FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA

Este año la Navidad y la fiesta de la Sagrada Familia están tan cercanas que apenas les ha dado tiempo de que nazca el niño para salir huyendo. Me alegra esta fiesta porque creo profundamente en el valor de la familia. No les voy a soltar ninguna explicación sociológica sobre la importancia de la misma. Ni tan siquiera les voy a ensalzar su grandeza. Sólo decirles que tener una familia es sentirse parte de este mundo pero también del otro. Los lazos de amor que tenemos con los que vivimos se vuelven tan fuertes que ni la muerte los puede romper. Vivir en familia es ser capaz desde el comienzo de la vida de descubrir que a mi lado hay otros que me quieren, me enseñan, me animan, me apoyan. Otros que saben mis deficiencias porque me ven todos los días y así y todo me aguantan y sufren y se alegran conmigo. Recordar la parentela de Jesús, es una invitación más que estimulante para ver la familia en su entorno social y en lo profundo de nuestro corazón. ¿Cómo te llevas con tu familia? ¿Qué tienes que agradecerles? ¿Qué tienes que perdonarles? ¿Qué secuelas positivas y negativas han dejado en ti tus familiares más cercanos?. La familia es la primera escuela que tenemos para aprender a ser humanos y cristianos. Es el parvulario de la vida y de la fe. Por eso, quienes poseemos una familia vale la pena dar gracias a Dios por aquellos, muchas veces ignorados, que un día empezaron a compartir su vida con nuestra vida. Nunca terminaremos de darle gracias a Dios por nuestros padres y hermanos. Ellos hacen lo que saben y pueden. También con sus desaciertos y sus fracasos. Pero tenemos que reconocer que nos parecemos a ellos no sólo en el color de los ojos, del pelo o de la piel. Los nuestros son nuestros primeros amores en el inmenso océano de amores que nos ofrecerá la vida. Nuestros padres son tan importantes para nosotros porque son los primeros seres humanos que nos amaban antes de que naciéramos. Nuestra familia esperaba nuestro nacimiento con alegría y esperanza. Nosotros (al menos yo) no siempre he sabido devolver tanto amor que me dieron…

En este contexto del amor hogareño huye María, José y el Niño nada más y nada menos que a Egipto. En aquella época Egipto era un país idólatra, tirano y enemigo de Israel, pero allí se pueden refugiar por un tiempo para salvar al que nos salva. No sé si se han fijado que hoy nosotros tenemos muchos «egiptos» a los que huir y donde escondernos. Huimos a los egiptos interiores porque pensamos que la vida diaria no nos ofrece seguridades para sobrevivir. En Egipto vivió la Sagrada Familia pero siempre de manera temporal. Había que darle tiempo a que llegase el momento. El que se ha encontrado con Cristo siempre volverá de los egiptos interiores al lado del Señor.

Desde la cuna a la tumba la vida de Jesús siempre estará llena de dudas por parte de las personas: Si es el Hijo de Dios… ¿Cómo nació entre peligros? ¿Por qué tuvo que huir desde el primer momento? Si es Hijo de Dios… ¿Cómo no bajó de la cruz utilizando todo el poder que Dios le había dado…? Ser creyente es ir siendo una persona de respuestas con respecto a Jesús y saber confrontarnos con ellas. Mala situación tiene quien se dice cristiano y no es capaz de poner las dudas en su sitio y el amor a Dios y a los demás, de una manera muy especial a los más pobres y necesitados, en el centro de su vida. La Sagrada Familia se refugió en Egipto cumpliendo los mandatos de Dios. Muchas personas, en cambio, se esconden en los egiptos interiores para desobedecer al creador y no encontrarse cara a cara con Él.

Demos gracias a Dios por nuestras familias y contemplemos el espejo de la Sagrada familia, para tratar de entender que lo más valioso que posee esta familia es Dios en su centro. Ojalá que lo más valioso hoy para las nuestras sea ese Dios que las colme con su luz y las llene de su bendición.

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *