EPISCOPEO: «La ayuda material es caridad cuando es fruto del amor de Cristo recibido y compartido»

En estos momentos tan importantes que vivimos como Iglesia Católica, debemos profundizar en nuestro ser de cristianos. El Año de la Fe, que la Iglesia celebra en estos momentos, nos invita a una auténtica conversión a nuestro Señor Jesucristo, único Salvador del mundo. Acogiendo por medio de la fe la revelación del amor salvífico de Dios en nuestra vida, toda nuestra existencia está llamada a modelarse sobre la novedad radical introducida en el mundo por la resurrección de Cristo.

La fe es una realidad viva que es necesario descubrir y profundizar sin cesar, para que pueda crecer. Es ella la que debe orientar la mirada y la acción del cristiano. Porque ella es un nuevo criterio de inteligencia y acción que cambia toda la vida del hombre.

El Año de la Fe es una ocasión propicia para intensificar el testimonio de la caridad: “La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino.

Para vivir este testimonio de la caridad, es indispensable el encuentro del Señor que transforma el corazón y la mirada del hombre. Es el testimonio del amor de Dios por cada uno de nuestros hermanos en humanidad lo que da el auténtico sentido de la caridad cristiana. Ella no se puede reducir a un simple humanismo o a una empresa de promoción humana. Toda obra de caridad auténtica es entonces una manifestación concreta del amor de Dios por los hombres y así se convierte en anuncio del Evangelio.

            En “Caritas in Veritate”, el Papa Benedicto XVI (nums. 2-6), nos orienta sobre la caridad: La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia. Todas las responsabilidades y compromisos trazados por esta doctrina provienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley (Mt 22,36-40). Ella da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo. Para la Iglesia la caridad es todo porque, “Dios es caridad” (1 Jn 4,8.16): todo proviene de la caridad de Dios, todo adquiere forma por ella, y a ella tiende todo. La caridad es el don más grande que Dios ha dado a los hombres, es su promesa y nuestra esperanza.

La caridad es amor recibido y ofrecido. Es “gracia” (cháris). Su origen es el amor que brota del Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo. Es amor que desde el Hijo desciende sobre nosotros. Es amor creador, por el que nosotros somos; es amor redentor, por el cual somos recreados. Es el Amor revelado, puesto en práctica por Cristo (Jn 13,1) y derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo (Rm 5,5). Los hombres, destinatarios del amor de Dios, se convierten en sujetos de caridad, llamados a hacerse ellos mismos instrumentos de la gracia para difundir la caridad de Dios y para tejer redes de caridad.

La doctrina social de la Iglesia responde a esta dinámica de caridad recibida y ofrecida. Es “caritas in veritate in re sociali”, anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad. Dicha doctrina es servicio de la caridad, pero en la verdad. La verdad preserva y expresa la fuerza liberadora de la caridad en los acontecimientos siempre nuevos de la historia. Es al mismo tiempo verdad de la fe y de la razón, en la distinción y la sinergia a la vez de los dos ámbitos cognitivos.

El desarrollo, el bienestar social, como solución adecuada de los graves problemas socioeconómicos que afligen a la humanidad, necesitan esta verdad. Y necesitan aún más que se estime y dé testimonio de esta verdad. Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia y responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como los actuales.

La Caridad en la Verdad es el principio sobre el que gira la doctrina social de la Iglesia, un principio que adquiere forma operativa en criterios orientadores de la acción moral, particularmente en dos de ellos, requeridos de manera especial por el compromiso para el verdadero desarrollo social: la justicia y el bien común.

            La cuaresma que iniciamos es un tiempo propicio para practicar y concretar los gestos de caridad cristiana hacia el prójimo, hacia el más necesitado.

 

Durango, Dgo., 17 de Febrero del 2013                   + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                         Obispo Auxiliar de Durango

                                                                                      Email: episcopeo@hotmail

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