Jornada Diocesana de Catequesis Litúrgica
/0 Comentarios/en Noticias, Oficina de Prensa, Sin categoría, Titulares /por ADLa Comisión diocesana de Liturgia, invita a todos los fieles católicos a que participen en la “Jornada Diocesana de Catequesis Litúrgica”, que se llevará a cabo el próximo 8 de marzo en el Auditorio del Sindicato de electricistas de la capital, ubicado en calle Gómez Palacio #237 Pte. Zona Centro. Los horarios de dicha jornada serán de 09:00 de la mañana a las 7:00 de la tarde, así lo informó el Presbítero Juan José Martínez, coordinador de esta comisión, quién además explicó que: “la liturgia es algo fundamental en la tarea de la Nueva Evangelización y debe ocupar un puesto central en la vida cristiana. Se impartirán temas como ´Alcances de la Sacrosanctum Concilium en su 50 aniversario´ y ´La Liturgia en la exhortación apostólica evangelii gaudium´.” Se pide una cuota de recuperación de $50 con comida incluida para los participantes.
El ayuno que salva
/0 Comentarios/en Arzobispo, Homilias Arzobispo, Sin categoría /por ADYa toda la feligresía de nuestra Arquidiócesis, ha escuchado durante los últimos años, invitaciones a ingresar al Catecumenado en el Proceso de la Iniciación Cristiana. Hoy, con los siguientes imperativos bíblicos: “déjense reconciliar con Dios; he aquí el momento favorable, he aquí el día de la salvación”; y también, con la exhortación “conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,15), la comunidad cristiana es convocada para acoger la acción misericordiosa de Dios y regresar a Él.
Por su parte, el rito de imposición de la ceniza, puede ser considerado, como una especie de inscripción al catecumenado cuaresmal, un gesto de entrada al estado de los penitentes. En los textos de la liturgia la penitencia se explicita en la práctica de la imposición de la ceniza, del ayuno y de la abstinencia. Pero, si no cambia al corazón no cambia nada.
Sobriedad, austeridad y abstinencia de alimentos parecen anacrónicos, en esta sociedad que hace del bienestar y de la saciedad su propio orgullo. Y es propiamente esta saciedad que puede hacernos insensibles a las apelaciones de Dios y a las necesidades de los hermanos.
Para el cristiano el ayuno no es proeza ascética ni ostentación farisaica de justicia, sino signo de disponibilidad ante el Señor y a su Palabra. Abstenerse de alimentos es declarar cuál es la única cosa necesaria: cumplir un gesto profético ante una civilización que de modo engañoso y pertinaz insinúa siempre nuevas necesidades y crea nuevas insatisfacciones. Alejarse de las cosas fútiles y vanas significa buscar lo esencial, esto es: confiarse humildemente al Señor, crear espacios para escuchar la voz del Espíritu. Por tanto, el ayuno atiende a todo el hombre y expresa la conversión del corazón.
Renunciar a sí mismo, no es moralismo o mortificación de las energías vitales, sino dejar de considerarse como centro y valor supremo. En cuanto descentralización de sí, Cristo actúa su victoria sobre el mal y el hombre es renovado a semejanza de Él.
Nos renovamos para celebrar la Pascua del Señor. Al interior del pueblo de Dios, el ayuno fue considerado siempre como una práctica esencial del alma religiosa; de hecho, según el pensamiento hebrero, la privación del alimento y en general, de todo lo que es agradable a los sentidos, era el medio ideal para expresar a Dios, en una plegaria de súplica, la total dependencia ante Él, el deseo de sentirse perdonado y el firme propósito de cambiar de conducta.
Con todo, ante el aspecto formal instintivo, que el ayuno llevaba consigo, los profetas recordaros el primado del amor hacia Dios y hacia el prójimo. En la acción eclesial del ayuno está la presencia del Señor, sin lo cual las obras del hombre serían una vanagloria.
Por fuerza de esta presencia del Señor, el ayuno de la Iglesia no es triste y lúgubre, sino gozoso y festivo. Tomando ceniza, haciendo abstinencia y ayunando, la Iglesia expresa su propia vigilancia y la espera del regreso del Esposo. Si por una parte Cristo Esposo está siempre presente a su Esposa la Iglesia, por otra parte, esta presencia no es aún plena, será siempre preparada y solicitada. La terminación definitiva del ayuno sucederá cuando todos sean aceptados al banquete del Reino.
Mientras tanto, hagamos penitencia y abstinencia, tomemos ceniza y ayunemos. Avancemos por la vida transformándonos en auténticos cristianos, en discípulos misioneros de Cristo Jesús.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango
Miércoles de Ceniza
/0 Comentarios/en Noticias, Oficina de Prensa, Sin categoría, Titulares /por ADLa Iglesia local de Durango, hace un llamado a todos los fieles católicos a tomar conciencia de la propia fragilidad y reconocer la necesidad de estar con Dios hoy Miércoles de Ceniza. “Al iniciar la cuaresma con el signo de la ceniza en nuestra frente, durante estos próximos 40 días donde el Señor nos invita a hacer oración, ayunar y practicar la caridad. La ceniza implica un deseo grande de conversión, esto es abrir el corazón y disponerlo para que el Señor lo trasforme, lo llene de su presencia, lo sane. Se trata de despojarse del hombre viejo y revestirse del hombre nuevo”. Así lo compartió en su reflexión el Presbítero Juan José Martínez, Coordinador diocesano de la Comisión Litúrgica.
Ejercicios Espirituales para Escuela de la Cruz
/0 Comentarios/en Noticias, Oficina de Prensa, Sin categoría, Titulares /por ADLa Escuela de la Cruz de la Arquidiócesis de Durango, realizará los ejercicios espirituales para hombres en la Parroquia de Miguel Auza en Zacatecas, del 5 al 8 de marzo a partir de las 16:00 hrs. Así lo informó Eleuterio Pérez representante diocesano, quien explicó que: “en los ejercicios participarán hombres de 15 años en adelante, con la finalidad de obtener una preparación sobre la próxima Semana Mayor.” Las pláticas serán impartidas por el Presbítero Ezequiel Maldonado, asesor espiritual.
Confiar en Dios
/0 Comentarios/en Arzobispo, Homilias Arzobispo, Sin categoría /por ADLeemos hoy del profeta Isaías: “¿acaso se olvida una mujer de su hijo, de modo de no conmoverse del hijo de sus entrañas? Aunque hubiera una mujer que se olvida, yo no te olvidaré jamás”. El amor eterno de Dios por su pueblo, semejante al amor de un padre por sus hijos o a la pasión de un hombre por la mujer amada, se expresa aquí en toda su gratuidad que perdona y en toda su fidelidad que no puede olvidar las promesas hechas a los antiguos padres. Y la historia de la salvación continúa, porque Dios ama gratuitamente.
Por ello, Jesús, hoy, en el Evangelio de S. Mateo, enseña y educa: “primero busquen el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se afanen pues, por el mañana, porque el mañana tendrá sus preocupaciones. A cada día le basta su pena”. Una idea clave: el Reino exige decisiones radicales; impone desapego total; no una confianza pasiva en la Divina Providencia, ni el desprecio de las exigencias materiales; es un mandato, buscar en la vida lo que es esencial, esto es: no perder de vista la finalidad de una vida dedicada al Reino.
El Evangelio resalta la actitud del cristiano ante las preocupaciones y ante los afanes de la vida. Por una parte el Reinado de Dios no consiente divisiones: la opción por el Reino, exige una soberana y destacada libertad interior ante todo. Es una invitación a zafarse del culto al dinero, que es una idolatría, y a tener confianza en Dios, del cual nos describe su activa solicitud hacia nosotros sus hijos.
Dios es fiel a su proyecto de salvación: en la base de la confianza del hombre está la certeza de la fidelidad de Dios. Dios es la roca de Israel: este nombre significa su inmutable fidelidad, la verdad de sus palabras, la firmeza de sus promesas, no obstante la infidelidad del hombre y sus continuos regresos a la idolatría. Sus palabras no pasan, mantiene sus promesas. Dios no miente, ni se retracta: el diseño de Dios, diseño de amor, se realizará infaliblemente: El hombre pues, puede vivir en esta confianza: Dios vela sobre el mundo dando sol y lluvia a todos, buenos y malos.
El rostro de Dios en la Biblia es el de un Padre que vigila sobre sus criaturas y atiende a sus necesidades: “a todos da el alimento a su tiempo” (Sal 144,15), a los animales como a los hombres. Pero, la providencia de Dios se manifiesta sobre todo en la historia; no como un rígido destino que clava al hombre al destino anulando la libertad, ni como una intervención mágica que sustituye la iniciativa del hombre, sino como proyecto de salvación en el cual se encuentran y colaboran Dios y el hombre.
Dios y el hombre van de la mano. Hay quien espera de Dios todo lo útil, desde la lluvia hasta el buen tiempo, desde aprobar un examen hasta el éxito en un negocio; reza a Dios, solo para obtener algo y espera tranquilamente que suceda. Esto es un concepto herrado de confianza; es servirse de Dios en vez de servirlo. En cambio, hay quien no espera nada de Dios. Más aún, hay quien cree que la confianza en Dios es un impedimento para el éxito humano: son actitudes de autosuficiencia y de salvaguardia.
Por dos mil años, los hombres han orado, y con el sudor de su frente, han debido ganarse un pan insuficiente. Han orado, y alguna vez han encontrado la carestía o frecuentemente la miseria. Pero, ahora, desvían el curso de las aguas regando así inmensas tierras incultas, luego brota el grano con tal abundancia que los hombres pueden saciar el hambre. Se impone la confianza plena, la confianza cristiana en Dios, plena y sin reservas, pero no pasiva. Más aún, de esta confianza plena nace el activismo cristiano, porque el hombre sabe que su trabajo es continuación de la obra creadora de Dios. Él es colaborador de Dios y trabaja como si todo dependiera de sí, pero confiando como si todo dependiera sólo de Dios.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango
Legalización de uniones entre homosexuales en el Congreso del Estado de Durango
/0 Comentarios/en Episcopeos Obispo, Obispo, Sin categoría /por ADEn el Congreso del Estado de Durango, un partido político ha propuesto que se legalice “el matrimonio entre personas de un mismo sexo”. Los invito a reflexionar sobre algunos aspectos que sirvan a cada uno de nosotros y ayudemos a nuestros diputados a discernir sobre qué es lo mejor para nuestras familias y nuestra sociedad.
Algunos reivindican el derecho de que se casen dos hombres o dos mujeres. Si todos los ciudadanos tienen derecho a contraer matrimonio, ¿por qué no los homosexuales? Si las familias suelen organizarse en torno a dos personas que comparten su vida, ¿por qué esas dos personas han de ser siempre un hombre y una mujer? Si todo matrimonio puede procrear hijos o adoptarlos, ¿por qué privar a las parejas homosexuales de esa posibilidad?
La Iglesia católica en su misión, ha insistido siempre en base a la razón humana, a la Sagrada Escritura y la tradición, que el matrimonio es la unión conyugal de un hombre y de una mujer, orientada a la ayuda mutua y a la procreación y educación de los hijos.
Uno de sus argumentos son los derechos humanos. Pero, éstos, son indiscutibles, imprescriptibles, irrenunciables, universales, como todo derecho humano, por el simple hecho de ser personas. La dignidad de la persona humana constituye un valor absoluto, como el de la vida misma desde su concepción hasta la muerte natural. Ellos tienen derechos, no por su condición específica de homosexualidad, sino por su condición humana.
Pero los derechos humanos no pueden ser inventados, existen desde siempre en la raíz misma de lo humano, existen desde que el ser humano apareció sobre la tierra. Lo que se ha hecho es clasificar los derechos humanos con criterios axiológicos (filosofía de los valores) es decir, los derechos relativos a la vida, a la justicia, a la libertad, a la propiedad.
¿Cuál es el valor del “matrimonio” entre personas del mismo sexo? ¿Qué le añade a la sociedad? Los homosexuales tienen todo el derecho de ser respetados como personas humanas, son libres de hacer de su vida lo que les plazca, pero saben muy bien que son incapaces de aportar nuevas vidas a la sociedad.
Pero el “matrimonio” entre personas del mismo sexo no es de interés público. No aporta nada a la sociedad. Es un privilegio, es decir, una ley privada que no es aplicable a todos. Quienes han propuesto estas modificaciones a la ley en México y en otras partes del mundo, lo han hecho porque se les han agotado las ideas, en su pretensión de destruir las instituciones naturales como el matrimonio y la familia (vgr. ideología de género); otros lo han hecho por una intención perversa, generada por el odio a lo que es natural. Por otra parte, representan intereses políticos y económicos muy poderosos, aunque sus argumentos son muy pobres.
Ellos pretenden destruir lo que llaman “conservador” y se oponen de manera dogmática e intolerante como “liberarles”. Pero todo ello es parte de una agenda de instituciones multinacionales, agencias y empresas transnacionales, unas porque quieren convencer lo inconveniente de la “sobrepoblación” y otras, porque les significa un mercado más amplio para explotar sus intereses.
¿Tiene derecho el Estado a regular cada vez con mayor poder invasivo la realidad del matrimonio, hasta el punto de arrogarse el poder de definir cuál sea la esencia del matrimonio? En realidad, el matrimonio precede al Estado: es algo original y no sometido a las decisiones de una dictadura o de un partido político. El Estado, por lo tanto, no debería imponer leyes arbitrarias sobre esta institución natural. Su competencia reguladora debe limitarse a aclarar y dirimir aspectos sociales de las uniones matrimoniales, para evitar abusos, para promover la convivencia y, sobre todo, para proteger y fomentar las riquezas propias del matrimonio y de la familia.
Oponerse con firmeza a leyes como esta, incluso con la objeción de conciencia será un testimonio de respeto hacia el verdadero matrimonio y a su papel en la configuración de sociedades sanas y de personas maduras. Ello no quita, desde luego, que los católicos, y especialmente los sacerdotes, mantengamos una actitud pastoral de acogida y respeto hacia las personas que tienen tendencias homosexuales, como nos recuerda la Iglesia (Consideraciones n. 4 y 5) en la «Carta sobre la atención pastoral a las personas homosexuales».
Durango, Dgo., 2 de Marzo del 2014 + Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
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