PEREGRINACIONES AL SANTUARIO DE GUADALUPE

Durango, Dgo., 9 de diciembre de 2009. El presbítero Manuel Ramírez Retana, vicario cooperador de la parroquia de nuestra Señora de Guadalupe, aportó una reflexión sobre las peregrinaciones que se hacen a la Virgen de Guadalupe, especificando que la realidad del ser «peregrinos», es algo que ha acompañado al ser humano toda su historia y en todas las culturas. 

«El pueblo de Israel, como pueblo de Dios, tiene su origen en una peregrinación por el desierto a la tierra prometida. Nuestro pueblo mexicano,  florece como tal después de una gran peregrinación: desde Aztlán, llegan al valle de México, y se conforman en pueblo al reconocer el signo que los unifica, el águila devorando una serpiente sobre un nopal, como un anuncio divino. Nuestro pueblo de  Durango, expresando su religiosidad y devoción, cada año se vuelca al  santuario de Guadalupe en peregrinación. Pobres y ricos, niños y ancianos,  llegan a la casa de la Madre de todos, acompañando sus  pasos por el rítmico compas de los tambores, las sonajas y demás instrumentos sonoros y los estruendosos cohetones  que desde lejos anuncian el próximo arribo a su  tres veces centenario templo, o al incipiente edificio que ya comienzan a ver como suyo: el Nuevo Santuario».

El Padre Manuel Ramírez, explicó además, que en estos días no hay diferencia entre el colegio más tradicional o la guardería más humilde; empleados, dueños y patrones se mezclan en una fe que iguala a todos. Cerca de 200 peregrinaciones, han llenado de movimiento el atrio del santuario, acompañadas de danzas que atraen la atención de chicos y grandes… «Es una fe simple, que brota de la sensibilidad natural de que al final del camino se encuentra esperando nuestra Madre. Para muchos podría ser causa de escándalo, el ver que mucha gente «llega y se va», aun cuando lo que dejan es la celebración de la Eucaristía. La intención es ver a la Virgen, pedir por uno o por los suyos, sin importar que la mente esté un poco turbada por el alcohol,  la droga o la adrenalina que resulta de la emoción de estar en la casa de la «jefa», como le he escuchado decir a más de un monarca».

A decir del presbítero, la religiosidad popular es la fe de los pobres. Y queda esto claro con las peregrinaciones y su posterior arribo a los pies de la Santísima Virgen, nuestra Madre del Cielo.  «A pocos días del esperado 12 de diciembre,  los más intensos, estamos esperando ahora otra manifestación igualmente impresionante: las antorchas guadalupanas. Grupos de jóvenes que llevaran el fuego encendido en este santuario para entregarlo en sus  comunidades  sin importar los peligros a los que se exponen corriendo por la carretera»,  finalizó.

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