El juicio de Dios sobre su pueblo
La alegoría de la Viña, lleva al tema de los desposorios de Yahvé con Israel, tema que aparece frecuentemente en la literatura bíblica. A veces, Israel es designado como con “Viña”, a veces como “esposa amada”, y después como “esposa repudiada” por su infidelidad. Emociona leer y contemplar esta imagen de Isaías.
En la primera lectura de hoy, el profeta se refiere el tema en líneas que se mezclan perfectamente, como una combinación de imágenes, como un canto por su Viña, amorosamente cultivada. Las atenciones que rodean la Viña, son las atenciones que Dios prodiga a su esposa; y el juicio que Dios hace sobre ella, se desarrolla en público, como exigía la Antigua Ley en caso de adulterio.
La imagen de la Viña del Señor, es bien conocida en el Antiguo Testamento. Los trabajos que el Buen Dios se toma por su Viña, pueblo amado, no buscan una recompensa en el aspecto personal, sino en las relaciones sociales: si Dios se preocupa por el pueblo, es para que haya justicia entre los hombres.
En la parábola se compromete la participación de los oyentes como jueces, y se provoca su sentencia, que en este caso es la aprobación implícita de la decisión del dueño de la Viña. Después se realiza la transposición y los jueces se convierten en acusados.
La parábola de la Viña viene en los tres Evangelios sinópticos. S. Mateo le pone acentos personales: él organiza la narración, provocando explícitamente el juicio de los oyentes contra los viñadores, retorciendo rápidamente el argumento contra ellos. Resaltando que el hijo asesinado fuera de la Viña
ha resultado ser piedra angular, relaciona explícitamente la idea de pueblo, relacionada con el cimiento. Acentúa la idea de los frutos: pues, para Israel, el tiempo de Jesús, debía ser el tiempo de los frutos. O el tiempo del Reino. Pero Israel no lo ha escuchado. Por ello, el Reino, la Viña fue quitada a Israel y dada a otros, a un pueblo, La Iglesia, que la hará fructificar. Una Iglesia inactiva es inconcebible.
La imagen de la Viña, de la esposa, vienen a ser como un ejemplo de la Historia de la Salvación; del obrar de Dios frente a su Pueblo y del mundo entero. El diálogo de Dios con los hombres se revela en forma dramática; pero al final es siempre el amor que triunfa sobre el rechazo y la infidelidad del hombre.
Así, rápidamente salta a los ojos la diferencia entre la primera lectura y el evangelio. Mientras, según que, según el profeta Isaías, Dios derriba la Viña que no produce frutos; en la parábola de S. Lucas, la Viña es confiada a otros viñadores que le entregarán a tiempo los frutos; indicando así, la tarea de la Iglesia, después de la muerte de Jesús.
La Iglesia es el nuevo pueblo que tiene la misión de dar frutos. Por ello, ha tomado el lugar de Israel y lo ha tomado en Pascua, cuando “la piedra descartada por los constructores, llegó a ser “piedra angular”. Esta piedra es Jesús, rechazado y crucificado, y ahora resucitado, resultando fundamento estable en que se ha de apoyar toda construcción. Bajo esta luz, se comprenden mejor las obras que se requieren en la nueva edificación: obras que exigen la negación de sí mismo y la muerte, obras bajo el signo de la aceptación del misterio de Cristo muerto y resucitado.
El Santo anciano Simeón, había profetizado que Jesús sería “un signo de contradicción” y que estaba puesto “para la ruina y la resurrección de muchos”. El pueblo elegido rechaza a Jesús como Mesías, continuando la tradición de rechazar a los profetas, porque su mensaje no coincide con sus expectativas y sus intereses de poder. Pero, Dios repropone al rechazado como Señor y la Salvación continúa.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango
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