Domingo Mundial de las Misiones
Hoy, Domingo Mundial de las Misiones, la liturgia inicia imperante en la antífona de entrada: “anuncien a todos los pueblos la gloria del Señor; sus maravillas a todas las naciones; porque grande es el Señor y muy digno de alabanza”. Alabemos y demos gracias a Dios, hoy, por la Beatificación en Roma del Papa Pablo VI, sucesor del Beato Juan XXIII, llevando a feliz término el Concilio Vaticano II.
En la primera lectura, el profeta Isaías presenta la figura del profeta israelita: un auténtico discípulo de Dios, un servidor del pueblo, a quien el Señor ama con predilección y protege con mano fuerte. El particularismo judío se universaliza, abriéndose a los extranjeros y extraños, tradicionalmente excluidos de la Alianza. Como nuevas señales de identidad, tendrán sólo dos condiciones: observar el sábado y practicar la justicia. De esta manera podrán recibir la salvación y la liberación que se revela, y reunirse en la casa de Dios, casa de oración para todos los pueblos. Este inicial universalismo se hace realidad plena en el Nuevo Testamento.
En la segunda lectura, S. Pablo, escribe como apóstol por mandato de Jesucristo, a Timoteo, su amado hijo en la fe, exhortando a la fidelidad a la doctrina recibida, manifestando la voluntad salvífica universal: nuestro Salvador “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad; pues Jesucristo se entregó a sí mismo para salvar a todos… Deseo pues, que todos los hombres oren en todo lugar, levantando las manos sin ira ni discusiones”.
En la tercera lectura, tomada del Evangelio de S. Mateo, Jesús manifiesta su misión universal, de la que participa a su Iglesia: “Dios me ha dado autoridad plena sobre cielo y tierra: Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado”. El encuentro final de Jesús con sus discípulos, tiene lugar en Galilea, escenario significativo, pues en Galilea Jesús inició su misión y en un monte, como cuando Dios reunió a su pueblo. También dentro del Evangelio, este es un texto muy importante.
Los discípulos, cuya fe vacilante, hizo que abandonaran a Jesús, en el momento de la pasión, ahora lo reconocen como su único Señor y lo adoran. Ellos serán el pueblo mesiánico que continúa su misión. El envío del resucitado renueva el del Jesús terreno, pero la misión se extiende ahora a todos los hombres, y no sólo a Israel. Esta misión consiste en reunir a los que, sellados por el Bautismo, harán realidad, el estilo de vida de Jesús en la tierra, hasta el fin del mundo.
Las últimas palabras de Jesús: “Sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos”. Son una invitación a regresar al principio del Evangelio, para escuchar de nuevo sus enseñanzas y contemplar sus signos, como enseñanzas y signos del resucitado. Y son también una exhortación a comunicar a otros la Buena Noticia desde la certeza de que el resucitado sigue presente en su Iglesia.
El mandato de Jesús: hagan a todos los pueblos discípulos míos, no fue dado sólo a los Apóstoles, fue dado para siempre a la Iglesia, es decir a todos los que somos creyentes en Cristo. Todo lo que Jesús ha realizado, los poderes que ha mostrado y que dona a la Iglesia. Los hombres que han tomado conciencia, de que es suya la historia de la Salvación, y sienten profundamente que tienen a Dios por Padre y Hermano, y que son empujados a comunicar al mundo este mensaje, haciendo a todos los pueblos discípulos de Cristo, para que también entren en este dinamismo de salvación, por el que Dios trasmite entre nosotros vida humana en fraternidad, solidaridad y colaboración.
Héctor González Martínez
Administrador Apostólico
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!