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La sequía en Durango: Crisis en la agricultura, la ganadería y en el consumo humano

El norte del país sufre una de las más grandes sequías de sus últimos años, los estados de Durango, Chihuahua, Coahuila, Zacatecas y San Luis Potosí, han sufrido sequía extraordinaria. Mientras que en otros estados de la República Mexicana se están inundando por las grandes precipitaciones pluviales, nosotros sufrimos la más grande crisis de la falta de agua de los últimos años.
Solo en Durango, hace ya más de 280 días que no se han registrado precipitaciones pluviales, dice la Comisión Nacional del Agua. Las presas en la entidad registran de manera general un almacenamiento apenas del 48%. En el municipio de Durango la presa Guadalupe Victoria almacena un 30% de su capacidad y la Peña del Águila un 34%. Existe una emergencia especialmente los municipios del semidesierto de Durango: Tlahualilo, San Juan de Guadalupe, Cuencamé, Simón Bolívar y Guadalupe Victoria
Esto ha afectado a la actividad ganadera: el ganado se está muriendo por la escasez de alimento y por la sequía. Los abrevaderos se encuentran secos y se buscan todas las formas de hacer llegar agua al ganado para evitar que éste muera de sed. La alimentación del ganado se agravó por la helada negra del 4 de febrero, y como no ha llovido no hay pasto. “El daño más grave está en la ganadería, de un millón 100 mil cabezas de ganado que existen en el estado, a la fecha hay entre 10 y 13 mil cabezas muertas en Durango”. El 80% del ganado está flaco, y ante la falta de alimento tanto en los agostaderos como de pacas de alfalfa, la carencia de agua, los criadores venden los animales en pie a un precio hasta de $4 pesos por kilo, cuando la tarifa normal oscilaba entre $10 y $12 pesos. Son ventas desesperadas, pero el productor prefiere ganar unos pesos antes de que los animales se mueran.
También para la agricultura y los trabajadores del campo hay crisis. El 10.08% de la superficie estatal está destinada a la agricultura y el 80% de ésta es de temporal, la cosecha de más del 80% de los campesinos depende directamente de la lluvia. El 14.66% de la superficie del estado se destina a pastizales. Este año Durango ha recibido menos del 50% de la lluvia que acostumbra acoger. En la producción de frijol se va a perder aproximadamente el 60 o 65% (la producción total es de 450 mil toneladas entre Zacatecas, Durango y Chihuahua). En la cosecha de maíz hay afectaciones más pequeñas, porque son producciones de autoconsumo. Para cultivo de maíz se destinan unas 220 mil hectáreas, de las cuales se sembraron 170 mil, y todas sufrieron daños; aunque no se logró el grano, sí se usa como forraje. En cuanto a la siembra de avena forrajera, en 2011 el número de hectáreas creció de 116 mil a 145 mil, pero la ausencia de lluvias ocasionó que un porcentaje elevado de las cosechas no prosperaran y la producción fuera mínima.
Esto ha afectado ya a la población. Los organismos campesinos independientes mencionan que la pobreza alimentaria afecta a 250 mil duranguenses. La realidad es más grave que los datos, la emigración rural a las ciudades más grandes o a Estados Unidos ha aumentado y también la pobreza marginal. De la agricultura y ganadería depende el bienestar de muchas familias, enfrentar el problema es aminorar la escasez y miseria de muchas familias de las regiones aisladas y sufridas del estado.
Ante la falta de agua para el consumo humano, se ha llevado agua a través de pipas a 40 mil duranguenses que no tienen el vital líquido y la cifra va en aumento. La sequía que azota la entidad desde hace más de un año ha provocado que al menos 60 mil habitantes del campo sufran grave escasez de alimentos, esto ha afectado sobre todo a familias del medio rural.
Las autoridades de los tres niveles (federal, estatal y municipal), se han dado a la tarea de enfrentar esta crisis, con el fin de evitar la hambruna y ya se han destinado recursos, se han iniciado programas, actividades, con el fin de contrarrestar la crisis ocasionada por la escasez del agua. Recursos económicos que se destinarán para equipamiento e infraestructura, despoblación de ganado, apoyo a siembras, obras hidro-agrícolas, pozos y bordos de abrevadero; coberturas de seguros agrícolas y ganaderos; empleos temporales, etc. Se apoyará a los productores agropecuarios y ganaderos con diversos recursos que se canalizarán a través de los distintos programas de gobierno. Distintas instituciones en Durango, han iniciado colectas de víveres y provisiones para “atender las necesidades de al menos 169 comunidades rurales del semidesierto –en el norte–, la zona indígena, Los Llanos y el valle del Guadiana”.
El Sr. Arzobispo Don Héctor González ha hecho un llamado a todos los fieles a sumarnos a las distintas iniciativas que existan a favor de ayudar a los hermanos que sufren, un llamado a la Solidaridad, a cooperar para ayudar a la crisis en el cuerno de África: dar una respuesta directa a la crisis de la sequia y la inseguridad alimentaria para Kenia y Etiopía de manera emergente, pero otros Pueblos de la región oriental de África están padeciendo un auténtico martirio por la sequía generalizada, 13.3 millones de personas están siendo afectadas en los países de Kenia, Somalia, Djibuti, Etiopía, Sur de Sudán y Uganda.
Pero esto vale también para la crisis que ya estamos viviendo en nuestro estado: “hay una amenaza similar, pues la situación de sequía ha traído consigo la escasez de producción de frijol, maíz y forrajes, y la cosecha no alcanzará ni siquiera para el autoconsumo…los estragos de la sequía ya han causado desastre en el medio rural, lo peor estará por venir con la escalada de precios, que se reflejará en los bolsillos del ciudadano común, sobre todo con el alza de la canasta básica. Encomiendo a la Pastoral Social Diocesana que establezca mecanismos que contribuyan a sensibilizar a nuestra población ante el fenómeno latente de carestía extrema, que Dios nos libre que vaya a ser de consecuencias lamentables”.

Durango, Dgo., 23 de octubre del 2011.

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango

Email: episcopeo@hotmail.com

La dignidad del ser humano radica en el hecho de que es una persona, nadie se lo otorga

Se llega así a una conclusión sobre una verdad objetiva acerca del hombre y su naturaleza. Lo que constituye al hombre es principalmente el alma, forma sustancial de su naturaleza. De ella dimana en último lugar toda la vida humana; en ella radican todos los dinamismos psíquicos con su propia estructura y su ley orgánica; a ella es a quien la naturaleza encarga el gobierno de todas las energías, hasta tanto que éstas no hayan adquirido aún su última determinación.
El hombre, como bien lo dijo Aristóteles, es un ser social por naturaleza; es decir, necesita vivir en sociedad para así poder satisfacer sus necesidades. «El hombre es, en efecto, por su íntima naturaleza, un ser social, y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás. El hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás”. Pero, ¿qué es el hombre? Muchas son las opiniones que el hombre se ha dado o se da sobre sí mismo, diversas e incluso contradictorias.
La persona humana es un ente de estructura compleja. Se debe analizar con detenimiento cada uno de sus elementos para poder comprender la trascendencia de su existencia y de su fin. Los elementos y las propiedades de la persona humana, es de donde emanan los derechos fundamentales e inalienables del hombre, que se deben procurar, aceptar y proteger. No se puede hablar de un verdadero orden social si no hay justicia en donde se tengan protegidas, por el ordenamiento jurídico, la libertad, la igualdad y la dignidad de la persona.
La más célebre definición de la persona es la formulada por Boecio: «Sustancia individual de naturaleza racional». Todos los conceptos integrados en esta fórmula son de origen aristotélico. Por sustancia individual se entiende aquí lo que Aristóteles llama la sustancia primera: una realidad indivisa en sí misma, separada y distinta de las demás realidades.
Tiene cuerpo y alma. En la unidad de cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, es una síntesis del universo material, el cual alcanza por medio del hombre su más alta cima. No debe, por tanto, despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, debe tener por bueno y honrar a su propio cuerpo.
La constitución del hombre se divide en dos: en un cuerpo físico sujeto a las leyes biológicas de todos los seres vivos (nacimiento, nutrición, crecimiento, reproducción y muerte). Y un alma, principio de movimiento de todo ser vivo, que es diferente al de los demás seres vivos ya que está dotado de inteligencia y voluntad. La inteligencia, es la potencia espiritual del hombre de conocer la verdad y la voluntad, de buscar o tender al bien. En virtud de su dignidad, todos los hombres, porque son personas, (dotados de razón y voluntad libre, y provistos de responsabilidad), están obligados, por obligación moral, a buscar la verdad. Están obligados también a adherirse a la verdad tan pronto como la conocen y a reglamentar toda su vida según las exigencias de esta verdad.
Es individual. La persona humana, es el individuo de naturaleza racional, portador de potencialidades que se desarrollan a través de la vida, en el seno de la familia y de la comunidad. Como individuo, la persona humana presenta dos características fundamentales: l) Es distinta de todos los otros miembros de la especie humana, es decir, aunque participe de la misma naturaleza, constituye una totalidad en sí; 2) Es una unidad, que no puede dividirse sin perecer. Se compone de alma y cuerpo, espíritu y materia, que en ella forman una unidad sustancial, cuya ruptura es la muerte.
Es social. El hombre es un ser consciente, racional y libre, y, por eso mismo, es también un ser social, que sólo en la compañía de sus semejantes encuentra las condiciones necesarias para el desarrollo de su conciencia, racionalidad y libertad, características que lo distinguen de los otros animales. Y precisamente por esto, el hombre posee derechos inalienables y deberes morales, mientras el animal sólo tiene instintos y hábitos. De ese conjunto de condiciones que caracterizan a la persona humana, resulta la misma dignidad absoluta y la misma igualdad esencial para todos los hombres, independientemente de su color, situación socioeconómica, religión o cultura.
El hombre al ser un animal social y racional por naturaleza, busca con los demás hombres satisfacer sus necesidades. Pero no basta con que los hombres se agrupen en comunidades o sociedades para poder satisfacer sus necesidades, el hombre no se queda tan sólo en la búsqueda del bien material; por ser racional tiene una inclinación hacia el bien espiritual que además busca su perfeccionamiento con la búsqueda de su desarrollo personal e integral para así poder llegar a su anhelo aquí en la tierra: la felicidad.
La dignidad que posee la persona humana no depende de ninguna cualificación, se basa solo en el mero hecho de que es una persona humana, dignidad que le confiere un valor inestimable y la coloca como razón de ser de todas las instituciones sociales, políticas y económicas. Tal dignidad debe ser respetada, ya sea persona rica, ya sea pobre y sin cultura o bien culta, de esta o de aquella raza, de aquel pueblo o de aquel credo religioso. Aun en el caso en que el hombre se envilezca por el vicio, transformándose en alcohólico, corrupto y criminal, no pierde su dignidad esencial, y a él se debe respeto, lo cual es privilegio de todas las criaturas humanas. El hombre está compuesto y unido por un cuerpo y un alma (que se compone de inteligencia y de voluntad), en donde existe una individualidad que hace diferente a cada ser humano. De la inteligencia y la voluntad se desprenden características esenciales del hombre como la dignidad, la Igualdad y la Libertad.

Durango, Dgo., 16 de octubre del 2011.

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango

Email: episcopeo@hotmail.com

Regla de Plata en la vida social: “no hacer daño a los demás”

Seguimos buscando los fundamentos de una verdad objetiva que fundamente la existencia y la vida humanas. Los filósofos y científicos han advertido desde hace tiempo, que las cosas llegan a su perfección mediante una especie de fuerza intrínseca. Hoy en día se lo atribuyen a la genética de los seres vivos. Las bellotas parecen poseer una fuerza intrínseca para convertirse en un roble, al igual que los seres humanos parecen poseer una fuerza intrínseca para conseguir el amor, lo perfecto, lo infinito, para alcanzar la verdad, bondad, belleza y el bienestar.
Una cosa es atribuir a la genética la propensión de una bellota para llegar a ser un roble. Otra muy distinta es atribuir a la genética la propensión del ser humano hacia lo perfecto y lo infinito. ¿Puede el deseo por lo perfecto y lo infinito atribuirse a un mecanismo genético que está esencialmente condicionado por parámetros bastante precisos, cualitativos y cuantitativos?
El deseo del ser humano por lo perfecto y lo infinito, ¿Puede ser explicado por un mecanismo que parece tener poco “espacio” en él para el infinito y lo eterno? Algunos piensan que estos poderes y deseos exclusivamente humanos, surgen de algo más que de una mera fuerza genética. Parecen surgir de una fuerza orientadora que está libre de estrictos parámetros cualitativos y cuantitativos, similar a lo que Aristóteles habría llamado un «alma». Cualquiera que sea el caso, los seres humanos parecen tener en su interior una fuerza orientadora intrínseca hacia el infinito, que lleva sus poderes a la perfección. Si esto es un «alma», entonces los seres humanos tienen un alma. Si no es más que la genética, entonces sería más importante probar y comprender los genes de la perfección, la incondicionalidad, lo infinito y la eternidad.
Si la fuerza indicadora del ser humano es solamente genética, o es el alma, o ambos, el reconocimiento de tal fuerza intrínseca, constituyen el tercer paso que nos ayudará a descubrir una definición objetiva de la persona. Esta tercera etapa trata de describir el diseño real, verdadero, es decir, la información verdadera de una cosa acerca de su perfección, sus objetivos, su realización plena.
Mediante la combinación de los tres pasos anteriores, tenemos los elementos esenciales de una definición objetiva de «persona», es decir, «un ser que posee una intrínseca fuerza (ya sea meramente genética, un alma, o ambas cosas) que lo orienta hacia lo incondicional, hacia lo perfecto y hacia la verdad infinita, la bondad, el amor, la belleza y el bienestar”.
Esta definición objetiva da lugar a un principio de crítica social acerca de la interpretación de los derechos de la «persona» humana. Puesto que cualquier ser debe ser tratado con una dignidad en proporción con su naturaleza, las personas deben ser tratadas con una dignidad incondicional proporcional con su naturaleza y que los orienta hacia la Verdad incondicional, al Amor, la Bondad, la Belleza y el Ser. Tal dignidad reconoce el valor intrínseco de un ser humano. Esta dignidad es el fundamento de los derechos inalienables, que reconoce un deber universal de proteger y promover esta dignidad incondicional.
En vista de la dignidad intrínseca e incondicional de la persona humana, no se puede, de ninguna manera correr el riesgo de dejar a un lado tal dignidad, que por otro lado no nos pertenece. Es intrínseca a la persona. Además, el daño hecho sería incondicional y absoluto. Por lo tanto, no podemos arriesgarnos a violar la Regla de Plata (“no hacer daño”), un daño que constituiría la destrucción de la dignidad de la persona. Tal vez el daño más grande causado a las personas en la historia humana ha sido el de asumir que un ser de origen humano no era una persona (es decir, que no posee una dignidad incondicional). Podemos ver esto con respecto a esclavitud en antiguos y tiempos recientes, en el genocidio, y en las persecuciones políticas totalitarias de todo tipo.
La Regla de Oro: “Haz a los otros lo que deseas que ellos te hagan a ti”, se refiere al hacer cosas favorables a los demás. La Regla de Plata, a la que aquí nos referimos, es la misma pero en forma negativa: “No hagas a los demás lo que no quisieras que te hagan a ti”, y se refiere a los otros, no hacerles daño y al contrario, mostrar bondad hacia los demás. Al destruir la dignidad de la persona, al no asumir que todo ser humano es persona, faltamos a la Regla de Oro.
La única manera de prevenir estas clases de daños atroces es de hacer una suposición cultural crítica: que cada ser de origen humano sea considerado una persona. Las dudas acerca del ser persona nunca deben ser consideradas como una autorización para negar la misma persona. Un error en este sentido podría llevar a distintas formas de genocidio, de esclavitud y de privación de derechos políticos ya que no se fundamentan en evidencias, sino en dudas. Si nosotros como cultura no hacemos esta suposición crítica, “de considerar a cada ser de origen humano como persona”, corremos el riesgo de la posibilidad de poner en peligro la dignidad del ser humano, causando un daño irreparable al individuo y perjudicando seriamente nuestra cultura.

Durango, Dgo., 9 de octubre del 2011.

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango

Email: episcopeo@hotmail.com

Los principios que fundamentan la vida humana II

Seguimos en nuestra reflexión respecto a una reflexión filosófica, objetiva sobre los principios que fundamentan la existencia y la vida humana, para esto es importante iniciar buscando una definición objetiva de “persona” y que nos alejen de la posibilidad de definiciones subjetivas o caprichosas acerca de la “persona”. ¿Cuáles son las competencias distintivas de una persona humana?
Para nuestro objetivo, será suficiente aclarar algunas de las facultades que pertenecen a los seres de origen humano. Podemos, por supuesto, ver los poderes y capacidades que los seres humanos tienen en común con otros animales. Tenemos varios deseos biológicos. Nos involucramos en la actividad metabólica, crecemos, procreamos, y evitamos los estímulos dolorosos. Somos conscientes de las cosas fuera de nosotros. Somos capaces de sentir dolor. Experimentamos placer cuando los deseos se cumplen, y tenemos una capacidad de auto-movimiento que se basa en el deseo. Por ejemplo, nuestro deseo de comer (hambre) puede provocar un auto-movimiento cuando detectamos una fruta deliciosa en el árbol.
Los seres humanos, además, tienen competencias superiores incluso a las de los seres más desarrollados, como los sentimientos y la conciencia. Aquí no hay que entrar en el debate sobre si los vertebrados superiores realmente experimentan el amor o simplemente es una forma elevada de afecto. También queremos evitar la cuestión de si los vertebrados superiores son auto-conscientes o simplemente inconscientes. En este momento esto no se podría abordar con mayor veracidad. Por lo tanto, nos limitamos a lo que la mayoría de los filósofos consideran que es una creencia razonable: que los seres humanos parecen estar preocupados por el infinito, lo incondicional y lo perfecto.
Por supuesto, nosotros no podemos decir con toda seguridad que un águila no piensa en el infinito, ni acerca de la verdad, el amor o la belleza. Ciertamente que el águila no demuestra frustraciones por no haber logrado lo perfecto, ni la desesperación por no comprender el amor incondicional, tampoco la ira acerca de no crear una utopía perfecta, ni acerca de la frustración con las paradojas matemáticas del infinito. Su conocimiento de la belleza sublime, de la música parece ser más bien un olvido. Ellos simplemente no demuestran conductas que indican una preocupación por Dios o por el Infinito mismo, para obtener explicaciones y obtener respuestas correctas. Es por lo tanto razonable creer que los seres humanos son únicos los poseedores extraordinarios de estos poderes y características entre la especie vertebrada en esta tierra.
Alguien ha afirmado que cuando animales no humanos han agotado su capacidad frente a peligros biológicos y algunas oportunidades (como el alimento, el refugio, la reproducción, el evitar de dolor y animales de rapiña, e incluso de cariño), duermen. Cuando los humanos se enfrentan a lo mismo, es decir a peligros, retos, oportunidades y son incapaces de enfrentarlos, se hacen preguntas: acerca de su identidad, su destino, sus ideales, acerca del amor óptimo, la verdad incondicional, de un perfecto orden social, de la bondad óptima, de la belleza, se pregunta acerca del Infinito, del Sublime, de lo Místico, del Creador, acerca de Dios. No es simplemente la capacidad de hacer preguntas, es la capacidad de hacer preguntas acerca de lo que es último, incondicional, perfecto, infinito, absoluto y eterno, respecto al amor, la bondad, la verdad, la belleza y el ser. Esto es lo que humanos hacen extraordinariamente diferente en comparación con los otros miembros del reino animal. Por lo tanto es razonable creer que estos poderes y capacidades son característicos a seres de origen humano. Esto, por lo tanto, constituye parte de la definición objetiva de «persona».
También debe ser notado que las actividades y características antes mencionadas están ligadas a metas, ideales y a la perfección de la especie humana. Representan la perfección plena del ser humano. Aristóteles llamó a esto el «to ti en einai» («lo que esta destinado a ser», la “esencia” de las cosas). Llamó esta la mejor definición de una especie. Para Aristóteles, si se quiere descubrir la naturaleza de una cosa, habría que descubrir no sólo las capacidades y actividades sino también esas capacidades exclusivas que representaba el ser en su estado más perfeccionado. Esto constituye el segundo paso en el descubrimiento de la definición objetiva de una cosa (es decir, la perfección de su capacidad).

Los principios que fundamentan la vida humana

Es importante hacer una reflexión filosófica acerca de los Principios que fundamentan la existencia y la vida humana. Existe una confusión acerca de ello, especialmente entre los que se dedican a decidir y a legislar en materia de aborto, de eutanasia, y de otros temas que conciernen a la vida de los seres humanos. Se tiene que partir necesariamente de una definición de “persona”, basada en pruebas objetivas y que nos aleja de la posibilidad de definiciones subjetivas o caprichosas de la “persona”. Esto es de suma importancia ya que esto tiene que ver con la Teoría del Derecho, con la Doctrina y la Teoría Social, además, afecta a la Cultura, a la Educación y a la forma en que nos percibimos y relacionamos unos con otros.
Una definición incompleta de «persona» puede afectar negativamente a las personas y la cultura. Una noción incompleta de «persona» puede llevar a un sesgo o prejuicio, o peor aún, a la negación de la «persona» en algunos en particular o en grupos, incluso en su conjunto. Las consecuencias culturales pueden ir desde la confusión y la depresión, hasta la desigualdad, e incluso generar violencia. Por tanto, es imperativo ir más allá de las definiciones meramente nominales de «persona».
Las Definiciones comienzan con un componente subjetivo, un sistema de etiquetado, de modo que podamos conocer el dato (lo dado), que está representado por una palabra en particular. En este caso, los datos que le dan significado a la palabra «persona», se refieren, evidentemente, a un ser de origen humano. Por supuesto, esto es una generalización abstracta de una amplia gama de experiencias. Esta generalización se inicia en la infancia con las asociaciones entre la palabra «persona» y la experiencia que vive el niño de una serie de fenómenos particulares, concernientes a su experiencia de vida.
Si estamos hablando con niños y les queremos enseñar lo que la palabra «persona» significa, tratamos de transmitirles una serie de presentaciones con el intención de que puedan abstraer una categoría general en el que estas presentaciones puedan llegar a concluir en ellos: «Aquí hay una persona, un hombre. Y también a diferenciar, Hay otra persona, un bebé. Y hay otra persona, una mujer». Después de un tiempo, cuando el niño ha llegado a comprender, empieza a ver que “tal persona» significa una amplia gama de aspectos que tienen un origen humano. El género, la raza, la etapa de desarrollo en que se encuentra no son de particular consecuencias para ser «persona», pero el hecho de tener una madre y un padre humanos, sí es importante. En este punto, el niño se ha formado una definición nominal. Él sabe lo que la comunidad humana en general, entiende por «persona». Es una definición subjetiva. Esto es conveniente para el niño, pero insubstancial para los tribunales, las legislaturas y los que tienen el poder de crear perjuicios o incluso proscribir o negar los derechos.
En lo que se refiere a la “persona”, a lo que hay que llegar es a un proceso de descubrimiento, no de decisión. Estamos tratando de llegar a la naturaleza de algo, una naturaleza que existe en sí misma sin la ayuda de la inteligencia de cualquier otro ser humano o de una definición otorgada por algún poder. Una verdadera definición está orientada hacia el descubrimiento de lo que es, del cómo es, y a lo que estaba destinado a ser. No se trata de decidir estas cosas.
Comenzamos por preguntarnos acerca de las actividades de una cosa y las capacidades de lo que nos mueve desde el reino de las apariencias a la esfera de la naturaleza. Las apariencias no llegan a la naturaleza de las cosas, las actividades y las capacidades sí lo hacen. No nos gustaría decir que “Juan” no es una persona, ya que, como adulto, sólo ha alcanzado una estatura de un metro. Esto es inusual y accidental, ya que Juan podría mostrar la capacidad de realizar actividades humanas o tener la información necesaria para realizar estas actividades. Puede tener capacidades distintivas o actividades propias de los humanos, pero una apariencia irregular (un metro de estatura). Una vez más, no podemos considerar a Juan como persona por cuanto mide, o pesa, o por el color de su piel, de sus ojos o del pelo.
¿Cuáles son las competencias distintivas de una persona humana? Cuáles son las facultades que pertenecen a los seres de origen humano?

Durango, Dgo., 25 de Septiembre del 2011.

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango

Email: episcopeo@hotmail.com

Cumplir la justicia a través de un salario justo

Hoy es un día apropiado para recordar la doctrina del Papa Juan Pablo II, en lo que se refiere a los hombres y mujeres de empresa y la “cuestión del justo salario” y que sigue vigente para nosotros. En el mensaje a los empresarios de nuestro país del 9 de Enero de 1990, en su visita a esta ciudad episcopal, les hacía un fuerte llamado “tenéis una grave responsabilidad respecto a las personas que trabajan en vuestras empresas… existen dos cuestiones importantes en el mundo de la empresa, el trabajo y la actividad económica. Es un campo que los hombres y mujeres de empresa deben plantearse a fondo y en serio. Y como empresarios católicos, no solo tratar el tema desde lo meramente técnico, sino teniendo en cuenta un horizonte mucho más amplio: el ser humano como persona. Los empresarios en la sociedad ocupan un lugar destacado y decisivo para generar empleos y salarios bien remunerados.
La responsabilidad más importante que tienen es la “actitud de servicio al bien común”. Éste afecta a todos. Tal responsabilidad tiene tres ejes fundamentales: las personas que forman parte de las empresas, la sociedad y el medio ambiente. Respecto a las personas, decía el papa, hay dos temas principales: el trabajo y la cuestión del justo salario.
Nos centramos en el tema del justo salario. “Como he escrito en la Encíclica “Laborem Exercens”: no existe en el contexto actual otro modo mejor para cumplir la justicia en las relaciones trabajador-empresario que el constituido precisamente por la remuneración del trabajo” (nº 7). Este es el problema clave de la ética social: la justa remuneración por el trabajo realizado, su salario, hoy es el único modo de cumplir mejor la justicia en las relaciones trabajador-empresario. A través de la remuneración del trabajo, es como los seres humanos pueden acceder a los bienes que están destinados al uso común: tanto los bienes de la naturaleza como los que son fruto de la producción. El salario justo es la verificación concreta de la justicia de todo el sistema socio-económico y de su justo funcionamiento.
“Una justa remuneración por el trabajo de la persona adulta que tiene responsabilidades de familia es la que sea suficiente para fundar y mantener dignamente una familia y asegurar su futuro. Debe recibir un salario familiar. Qué significa ésto? “un salario único dado a la cabeza de familia por su trabajo y que sea suficiente para las necesidades de la familia sin necesidad de hacer asumir a la esposa un trabajo retribuido fuera de casa. Esto puede ser a través de algunas medidas sociales, como subsidios familiares o ayudas a la madre que se dedica exclusivamente a la familia” (Laborem exercens, 19). Hoy que se discute en el Congreso, una reforma a la Ley laboral, el Papa Juan Pablo II y la Iglesia, proponen este principio, y que a la vez es un derecho, como punto de partida para una seria reflexión en materia laboral.
La organización del proceso laboral debe respetar las exigencias de la persona y sus formas de vida, sobre todo de su vida doméstica, teniendo en cuenta la edad y el sexo de cada uno. Es un hecho que las mujeres trabajan en todos los sectores de la vida. Pero es conveniente que ellas puedan desarrollar plenamente sus funciones según la propia índole, sin discriminaciones y sin exclusión de los empleos para los que están capacitadas, y sin perjudicar sus aspiraciones familiares y el papel específico que les compete para contribuir al bien de la sociedad junto con el hombre. “La verdadera promoción de la mujer exige que el trabajo se estructure de manera que no deba pagar su promoción con el abandono del carácter específico propio y en perjuicio de la familia en la que como madre tiene un papel insustituible”.
Es importante reflexionar sobre estas cuestiones, sobre todo en que la situación económica y del mundo del trabajo, está en crisis: desempleo, subempleos, bajos salarios para los trabajadores, no se concretizan las inversiones, crisis de empresas, crisis del sistema económico (sistema capitalista-liberal de oferta-demanda). En la situación que vivimos, ¿es posible este “salario familiar” del que habla el Papa Juan Pablo II?

Durango, Dgo., 18 de Septiembre del 2011.

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango

Email: episcopeo@hotmail.com

Ayudar al enfermo es la ”justicia mas grande” que pide Jesús

La semana del 12 al 16 de septiembre en la cd. de Querétaro, se realizará el VII Curso sobre la Pastoral de la Salud con el tema la “Espiritualidad del Agente de la Pastoral de la Salud”. Ahí mismo realizaremos el XI Encuentro del Consejo Nacional de la Dimensión de la Pastoral de la Salud. Es un encuentro anual, en que muchos de los agentes de la pastoral de la salud de reúnen para estudiar, convivir, ponerse al día sobre el llamado del Señor a seguir trabajando por los enfermos, “una diaconía de la caridad, que es central en la misión de la Iglesia”.
El Santo padre Benedicto XVI nos ha recordado la importancia de la atención y el cuidado de la salud, como un derecho inalienable. “La salud es un bien precioso para la persona y la colectividad que hay que promover, conservar y tutelar, dedicando medios, recursos y energías necesarias para que más personas puedan acceder a ella… Es necesario trabajar con mayor empeño a todos los niveles para que el derecho a la salud se haga efectivo, favoreciendo el acceso a los cuidados sanitarios primarios”.
Estamos llamados a inclinarnos como el Buen Samaritano hacia el hombre herido abandonado al lado del camino y realizar esa “justicia más grande” que Jesús pide a sus discípulos y lleva a cabo en su vida, porque el cumplimiento de la ley es el amor. La parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37), es fuente de inspiración para los agentes de la Pastoral de la Salud. Lo ha sido para muchos hombres y mujeres que han entregado su vida a este apostolado.
¿Cuáles son los aspectos más fascinantes del Buen Samaritano? A la pregunta planteada a Jesús por un doctor de la Ley sobre qué debía hacer para heredar la vida eterna, el Señor le hace referencia al mandamiento sobre el amor a Dios y al prójimo. ¿Y quien es mi prójimo? La respuesta de Jesús es la parábola del Buen Samaritano, en la que invierte los roles de la persona herida y de la persona que proporciona la asistencia. Superficialmente se esperaría que en la conclusión de la parábola el hebreo herido fuese el prójimo del Samaritano (el que lo ayuda). Jesús no concluye así, invierte los papeles. El prójimo no es la persona en peligro que tiene necesidad de la asistencia, sino aquel que lleva ayuda.
La persona que asiste al otro, tiene la tendencia de ponerse a sí mismo en el centro del círculo, viendo al enfermo como prójimo que necesita asistencia. La parábola invita a todos los agentes de pastoral a que inviertan sus roles: verse no a sí mismos, sino al enfermo que está en el centro. No a ver al enfermo como objeto, sino como sujeto del cuidado médico, de quien se hace prójimo como sujeto de amor por él.
La razón del Samaritano para ayudar al herido es que, al verlo, tiene compasión de él. No es algo superficial, es algo muy profundo, toca lo íntimo del Samaritano y lo impulsa a actuar: curar las heridas de la víctima, llevar a una posada donde podrá curarse hasta que esté sano y pueda retomar su viaje. La verdadera compasión necesaria para hacerse prójimo del enfermo implica que uno está en la capacidad de ponerse en la situación que está viviendo. Esto exige experiencia y madurez, así el Agente de Pastoral de la Salud tendrá la capacidad de mirar el propio sufrimiento y las propias imperfecciones e integrarlas en su vida.
Otro elemento importante es que el Samaritano es custodio o protector del hombre herido. El Agente de Pastoral de la Salud esta llamado a seguir a Jesús en el modelo del Samaritano y ser custodios de los hermanos enfermos. Esto excluye todo paternalismo, pero implica un pleno respeto por la libertad del enfermo.

Durango, Dgo., 11 de Septiembre del 2011.

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango

Derechos Humanos y Doctrina Social de la iglesia III

La 3ª Etapa de la evolución del pensamiento de la Iglesia respecto a los derechos humanos, inicia con el pontificado del Papa Juan XXIII (1958-1963). Su Encíclica Pacem in Terris (1963), considerada su testamento espiritual, constituye la primera vez en la historia de la Iglesia que los derechos humanos son tratados formalmente en una encíclica. Ahí afirma que los derechos tienen su fundamento en la dimensión personal del ser humano y en la verdad revelada según la cual el hombre ha sido redimido por Cristo, hecho Hijo de Dios, amigo suyo y heredero de la gloria. Enumera los derechos y pasa a los deberes, pues no se puede hablar de unos y olvidar los otros. Presenta los derechos del hombre como aquellos “que respetan la dignidad de las personas y por ello son derechos universales, inviolables e inalienables” (nº 145). Este Papa menciona positivamente la Declaración de la ONU de 1948 aunque expresa algunas reservas.
El Concilio Vaticano II (1962-1965), nos ofrece un intento de exposición sistemática de los derechos Humanos. La Gaudium et spes (1965) afirma: “La Iglesia, en virtud del evangelio que se le ha confiado proclama los derechos del hombre y reconoce y estima en mucho el dinamismo de la época actual, que está promoviendo por todas partes tales derechos” (nº 41). En dicho documento, tras constatar la mayor conciencia de la dignidad de la persona humana, de sus derechos y deberes, pide que se facilite al hombre lo que necesita para una vida verdaderamente humana: alimento, vestido, etc. (nº 26), dimensiones que más tarde la Organización Mundial de la Salud elevará a categoría de normativa para todos los hombres.
No solamente enumera varios derechos sino que proclama su actitud positiva de esta realidad actual: “La Iglesia, pues, en virtud del evangelio que se le ha confiado, proclama los derechos del hombre y reconoce y estima en mucho el dinamismo de la época actual, que está promoviendo por todas partes tales derechos” (nº 41).
El Papa Pablo VI (1963-1978), continúa el camino del Concilio subrayando los derechos sociales del hombre. En la Octogésima Adveniens (1971) lamenta que los derechos del hombre, aceptados en los acuerdos internacionales, “permanecen todavía con frecuencia desconocidos, y burlados, o su observación es puramente formal”. La Encíclica Populorum progressio (1967), es una solemne denuncia de las arbitrariedades e injusticias, fruto de las desigualdades entre los pueblos y de los hombres entre sí, pecado que se puede redimir propiciando un desarrollo solidario de toda la humanidad en la conciencia de una verdadera comunidad. También el Sínodo de 1974, al conmemorar el décimo aniversario de la Pacem in Terris y el veinticinco de la declaración de los Derechos Humanos, formula un mensaje final sobre tales derechos entre los que señala aquellos que están más amenazados en la actualidad.
En el Magisterio Social Latinoamericano plasmado en el Documento de Puebla (1979), los obispos comparten con su pueblo las angustias que brotan de la violencia de lo más íntimo e inefable, sus derechos (nº 40-90), y por eso la Iglesia sume su defensa y se hace solidaria con los que los promueven y condena formalmente todo menosprecio, reducción y atropello de las personas y de sus derechos. La iglesia no puede olvidar que todos los aspectos de la vida humana que forman parte del hombre, esencial o circunstancialmente, están dentro de la Evangelización. Por ero, ésta debe ser integral y no puede olvidar los derechos humanos (nº 337-338).
El Papa Juan Pablo II, ahora Beato, sale continuamente en defensa de los derechos del hombre siendo una de las preocupaciones principales de su acción pastoral. En el aspecto concreto y conceptual de los Derechos Humanos, los vincula al Bien Común. En Laborem exercens (1981), afirma que el trabajo es el camino por el cual el hombre realiza su “dominio” que le es propio sobre el mundo visible y aún cuando el hombre rompió la alianza original con Dios, esto no revocó la intención fundamental con que Dios lo había creado a su Imagen y Semejanza. El respeto del vasto conjunto de los derechos del hombre, constituye la condición esencial para la paz del mundo. En Solicitudo rei socialis (1987) afirma, ante el panorama negativo del desarrollo real en el mundo actual, que un signo positivo es “la plena conciencia, en muchísimos hombres y mujeres, de su propia dignidad y de la de cada ser humano. Esta conciencia se expresa, por ejemplo, en una viva preocupación por el respeto de los derechos humanos y en el más decidido rechazo de sus violaciones” (nº 26).
El Papa Benedicto XVI en sus dos grandes Encíclicas Deus caritas est (2005) y Spe salvi (2007), reivindica el centralismo de la persona, como portadora de derechos humanos, respecto a la fuerza intervencionista de los estados y en pro de favorecer la participación social situando de esta manera los Derechos Humanos en el marco de la sociedad civil y de la dignidad de la persona frente a la apropiación de dichos derechos por parte de los parlamentos o del poder ejecutivo.
El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia presenta los Derechos Humanos como una parte del capítulo dedicado a “la persona humana y sus derechos”. En este horizonte habla del valor de los derechos humanos afirmando que “el movimiento hacia la identificación y la proclamación de los derechos del hombre es uno de los esfuerzos más relevantes para responder eficazmente a las exigencias imprescindibles de la dignidad humana” (nº 152) ya que la raíz de estos derechos ha de buscarse en la dignidad que pertenece a todo ser humano (nº 153).
Frente a una de las tendencias de los intervencionismos actuales recuerda que “la fuente última de los derechos humanos no se encuentra en la mera voluntad de los seres humanos, en la realidad del Estado o en los poderes públicos, sino en el hombre mismo y en Dios su Creador” (nº 153).
La Doctrina Social de la Iglesia ha enseñado siempre que los derechos humanos son universales y complementarios entre sí. Es decir, se aceptan todos o ninguno. Esta unidad de los derechos humanos se justifica desde la unidad de la persona humana, la cual se funda a su vez sobre la vocación de Dios a ser su imagen. Las ideologías separan unos derechos de otros. La razón y la fe cristiana no los separan. Por otra parte el derecho de libertad religiosa y el derecho a la vida tienen la particularidad de señalar esta unidad del entero sistema de los derechos, ya que engloban a la estructura global de la persona humana.

Durango, Dgo., 28 de Agosto del 2011.

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango

Derechos Humanos y Doctrina Social de la iglesia II

Una 2ª Etapa de la evolución del pensamiento de la Iglesia respecto a los Derechos Humanos, inicia con el Papa León XIII (1878-1903) y termina con el Pontificado de Pío XII en 1958. León XIII comienza la conciliación de la Iglesia con las ideas del liberalismo democrático. Este Pontífice comprendió que una de sus más urgentes e importantes tareas consistía en propiciar un clima de mejor entendimiento con el nuevo ordenamiento político para reclamar un sitio apropiado en la sociedad para Dios y la Iglesia. Sus encíclicas servirán de base al Magisterio de los posteriores Pontificados.
En 1891, el Papa León XIII publica su Encíclica Rerum Novarum, considerada la Carta Magna del Orden Social, como respuesta a los conflictos ocasionados por las injusticias fruto del liberalismo que postraba en la miseria a los obreros. En esta Carta el Papa recuerda a los patrones y ricos que hay que respetar la dignidad personal de los obreros y no verlos como esclavos, pues su racionalidad y religiosidad hablan de su dignidad. El principal deber de cada patrón es el dar a cada uno lo que es justo y no abusar del trabajo del obrero, defraudando el salario que se les debe, por medio de la usura, “pues este es un gran crimen que clama al cielo venganza”. Por su parte el Estado debe velar por el Bien Común, dirigiendo las acciones colectivas, cuidando la prosperidad de la nación en los diversos órdenes, y los intereses del obrero, promoviendo la práctica de la justicia y amparando al más débil e indefenso.
El Papa León XIII publica en 1885, la Encíclica Immortale Dei en ésta expone de forma más completa y con mayor rigor sistemático la concepción cristiana de la Autoridad y del Estado. Inicia la recuperación de los derechos humanos con una apertura y aceptación de las instituciones e ideas del nuevo mundo social y político. El papa insiste en la centralidad de la religión en la sociedad y sobre un ordenamiento en las relaciones entre la Iglesia y el Estado; tiene una oposición contra el agnosticismo liberal y contra el falso concepto de libertad, exaltada hasta tal punto de suprimir cualquier criterio de distinción (en la vida pública) entre lo verdadero y lo falso, entre el bien y el mal. Así enfrenta varios problemas que derivan de esto: la libertad de pensamiento, de culto, las reformas sociales, la participación de los católicos en el gobierno del Estado, la libertad de opciones para los católicos entre varias formas de constitución y de gobierno, etc.
El Papa Pío XI, en la cuestión de los derechos humanos, se destaca por la publicación el 15 de mayo de 1931 de la segunda gran Encíclica de la Doctrina Social de la Iglesia: la Quadragesimo anno sobre la restauración del orden social, en donde reafirma con claridad el derecho a la propiedad privada, “hay que evitar con todo cuidado dos escollos contra los cuales se puede chocar. Pues, igual que negando o suprimiendo el carácter social y público del derecho de propiedad, se incurre en el peligro de caer en el individualismo; rechazando o disminuyendo el carácter privado e individual de tal derecho, se va necesariamente a dar al colectivismo o, por lo menos a rozar con sus errores…”
Pío XI publica otras encíclicas en contra de los nacientes regímenes totalitarios: La Encíclica Mit Brennender sorge (1937), sobre la situación de la iglesia católica en el Reich alemán, donde reafirma el derecho a la libertad religiosa y el derecho de los padres a la educación de los hijos. La Encíclica Divini Redemptoris (1937) sobre el comunismo ateo (socialismo marxista) en donde escribe sobre los derechos fundamentales del hombre “Dios ha enriquecido al hombre con múltiples y variadas prerrogativas: el derecho a la vida y a la integridad corporal; el derecho a los medios necesarios para su existencia; el derecho de tender a su último fin por el camino que Dios le ha señalado; el derecho, finalmente, de asociación, de propiedad y del uso de la propiedad”.
El Papa Pío XII y sus largos 37 años de Pontificado (1939-1958), fueron marcados por la Segunda Guerra Mundial, la consolidación de la Unión Soviética, la expansión del comunismo al Este de Europa y China, el conflicto de Corea y la llamada guerra fría. Todo esto explica que el Magisterio social de Pío XII sea preferentemente sobre cuestiones políticas.
La contribución más esencial de Pío XII sobre los derechos humanos está constituida por sus Radiomensajes. Se destacan el Radiomensaje de Navidad de 1942 sobre el orden interior de las naciones, donde afirma el derecho a la participación política y acceso a cargos públicos, el derecho a la defensa jurídica, derecho a la propiedad, derecho a la libertad de pensamiento, ce conciencia y manifestación religiosa, derecho al trabajo, etc. El Radiomensaje de Navidad de 1944, sobre el problema de la democracia, reconoce diez derechos fundamentales e insta a la creación de un organismo internacional que los proteja para lograr la paz. Los Radiomensajes pueden ser considerados como antecedentes de la creación de la ONU el 26 de junio de 1944 y de su posterior Declaración Universal de los Derechos del Hombre de 1948.

Durango, Dgo., 21 de Agosto del 2011.

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango

Derechos Humanos y Doctrina Social de la iglesia I

Vivimos inmersos en una cultura, en la que poco a poco se ha hecho conciencia de los derechos humanos, pero que aún no llega a formar parte de la vida cotidiana de la sociedad. En otras partes del mundo existe una cultura de los derechos humanos que es universal tanto en su fundamentación y su contenido como en su desarrollo normativo. El tema de los derechos humanos es siempre importante en la conformación del entramado social y además en la construcción de la vida democrática.
Hace unas semanas en el Estado de Durango se realizó el cambio del responsable de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, un hecho que desató comentarios en todos los sentidos, especialmente hacia la figura de quien fue nombrado nuevo responsable. La realidad es que “en Durango no se respetan los Derechos Humanos”, así se ha afirmado constantemente. Los hechos lo constatan: la situación de los Centros de Reinserción (Penales) en Durango. Todo lo que ha acontecido en el Centro nº 1 de Durango y en el de Gómez Palacio y que no se ha aclarado, y siguen sucediendo muertes, “suicidios”, etc. La misma CNDH afirmó “hay indolencia, falta de preocupación y desatención de las autoridades, ante el riesgo que se vive en los penales”; la delincuencia organizada; las quejas contra las instituciones policiales federales y estatales y del Ejército, solo en el 2010 fueron casi 200. Son solo algunas muestras de la realidad que vivimos.
Estamos inmersos en una cultura que transgrede los derechos humanos de manera sistemática, no sólo en el plano individual, sino también en el estructural e institucional, a veces con el silencio e incluso con la colaboración necesaria de los organismos nacionales, regionales e internacionales encargados de velar por su cumplimiento, la mayoría de las veces para proteger los intereses del Imperio y de las empresas multinacionales bajo el paraguas de la globalización neoliberal. Pareciera que los derechos humanos son todavía la asignatura pendiente o la utopía del siglo XXI.
El neoliberalismo niega toda fundamentación antropológica de los derechos humanos, los priva de su universalidad, al aceptarlos, busca solo la defensa de sus intereses, y establece una base y una lógica puramente económicas para su ejercicio, la del poder adquisitivo. En la cultura neoliberal los derechos humanos tienden a reducirse al de propiedad. Quienes son propietarios, quienes detentan el poder económico, son sujetos de derechos; el resto, no.
Qué nos dice la Doctrina Social de la Iglesia respecto a los Derechos Humanos? El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia dice: “El movimiento hacia la identificación y la proclamación de los derechos del hombre es uno de los esfuerzos más relevantes para responder eficazmente a las exigencias imprescindibles de la dignidad humanos. La Iglesia ve en estos derechos la extraordinaria ocasión que nuestro tiempo ofrece para que, mediante su consolidación, la dignidad humana sea reconocida más eficazmente y promovida universalmente como característica impresa por Dios Creador en su criatura. El Magisterio de la Iglesia no ha dejado de evaluar positivamente la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, proclamada por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, que Juan Pablo II ha definido « una piedra miliar en el camino del progreso moral de la humanidad”(nº 152).
Los derechos humanos, llamados también libertades civiles, derechos naturales, inalienables o fundamentales del hombre, quedaron jurídicamente reconocidos por los modernos Estados nacionales que surgen históricamente como resultado de la Independencia de los Estados Unidos de América, en 1776, y la Revolución Francesa, en 1789. La Iglesia Católica, desde una primera actitud negativa ante el nuevo ordenamiento jurídico-político, lo acepta después de una evolución gradual que termina reconociendo los derechos humanos como fundamentos de la Doctrina Social de la Iglesia. Se pueden constatar tres etapas en esta evolución del pensamiento de la Iglesia.
1ª Etapa. Las persecuciones y los serios conflictos políticos, económicos y sociales surgidos entre la Iglesia Católica y la Revolución Francesa y los demás Estados europeos que se unen a las ideas liberales democráticas, laicas y anticlericales proclamadas por los revolucionarios franceses, justificaron la actitud inicial de rechazo que adoptara la Iglesia Católica.
Esta posición de la Iglesia adversa al liberalismo democrático va a perdurar a lo largo de todo el siglo XIX. Durante este período se expanden y consolidan las libertades de la Declaración de los Derechos del Hombre. Como dato histórico cabe señalar que fueron incorporadas a la Revolución Francesa de 1789, a petición del Marqués de Lafayette, quien por haber participado en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos llevó al seno de la Asamblea Constituyente Francesa, los principios que trece años antes habían inspirado la Declaración de Independencia Norteamericana.
La actitud de la Iglesia Católica se constata en la encíclica “Mirare vos” del Papa Gregorio XVI (1832), en la que el papa arremete contra el indiferentismo religioso. El Papa Pío IX, se vio envuelto en las convulsiones sociales y políticas de su tiempo que culminaron con el fin de los Estados Pontificios. Las ideas de este Papa se expresaron en la encíclica “Quanta cura” y el Syllabus (1964), donde compiló todos los errores del liberalismo enfrentando así a la Iglesia con la nueva mentalidad liberal democrática. Entre los ochenta errores catalogados, condenaba que «El Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y transigir con el progreso, con el liberalismo y con la civilización moderna».

Durango, Dgo., 14 de Agosto del 2011.

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango