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La liberalización de las drogas no reducirá su consumo ni acabará con el narcotráfico

E P I S C O P E O

La liberalización de las drogas no reducirá su consumo ni acabará con el narcotráfico

En estos últimos días el centro de la noticia y del debate en nuestro país es la legalización de la mariguana y de otras drogas. La Iglesia Católica, a través de sus obispos, sacerdotes y fieles laicos nos hemos pronunciado en contra de la legalización de la mariguana y otras drogas en México.

Sobre este punto, el Papa Francisco dijo en la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro: considera que la «liberalización» de las drogas no servirá para reducir su consumo ni para acabar con el narcotráfico y propone como solución la educación de los jóvenes en valores. «No es la liberalización del consumo de drogas, como se está discutiendo en varias partes de América Latina, lo que podrá reducir la propagación y la influencia de la dependencia química. Es preciso afrontar los problemas que están en la base de su uso, promoviendo una mayor justicia, educando a los jóvenes en los valores que construyen la vida común, acompañando a los necesitados y dando esperanza en el futuro».

Además, el Papa ha denunciado «la plaga del narcotráfico» que «favorece la violencia y siembra dolor y muerte» y frente a la cual, a su juicio, se necesita «un acto de valor de toda la sociedad». «¡Cuántos mercaderes de muerte que siguen la lógica del poder y el dinero a toda costa!».

También ha remarcado que en el camino de la dependencia de las drogas, los afectados y sus familiares, «que tienen un cometido no siempre fácil», no están solos sino que cuentan con el apoyo de la Iglesia. «La Iglesia no es ajena a sus fatigas, sino que los acompaña con afecto. El Señor está cerca de ustedes y los toma de la mano. Vuelvan los ojos a él en los momentos más duros y les dará consuelo y esperanza».

Veamos algo de lo que se está generando en las encuestas: CNNMéxico publica los resultados de una encuesta sobre la legalización de la mariguana en México. El estudio, realizado el 1 de agosto, fue hecho vía telefónica a 1,000 adultos mayores de edad que residen en todo el país, y tiene un nivel de confianza del 95% con un margen de error de más o menos 3.1%, según el Gabinete de Comunicación Estratégica.

El 49.6% de los mexicanos rechaza la legalización de la marihuana. A la pregunta «¿Qué tan de acuerdo o en desacuerdo está en la legalización de la marihuana en nuestro país?», el 13.8% de los encuestados dijo estar totalmente de acuerdo. Respecto al uso recreativo de la marihuana, el 53.1% de los entrevistados lo rechazó, y el 8.1 lo aprobó totalmente. Si se toma en cuenta solo a los entrevistados en el Distrito Federal, las cifras varían solo ligeramente: 52.4% lo rechaza totalmente y 12% lo aprueba totalmente.

Entre los argumentos para rechazar la legalización, la mayoría de los encuestados (el 59%) indican que sería perjudicial para el país, mientras que solo el 29.9% afirma que el país se beneficiaría. Aunque el 56% cree que la legalización de la marihuana puede contribuir en la estrategia de seguridad contra los cárteles de la droga, la opinión sobre si esto generaría o no violencia está dividida: 34% afirma que aumentaría, y 32% que disminuiría.

Una mayoría de los entrevistados también afirma que no ve un clima favorable para que se despenalice el uso de la marihuana en México. El 33.2% lo ve poco probable, el 27.6% nada probable y el 21.8% algo probable, mientras que solo el 14.3% lo mira muy probable.

El 1 de agosto los diputados de Uruguay aprobaron un proyecto de ley que legaliza el uso de la marihuana y permite al estado producir y vender la droga. Pero una mayoría de los entrevistados en México (el 55%) afirma que dicha legislación aprobada en Uruguay no representa un ejemplo de lo que se puede hacer en México para reducir la violencia por los enfrentamientos entre cárteles.

La encuesta también aborda otros aspectos, como el trato con personas que consumen dicha droga. El 71% de los entrevistados afirman que se sentirían incómodos al lado de alguien que se encuentre bajo el influjo de la marihuana.

En el mes de julio se llevó a cabo un simposio organizado por el expresidente Vicente Fox, en colaboración con organizaciones y funcionarios de Estados Unidos, para debatir la legalización de la marihuana en México. Al ser encuestados sobre las propuestas del simposio, un 77.2% de los encuestados se declararon a favor de permitir y regularizar la comercialización de la marihuana con fines médicos, pero un 71.9% se declaró en contra de comercializarla con fines recreativos.

El tema también estuvo presente en una mesa redonda organizada por la Fundación Miguel Alemán, donde se discutió la despenalización de la marihuana. Al evento asistieron exsecretarios de gobierno, académicos y activistas. Durante la mesa redonda se habló de la implementación de clubs de cannabis en la Ciudad de México, donde se podría fumar una ración de 60 gramos al mes sin necesidad de adquirirla a través de narcomenudistas. Al respecto, el 38.3% se declaró en desacuerdo de la idea, el 24.5% en total desacuerdo, y el  27.6% de acuerdo.

Durango, Dgo., 11 de Agosto del 2013                    + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                         Obispo Auxiliar de Durango

                                                                                      Email: episcopeo@hotmail.com

E P I S C O P E O La fe ilumina y enriquece la existencia humana en todas sus dimensiones

E P I S C O P E O

La fe ilumina y enriquece la existencia humana en todas sus dimensiones

La luz de la fe (Lumen Fidei) es el gran don traído por Jesucristo. En el Evangelio de san Juan se presenta con estas palabras: “Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas” (Jn 12,46). San Pablo se expresa en los mismos términos: “Pues el Dios que dijo: Brille la luz del seno de las tinieblas, ha brillado en nuestros corazones” (2 Co 4,6).

Al hablar de la fe como luz, podemos oír la objeción de muchos contemporáneos nuestros. La época moderna ha pensado que esa luz podía bastar para las sociedades antiguas, pero que ya no sirve para los tiempos nuevos, para el hombre ufano de su razón, ávido de explorar el futuro de una nueva forma. La fe se veía como una luz ilusoria, que impedía al hombre seguir la audacia del saber. Se critica al cristianismo por haber rebajado la existencia humana, quitando novedad y aventura a la vida. La fe será como un espejismo que nos impide avanzar como hombres libres hacia el futuro.

Pero no es así, el cristianismo ha encontrando un ámbito que le permita convivir a la fe con la luz de la razón. El espacio de la fe se crearía allí donde la luz de la razón no pudiera llegar, allí donde el hombre ya no pudiera tener certezas. La fe se ha visto así como un salto que damos en el vacío, por falta de luz, movidos por un sentimiento ciego; o como una luz subjetiva, capaz quizá de enardecer el corazón, de dar consuelo privado, pero que no se puede proponer a los demás como luz objetiva y común para alumbrar el camino.

Es también verdad que la luz de la razón autónoma no logra iluminar suficientemente el futuro; al final, éste queda en la oscuridad, y deja al hombre con el miedo a lo desconocido. De este modo, el hombre ha renunciado a la búsqueda de una luz grande, de una verdad grande, y se ha contentado con pequeñas luces que alumbran el instante fugaz, pero que son incapaces de abrir el camino. Cuando falta la luz, todo se vuelve confuso, es imposible distinguir el bien del mal, la senda que lleva a la meta de aquella otra que nos hace dar vueltas y vueltas, sin una dirección fija.

Es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces también se extinguen. Y es que la característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre. Porque una luz tan potente no puede provenir de nosotros mismos; ha de venir de una fuente más primordial, tiene que venir, en definitiva, de Dios.

La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida. Transformados por este amor, recibimos ojos nuevos, experimentamos que en él hay una gran promesa de plenitud y se nos abre la mirada al futuro.

La fe, que recibimos de Dios como don sobrenatural, se presenta como luz en el sendero, que orienta nuestro camino en el tiempo. Por una parte, procede del pasado; es la luz de una memoria fundante, la memoria de la vida de Jesús, donde su amor se ha manifestado totalmente fiable, capaz de vencer a la muerte. Pero, al mismo tiempo, como Jesús ha resucitado y nos atrae más allá de la muerte, la fe es luz que viene del futuro, que nos desvela vastos horizontes, y nos lleva más allá de nuestro “yo” aislado, hacia la más amplia comunión. Nos damos cuenta, por tanto, de que la fe no habita en la oscuridad, sino que es luz en nuestras tinieblas.

El Año de la Fe, es un tiempo de gracia que nos está ayudando a sentir la gran alegría de creer, a reavivar la percepción de la amplitud de horizontes que la fe nos desvela, para confesarla en su unidad e integridad, fieles a la memoria del Señor, sostenidos por su presencia y por la acción del Espíritu Santo. La convicción de una fe que hace grande y plena la vida, centrada en Cristo y en la fuerza de su gracia, animaba la misión de los primeros cristianos.

En la fe, don de Dios, virtud sobrenatural infusa por él, reconocemos que se nos ha dado un gran Amor, que se nos ha dirigido una Palabra buena, y que, si acogemos esta Palabra, que es Jesucristo, Palabra encarnada, el Espíritu Santo nos transforma, ilumina nuestro camino hacia el futuro, y da alas a nuestra esperanza para recorrerlo con alegría. Fe, esperanza y caridad, en admirable urdimbre, constituyen el dinamismo de la existencia cristiana hacia la comunión plena con Dios. ¿Cuál es la ruta que la fe nos descubre? ¿De dónde procede su luz poderosa que permite iluminar el camino de una vida lograda y fecunda, llena de fruto?

Durango, Dgo., 4 de Agosto del 2013                      + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                         Obispo Auxiliar de Durango

                                                                                      Email: episcopeo@hotmail.com

El Papa Francisco en Río de Janeiro, mensaje de esperanza para el mundo

JMJAl inicio de su visita: el principal motivo de mi presencia en Brasil va más allá de sus fronteras. En efecto, he venido para la Jornada Mundial de la Juventud. Para encontrarme con jóvenes venidos de todas las partes del mundo, atraídos por los brazos abiertos de Cristo Redentor. Quieren encontrar un refugio en su abrazo, justo cerca de su corazón, volver a escuchar su llamada clara y potente: Vayan y hagan discípulos a todas las naciones.

Cristo les ofrece espacio, sabiendo que no puede haber energía más poderosa que esa que brota del corazón de los jóvenes cuando son seducidos por la experiencia de la amistad con él. Cristo tiene confianza en los jóvenes y les confía el futuro de su propia misión, vayan más allá de las fronteras de lo humanamente posible, y creen un mundo de hermanos.

            En la ceremonia de bienvenida nos lanzó el gran reto: ¡atención! La juventud es el ventanal por el que entra el futuro en el mundo. Nuestra generación se mostrará a la altura de la promesa que hay en cada joven cuando sepa ofrecerle espacio. Esto significa tutelar las condiciones materiales y espirituales para su pleno desarrollo; darle una base sólida sobre la que pueda construir su vida; garantizarle seguridad y educación para que llegue a ser lo que puede ser; transmitirle valores duraderos por los que valga la pena vivir; asegurarle un horizonte trascendente para su sed de auténtica felicidad y su creatividad en el bien; dejarle en herencia un mundo que corresponda a la medida de la vida humana; despertar en él las mejores potencialidades para ser protagonista de su propio porvenir, y corresponsable del destino de todos.

            En la Misa en el santuario de Aparecida nos hacía un llamado a tres cosas: Mantener la esperanza. Cuántas dificultades hay en la vida de cada uno, en nuestra gente, nuestras comunidades. Pero, por más grandes que parezcan, Dios nunca deja que nos hundamos. Tengan siempre en el corazón esta certeza: Dios camina a su lado, en ningún momento los abandona.

Nos invitaba también a dejarse sorprender por Dios. Quien es hombre, mujer de esperanza (la gran esperanza que nos da la fe) sabe que Dios actúa y nos sorprende también en medio de las dificultades. Dios nunca deja de sorprender, como con el vino nuevo del Evangelio. Dios guarda lo mejor para nosotros. Confiemos en Dios. Alejados de él, el vino de la alegría, el vino de la esperanza, se agota.

Debemos vivir con alegría. El cristiano es alegre, nunca triste. Dios nos acompaña. Tenemos una Madre que intercede siempre por la vida de sus hijos. Jesús nos ha mostrado que el rostro de Dios es el de un Padre que nos ama. El pecado y la muerte han sido vencidos. El cristiano no puede ser pesimista..

En el hospital San Francisco de Asís de la Providencia: Todos hemos de aprender a abrazar a los necesitados, como San Francisco. Hay muchas situaciones en el mundo, que necesitan atención, cuidado, amor, como la lucha contra la dependencia química. Lo que prevalece con frecuencia en nuestra sociedad es el egoísmo. ¡Cuántos “mercaderes de muerte” que siguen la lógica del poder y el dinero a toda costa! La plaga del narcotráfico, que favorece la violencia y siembra dolor y muerte, requiere un acto de valor de toda la sociedad. No es la liberalización del consumo de drogas, como se está discutiendo en varias partes de América Latina, lo que podrá reducir la propagación y la influencia de la dependencia química. Es preciso afrontar los problemas que están a la base de su uso, promoviendo una mayor justicia, educando a los jóvenes en los valores que construyen la vida común, acompañando a los necesitados y dando esperanza en el futuro. Todos tenemos necesidad de mirar al otro con los ojos de amor de Cristo, aprender a abrazar a aquellos que están en necesidad, para expresar cercanía, afecto, amor.

            Desde la favela de Varghina nos dijo: Me gustaría hacer un llamamiento a quienes tienen más recursos, a los poderes públicos y a todos los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia social: que no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario. Nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo. Que cada uno, según sus posibilidades y responsabilidades, ofrezca su contribución para poner fin a tantas injusticias sociales. No es, no es la cultura del egoísmo, del individualismo, que muchas veces regula nuestra sociedad, la que construye y lleva a un mundo más habitable; no es ésta, sino la cultura de la solidaridad; la cultura de la solidaridad no es ver en el otro un competidor o un número, sino un hermano. Y todos nosotros somos hermanos.

Ningún esfuerzo de “pacificación” será duradero, ni habrá armonía y felicidad para una sociedad que ignora, que margina y abandona en la periferia una parte de sí misma. Una sociedad así, simplemente se empobrece a sí misma; más aún, pierde algo que es esencial para ella.

En el viacrucis se dirigía a los jóvenes: Hemos venido hoy aquí para acompañar a Jesús a lo largo de su camino de dolor y de amor, el camino de la Cruz. Nadie puede tocar la Cruz de Jesús sin dejar en ella algo de sí mismo y sin llevar consigo algo de la cruz de Jesús a la propia vida. ¿Qué ha dejado la Cruz en cada uno de ustedes?  ¿Qué nos enseña para nuestra vida esta Cruz?

Miren, Jesús con su Cruz recorre nuestras calles y carga nuestros miedos, nuestros problemas, nuestros sufrimientos, también los más profundos. Con la Cruz, Jesús se une al silencio de las víctimas de la violencia, que ya no pueden gritar, sobre todo los inocentes y los indefensos; con la Cruz, Jesús se une a las familias que se encuentran en dificultad, y que lloran la trágica pérdida de sus hijos. Con la Cruz Jesús se une a todas las personas que sufren hambre, en un mundo que, por otro lado, se permite el lujo de tirar cada día toneladas de alimentos. Con la cruz, Jesús está junto a tantas madres y padres que sufren al ver a sus hijos víctimas de paraísos artificiales, como la droga. Con la Cruz, Jesús se une a quien es perseguido por su religión, por sus ideas, o simplemente por el color de su piel; en la Cruz, Jesús está junto a tantos jóvenes que han perdido su confianza en las instituciones políticas porque ven el egoísmo y corrupción, o que han perdido su fe en la Iglesia, e incluso en Dios, por la incoherencia de los cristianos y de los ministros del Evangelio. En la Cruz de Cristo está el sufrimiento, el pecado del hombre, también el nuestro, y Él acoge todo con los brazos abiertos, carga sobre su espalda nuestras cruces y nos dice: ¡Ánimo! No la llevás vos solo. Yo la llevo contigo y yo he vencido a la muerte y he venido a darte esperanza, a darte vida (cf. Jn 3,16).

Queridos jóvenes, fiémonos de Jesús, confiemos en Él (Lumen Fidei, 16). Porque Él nunca defrauda a nadie. Sólo en Cristo muerto y resucitado encontramos la salvación y redención. Con Él, el mal, el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra, porque Él nos da esperanza y vida: ha transformado la Cruz de ser un instrumento de odio, y de derrota, y de muerte, en un signo de amor, de victoria, de triunfo y de vida.

Durango, Dgo., 28 de Julio del 2013                        + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                         Obispo Auxiliar de Durango

                                                                                      Email: episcopeo@hotmail.com

A la escucha del Maestro: como discípulos sentados a sus pies

El Evangelio de San Lucas que leemos este domingo (10,39-42), nos invita a hacer un ejercicio de cómo debe ser un discípulo de Jesús: la acogida del Maestro mediante la escucha de su Palabra. La imagen central del Evangelio es: “María, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra” (10,39). La confrontación con su hermana Marta, quien “atareada con todo el servicio de la casa” (10,40), hace ver en contraluz el valor de la enseñanza final de Jesús: “María ha elegido la mejor parte, y nadie se la quitará” (10,42b).

La llegada de Jesús a la casa de aquellas dos mujeres altera el orden. Hacen todo lo posible por atenderlo bien. María dedica su tiempo a la persona misma de Jesús, ella se sienta frente a él “a los pies del Señor…”. El evangelista dice con precisión: “…escuchaba su Palabra” (10,39b). El gesto de María frente a Jesús nos recuerda la posición de un discípulo con relación a su maestro e indica el interés por aprender recibiendo dócilmente la “Palabra”.

En contraste, Marta aparece en el trasfondo de la escena haciendo oficios: “estaba atareada en muchos quehaceres” (10,40a). La frase describe a Marta absorbida por los oficios de la casa, concentrada en su deber de ama de casa y anfitriona. Marta deseaba escuchar a Jesús pero las tareas de la casa (el aseo, el servicio de la mesa, los alimentos, etc.) se lo impedían.

Una pequeña crisis se genera en la casa. Marta que tiene el oficio pesado por la atención del huésped expresa su protesta por haberse quedado “sola en el trabajo”. Se abre así un dialogo entre Marta y Jesús que no sólo resuelve la crisis sino que saca a la luz la enseñanza central del acontecimiento. Marta le habla a Jesús reconociéndolo como Maestro: (a) Un reclamo en forma de pregunta: “¿No te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo?”. Tiene el sabor amargo de quien reclama para sí una mejor consideración. Marta deja entender: “¿Es que yo no te importo?” (b) Una orden: “Dile, pues, que me ayude”. Marta le dice a Jesús lo que tiene que hacer, indicándole indirectamente en qué debe instruir a su hermana María.

Se escucha la voz de Jesús. Se dirige a ella por su nombre propio. Le habla con cariño, pero también con firmeza: “Marta, Marta”. Con esta manera de hablar, Jesús la interpela desde el fondo de su identidad. “Te preocupas y te agitas por muchas cosas”. Le hace ver su estado de “ansiedad”, de agitación interna que corta la respiración; se refiere a una actitud mundana que desvía el corazón de lo esencial: Dios Providente, fuente de todo. También describe el nerviosismo externo causado por la presión que somete al estrés y lleva a la tribulación que se refleja finalmente en una actitud de fastidio. La causa de todo: Marta tiene “muchas cosas”, sus tareas parecen excesivas. El afán de Marta es la preparación de una comida: no que Jesús coma mucho o que por la mesa pasen muchos platos, sino que quiere todo bien hecho y decorado. Ella está preocupada por agradar al Maestro, por quedar bien ella misma.

¿Qué enseña Jesús? Él quiere darle un nuevo enfoque al punto de vista de Marta. ¿Qué es lo necesario? ¿Cuál es la única cosa realmente necesaria? Marta debe pensar en lo que ella necesita, no en las necesidades de Jesús. ¿Y esto por qué? Porque es por ella que ha venido el Maestro a su casa. Jesús no vino a un almuerzo, vino a ser Maestro, a prestar el servicio de la enseñanza y ella necesita de la “Palabra” del Maestro.

Muchas veces nos preocupamos por hacer “muchas cosas” por los demás, pero pocas veces nos preguntamos qué es lo que realmente los otros están necesitando: ¿cuáles son sus deseos, sus necesidades más profundas, aún más allá de lo material? Veremos entonces que los otros necesitan no sólo que les demos cosas sino que les prestemos atención, que les mostremos interés y les demos lo mejor de nuestro tiempo.

María no debe ser apartada de Jesús porque ella escogió la “buena porción” que no se puede arrebatar. Marta no le puede quitar a María las bendiciones que la proclamación del Reino le trae a su vida. Es su derecho y su posesión garantizada por Jesús.

El servicio y la escucha no se contraponen. La escucha de la Palabra llevará a María a la “praxis” (“Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”, 11,28). Y viceversa: el servicio de Marta no será lo que ella considere que debe hacer sino, ante todo, la respuesta obediente al lo que el Señor quiere que haga. El servicio del Reino requiere en primer lugar la escucha del Rey, si no se cae en un activismo infecundo y ocasionalmente desacertado. La escucha de la Palabra libera de la rigidez de quien cree tener el control de todas las cosas. La Palabra libera el corazón de la ansiedad.

Lo “único” se refiere también a la unificación de la vida en la cual quiere Jesús educar a sus discípulos. “Unidad” de vida es signo de madurez y de consistencia personal. Las acciones, las actividades, los compromisos por causa de Jesús brotan de una única fuente, la Palabra asumida en el Corazón y ésta coloca totalmente nuestra vida en sintonía con la de Jesús y con su camino que conduce a la plenitud de la vida en el Reino del Padre.

 

Durango, Dgo., 21 de Julio del 2013                        + Mons. Enrique Sánchez Martínez

Obispo Auxiliar de Durango

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E P I S C O P E O La doctrina social en el corazón de la misión de la Iglesia

doctrinaEn los años que han transcurrido desde el nacimiento de la “moderna” doctrina social de la Iglesia el Magisterio ha profundizado gradualmente su naturaleza propia. De esta manera se ha podido evidenciar siempre más su carácter eclesiológico, es decir, su íntima relación con la misión de la Iglesia, con la evangelización y el anuncio de la salvación cristiana en medio de las realidades temporales (Seguimos una conferencia de Mons. Giampaolo Crepaldi sobre doctrina social de la Iglesia).

La misión de servicio al mundo que es propia de la Iglesia, que consiste en ser signo de unidad para todo el género humano y sacramento de salvación, cuenta entre sus “instrumentos” (expresión de la Sollicitudo Rei Socialis, n. 41) también a la doctrina social de la Iglesia.

Esta íntima relación entre doctrina social y misión de la Iglesia encontró una expresión precisa en el número 54 de la Centesimus Annus: «La doctrina social tiene de por sí el valor de un instrumento de evangelización: en cuanto tal, anuncia a Dios y su misterio de salvación en Cristo a todo hombre y, por la misma razón, revela al hombre a sí mismo». Solamente bajo esta perspectiva se ocupa de todo lo demás. El Compendio de la doctrina social de la Iglesia nos lo recuerda con fuerza en el capítulo dedicado a «evangelización y doctrina social» (nn. 60-71).

Los misterios cristianos de la encarnación del Verbo y de la resurrección significan que el mensaje de la salvación, que tiene su culmen en la Pascua, se refiere a todos los hombres y a todas las dimensiones de lo humano, porque «la obra de la redención de Cristo, que de suyo tiende a salvar a los hombres, comprende también la restauración incluso de todo el orden temporal» (Apostolicam actuositatem, 5).

Cuando la Iglesia se interesa por la promoción humana, cuando anuncia las normas de una nueva convivencia en la paz y la justicia, cuando trabaja con los hombres de buena voluntad para instaurar relaciones e instituciones más humanas, “la Iglesia enseña el camino que el hombre debe seguir en este mundo para entrar en el Reino de Dios. Su doctrina abarca, por consiguiente, todo el orden moral y, particularmente, la justicia, que debe regular las relaciones humanas. Esto forma parte de la predicación del Evangelio” (Libertatis conscientia 63). De hecho, el hombre que es el “camino” de la Iglesia, el hombre en concreto, por el cual se interesa vivamente y al cual quiere ofrecer la palabra de la salvación del Señor, no es un hombre abstracto, sino una persona que vive en el mundo, cargado de los problemas y a veces de las injusticias que las relaciones sociales implican.

Proponiendo su doctrina social, la Iglesia no hace más que cumplir con su misión más íntima: “para la Iglesia enseñar y difundir la doctrina social pertenece a su misión evangelizadora y forma parte esencial del mensaje cristiano” (Centesimus Annus, 5). Esto era ya evidente para León XIII, y los es más aún en nuestro tiempo, dado que la doctrina social, sobre todo después del Concilio… ha sido colocada en el ámbito de la teología moral, es decir, al interno de la relación de la Iglesia con el mundo, al interno de la misión de evangelización.

El hecho de colocar la doctrina social al interno de la misión propia de la Iglesia evita que pueda ser considerada como algo agregado o marginal en la vida cristiana; además ayuda a entender el modo en el cual pertenece a un sujeto comunitario. El sujeto adecuado a la naturaleza de la doctrina social no es otro que la comunidad eclesial en su conjunto. La Iglesia “es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (Lumen Gentium, 1). La Iglesia es una comunidad orgánicamente viva, constituida y animada por el Espíritu Santo (Jn 15, 16), es un cuerpo que recibe la fuerza de la Cabeza que es Cristo (Ef 4, 15-16).

Esta comunidad orgánica y viva es signo en la historia del amor de Dios por los hombres y de la vocación de todo el género humano a la unidad por ser todos hijos de un mismo Padre. Como tal, ella se asume la totalidad del anuncio de la novedad cristiana y lo transmite, como don de Dios y fruto de la resurrección, a todos los hombres.

Fiel a la Palabra, enraizada en la Tradición, dócil a la llamada del Espíritu, la Iglesia considera también la doctrina social como parte integrante del anuncio que debe encarnar y transmitir. Y precisamente por el hecho de ser la Iglesia un organismo vivo, el sujeto de la doctrina social es la comunidad eclesial en su conjunto. El Compendio de la doctrina social de la Iglesia afirma que “la doctrina social es de la Iglesia porque la Iglesia es el sujeto que la elabora, la difunde y la enseña. No es prerrogativa de un componente del cuerpo eclesial, sino de la comunidad entera: es expresión del modo en que la Iglesia comprende la sociedad y se confronta con sus estructuras y sus variaciones” (n. 79). “Toda la comunidad cristiana”, con un adecuado discernimiento, está llamada a “escudriñar los signos de los tiempos y a interpretar la realidad a la luz del mensaje evangélico”, pero también “cada uno en particular” (Orientaciones para el estudio y la enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia en la formación sacerdotal, 8). “Cada uno por su lado” y “cada uno en particular”: el servicio al mundo para que conozca el camino de su Señor pasa por el compromiso específico y orgánico al mismo tiempo, de todos los miembros de la Iglesia.

 

Durango, Dgo., 14 de Julio del 2013                        + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                         Obispo Auxiliar de Durango

                                                                                      Email: episcopeo@hotmail.com

¿Por quién votar? En caso de duda ¿El mal menor?

2006070222elecciones_20060702_tAlgunas reflexiones para quienes tienen duda de si acudir o no a votar porque no les convence ningún candidato o partido.

            El voto es utilizado normalmente como un instrumento de selección de las autoridades políticas. Es un modo de poner en acto el derecho natural del ciudadano de participar en la vida pública de su sociedad.  Existe la obligación moral de votar.

            Decir que es inútil y hasta una falta moral ejercer el voto, pues todos los candidatos son malos y todos los programas defectuosos, es una apreciación equivocada de la actividad política. En épocas caracterizadas por problemas sociales graves y una gran confusión de ideas, se hace más necesario que nunca acudir a la política para procurar resolver los problemas. Rehusarse a intervenir en la vida comunitaria porque no nos gusta lo que vemos, equivale a avalar la continuidad de lo existente. Destaca Santo Tomás Moro: “Si no conseguís realizar todo el bien que os proponéis, vuestros esfuerzos disminuirán por lo menos la intensidad del mal”.

            Tampoco es correcta la impresión de que la política necesariamente conduce a la corrupción. Es cierto que el poder es ocasión de peligro moral, lo que ocurre, asimismo, con otras cualidades humanas, como la inteligencia, la cultura, la belleza, la riqueza, lo que no significa que merezcan calificarse de intrínsecamente malas. Puesto que la autoridad ha sido creada por Dios, su ejercicio no puede ser malo en sí mismo.

También se alega que la decisión de no participar en un proceso electoral, deviene de una obligación de conciencia. Es cierto, pero la conciencia debe estar iluminada por los principios y ayudada por el consejo prudente. No es posible identificar la conciencia humana con la autoconciencia del yo, con la certeza subjetiva de sí y del propio comportamiento moral «No se ha de oponer la conciencia personal y la razón a la ley moral o al Magisterio de la Iglesia»; (Catecismo de la Iglesia Católica, no. 2039).

Abstenerse de hacer algo por objeción de conciencia es válido, si es la única manera de no afectar el principio en que se funda: no dañar. Y, en muchos casos, la objeción de conciencia no basta para cumplir con el deber moral de participar en la vida comunitaria. Antes de invocar la obligación de conciencia, cada persona debe procurar disponer de la información necesaria para evaluar correctamente a los partidos y candidatos que se presentan a una elección.

Afirma Santo Tomás de Aquino («Del gobierno de los príncipes», vol. 1ro., p. 35): “Cuando es forzoso escoger entre dos cosas, que en cada una de ellas hay peligro, aquélla se debe elegir de que menos mal se sigue”. El Papa Paulo VI escribía: “nunca es lícito, ni aún por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien, es decir, hacer objeto de un acto positivo de voluntad lo que es intrínsecamente desordenado, pero sí es lícito tolerar un mal moral menor a fin de evitar un mal mayor o de promover un bien más grande” (Carta Encíclica Humane Vitae).

En ocasiones, el ciudadano no tiene la posibilidad de elegir entre varios partidos, pues ninguno le ofrece garantías mínimas, al presentar plataformas que permiten prever acciones perjudiciales para la sociedad, o declaraciones de principios que contradicen la ley natural. En esos casos, tiene el deber de abstenerse de votar. Pero no es habitual que no haya ningún partido aceptable; por lo tanto, aunque no le satisfaga totalmente, debe votar al partido que parezca menos peligroso.

Votar un partido que carece de posibilidades de obtener ni siquiera el mínimo de votos, o una diputación, o regiduría, no es una acción inútil. Si el partido satisface las expectativas, pues defiende principios sanos y presenta una plataforma que convendría aplicarse, y/o postula a dirigentes capaces y honestos, merece ser apoyado. El voto, en este caso, servirá de estímulo para quienes se dedican a la política en esa institución, les permitirá ser conocidos, y facilitará una futura elección con mejores perspectivas.

Es necesario defender un derecho natural completo, amplio para no descuidar las cuestiones económicas y políticas donde también debe cumplirse el orden natural. En la Exhortación Sacramentum Caritatis, se señala la grave responsabilidad social de decidir correctamente, cuando están en juego valores que no son negociables: Defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural; La familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer; La libertad de educación de los hijos; La promoción del bien común en todas sus formas. Esta orientación puede servir de guía para el análisis de las plataformas electorales y decidir el voto, ya que se concentra en los temas esenciales.

Se puede ejercer un Voto positivo. Alternativas: Votar por un partido y/o candidato que satisface íntegramente, para todos los niveles; Votar a varios partidos y/o candidatos simultáneamente, seleccionando los mejores candidatos en cada caso. Votar a un partido y/o candidato, pese a merecer objeciones, aplicando la doctrina del mal menor.

            La participación en la vida cívica incluye varias acciones, pero el modo más simple y general de participar en un sistema democrático, es el ejercicio del voto, y ninguna causa justifica el abstencionismo político pues equivale a no estar dispuesto a contribuir al bien común de la propia sociedad. Si es imposible que esté bien ordenada una polis que no esté gobernada por los mejores sino por los malos, resulta imprescindible la participación activa de los ciudadanos para procurar seleccionar a los más aptos y honestos para el desempeño de las funciones públicas.

Durango, Dgo., 7 de Julio del 2013                         + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                         Obispo Auxiliar de Durango

                                                                                      Email: episcopeo@hotmail.com

Episcopeo «Un voto responsable, en conciencia cristiana, es garantía de la democracia»

Nos dirigimos a los fieles cristianos para animarlos a participar en el proceso democrático que vivimos y que culminará el 7 de julio próximo cuando acudamos a emitir el voto libre y secreto. Ese día en se elegirán presidentes municipales y diputados para el Congreso local.

La participación se enfoca a acudir a votar el día de la elección, de manera responsable, de acuerdo a lo que les dicte su conciencia y su fe.  Es nuestro deber como Pastores del Pueblo de Dios orientar a los fieles en aquellos planteamientos políticos que, por sus implicaciones religiosas, morales y sociales, contradicen las enseñanzas de la Iglesia Católica (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, no.426), con el objetivo de que sus opciones políticas sean morales y justas. Leer más

Episcopeo «La santería es incompatible con la fe cristiana»

He querido comentar sobre este tema porque muchos católicos, y muchos de ellos comprometidos en la Iglesia, practican la santería y muestran todo un sincretismo religioso. Hice una síntesis de un artículo en www.conoze.com, y de una Carta Pastoral de Mons. Eduardo Boza Masvidal, Obispo Cubano, que nos ayudará a entender este fenómeno.

Busque en internet sobre éste término y existen cientos de sitios donde se informa y se ofrecen servicios  de esta práctica de culto proveniente de las islas del Caribe y las Antillas. La santería ha causado curiosidad, extrañeza y fascinación al conocer que ahí se usan imágenes de santos y vírgenes a quienes se atribuyen poderes sobrenaturales, se invocan a las divinidades para lograr las causas imposibles, el éxito en los negocios, la adivinación del futuro, la solución de problemas amorosos o bien la curación de enfermedades imposibles para la medicina.

En México los santeros tienen un éxito considerable al recibir a personas necesitadas de sus servicios. Promocionan sus poderes y supuestos milagros en periódicos, sitios web y redes sociales y garantizan el trabajo mientras el cliente, desde luego, muestre los billetes y, al final, la fe requerida para conseguir lo imposible.

¿Qué es la santería? En síntesis, este culto pudo tener su origen en reinos del norte de África en los siglos XVII y XVIII. Desde 1810, las crisis de los reinos yorubas africanos fueron aprovechadas por las potencias imperialistas facilitando la esclavitud que llegó a territorio americano. Entre 1800 y 1840, miles de yorubas fueron enviados a posesiones urgidas de mano de obra esclava: Brasil y Cuba.

Los misioneros evangelizaron y sembraron en nuestro pueblo la semilla de la fe cristiana. Cuando vinieron de África negros como esclavos, aquellos hombres no pudieron ser debidamente evangelizados. Ni los sacerdotes sabían sus lenguas africanas ni ellos entendían el español. Se les hacia ir a la iglesia y practicar la religión católica, pero sin que hubiera habido una verdadera conversión. En su interior ellos seguían pensando en sus dioses paganos, y cuando veían en los templos católicos las imágenes de los santos cristianos, los identificaban con alguno de sus dioses, con los que les encontraban algún parecido o algún punto de contacto. Así nació y fue creciendo esa mezcla y confusión religiosa que después se extendió aún a personas de otro origen y raza.

La santería cree en un ser supremo, olorun, creador del universo, un ser omnisciente y justo, en su poder es totalmente distinto y apartado; para el contacto con los humanos se requieren deidades intermedias que conceden los favores solicitados. Los santeros, quienes tienen que ser iniciados, se relacionan con los orishas o santos, emanaciones de olurum. Los orishas son intérpretes del destino y necesitan ser honrados y complacidos con rituales, oraciones y sacrificios; velas, comida o elementos naturales en su honor. A ellos se les dedica una especie de altar, cuya imagen se asocia con la de los santos y vírgenes católicos como Obatalá, la virgen de la Merced; Yemayá, la virgen de la Regla; Orúnla, san Francisco de Asís; Changó, santa Bárbara; Eleguá, san Antonio de Padua; Oyá, la virgen de la Candelaria; Obá, santa Catalina; Oshún, la virgen de la Caridad del Cobre; Babalú Ayé, san Lázaro; Ogún, san Pedro;  Orisha Oko, san Isidro Labrador; etc.

¿Por qué no se pueden conciliar el cristianismo y la Santería? Existen diferencias importantes que hay que señalar. El cristianismo es monoteísta, cree en un solo Dios. El Dios cristiano es el Dios de la Biblia, uno en naturaleza y trino en personas, Creador y Señor de todas las cosas. Esta creencia en un solo Dios es fundamental en nuestra fe. En el Antiguo Testamento, el pueblo de Israel tenía constantemente la tentación de volverse hacia los dioses de los pueblos paganos vecinos y los profetas les hacían una crítica dura e irónica haciéndoles ver que esos eran dioses falsos, hechura de manos humanas, que tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen, tienen boca y no hablan y es por eso que la ley de Moisés les prohibía hacerse imágenes para apartarlos de esa tentación. Jesucristo es ese único y verdadero Dios hecho hombre por amor a nosotros.

La Santería, en cambio, es politeísta, cree en muchos dioses, cuyos nombres ha dado a las imágenes de la Virgen María y de los santos cristianos. Pero la Virgen María y los santos cristianos no son dioses; son solo criaturas humanas, personas reales que han existido, y en su vida han dado ejemplo de fidelidad a Dios y de santidad de vida. Es algo completamente distinto.

El cristianismo es una religión de amor. Ese único Dios verdadero es un Padre que nos ama y al que nosotros amamos. En la oración acudimos a Él con confianza de hijos y en su Providencia descansamos confiados. La Santería, en cambio, es la religión del temor, del miedo. Hay que hacer cosas para librarse de males y apartar poderes maléficos, o para tener suerte y hacer propicios los dioses. Se teme más que se ama.

El cristianismo nos lleva a hacernos mejores, a transformar nuestra vida. En la medida en la que vayamos viviendo de verdad tenemos que hacernos mejores, vencer nuestros defectos y adquirir más virtudes, más dominio de nosotros mismos, más caridad, más humildad, más espíritu de servicio, en una palabra, más santidad. La Santería, en cambio, se queda en prácticas externas, en ritos y ceremonias que no nos transforman por dentro y que adquieren cierto sentido mágico cuyo efecto depende de los actos en sí, sin que cambiemos interiormente.

            En nuestra sociedad duranguense, en general, pero especialmente entre la “alta sociedad”, empresarios, políticos, profesionistas y personas con medios económicos altos, ha proliferado la creencia y la práctica de la santería.

            Esto nos revela que no hemos tenido un proceso serio de Evangelización y Catequesis, y que existen vacíos de formación cristiana en nuestro pueblo. Esto hace más urgente y necesaria la Iniciación Cristiana en nuestra Arquidiócesis.

 

Durango, Dgo., 16 de Junio del 2013                      + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                         Obispo Auxiliar de Durango

                                                                                      Email: episcopeo@hotmail.com

Episcopeo «Libertad de Expresión: avance o retroceso»

            El viernes pasado celebramos el día de la libertad de expresión y todo mundo se expresaba a favor de una mejor y mayor libertad de expresión, sobre todo refiriéndose a quienes se dedican a la noble tarea de informar a través de los medios de comunicación.

            La libertad de expresión es un derecho fundamental o un derecho humano, señalado en el artículo 19º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. De ella deriva la libertad de imprenta también llamada libertad de prensa.

En México la Libertad de Expresión, ha sido una lucha constante de unos cuantos al inicio, pero hoy especialmente que todavía se restringe este derecho, la lucha por la libertad de expresión nos corresponde a todos, ya que es la lucha por la libertad de expresar nuestro propio individualismo. Respetar la libertad de los demás a decir cualquier cosa, por más ofensiva que la consideremos, es respetar nuestra propia libertad de palabra. Leer más

Episcopeo «Urge un esfuerzo común ético para lograr una gran estrategia en favor de la vida.»

            La Encíclica Evangelium Vitae del Papa Juan Pablo II, se refiere a la bioética, a la cultura de la muerte, así como a temas específicos algunos de ellos: aborto, eutanasia, anticoncepción y sexualidad, y nos ofrece la oportunidad de reflexionar

            Uno de los grandes eventos del Año de la fe es la Jornada de la Evangelium Vitae, con el Lema: “Creyendo tenemos la vida”, convocado por el Santo Padre Francisco a través de Mons. Rino Fisichella, quien es el presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.

El encuentro que tendrá lugar en Roma el 15 y 16 de junio es muy importante por cuanto ofrecerá a los fieles de todo el mundo la oportunidad de reunirse, junto al Santo Padre, en torno al testimonio común sobre el valor sagrado de la vida: la vida de los ancianos, de los enfermos, de los agonizantes, de quienes todavía no han nacido, de aquellos que viven afligidos física y mentalmente, y de todos los que viven situaciones de sufrimiento.

Este evento será también la ocasión para celebrar, afirmar y alentar a cuantos con tanta dulzura se abandonan a seguir los pasos del Buen Pastor, dedicándose a las necesidades físicas, emocionales y espirituales de quien es anciano, discapacitado, enfermo, no nacido o sufriente. Leer más