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Homilía Domingo III de Adviento; 16-XII-2012

 Alégrense, el Señor está cerca

En la primera lectura, el profeta Sofonías entona un himno de gozo con dos aspectos de la salvación: primero negativamente, como perdón de los pecados, liberación del mal y revocación de la condena; y luego, positivamente, como reconciliación y comunión con Dios. El gozo que resulta no es una vana ilusión, sino una realidad profunda que procede de estar en paz con Dios. Exhorta pues el profeta: alégrate hija de Sión, exulta Israel y alégrate hija de Jerusalén. Mientras el país está en la máxima miseria moral, Sofonías proclama su mensaje y predica al pueblo dramas dolorosos de los que escapará sólo un pequeño resto fiel. Es Dios que se manifiesta y preserva al pueblo de la guerra; es Él, que, con su amor permite a la alianza retomar nuevo vigor. También S. Pablo en la segunda lectura confirma esta realidad y exhorta a saber descubrir la presencia de Dios aún en los acontecimientos difíciles de comprender. Estando prisionero, S. Pablo recibió la ayuda de Dios y de los cristianos de Filipos, y hasta una promesa de liberación. Que el Señor está cerca, anuncia la presencia de Dios en la vida cristiana de cada día. Viviendo en esta cercanía, el cristiano vive sereno, en paz, en oración y en el gozo. En el Evangelio preguntan los oyentes a Juan Bautista: Qué debemos hacer ante la cercanía de Dios?. La cercanía de Dios hace al cristiano abierto y solidario con todo lo que hacen de bueno y de sincero sus hermanos, los hombres. El cristiano no se encierra en una moral toda suya, sabe hacer suyas las virtudes propias de su generación, sabe hacer propios los valores inscritos en los modos de pensar de los demás. Ver y apreciar todo aquello que hay de bueno en los demás con una mirada y un juicio positivos, es otro aspecto del optimismo que viene de la certeza de vivir con Dios. Sepamos pues, que la apertura a los demás depende siempre de la comunión gozosa y personal con Dios. Si el Señor está entre nosotros, cabe preguntarnos: ¿nosotros qué debemos hacer? Ante diversas categorías de personas como la muchedumbre, los publicanos y los soldados: Juan bautista impone un comportamiento preciso en señal de conversión: no hacer del egoísmo nuestro personal modo de actuar, no aprovecharnos del oficio o de la profesión para enriquecerse injustamente. Estos signos de conversión son elementales, aún antes de pensar en las bienaventuranzas. Pero, el no hacer del egoísmo la razón de ser de la propia vida es ya un signo inicial de conversión al Reino. Es más: el hecho de tener en el cielo un Padre común que nos ama y al que podemos encontrar, ha de ser una fuente de gozo para los cristianos; un gozo que es comunicado y reservado para los hermanos. Aunque, muchos van viviendo el Cristianismo entre vaciladas y otros bostezando aguantan la asamblea eucarística. Nuestra era, excesivamente problemática ha deteriorado el gusto de la festividad y de la fantasía; sí se aceptan las fiestas, pero sin brío y sin emoción. Hasta las fiestas más tradicionales, algo tienen de vacío y de exaltación; bajo las apariencias advertimos falta de autenticidad. En cambio la Madre Teresa de Calcuta, que consumió su vida al servicio de los más pobres del mundo, dijo: “la alegría es plegaria, es fortaleza, es amor, es una red de amor con las cuales podemos llegar a las almas. Dios ama al que da con alegría. Da más quien da con alegría, El mejor camino para mostrar nuestra gratitud a Dios y a la gente es aceptar todas las cosas con alegría y gozo. Un corazón contento es el resultado normal de un corazón que arde en amor. No dejen entrar en ustedes nada triste que pueda hacerles olvidar la alegría de Cristo Resucitado”.

Héctor González Martínez

Arz. de Durango

RETIRO DE ADVIENTO PARA LAICOS

El Seminario Laical de la Arquidiócesis de Durango, realizó un Retiro de Aviento, el pasado 11 de diciembre, en las instalaciones de la institución antes mencionada. Así lo dio a conocer el Rector, el presbítero Luis Rubén de la Torre. “…Este retiro tuvo como objetivo preparar espiritualmente para la venida del Señor. El taller espiritual fue dirigido por el sacerdote Omar de la Torre Reyes y para dar culmen a las actividades de oración, se tuvo una Eucaristía oficiada por el mismo presbítero. En el evento participaron miembros del Seminario Laical y algunos otros católicos que gustosos formaron parte de esta experiencia.” Agregó el Rector.

Episcopeo «El servicio de la Caridad en la Iglesia Católica»

El Santo Padre ha publicado un documento De Caritate Ministranda (el Servicio de la Caridad), con el fin de “proporcionar un marco que sirva mejor para organizar, en sus rasgos generales, las diversas formas eclesiales organizadas en el servicio de la caridad, que está estrechamente vinculada a la naturaleza de la Iglesia y del ministerio episcopal». Parece que el papa ha tratado de poner un poco de orden en las actividades de recaudación de fondos para las muchas obras de caridad, explicando y haciendo hincapié en que cualquier iniciativa debe ser coordinada y aprobada por el obispo que encabeza la diócesis. Señalo algunos aspectos que me parecen importantes.

Está dividido en dos partes: una introducción teológica que afirma la naturaleza y la misión de la Iglesia:  “La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia). Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra”.

El servicio de la caridad es también una dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia; todos los fieles tienen el derecho y el deber de implicarse personalmente para vivir el mandamiento nuevo que Cristo nos dejó (Jn 15, 12), brindando al hombre contemporáneo no sólo sustento material, sino también sosiego y cuidado del alma (Deus caritas est, 28). Asimismo, la Iglesia está llamada a ejercer la diakonia de la caridad en su dimensión comunitaria, desde las pequeñas comunidades locales a las Iglesias particulares, hasta abarcar a la Iglesia universal; por eso, necesita también “una organización, como presupuesto para un servicio comunitario ordenado”, una organización que a su vez se articula mediante expresiones institucionales.

Una segunda parte contiene disposiciones o normas jurídicas, exigibles al interior de las relaciones eclesiales, en dos ejes principales. Primero en lo que se refiere al Obispo y su deber de animación catequética de los fieles basado en el testimonio de la caridad, así como su deber de orientación, coordinación y supervisión de las actividades institucionales.

El Obispo diocesano “ejerce su solicitud pastoral por el servicio de la caridad en la Iglesia particular que tiene encomendada como Pastor, guía y primer responsable de ese servicio… favorece y sostiene iniciativas y obras de servicio al prójimo en su Iglesia particular, y suscita en los fieles el fervor de la caridad laboriosa como expresión de vida cristiana y de participación en la misión de la Iglesia… le corresponde vigilar a fin de que en la actividad y la gestión de estos organismos se observen siempre las normas del derecho universal y particular de la Iglesia, así como las voluntades de los fieles que hayan hecho donaciones o dejado herencias para estas finalidades específicas”.

El segundo eje son las organizaciones caritativas de la Iglesia, o relacionadas con ella. La norma también se aplica a las personas que trabajan en estas organizaciones, su selección y formación, las finanzas, incluida la contribución financiera de terceros, la relación con las iglesias locales.

“Los fieles tienen el derecho de asociarse y de instituir organismos que lleven a cabo servicios específicos de caridad, especialmente en favor de los pobres y los que sufren. En la medida en que estén vinculados al servicio de caridad de los Pastores de la Iglesia y/o por ese motivo quieran valerse de la contribución de los fieles, deben someter sus Estatutos a la aprobación de la autoridad eclesiástica competente y observar las normas que siguen…también es derecho de los fieles constituir fundaciones para financiar iniciativas caritativas concretas…las iniciativas colectivas de caridad deben seguir en su actividad los principios católicos, y no pueden aceptar compromisos que en cierta medida puedan condicionar la observancia de dichos principios”.

Estas disposiciones del Santo Padre Benedicto XVI tienen como finalidad alentarnos a todos y en especial a los obispos a revisar este aspecto de nuestra actividad pastoral, para fortalecer a nuestros sacerdotes y fieles en el espíritu de la Iglesia en la Caridad. Recordemos que el servicio de la Caridad en la Iglesia no es algo periférico de la vida de la Iglesia, el Sínodo ha dicho expresamente que la Fe y la Caridad son los pilares de la Nueva Evangelización. Que esto nos ayude a crear mayor conciencia de la actividad caritativa en nuestras parroquias, en nuestros movimientos y grupos de fieles,

La actividad caritativa de la Iglesia es una expresión del amor trinitario revelado en Jesucristo, como una continuación y extensión de su obra de salvación, como una oportunidad para construir la comunidad cristiana, como una forma de evangelización, como un gran testimonio eclesial de que nuestro Dios ama al hombre, y quiere hacerlo feliz y plenamente logrado tanto en su cuerpo como en su alma.

 

Durango, Dgo., 9 de Diciembre del 2012                 + Mons. Enrique Sánchez Martínez

Obispo Auxiliar de Durango

Email: episcopeo@hotmail.com

Homilía Domingo II de Adviento; 9-XII-2012

Todo hombre encontrará al Dios que salva

Conforme al uso corriente de su tiempos, S. Lucas asienta los datos siguientes para darnos una cronología precisa de lo que va a narrar: “En el año decimoquinto del imperio de Tiberio Cesar, mientras Poncio Pilatos era gobernador de Judea, Herodes Tetrarca de Galilea y Filipo su hermano Tetrarca de Ituréa y de Traconitides, Lisanias Tetrarca de Abilene, bajo los sumos sacerdotes Anás y Caifás”. Así, S. Lucas sitúa históricamente la fecha de lo que narra en seguida. Citando a Isaías informa: “La Palabra de Dios descendió sobre Juan, hijo de Zacarías en el desierto. Él recorrió toda la región del rio Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos de Isaías: voz que grita en el desierto: preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos; todo valle será rellenado; toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho; los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios”. Juan Bautista recorrió toda la región del Jordán predicando; la frase tomada del profeta Isaías “todo hombre verá la salvación de Dios”, aparece también en los Hechos de los Apóstoles y su explicación bajo el aspecto de universalidad da al Evangelio de S. Lucas un toque de salvación y de espiritualidad universal. El hombre moderno no está muy atento al tema de la conversión a Dios. Ante los graves desafíos que lo confrontan (como el hambre, la ignorancia, la guerra, la injusticia), moviliza todas sus energías, abandona la comodidad y se impone una conversión cuando mucho humanista. Pero, la conversión a Dios como disponibilidad radical y renuncia total lo deja insensible o indiferente, porque tal conversión lo remite a su debilidad y parece distraerlo de sus tareas reales. Pero, el cristiano, es consciente de deber contribuir al diseño de Dios que ha confiado a las hábiles manos trabajadoras del hombre la solución de los problemas del mundo, colaborando a la obra de la creación con lo mejor de sí mismo. Y, en todo ello se da la conversión a Dios: pues, si los cristianos pierden el sentido de esta conversión y si el Cristianismo presenta solamente el rostro de un humanismo sin dimensión religiosa se priva al mundo de un don divino. Con Juan Bautista, el precursor, el Reino de Dios está cerca. La voz severa que grita en el desierto nos prepara para el juicio de Dios, no con actos externos y rituales, sino con la conversión del corazón. Jesús continuará en esta línea de conversión: la opción por el Reino significará despego de sí, renuncia a toda forma de orgullo, disponibilidad y obediencia a los impulsos del Espíritu. El hombre que quiera seguir a Jesús, el hombre que quiera ver la salvación de Dios, será llamado a hacer el vacío en sí, y en cierto modo a perderse. Una conversión religiosa así, es accesible a todo hombre, de cualquier condición social o espiritual; no está ligada concretamente a ninguna práctica penitencial, aunque sí tiende a expresarse en acciones significativas y es propuesta a todos los hombres, porque todos somos pecadores, y Jesús mismo declara haber venido por los pecadores. Esta conversión religiosa, es un cambio radical de la mentalidad y de las actitudes profundas, que se manifiesta en una vida nueva y en acciones nuevas; es una disponibilidad total al servicio del amor a Dios y a los hombres. Por esto, S. Pablo pide a los filipenses en la segunda lectura de hoy: “que su amor siga creciendo más y más y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual. Así podrán escoger siempre lo mejor y llegarán limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo, llenos de los frutos de la justicia, que nos viene de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios”. Héctor González Martínez Arz. de Durango

Episcopeo «La venida del Señor: tiempo de gracia, de gozo y de reconciliación»

            Iniciamos el año litúrgico y también las expectativas del mundo y de nuestro México se manifiestan en la esperanza del inicio de algo nuevo. Un nuevo gobierno en nuestro país, las “profecías mayas” del fin del mundo, el fin de año civil, la crisis económica mundial, el hambre en África, las migraciones, la pobreza, la guerra en el medio oriente y la creciente violencia, nos hacen querer escuchar cosas nuevas, noticias diferentes, de esperanza.

            El Adviento es para la Iglesia, para los discípulos del Señor, el tiempo que actualiza la espera del Señor, especialmente en la “escucha de la Palabra”.  Es la misma Palabra que se hizo carne para la salvación del mundo (Jn 1,14). Es el evento que constituye el comienzo del camino de los discípulos de Cristo. Es la Palabra recogida en las Escrituras Santas, y que instruye al discípulo para discernir cuales son las actitudes correctas para prepararse y recibir la vida abundante, la “gracia y la verdad” que vienen por Jesucristo (Jn 1,17).

            La venida de Cristo al mundo es la visita de Dios mismo anunciada por los profetas antiguos, y que anunciaron al pueblo un tiempo de restauración de todo lo humano que el pecado antes había destruido. Es un momento de salvación, dice Isaías: “Ahí viene el Señor Yahvé con poder, y su brazo lo sojuzga todo. Vean que su salario le acompaña y su paga le precede, como pastor que pastorea su rebaño recoge en brazos los corderitos, en el seno lo lleva” (Is 40, 10-11). La visita del Señor es un tiempo de gracia que remite al ministerio de perdón y reconciliación, especialmente para los perdidos o alejados de Dios.

La llegada de la salvación es gozo y es causa de alegría para todos, así la anunciarán los pastores en la noche de la Natividad. Al mismo tiempo el Adviento del Señor es el tiempo de la actuación de la misericordia del Dios-Amor. María se inspira en “Aquél que ha recordado su misericordia para siempre” (Lc 1,54) y es la clave para entender lo que hará el Mesías que viene: buscar y salvar lo que estaba perdido (Lc 19,10).

Ante esta acción de Dios en la historia humana, cuál es la actitud con la que debemos responder ?  El modelo es la actitud de María: la fe y la esperanza en la fidelidad divina. Es la actitud propia de los pobres de Yahvé, y es la manera humana y creyente de corresponder a Dios en ese encuentro maravilloso entre su riqueza y nuestra pobreza, ante su potencia y nuestra debilidad. Una actitud que lo espera todo de Dios, incluso la transformación de la historia negativa y violenta del mundo.

El inicio de este adviento, como tiempo de gracia es una invitación a vivir una vigilancia llena de esperanza en la venida del Señor. Una vigilancia-esperanza con una tonalidad de gozo responsable. Esperar a uno que se conoce y que se ama, a uno de quien depende lo más importante de la propia existencia. Al que esperamos es “nuestra justicia”. Además el Señor es alguien que se goza en la “santificación de los suyos”. Somos invitados como una comunidad de discípulos a preparar la “lámpara de nuestra fe” para recibir dignamente a Cristo en su segunda venida: para ello debemos estar atentos a los acontecimientos de la Historia que nos rodea y sobre las propias acciones, pero perseverantes en la fe. Somos llamados a imitar la misericordia de Dios hacia los demás.

La venida del Señor implica una evaluación de lo más profundo de la vida personal y comunitaria: una evaluación del corazón, de nuestras decisiones.

 

Durango, Dgo., 2 de Diciembre del 2012                 + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                         Obispo Auxiliar de Durango

                                                                                      Email: episcopeo@hotmail.com

Homilía Domingo I de Adviento

                        Que es el Adviento

             Al iniciar hoy el Adviento, es necesario tener una clara conciencia de que inicia un tiempo distinto a las semanas anteriores. Es importante clarificar cual es el finalidad de estas cuatro semanas, para poder vivirlas como un todo progresivo. El Adviento es fundamentalmente el tiempo de la venida del Señor. Venida contemplada en dos aspectos: la venida escatológica y la venida histórica de Jesús.   

             La venida histórica son los 33 años que Jesús pasó conviviendo con nosotros en nuestra tierra; la venida escatológica será al final de los tiempos presentes, cuando se cumpla  el conjunto de esperanzas del antiguo y del nuevo testamentos; esperanzas que, en parte ya se han cumplido en Cristo y en la Iglesia, pero que en parte habrán de cumplirse en el curso de la historia o al fin del mundo. En la liturgia de Adviento se entremezclan continuamente los acentos de la venida histórica y de la venida escatológica.

             Para sensibilizar en el sentido del Adviento, se ambienta suprimiendo algunos signos festivos como el gloria y el color de los ornamentos; sin embargo, se mantienen otros signos festivos como el Aleluya. Es una manera de expresar que, mientras vivimos peregrinos en este mundo, algo falta para la fiesta completa. Pues sólo cuando el Señor esté de nuevo con su pueblo al final de los tiempos, la Iglesia podrá hacer su fiesta con todo esplendor.

            En este sentido, es importante que en este tiempo pongamos especial atención a las palabras del Padre Nuestro: “venga a nosotros tu reino” y las hagamos una jaculatoria a recitar frecuentemente. Corresponde a Cristo “realizar el plan de Salvación de su Padre en la plenitud de los tiempos; ese es el motivo de su misión. El Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Noticia, es decir, de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía milenios en las Escrituras. Para cumplir la voluntad del  Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos en la tierra. La Iglesia es el Reino de Cristo presente ya en misterio” (Catic 763).

             El Reino de Dios que Cristo predicaba no era una forma visible de gobierno temporal;  consistía en la sumisión de los corazones a su ley; para captar el carácter espiritual del reinado de Dios, S. Mateo utiliza la expresión de “Reino de los cielos”.

             En los Evangelios encontramos los consejos evangélicos de pobreza, obediencia y castidad por motivos del Reino. Y ciertamente hay en la Iglesia Universal incontables cristianos y cristianas que se consagran de tiempo completo durante toda la vida para hacer presentes los valores del Reino. Igualmente, son incontables los cristianos, que dedicados a los quehaceres del mundo, se esmeran por  implantar en el, la vida y la verdad, la justicia y la paz, la gracia, la santidad y el amor, como valores del Reino. Así mismo somos incontables los que buscamos vivir en nuestro propio estado de vida el sermón de la montaña: felices los que tienen espíritu de pobre; felices los que lloran, porque recibirán consuelo; felices los pacientes, porque heredarán la tierra; felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados; felices los compasivos, porque obtendrán misericordia; felices los de corazón limpio, porque verán a Dios; felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios; felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los cielos; felices ustedes, cuando por causa mía, los insulten, los persigan y les levanten toda clase de calumnias; alégrense y muéstrense contentos, porque su recompensa será grande en el Reino de los cielos (Mt 5, 3-12).

  Los consejos evangélicos, los ingredientes del Reino de Dios y las bienaventuranzas, son lo más fino del Reino de Cristo y nuestro.

|                      Héctor González Martínez

        Arz. de Durango

Episcopeo «El Evangelio ilumina también las situaciones de sufrimiento en la enfermedad»

La Iglesia, siguiendo el mandato de Jesús: «Vayan, proclamen y curen a los enfermos», lo ha hecho desde su fundación. Pensemos que en la actualidad hay más de 120,000 centros socio-sanitarios católicos activos en todo el mundo, desde dispensarios en las más remotas áreas del planeta, hasta los grandes hospitales metropolitanos y universitarios, como nos lo indica el Anuario Estadístico de la Iglesia.

Existe una imponente red de caridad en todos los lugares donde está presente la Iglesia, porque ella está al servicio del amor y de la salud, porque como subraya el Papa Benedicto XVI en su Encíclica Deus Caritas Est, «El amor (caritas) siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa. No hay orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor”.

El Sínodo que se ha realizado en Roma hace algunos días sobre “la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, al reconocer en el mundo de hoy nuevas oportunidades de evangelización afirma: “Nuestro mundo está lleno de contradicciones y de desafíos, pero sigue siendo creación de Dios, y aunque herido por el mal, siempre es objeto de su amor y terreno suyo, en el que puede ser resembrada la semilla de la Palabra para que vuelva a dar fruto. No hay lugar para el pesimismo en las mentes y en los corazones de aquellos que saben que su Señor ha vencido a la muerte y que su Espíritu actúa con fuerza en la historia. Con humildad, pero también con decisión (aquella que viene de la certeza de que la verdad siempre vence) nos acercamos a este mundo y queremos ver en él una invitación del Resucitado a ser testigos de su nombre. Nuestra Iglesia está viva y afronta los desafíos de la historia con la fortaleza de la fe y del testimonio de tantos hijos suyos”. Leer más

Homilía Domingo XXXIV ordinario


Jesucristo Rey del Universo

             “Pregunta Pilatos a Jesús: ¿Con que tú eres rey? Jesús respondió: Tú lo has dicho: soy rey. Para esto nací y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Cualquiera que sea de la verdad, escucha mi voz”. Con este diálogo entre Jesús y Pilatos, el evangelista S. Juan explica el famoso título colocado sobre la cruz: “Jesús nazareno, Rey de los judíos”, frente a los hebreos que se sirven del título para decir a los cristianos que Jesús ha sido condenado por motivos políticos. Pero, como dijo Jesús, se trata de un reino que no es de este mundo y que no constituía una amenaza para el imperio romano. La Iglesia no fue instituida para sustituir a los poderes de este mundo, sino para hacer de fermento para mejorarlo.   Leer más

Episcopeo «Los obispos reunidos en la fe y en la comunión para el servicio de la Iglesia en México»

Esta semana nos reunimos los obispos mexicanos en nuestra acostumbrada Asamblea anual en la Sede de la Conferencia de los Obispos de México, en Cuautitlán Izcalli. En esta ocasión además de reunirnos para convivir, orar, promover la amistad, fortalecer nuestra unidad y comunión como colegio episcopal, renovamos el Consejo de Presidencia (presidente, vicepresidente, secretario, general, tesorero y vocales), quienes por tres años planearán y organizarán las actividades, sobre todo de orden pastoral, que se requieran para dar un mejor servicio a nuestra iglesia mexicana. El Cardenal Francisco Robles, Arzobispo de Guadalajara, presidirá la presidencia del Episcopado.

También se renovaron las presidencias de las distintas Comisiones y Dimensiones. Se elaborará un plan de trabajo por tres años y dichas actividades están encaminadas a otorgar apoyo a las necesidades de las distintas Provincias eclesiásticas y sus Diócesis.

“Con grande gozo, unidos a toda la Iglesia católica,  hemos iniciado el Año de la Fe, al que nos ha convocado el Papa Benedicto XVI, con ocasión del 50 aniversario del inicio del Concilio Vaticano II y el 20 aniversario de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. Este es el año para renovar nuestro entusiasmo de creer en Jesucristo, único Salvador del mundo. Este es el año para reavivar la alegría de seguir su camino y dar testimonio concreto de la fuerza transformadora de la fe. En medio de los graves males que oprimen a nuestra Patria como la violencia, el narcotráfico y el crimen organizado, la corrupción y el desempleo, les invitamos a mirar con grande esperanza este año de gracia. La fe nos revela que somos todos hijos amados de Dios y orienta nuestras relaciones hacia la fraternidad, la solidaridad y el servicio misionero. Desde la conversión de cada uno, el Señor nos regala la seguridad y la paz que tanto necesitamos”.

El Año de la fe es un nuevo impulso a la misión continental y el compromiso de la misión continental, a su vez,  renueva y fortalece nuestra fe. Que este Año de la Fe refuerce el espíritu misionero que a partir de Aparecida ha infundido nuevo vigor y entusiasmo en los proyectos y acciones pastorales en nuestras diócesis y parroquias. No nos cansemos de pedir  al Señor nuestra conversión personal y pastoral. Todos los días repitamos una y otra vez la súplica evangélica: “Señor, auméntanos la fe”  y hagamos del “credo” una oración diaria y de nuestra vida diaria una confesión de fe.

El Sínodo de los obispos (reunidos el mes pasado en Roma con el Santo Padre) nos ha “impulsado a llevar adelante la obra de la nueva evangelización que consiste en proponer de nuevo al corazón y a la mente de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, la belleza y la novedad perenne del encuentro con Cristo. Ante los cambios culturales y sociales no hemos de quedarnos paralizados sino que  hemos de sentirnos llamados a emprender con audacia algo nuevo para favorecer en las personas que se han alejado un nuevo encuentro con Cristo. Los retos planteados por los nuevos fenómenos de la globalización, migración, secularismo, las nuevas formas de pobreza y ateísmo no deben atemorizarnos. La palabra del Señor sigue resonando en nuestro interior: “No se turbe su corazón y no tengan miedo” (Jn 14, 27). El Espíritu del Señor, primer actor en la misión de la Iglesia, convierte estos mismos fenómenos en oportunidades para una nueva evangelización. El reclamo y el anhelo de una sociedad justa, fraterna, solidaria, generadora de paz, se hace realidad cuando vivimos la novedad del Evangelio”.

            Todos estos acontecimientos también impulsan la misión como pastores en nuestra Arquidiócesis de Durango. Nos impulsa a obispos, sacerdotes y fieles, a seguir con mayor ánimo y vigor la Misión Diocesana en su 5° etapa “La Iniciación Cristiana”.

 

Durango, Dgo., 18 de Noviembre del 2012              + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                         Obispo Auxiliar de Durango

                                                                                      Email: episcopeo@hotmail.com

Episcopeo «Asistencialismo: depredador de la participación social y de la democracia»

            El escenario de la educación en México presenta otro aspecto importante: “El pueblo de México requiere ser educado para construir su futuro a partir de las raíces de su comunidad, respondiendo a su cultura y necesidades, contando desde luego con el apoyo subsidiario y solidario de otras dimensiones de la vida social y del Estado, superando cualquier esquema paternalista” (“Educar para una nueva sociedad” pp. 37-41). No son suficientes los programas sociales asistencialistas y tampoco las acciones de gobierno que se concentran en dar respuesta a situaciones de emergencia o meramente circunstanciales. El asistencialismo es depredador de la participación social y, por ende, de la democracia. Leer más