo coloca en un sepulcro excavado en una roca. María Magdalena y María la madre de José observaban dónde lo ponían, con intención de volver a embalsamar el cuerpo de Jesús, pasada la Pascua.

A la luz del relato de la pasión del Señor, tal vez tengamos, hermanos, que replantearnos si nuestro concepto de Dios encaja con dicho relato o debemos reajustarlo: un Dios que se entrega a la muerte por nosotros, un Dios que no elude el sacrificio, pero que no desampara a su fiel ¿Cuál es, hermanos, nuestro concepto de Dios, el de Señor absoluto o el de marioneta a nuestro servicio? ¿Con qué actitud oramos a Dios, para que Él haga nuestra voluntad o dispuestos a abrazar la suya? ¿Estamos abiertos a los planes de Dios o tratamos de imponerle los nuestros? ¿Profesamos una adhesión incondicional a Dios o le amenazamos con reprobarlo si no cumple nuestras expectativas?

Creemos que el destino de Jesús no quedó encerrado en la sepultura: Me hará vivir para Él, mi descendencia lo servirá; hablarán del Señor a la generación futura, contarán su justicia al pueblo que ha de nacer: «Todo lo que hizo el Señor» (Sal 21/22,30-32). Que la esperanza en el Dios de Jesucristo dirija nuestros pasos.

 Héctor González Martínez

Arzobispo Emérito de Durango

 

 

DOMINGO DE RAMOS: INICIO DE LA SEMANA SANTA

Este 25 de marzo la Iglesia católica celebra el “Domingo de Ramos”, es el día en que los cristianos se reúnen en la Iglesia para realizar una procesión y conmemorar la entrada triunfante de Jesús a Jerusalén. Se realiza el rito de la bendición de los ramos en señal de aquella aclamación que el pueblo de Israel hizo al recibir al profeta Jesús. También se le conoce como el domingo de la Pasión, pues este día antecede al domingo de la resurrección. Por este motivo se invita a participar como el pueblo de Israel, como aquellos niños hebreros que le decían al Señor, “Bendito el que viene en el nombre del Señor, hosanna al Hijo de Dios”. Jesús fue y es alabado como rey, pues en el juicio ante Pilatos, respondió: “Sí yo soy rey, pero mi reino no es de este mundo”. Jesús no entró a la ciudad santa con un ejercito, o como un rey que va a caballo con prepotencia, al contrario, entró como un rey humilde, como príncipe de paz, que no quiere construir sobre la violencia, sino construir sobre la paz y el amor. Recordemos también que Jesús entra para morir por nosotros y entra en son de paz, por que su reino no es de este mundo, su reino es un reino de amor. El único camino seguro y cierto es el camino de la justicia, es decir, el camino de la paz. Vivamos piadosamente esta semana santa que esta por comenzar.

IGLESIA INVITA A PASCUA INFANTIL

La Dimensión de Nueva Evangelización y Catequésis (DINEC), de la Arquidiócesis de Durango, invita a todos los niños y niñas de 6 a 11 años, a participar en la Pascua Infantil, que se llevará a cabo en los diferentes Templos y Parroquias de la diócesis, durante los días lunes, martes y miércoles de la Semana Santa, en horario de 10 de la mañana a 1:30 de la tarde. Así lo comunicó el Presbítero Daniel Medina, asesor de DINEC, quien explicó: “Estas pascuas se realizan con el fin de evangelizar al infante y así puedan aprender el verdadero significado de la semana santa mediante temas que son explicados por jóvenes y catequistas, en base al material de apoyo que fue realizado por la misma dimensión”. Se pide llevar refrigerio y para mayor información dirigirse a la parroquia o templo correspondiente.

CLARISAS CAPUCHINAS SACRAMENTARIAS CELEBRAN 47 ANIVERSARIO DE FUNDACIÓN EN DURANGO

La Congregación religiosa de las Clarisas Capuchinas Sacramentarias en la Arquidiócesis de Durango, celebra su 47 Aniversario de la erección del monasterio que lleva por nombre San José en la ciudad de Durango. Así lo comunicó la madre superiora María Esperanza Santiago, quién explicó: “Las hermanas Clarisas Capuchinas estamos bajo la protección de Santa Clara y el gran amor a Cristo a quien adoraba de modo especial en la eucaristía. Somos contemplativas y buscamos cultivar la pobreza y austeridad en las pequeñas comunidades, practicando la fraternidad y alegría, estando siempre atentas a la Palabra Divina. Actualmente somos 12 hermanas las que integramos la comunidad en esta ciudad local, mismas que procedemos de diferentes estados del país. Para nuestro festejo se llevó a cabo una Santa Eucaristía presidida por el Presbítero César Astorga, donde también se aprovechó la celebración para la profesión de votos perpetuos de una de las hermanas”. Este monasterio se encuentra ubicado en calle Paloma #154 en la zona centro. Oremos para que la Santísima Virgen María continúe bendiciendo a cada una de ellas en su camino de ministerio evangelizador.

Misa de envío a misiones 2018

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21 de Marzo de 2018.

El día de ayer, 20 de Marzo, se celebró la Eucaristía de envío a misiones en la Parroquia Universitaria en la que se tuvo la participación de diferentes grupos juveniles y universitarios que harán apostolado en Semana Santa. La Eucaristía fue presidida por el Sr. Arzobispo Don José Antonio Fernández Hurtado quien motivó a los jóvenes a llevar el mensaje de Cristo Resucitado a las diferentes comunidades a las que asistirán. Al final de la Eucaristía se les entregó un distintivo como señal de compromiso con la Iglesia.

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GALERÍA

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