Homilía Domingo XXXIV ordinario


Jesucristo Rey del Universo

             “Pregunta Pilatos a Jesús: ¿Con que tú eres rey? Jesús respondió: Tú lo has dicho: soy rey. Para esto nací y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Cualquiera que sea de la verdad, escucha mi voz”. Con este diálogo entre Jesús y Pilatos, el evangelista S. Juan explica el famoso título colocado sobre la cruz: “Jesús nazareno, Rey de los judíos”, frente a los hebreos que se sirven del título para decir a los cristianos que Jesús ha sido condenado por motivos políticos. Pero, como dijo Jesús, se trata de un reino que no es de este mundo y que no constituía una amenaza para el imperio romano. La Iglesia no fue instituida para sustituir a los poderes de este mundo, sino para hacer de fermento para mejorarlo.  

                       Las lecturas de la Eucaristía nos ayudan a comprender la profunda naturaleza de la realeza de Jesucristo. Jesús de Nazaret se presentó como rey, que comienza a edificar acá abajo su reino; pero no hace competencia a los reinos terrenos. Durante toda su vida pública, Jesús se ha ocupado con sumo cuidado, de no dar motivo a una interpretación política de su misión. En diversas ocasiones quisieron hacerlo rey, pero cada vez Él lo evitó.

             Cristo es rey de un reino diverso. Es rey, porque es el único mediador de la salvación que abarca toda la creación. En Él, todas las cosas alcanzan su cumplimiento, es decir su verdadera consistencia según el diseño creador de Dios. Dios continúa a crear por medio del amor, y toda la creación es llamada, en el hombre, a participar de su misma vida divina y a permanecer en su familia.

             Este diseño de amor, se cumple en el envío del hombre-Dios, porque sólo el hombre-Dios, por su humanidad, es capaz de hacer entrar en la Familia del Padre. Si tal es el diseño creador de Dios, es en Jesucristo que toda la creación encuentra el punto de apoyo de su consistencia definitiva (Hbr 1,3; Col 1,17). En este sentido Jesucristo es el primogénito de toda criatura; Él es el rey de la creación porque solo Él es la Imagen de Dios invisible y la realización del diseño creador depende únicamente de Él. Pero, como la creación se ha separado de su Dios por efecto del pecado, la realeza de Jesucristo toma el aspecto de reconciliación universal que Él obra derramando su sangre en la cruz.

             Cristo respeta la libertad y la responsabilidad del hombre. La realeza de Cristo es universal y tiene un poder sobre todo y sobre todos; ninguna realeza creada se escapa de su juicio supremo. Él adquirió esta realeza por medio de su muerte en la cruz para remisión de los pecados. El primogénito de toda criatura, el resucitado, es también el primogénito de entre los muertos.

             En 1925, cuando el Santo Padre Pio XI instituyó la fiesta de Cristo Rey intentaba reaccionar a los excesos del laicismo moderno que hace menos a Dios, y del clericalismo de entonces, tentado de servirse de Dios. Las herencias del pasado eran tales que algunos cristianos tomaron esta fiesta como arma para defender el orden político antiguo y rechazar el mundo que se asomaba.

Pero, la fiesta de Cristo Rey, puede ser la ocasión para profundizar una verdad esencial de nuestra fe y para revalorar el contenido de esta realeza en el contexto de las nuevas relaciones Iglesia-mundo. Cristo es Rey, para crear un pueblo libre de todo sometimiento del hombre, para recoger y acoger las costumbres y las riquezas de los pueblos para purificarlos, consolidarlos y elevarlos. Los laicos han de trabajar por la promoción de la persona humana y dar testimonio de Cristo Rey, liberador y salvador del universo; pues Cristo, hombre nuevo, solidario con la humanidad, eleva y perfecciona la actividad de los hombres para una convivencia más humana en colaboración, fraternidad y paz.

 Héctor González Martínez

        Arz. de Durango  

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