El anuncio de la próxima beatificación del Papa Juan Pablo II ha provocado profunda alegría y regocijo en nuestro pueblo mexicano, y a nosotros especialmente por el recuerdo de su visita a nuestra Arquidiócesis en mayo de 1990. Nos ha dejado muchas cosas: el recuerdo de su personalidad, su testimonio de fe, su capacidad de comunicación con todos, pero especialmente sus mensajes.
En la Arquidiócesis de Durango, tuvo un encuentro con empresarios de todo el país a quienes animó a conocer y profundizar en la Doctrina Social de la Iglesia, donde podrán encontrar “principios suficientes que tendrían que ser llevados a la práctica por una economía justa”; fue al Centro de Readaptación Social y animó a los presos “Dios quiera que mi visita pastoral a México os haga sentir de modo más vivo que sois parte integrante de vuestra grande patria mexicana y cristiana. Que este tiempo de privación de libertad no debilite los lazos que os unen con vuestras familias y con vuestros conciudadanos, sino que estimule en vosotros el deseo de contribuir más eficazmente en la construcción de un país más laborioso, justo y fraterno”; en una celebración de la Eucaristía realizó Ordenaciones sacerdotales, a ellos les dijo: “¡Vosotros sois los sacerdotes de la última década del segundo milenio! ¡Vosotros sois los sacerdotes de una nueva etapa de esperanza para México! Sed siempre testigos de la verdad, de la justicia, del amor, especialmente hacia los más necesitados”.
Volvamos al Mensaje a los empresarios. Se encuadra en los acontecimientos que habían sucedido a finales de 1989, a los cuales hace alusión el Santo Padre. En la Encíclica que publicó en 1991 “Centesimus annus”, para conmemorar el centenario de la Encíclica “Rerum novarum”, dedica todo un capítulo para hablar sobre esos acontecimientos: las causas y las consecuencias de la caída de regímenes dictatoriales y opresores en Europa, en América Latina, en África. En Europa del este se verifica la caída del socialismo marxista en Polonia, en Hungría, la caída del Muro de Berlín, en Checoslovaquia. En varias ocasiones, en homilías, mensajes, el Papa ya preparaba este balance que hace del fracaso del socialismo marxista.
En Durango, en mayo de 1990 habla de ello: “Los acontecimientos de la historia reciente… han sido interpretados, a veces de modo superficial, como el triunfo o el fracaso de un sistema sobre otro; en definitiva, como el triunfo del sistema capitalista liberal. Determinados intereses quisieran llevar el análisis al extremo de presentar el sistema que consideran vencedor como el único camino para nuestro mundo, basándose en la experiencia de los reveses que ha sufrido el socialismo real, y rehuyendo el juicio crítico necesario sobre los efectos que el capitalismo liberal ha producido, por lo menos hasta el presente, en los países llamados del Tercer Mundo”. Ante el fracaso del socialismo real, el capitalismo liberal no es el único camino que queda, al contrario, siendo críticos, el capitalismo liberal es tan nocivo como el socialismo marxista, solo hay que mirar a los países del tercer mundo. No se trataba de un “triunfo del capitalismo”, al menos el Papa no se dejó impresionar por ello, al contrario hizo ver las insuficiencias del capitalismo, como también sus consecuencias sociales negativas.
La doctrina social de la Iglesia no condena una teoría económica así nada más, por lo tanto el análisis que hace del socialismo marxista como el capitalismo liberal, lo realiza en base a los principios de la ética cristiana. Solo “da un juicio sobre los efectos de su aplicación histórica, cuando de alguna forma es violada o puesta en peligro la dignidad de la persona”. La Iglesia, de acuerdo a su misión profética “alienta la reflexión crítica sobre los procesos sociales”, teniendo siempre como punto de mira la superación de situaciones no plenamente conformes con las metas trazadas por el Señor de la creación. No hace una simple crítica social. Corresponde a sus miembros (los laicos), en especial a los empresarios católicos, los expertos en los diversos campos del saber, “continuar la búsqueda de soluciones válidas y duraderas que orienten los procesos humanos hacia los ideales propuestos por la Palabra revelada”.
Durango, Dgo., 20 de Marzo del 2011.
+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
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