La Modernidad (Pt 1)
Desde el “Antiguo Régimen” y su homogeneidad ideológica, se desarrollaron corrientes de pensamiento que minaron la estructura del pensamiento anterior. Algunos filósofos de dichas corrientes se denominaron a sí mismos “librepensadores”, para subrayar la distancia que les separaba de la ideología dominante y que a la postre daría lugar a la corriente llamada “Ilustración”.
La filosofía moderna pone su centro de reflexión y de interés en el sujeto y en la subjetividad; punto de vista jamás olvidado; más bien es una idea cada vez más explicitada, de la cual se extraen consecuencias culturales y filosóficas sobresalientes en la cultura occidental.
El siglo XVII, siglo de Descartes, de Bacón y de Galileo, fue tiempo en que la ciencia moderna tomó una importancia tal como para dar un sello característico a ese período. Por una parte, la filosofía racionalista crece y se desarrolla dentro de un espíritu sistemático, análogo al método matemático; por otra parte, la filosofía empírica pone el acento en la observación de los datos de hecho. Las dos corrientes filosóficas coinciden con la ciencia empírica: sistema, método, observación y experiencia.
Con todo, el interés religioso es otro elemento de ese tiempo. Así como es difícil encontrar un punto cronológico que compruebe la ruptura entre la Edad media y la Modernidad, señalando el cambio de época; y, en cambio es fácil observar una clara continuidad de elementos históricos, filosóficos y culturales: también se puede afirmar que el interés teológico medieval no desaparece con la Modernidad; lo que sucede es un cambio de perspectiva, pero no un olvido
Autores como Descartes, Pascal, Malebranche, Spinoza y Liebniz son pensadores que presentan el tema de Dios con fuerza notable. Igualmente el pensamiento empírico inglés, menos metafísico también toca el tema de Dios, aunque con acentos diferentes.
A la búsqueda de un principio dinámico de organización de la sociedad, la filosofía política presenta el tema del contrato social frente a una tendencia individualista del hombre, coherente con la conciencia moderna de la autonomía de lo humano. Luego, después de las revoluciones, se terminan las monarquías absolutas, se consolidan los estados modernos y nacerán las primeras formas de democracia moderna, aunque con una inspiración fuertemente individualista.
En el siglo XVI, la presencia de religiones distintas en la geografía europea, surgidas de la reforma luterana, calvinista y anglicana; y las subsiguientes guerras de religión causadas por la existencia de diversas creencias religiosas, llevaron a muchos en el siglo XVII a proponer la tolerancia, cuestión político-religiosa aparejada con la teoría del contrato social, como una forma de convivencia pacifica. Avanzando en los siglos, la palabra tolerancia se ha vuelto de uso común; pero, para que la tolerancia no se confunda con la indiferencia, es preciso asegurar que hay verdades, valores o virtudes objetivas que reclaman perennidad.
Para una inspiración y aspiración cristianas de la tolerancia, ayudaría recordar a Pascal: “Dios, que todo lo dispone con bondad, imprime la religión en el entendimiento por medio de razones y en el corazón por la gracia. Pero pretender inculcarla por la fuerza y con amenazas en la inteligencia y en el corazón no es sembrar la religión, sino el terror”.
Durango, Dgo. 10 de febrero del 2008.
Héctor González Martínez