LA CARIDAD EN LA VERDAD XIII
La lógica mercantil no es suficiente para resolver todos los problemas sociales de la actividad económica, debe estar ordenada a la consecución del bien común, éste es responsabilidad de la comunidad política. Por tanto, separar la gestión económica de la acción política, es causa de graves desequilibrios.
La actividad económica no es antisocial, por esto el mercado no es el campo donde el más fuerte destruye o domine al más débil. La sociedad no debe protegerse del mercado. Cuando el mercado se orienta en sentido negativo, no es por sí mismo, sino por cierta ideología que lo guía hacia allá. Así, la economía y las finanzas pueden ser mal utilizadas cuando quien los gestiona lo hace de manera egoísta. Así se transforman medios de por si buenos en perniciosos. Esto lo produce la razón oscurecida del hombre, no el medio en cuanto tal.
Se pueden vivir relaciones auténticamente humanas de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, dentro de la actividad económica, esto lo ha afirmado constantemente la Doctrina Social de la Iglesia. El sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad el hombre, y por esto, debe ser articulada e institucionalizada éticamente.
El gran desafío que tenemos es mostrar que no solo no se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la transparencia, la honestidad y la responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria. Es una exigencia del hombre en el momento actual, pero también es una exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo.
La Doctrina Social de la Iglesia ha sostenido que la justicia afecta a todas las fases de la actividad económica y tiene que ver con el hombre y sus derechos. Toda la actividad económica tiene consecuencias de carácter moral. Es necesario que en el mercado se dé cabida a actividades económicas de sujetos que optan libremente por ejercer su gestión movidos por principios distintos al del mero beneficio, sin renunciar por ello a producir valor económico. Muchas iniciativas de este tipo vienen son de grupos religiosos y laicos y demuestran que en verdad esto es posible.
En la globalización, la economía refleja modelos competitivos vinculados a culturas muy diversas entre si, esto lleva a que el comportamiento económico y empresarial que se desprende de ello, tiene en común el respeto de la justicia conmutativa. Sin dudad, para ello, es necesario el contrato para regular las relaciones de intercambio. Pero también necesita leyes justas y formas de redistribución guiadas por la política, además de obras caracterizadas por el espíritu del don.
Durango, Dgo. 11 de octubre del 2009.
+ Héctor González Martínez
Arz. de Durango