Reflexión dominical Domingo XIV, A; 1-VII-2011 Amor preferencial por los pequeños

La Liturgia de la Palabra hoy, es un tejido de contrastes, empezando por el profeta Zacarías, que anuncia al Mesías “dominando de mar a mar”, desde una actitud humilde e indefensa, cabalgando en un asno y no en un fogoso caballo de guerra. Su manifestación no es de un fulgurante y triunfal rey guerrero y victorioso, que lleva tras de sí columnas de prisioneros como conquista de guerra. Él es un rey de paz, que rompe los símbolos y los instrumentos de guerra. Su persona y su programa se orientan más bien a la figura del Siervo en Isaías, modelo de los pobres de Yahvé. Es el contraste desconcertante de un rey humilde y sin embargo, Señor del mundo, como aparece el Jesús del primer domingo de ramos, entrando a Jerusalén, como un rey pacífico cabalgando en un humilde asno.

Igualmente contrastantes son las afirmaciones del Evangelio de S. Mateo, como un eco de las bienaventuranzas, ponderando a los pobres, los humildes, y los perseguidos a quienes se promete el Reino de los Cielos; aquí los protagonistas son los mismos humildes, los ignorantes y los oprimidos a quienes Dios revela los secretos de su Reino; dice hoy Jesús: “yo te bendigo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los inteligentes y se las has revelado a los pequeños”. Valores todos que muchos no comprenden y hasta rechazan, como los fariseos.

En realidad, sabemos que Dios se revela a todos, pero los sabios hacen ineficaz y vana la revelación de Dios. Los sabios e inteligentes, serían los maestros religiosos de entonces: los escribas, los fariseos, los conocedores de la ley mosaica y los hábiles manipuladores de las tradiciones, quienes poseyendo el conocimiento de las leyes se convierten en opresores cargando las espaldas de los pobres con cargas insoportables.

Jesús, en cambio, llama y atrae a los que están cansados y oprimidos; y la carga que les impone es dulce y ligera. Su yugo no es ligero porque sea menos exigente, como si su moral fuera permisiva y licenciosa, sino que es Él quien la hace ligera; ya que es el primero de los pobres, sencillos, mansos y bondadosos. Él es el primero que carga su cruz sobre las espaldas. Y es su cercanía la que hace soportable y ligera la cruz de quien lo sigue.

La ley del Reino de Dios es la del más pequeño, del más pobre. Dios elige a los humildes, a los sencillos, a los ignorantes; es la ley del grano de mostaza, de los comienzos humildes y escondidos. Dios escoge lo que es débil a los ojos del mundo para confundir a los sabios; escoge lo que en el mundo es débil para confundir a los fuertes.

Pero, no confundamos la pobreza sociológica con la pobreza evangélica, como si ser pobre y oprimido fuera automáticamente sinónimo de hijo del Reino. Jesús quiere enseñar que, la riqueza, la sabiduría y la grandeza según cálculos terrenos pueden constituir graves obstáculos al Reino de Dios, en el sentido de que dan seguridad, confianza en los propios esfuerzos, autonomía, esto es aquellas actitudes de autosuficiencia que Él siempre condenó en los grandes de su tiempo y que por ello rechazan el Reino. Jesús afirma que los últimos están en las mejores condiciones para aceptar su mensaje de liberación, para lo cual hay que pasar por el desprendimiento del corazón, por el morir y resucitar a todo momento.

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