Episcopeo 7 de octubre del 2012

Emergencia Educativa: una realidad fragmentada, un pragmatismo

imperante y una mentalidad relativista

Un hecho significativo de nuestro tiempo que nos interpela (“Educar para una nueva sociedad”, CEM, pp. 21-24), son el conjunto de avances científico-tecnológicos que hemos vivido las últimas décadas, y han hecho que el mundo se vuelva más complejo y resulte difícil percibir su unidad. Se vive una realidad fragmentada. Se mira la realidad unilateralmente, ya sea desde la perspectiva económica, política o científica, reduciéndola a sólo alguno de sus aspectos, y se interpreta a la naturaleza humana como algo puramente biológico, socioeconómico o sentimental.

Es como si la cultura se hubiese resquebrajado en aspectos parciales. En particular, la economía y el mercado son cada vez más el criterio desde el que se ve y se usa la realidad. El ámbito educativo se ve afectado por este reduccionismo de las exigencias del mercado que se convierten en criterios rectores al diseñar políticas y programas para la formación educativa, sobre todo de la niñez y la juventud.

Contrario a lo que sucedía en el pasado y en nuestros pueblos, la fe ha quedado reducida a un sentimiento, a una piedad intimista, carente de razones y desvinculada de la vida. Se falsifica el concepto de realidad con la amputación de la realidad fundante y por esto decisiva, que es Dios, lo cual sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas.

El pragmatismo imperante deja poco tiempo y energía para la búsqueda de algo más profundo que el éxito o la satisfacción inmediata. La búsqueda del significado último de la vida y la experiencia de lo trascendente están ausentes, ajenas a una sociedad aparentemente satisfecha de sí misma pero, llena de incertidumbre y angustia sobre el futuro. Las interrogantes propiamente humanas ¿qué sentido tiene todo?, ¿por qué existe el dolor y la muerte?, ¿por qué vale la pena realmente vivir?, que surgen siempre al entrar en contacto con la realidad, se ven eclipsados por el deseo de lo inmediato y son relegados al ámbito de lo subjetivo, quitándoles así poder para crear una comunidad.

            Otro hecho significativo es que es muy común encontrar como criterio de juicio el relativismo, es decir, la reducción de la verdad a un juicio puramente subjetivo. Pareciera ser ésta la actitud más adecuada porque no se reconoce nada como definitivo y la última medida es el propio yo y sus antojos. El clima cultural generalizado conduce a dudar del valor de la persona humana, del significado mismo de la verdad y del bien y de la bondad de la vida. Entonces, se hace difícil transmitir de una generación a otra algo válido y cierto, reglas de comportamiento, objetivos creíbles en torno a los cuales construir la propia ida. Esta postura ante la realidad abre la puerta a la dictadura de los deseos, ya sean instintivos o de poder, generadores de violencia como la que hoy experimentamos.

            Estos hechos significativos: el cambio de época, el fenómeno de la globalización, la realidad fragmentada, el pragmatismo imperante y el criterio relativista que reduce la verdad a un juicio puramente subjetivo, y otros más, debe hacernos replantear con sinceridad y valentía el camino que estamos siguiendo para transformar nuestra historia de desencuentros y violencia en un horizonte de verdaderas oportunidades, desarrollo e inclusión, pensando especialmente en las nuevas generaciones. Y también debe hacernos reconocer que los miembros de la Iglesia necesitamos recomenzar desde Cristo y necesitamos que nos consuma el celo misionero para llevar al corazón de la cultura de nuestro tiempo, aquel sentido unitario y completo de la vida humana que ni la política, ni la ciencia, ni la economía, ni los medios de comunicación podrán proporcionarle. Ésta es la tarea educativa de nuestro tiempo, es un desafío apasionante y hermoso: dar a luz una nueva cultura cristiana en este comienzo del Tercer Milenio, ser los autores de una nueva síntesis entre la fe y la cultura de nuestro tiempo a través de la urgente tarea educativa.

 Durango, Dgo., 7 de Octubre del 2012                     + Mons. Enrique Sánchez         Martínez

                                                                                         Obispo Auxiliar de Durango

                                                                                      Email: episcopeo@hotmail.com

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