Homilía Domingo I de Cuaresma 17 febrero 2013

Jesús guía en el camino de la vida

             Con el Miércoles de Ceniza, abrimos un nuevo caminar hacia la Pascua. E inmediatamente, la Palabra de Dios nos presenta a Jesús, enseñándonos cómo luchar en el camino de la vida cristiana. “Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán y conducido por el mismo Espíritu, se internó en el desierto, donde permaneció donde permaneció por cuarenta días y fue tentado por el diablo”. Los Evangelios sinópticos hacen de las tentaciones un paradigma de toda la vida de Jesús, pero S. Lucas sólo lo limita a los cuarenta días y a la última tentación en Jerusalén, añadiendo que el diablo se alejó de Él para regresar al tiempo fijado. Esto dice que los cuarenta días sólo fueron un primer intento y que el encuentro final será en Jerusalén durante la pasión.

             También es propio de S. Lucas el contexto de las tentaciones, no después del Bautismo como en Marcos y Mateo, sino luego de la genealogía de Jesús, que en forma ascendente: se remonta hasta el comienzo de la humanidad: Jesús, el nuevo Adán, es tentado como todo hombre, en la primera tentación en la concupiscencia de la carne, respondiendo “está escrito no sólo de pan vive el hombre”; en la segunda tentación  en la concupiscencia de la vista, respondiendo “está escrito: adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo servirás”;  en la tercera tentación, tentado en la soberbia de la vida, respondiendo: “también está escrito: “no tentarás al Señor tu Dios”: Jesús sale victorioso por su adhesión a la Palabra de Dios.

             La Cuaresma nos propone el empeño de escuchar la Palabra de Dios, de la conversión, de la oración, de la caridad fraterna, porque, en un continuo pasar hacia la vida nueva, la Iglesia descubre el sentido de su propia vocación y de su pertenencia al Señor. Todo momento está marcado por este empeño; pero el tiempo cuaresmal tiene una eficacia particular porque en las señales de la comunidad que se convierte, es memoria viva y actual del camino pascual de Cristo y de su “sí” a la voluntad del Padre celestial.

                       Hay tiempos de la vida en que se imponen elecciones decisivas: en el trabajo, la profesión, la familia, la orientación de los hijos, o más radicalmente aún en el planteamiento personal ante los valores o los antivalores. Para los creyentes, el Bautismo ha sido la elección fundamental por Cristo, o sea, la aceptación de criterios evangélicos de vida.

                       Pero, viviendo en el mundo, es inevitable respirar la atmosfera ambiental y sufrir sus influjos negativos: como la atracción a recurrir a mitos de aprovechamiento, de la producción o del consumo, a fundamentar la vida más en el tener que en el ser. El atractivo de estas perspectivas fascinantes llega fácilmente a determinar las decisiones, especialmente si falta una lucida capacidad crítica. Contraponiendo toda manipulación de la verdad y desenmascarando todo engaño humano, la Palabra de Dios se levanta como criterio de juicio y gracia liberadora.

             Hoy, S. Lucas nos presenta a Cristo como nuevo Adán, cabeza de una humanidad nueva, que experimenta en el desierto la incertidumbre de caer en la tentación del prestigio humano y del éxito fácil o guiarse de la Palabra del Padre celestial. Su elección es por la parte más incomoda, esto es de la parte de Dios y permanece fiel a su identidad de Hijo. Para Él, aparte del Padre, no hay otros señores que ameriten adoración y servicio. A las insinuaciones del tentador y a la tentación del poder, Jesús ratifica su fidelidad al proyecto del Padre. El primado de Dios no intenta mortificar al hombre, mira a salvaguardar la libertad y la dignidad. Vayamos pues y hagamos eco  a las palabras de Jesús después de las tentaciones: “está escrito: no sólo de pan vive el hombre… está escrito: sólo te postrarás ante el Señor tu Dios, y a Él adorarás… se ha dicho: no tentarás al Señor tu Dios”.

AMEN.

                                                                                                   Héctor González Martínez

        Arz. de Durango     

 

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