Triduo de Desagravio

“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (GS 1). La Iglesia pues, vive en medio de los ambientes y situaciones en que se desenvuelve la vida de los hombres; con ellos se alegra o sufre las situaciones favorables o desfavorables.
En consecuencia, nuestra Iglesia Local, ante los sucesos de violencia e inseguridad y el subsiguiente nerviosismo que sienten los habitantes de las poblaciones duranguenses y zacatecanas de nuestra Arquidiócesis, quiere orar oficial y públicamente presentando la compunción de nuestros corazones e implorando paz y serenidad de lo alto. También es necesario orar en comunión por nuestras autoridades civiles a todo nivel, en su difícil cometido de guardar el orden y de hacer justicia.
Por ello, estoy convocando a Pastores y fieles todos a un Triduo de expiación por los hechos violentos que han sucedido en poblaciones de nuestra Arquidiócesis. Les convoco a gemir y clamar comunitariamente, pidiendo a Dios la compasión y la misericordia de su brazo poderoso y nos libre de estos males. Les convoco a culminar el Triduo, caminando en procesión desde los distintos rumbos de la Ciudad, por Decanatos, concentrándose frente a Catedral, para presentar a Dios nuestra vergüenza por la violencia que se ha generado y a la vez implorar el amor misericordioso de Jesús sobre buenos y malos, justos y pecadores, miembros todos de la Arquidiócesis.
Encomiendo al Vicario Regional de Pastoral, a los Decanos, Párrocos y Capellanes, a promover y organizar el Triduo de Desagravio: 1.- El viernes 20: día de ayuno y por la tarde: rezar en los templos y en los hogares la Coronilla al Sr. de la Misericordia. 2.- Todas las Parroquias que cuentan con la Adoración Nocturna Mexicana promuevan sus Secciones para que, invitando a los demás fieles, el sábado 21, realicen en sus Parroquias una Vigilia Extraordinaria de expiación. 3.- El domingo 22: Decanos, Párrocos, Comunidades Religiosas y Grupos Apostólicos promuevan y organicen a los fieles a peregrinar a las 5 de la tarde para llegar a Catedral a las 6 donde celebraremos la Palabra. La inspiración será, caminar en procesión, desde los Decanatos hasta Catedral portando imágenes del Sr. de la Misericordia, rezando y cantando conforme a esta devoción ú otras imágenes y devociones.
El Decanato Guadalupe se congregará en el atrio del Santuario; el Decanato Sta. Teresita en el atrio de Fátima; el Decanato S. Juan Bautista en el atrio de Analco; el Decanato de Cristo Rey en el estacionamiento de Cristo Rey; el Decanato S. Mateo Correa en el estacionamiento del Centro Comercial City Club. Los fieles porten alguna prenda blanca. Ojalá que entre todos, logremos sacar a los fieles de su descanso dominical para congregarnos en una plegaria comunional y solidaria con el pulso del pueblo.
Un evento no basta; es necesario que, todos prolonguemos los ruegos e intercesiones a favor de la sociedad de la que formamos parte responsable. Es preciso que todos hagamos un serio esfuerzo de conversión del corazón y de las actitudes, sobre todo conversión al amor de Dios y al amor del prójimo.
“Ojalá escuchéis hoy su voz, no endurezcáis el corazón, como el día de Masá en el desierto, cuando vuestros padres me tentaron y dudaron de mí aunque habían visto mis obras” (Salmo 94, 7-9).
Durango, Dgo. 15 de junio del 2008.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango

Las Ideologías Modernas

En adelante, nos referiremos a las principales ideologías políticas del liberalismo, del nacionalismo, del marxismo y del cientismo.
Para ello, hay que contar con algunas definiciones o descripciones sobre ideología, empezando por ideología como un sistema de ideas simplificado para el uso de la masa, con fines de conquista y ejercicio del poder. Se caracteriza por elementos preconstituidos, por un esquematismo vago y abstracto, por una intensa carga afectiva y emotiva ligada a conceptos abstractos, por una visión reduccionista de la naturaleza humana y por un elemento utópico como elemento escatológico secularizado.
Otras definiciones de ideología ayudan a comprender: es el producto de una relación de dominio social y elemento estructural permanente de la historia de las sociedades humanas; es un sistema de creencias recibido por los miembros de una colectividad, orientada a la integración de la misma colectividad; es un sistema abarcador de toda la realidad, cuerpo de creencias animado por la pasión que tiende a la transformación de los modos de vida.
Entran aquí en juego las ideologías, porque la revolución cultural que hemos repasado hasta aquí, empujó al antropocentrismo radical a buscar una justificación absoluta. Si Dios no ejercía más el rol de centro y fundamento de la humanidad y del mundo, el hombre debía buscar otro centro y otra fundamentación.
En los siglos XIX y XX, siglos absolutizadores, se tiende a una transferencia de valores absolutos hacia realidades relativas y contingentes: cuando falta Dios, el hombre trata de ocupar el hueco dejado por la trascendencia o se cae en el nihilismo y la falta de sentido. La historia de las ideologías políticas contemporáneas es la historia de la absolutización de lo relativo.
Se producirán falsos absolutos que tratarán en vano de ocupar el lugar del Absoluto: en el liberalismo, la libertad no es entendida como libertad creatural, sino como causa de sí; en el marxismo, la clase proletaria, la nación en el nacionalismo, la raza en el nacionalsocialismo o el Estado en el fascismo son otros tantos falsos absolutos.
Napoleón entendió peyorativamente la ideología como “primera filosofía”, entendiendo con ello una construcción artificial abstracta alejada del sentido común de la gente normal. Marx difundió ampliamente el concepto de “ideología” en un doble sentido: como una representación falsa de la realidad, identificable con la alienación filosófica y religiosa en beneficio de la clase dominante para perpetuar el dominio de los ricos sobre la clase desposeída; y como instauración de la clase comunista sin clases, ideología llamada a permanecer como estructura del espíritu humano.
La ideología se relaciona con la religión, como conjunto totalizante de ideas o creencias; pero se distinguen por su origen. De la heteronomía en que el mundo recibe su origen y su sentido de Dios, se pasa a la autonomía absoluta en que el mundo se autofunda sin referencia a la trascendencia.
De donde se pueden definir las ideologías como “religiones de lo temporal” o “religiones secularizadas”. Para el cristiano la historia de descifra a la luz de la fe; las religiones ideologizadas, negando la revelación divina, afirman la luz de la razón como suficientes para interpretar la historia y la civilización.
Durango, Dgo. 8 de junio del 2008.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango

KIERKEGAARD

Soren Kierkegaard (1813-1855), de religión luterana, nacido y muerto en Copenhaguen, pensador no sistemático, aunque escribió varias obras importantes, dejó dos documentos relevantes para asomarnos a su pensamiento: su Diario y Mi punto de vista de mi actividad de escritor.
Se define como un escritor religioso, centrado en el problema de “llegar a ser cristiano” en polémica con la ilusión de llamarnos “cristiandad” o con la afirmación en muchos países de decir “todos somos cristianos”.El problema se entiende encuadrado en la
Dialéctica entre cristianismo y Cristiandad.
La Cristiandad consiste en pertenecer a una comunidad eclesial (luterana) representante del “orden establecido”. Es una ilusión: el cristiano es bautizado de niño, va a la iglesia el domingo, escucha la predicación y canta himnos; pero, ello no influye en la vida de la semana siguiente. El verdadero Cristianismo no es una doctrina para ser expuesta sino para ser vivida.
En su obra “Mi punto de vista”, introduce la categoría “el individuo” en contraposición a “el público”: tenía plena conciencia de que yo era un escritor religioso y que como tal me importaba el individuo”. El problema “como hacerse cristiano y la categoría “el individuo” se integran mutuamente: el verdadero cristiano será el individuo, la persona singular delante de Dios.
El sistema anula al individuo, entendido como un momento del infinito, como un simple modo del Absoluto. El sistema omnicomprehensivo no deja espacio a la libertad, que queda reducida a la autoconciencia de la necesidad: “toda la confusión de los tiempos modernos consiste en haber olvidado la diferencia absoluta, la diferencia cualitativa entre Dios y el mundo”.
El “individuo” es un ser dialéctico, un compuesto que tiene como tarea propia llegar a ser “individuo”, logrando la “síntesis” que confiere a la unidad a los distintos elementos que lo integran; no necesariamente en un proceso, pues la “síntesis” del individuo es el producto de una elección, cuando el hombre, apoyándose en el Absoluto, se ha escogido a sí mismo libremente: como ser libre y al mismo tiempo como dependiente de la Potencia Divina: “entrando en relación consigo mismo, queriendo ser él mismo, el hombre se fundamenta en transparencia en la potencia de que lo ha puesto”.
El individuo en Kierkegaard, aparece como: un ser individual; un ser dialéctico, que debe sintetizar sus diversos componentes; un ser en proceso, pues la síntesis no viene dada, es un esfuerzo libre para encontrar la unidad del yo en el Absoluto; la síntesis del espíritu es una tarea ético-religiosa para constituir al individuo delante de Dios; el individuo se autoafirma a sí mismo solo delante de Dios, su falta lleva al yo a la desesperación y a la pérdida de sí mismo.
Dependiendo de la fuerza que tenga la autoafirmación del yo, el hombre se encuentra en situaciones existenciales diversas, atraviesa diversos estadios; no en evolución psicológica necesaria; es una decisión de la libertad pasar del estadio estético de las impresiones sensibles, al estadio ético del orden moral de la distinción del bien y del mal, o al estadio religioso del encontrarse frente a Dios, a través de la angustia y la desesperación, como un paso existencial no teórico.
Durango, Dgo. 1 de junio del 2008.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango

Secularización y Romanticismo

La diferencia entre Ilustración y Romanticismo, radica en los valores que se ponen al centro de atención; pero, en el fondo el Romanticismo continúa la tendencia secularizadora de la Ilustración; no prevalecerá la razón, sino el amor, el arte, la vida o hasta el sufrimiento, pero que ocuparán el lugar de Dios.
El Romanticismo se aleja del frío racionalismo, abriéndose aparentemente a lo sobrenatural, pero los autores más influyentes, sustituyen el Dios cristiano trascendente por un valor humano elevado al nivel de lo divino. La secularización del Romanticismo, no desaparece la religiosidad, sino que la traslada del Dios trascendente a una divinidad en cierta medida creada por el hombre.
“Lo que encontramos no es una desaparición de lo religioso, sino que la fe se separa de la Iglesia, del dogma, de la relación institucional…, de tal manera que lo religioso fluye ahora desde el centro hacia las zonas periféricas y se enseñorea de nuevas esferas: algo terreno es elevado a lo ultraterreno y sagrado, y lo que se convierte en ultraterreno se ofrece como sustituto del viejo ultraterreno perdido o puesto en discusión” Así lo que esperan los poetas, no es la venida de Cristo, sino el retorno de la cultura griega; la fuerza operativa de la historia no es el Espíritu Santo, sino la plenitud dionisíaca del espíritu.
Literatos como Hölderin, Goethe o Schiller absolutizaron valores que sirven para llegar a Dios, y de medios que eran los convirtieron en fines. En Fausto, Goethe divinizó el amor humano. Bécquer en sus más celebres rimas habla del amor humano, frente al que está “mudo, absorto y de rodillas, como se adora a Dios ante su altar”.
Igualmente se diviniza la vida terrena. Si la naturaleza obra y actúa continuamente, el hombre como parte de la naturaleza debe vivir en acción continua: “la convicción acerca de nuestra supervivencia brota para mí desde el concepto de actividad: si yo obro sin descanso hasta mi fin, la naturaleza está obligada a darme otra forma de existencia” (Goethe). De este texto se deduce que la vida eterna no se presenta como un don de Dios, sino como fruto de la actividad terrena: el obrar humano adquiere un sentido religioso autosalvífico.
Pero, habiendo desaparecido el horizonte de certezas trascendentales, esta vida envuelve ambiguamente dolor y sufrimiento. Las tragedias románticas presentan el sufrimiento como destino ineludible del hombre, que purifica y eleva. Con el pasar de los años, desaparece la función purificadora del sufrimiento y la visión romántica de la vida terminará en la ausencia de sentido y en el absurdo del nihilismo contemporáneo.
El Romanticismo recuperó ámbitos de la vida que habían sido ignorados o despreciados por la razón ilustrada; los sentimientos, el misterio, las particularidades culturales y la tradición recuperaban carta de ciudadanía en la especulación filosófica.
Sin embargo, su reacción anti-ilustrada abrió las puertas al irracionalismo que engendró corrientes intelectuales opuestas en los siglos sucesivos, a una concepción trascendente de la persona humana.
Y ¿qué otra cosa es, sino eso, lo que estamos respirando y transpirando en los ambientes actuales de nuestras sociedades, aunque se llamen cristianas y aún católicas como la cultura donde vivimos?: mentira, fraudes, alboroto político, abortos, eutanasia, violencias, pobreza, narcotráfico, narcomenudeo, ejecuciones, desigualdades, injusticia, etc.
Durango, Dgo. 18 de mayo del 2008.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango

El Romanticismo

El Romanticismo es un movimiento cultural, artístico, literario, filosófico y musical, una corriente opuesta a la Ilustración, desarrollada en Europa entre los siglos XVIII y XIX, tildando a la Ilustración de unilateral y alejada de la vida. En Alemania se desarrolla paralelamente al idealismo y es donde adquiere significado.original.
Georg Philipp Friedrich von Hardenberg (1772-1801), define: “el mundo debe ser romantizado. Así, se redescubre su significado original. Romantizar es un potenciamiento cualitativo…. Cuando doy a lo común un sentido más elevado, a lo ordinario un aspecto misterioso, a lo conocido la dignidad de lo desconocido, a lo finito una apariencia infinita, entonces yo lo romantizo”.
En el movimiento cultural y literario con toques filosóficos, denominado Sturm und Drang (tempestad é ímpetu) destacan Johann Wolfgang Goethe y Friederich Schiller. Algunas obras de Goethe, como Fausto llegaron a ser símbolos para los románticos. Goethe ve a la naturaleza como un todo viviente, hasta en sus elementos ínfimos; su concepción del arte está íntimamente unida a la naturaleza: el genio es naturaleza que crea y el arte es como la naturaleza actividad creadora. Con el Cristianismo mantiene una relación ambigua con tendencia a humanizar su contenido sobrenatural.
Schiller, gira en torno al amor por la libertad en todos sus ámbitos político, social y moral. La escuela más alta de libertad es la belleza; su figura del alma bella gozó de éxito en la época romántica: el alma bella cumple el deber con naturalidad espontánea, atraída por la belleza; es el alma capaz de una gracia capaz de armonizar instinto y moral. Descubramos los vuelos románticos de Schiller en el Himno de la alegría en el novena Sinfonía de Bethoven.
Contra la razón ilustrada se exaltaron el sentimiento y la pasión; contra la cultura lo natural y lo instintivo; contra la ley y la constricción, la autonomía y la libertad; contra la regla, la fantasía y la genialidad creadoras. Esto originó algunas figuras típicas: el rebelde, por su rexhazo valiente de toda oprsión y autoridad; el niño, modelo de naturalidad y espontaneidad de sentimientos; el genio, por su capacidad taumaturgica de crear rompiendo cánones o reglas establecidas.
Las reflexiones más interesantes de este movimiento se desarrollaron en torno al arte y a la religión. El arte entendido como forma privilegiada para orientar la existencia humana finita hacia lo infinito. La religión, como pasión de infinito y como sentimiento y experiencia panteísta de lo divino.
A ello se añaden grandes capítulos sobre el clasicismo, la revaloración del sentimiento, el redescubrimiento de lo infinito, el interés por la historia y la tradición, la función del arte como saber de salvación.
Ilustración y Romanticismo no son totalmente opuestos; tienen en el fondo una matriz ideológica común: la autonomía del hombre: se encuentran en las raíces de la cultura contemporánea; el hombre del tercer milenio conserva muchos elementos contradictorios, de las dos corrientes. El romanticismo sustituye la razón por un sentimiento no regulado, que tiende al infinito, que debe probarlo todo, saborearlo todo sin poner límites a sus deseos.
Desde este enfoque, descubrimos que todavía hoy vivimos en el romanticismo.
Durango, Dgo. 11 de mayo del 2008.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango

KANT

Emmanuel Kant (1724-1804), en la filosofía anterior a él tuvo una preparación y una prolongación a modo de diálogo en la filosofía posterior. La aportación revolucionaria de Kant, es afrontar el problema del conocimiento centrándose no en el objeto sino en el sujeto que construye objetos con estructuras cognoscitivas subjetivas. Se trata de verificar la posibilidad de la metafísica como conocimiento científico.
En el ambiente de Kant, en que muchos negaban la posibilidad de la metafísica, en 1781, publicó la Crítica de la razón pura, como respuesta a la pregunta: ¿qué podemos conocer?; el término Crítica, se entiende como un tratado sobre el método que debería seguir la metafísica; el término Razón pura, se entiende como la razón no contaminada por la experiencia sensible. Ello, encaminado a examinar la facultad de razonar los conocimientos que se pueda poseer al margen de la experiencia sensible.
Porque, según Kant, hay dos tipos de conocimiento; el primero, es sensible, particular y contingente, que no teniendo experiencia de cosas necesarias y universales, se expresa en juicios sintéticos a posteriori; significa que añade un nuevo conocimiento al sujeto; a posteriori significa que se tiene tal conocimiento después de la experiencia. El otro conocimiento es el racional, a priori o antes de la experiencia, universal y necesario, que no añade nuevo conocimiento al sujeto y se expresa en juicios analíticos y necesarios.
Hay que intentar combinar la necesidad y la universalidad de los juicios analíticos con el aumento de conocimiento que dan los juicios sintéticos. Es pues, necesario, encontrar un juicio que sea a la vez sintético, que añade nuevo conocimiento; y a priori, es universal y necesario.
En el culmen del proceso cognoscitivo, Kant pone el “yo pienso” o percepción trascendental, que es la función unificadora fundamental del entendimiento. El sujeto es el factor decisivo del proceso cognoscitivo, pero no en el vacío; pues la intuición sensible, es el inicio de este proceso.
La Crítica de la razón pura como trabajo previo, da lugar en 1788 a la Crítica de la razón práctica, como respuesta a la pregunta moral: ¿qué debemos hacer?; pues según Kant, la totalidad de la Filosofía debe responder a tres preguntas: ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué me es permitido esperar? Se trata de una moral del deber.
Hasta antes de Kant, el concepto básico de moral era el bien en relación con el fin último del hombre, concepto considerado por Kant como en sí mismo inmoral, pues la tendencia hacia un bien es egoísta, hedonista y utilitaria.
Pero la moral de Kant es débil frente a la moral racionalista que entiende el bien como un absoluto que trasciende lo sensible; es débil frente a la moral clásica del bien moral como realización teleológicamente plena de la naturaleza humana.
Con todo, la critica de Kant a la búsqueda de la felicidad desde una obligación, es útil a los bautizados que buscan su propio bien movidos por tendencias egoístas; y, siendo que esta tendencia es habitual y natural, una tendencia natural, necesaria y no libre, nunca puede servir de base a una obligación moral.
Como exigencias de la razón práctica, Kant introduce la teoría de los postulados (inmortalidad del alma, libertad y existencia de Dios), no como dogmas teóricos sino como presupuestos prácticos para la vida moral. La trascendencia queda en mera inmanencia.
En la Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785), en la tercera formulación del imperativo categórico: obra de modo que tu voluntad, pueda considerarse como universalmente legislativa, Kant introduce el concepto de autonomía, pues el deber no se impone ya que proviene de la razón que constituye al hombre. Someterse a una razón externa sería una heteronomía incompatible con la dignidad de la persona humana. Todo apunta a la autonomía de la razón.
Durango, Dgo. 4 de mayo del 2008.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango

La Ilustración Alemana

La Ilustración alemana o Aufklärung tiene tres fases, como antecedente a la época de oro de la filosofía y de la literatura alemana en Kant, Goethe y Hegel.
Samuel Pufendorf (1632-1694) y Christian Tomasius (1655-1728) representan la primera fase. Separan el derecho natral de la metafísica y de la teología; el análisis metafísico del hombre de la segunda escolástica, es sustituido por un análisis psicológico de las tendencias y pasiones humanas. Elaboran entonces una doctrina del derecho natural de perfil racionalista, deduciendo los preceptos de justicia de leyes y principios generales y racionales.
Christian Wolf (1679-1754), inicia la segunda fase. Su sistema es una gigantesca construcción lógico-formal, completa y coherente, pero alejada de la realidad sensible; la lógica ocupa el papel metodológico fundamental; los principios de no contradicción y de razón suficiente constituyen el sustrato formal de toda ciencia racional o empírica; toda ciencia tiene un aspecto teórico y una aplicación práctica. Dejó a la posterioridad una terminología exitosa: ontología en vez de metafísica, crítica en vez de teoría del conocimiento, teodicea en vez de teología natural. Wolf, creyente sincero y al mismo tiempo racionalista, colocó a la razón como juez de la fe.
Le tercera fase de la Ilustración alemana, se desarrolló en tiempos y a la sombra del rey prusiano Federico el Grande (1712-1786), escribiendo él mismo obras como el Ensayo sobre el amor de sí mismo considerado como el principio de la moral.
Hermann Samuel Reimarus (1694-1768), de raza hebrea y decidido defensor de la religión natural. En Apología y defensa de los adoradores racionales de Dios, sostenía que la única revelación divina es el mundo natural; las llamadas revelaciones sobrenaturales son sólo invenciones humanas y los mismos milagros son una ofensa a Dios, Quien ha creado un mundo organizado y gobernado mediante un sistema racional.
Moses Mendelssohn (1729-1786), de origen judío y de convicciones deístas, no compartía la hostilidad de Reimarus contra la revelación sobrenatural, interesándose sobre todo de la relación entre religión y poder político, defendiendo la tolerancia y la no intervención del Estado en materias religiosas.
Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781), el filósofo de la religión más sobresaliente de la Ilustración alemana. Para él, la verdad absoluta y definitiva pertenece sólo a Dios; pero no se pueden despreciar las religiones reveladas, cuyo valor se mide por las consecuencias sociales que comporta; desde esta perspectiva la valoración del Cristianismo es más positiva que la de otras religiones; pero, su apreciación del Cristianismo no es del todo ortodoxa: en la historia de la humanidad el Cristianismo es sólo uno de sus tres períodos que corresponden a las etapas de la evolución psicológica del hombre: la primera, paralela a la de la infancia humana, es simbolizada por el Antiguo Testamento; la segunda o juventud es simbolizada por el Nuevo Testamento que predica a Dios como Padre universal y la inmortalidad del alma, en esta etapa los cristianos añaden elementos especulativos teológicos, no del todo negativos pero necesitados de una racionalización; la tercera etapa, paralela a la madurez psicológica, es del Evangelio eterno, en que el hombre hará el bien por amor del bien y no por el premio o por el castigo.
La revoltura histórica de la ideas se refleja en el comportamiento social del ambiente que nos envuelve.
Durango, Dgo. 27 de abril del 2008. Héctor González Martínez
Arz. de Durango

La Ilustración Francesa (Pt 4)

Desde la entrega del pasado 7 de octubre, venimos repasando el proceso de secularización, iniciado en 1453 con la caída de Constantinopla en poder de los turcos.
Repasando la Ilustración francesa ya vimos su introducción y varios exponentes sobre sus dos desarrollos principales: el materialismo y la teoría político-social. En esta cuarta y última entrega, abordamos la figura de Juan Jacobo Rousseau (1712-1778).
Sin un sistema filosófico sólo un sistema del corazón, su principio básico es que la naturaleza ha hecho al hombre bueno y feliz, pero la sociedad lo degrada y lo hace miserable. En su Discurso sobre las ciencias y las artes (1750), busca responder sobre la positividad del influjo de la cultura en las costumbres de los hombres. Considera que el hombre del siglo XVIII está desnaturalizado y alienado, ya no responde de sí mismo; dependiendo de la opinión de los demás, ha de volver al origen escuchando a la naturaleza.
El Discurso sobre el origen y el fundamento de la desigualdad entre los hombres (1758), es un intento de redescubrir la auténtica naturaleza humana. Presenta al hombre natural, a la naturaleza humana natural. Naturaleza y cultura son contrarios; lo cultural es artificial, no natural; lo natural se identifica con lo original y espontáneo. El hombre natural es un ser todavía pre-racional, feliz, con una bondad natural que incluye todo para la conservación de su vida. Con esta posibilidad, todos los hombres son iguales y libres. Por tanto, libertad e igualdad son los derechos naturales del hombre. En cambio, evolucionando racionalmente, el hombre se aleja de la naturaleza y ya no puede regresar; ahora la sociedad es un contrato social, basado en la desigualdad económica, que pisotea los derechos fundamentales del hombre.
El Contrato social de 1762, es su propuesta política: “encontrar una forma de asociación, que defienda y proteja con toda la fuerza común la persona y los bienes de cada uno de los asociados; y por la cual, uniéndose cada uno a todos, no obedezca sin embargo más que a sí mismo, y permanezca tan libre como antes”. Su finalidad es salvaguardar la libertad y la igualdad originales; para ello, es imprescindible una cláusula: la alienación total de cada asociado, con todos sus derechos, a toda la comunidad; esto es, la libertad natural se transforma en la sociedad del contrato en libertad civil; la sociedad que surge de ello, está formada por los derechos de todos los ciudadanos.
Así, la voluntad popular que legisla es la voluntad propia del ciudadano, porque todos ellos forman parte del poder, es decir de la comunidad que custodia los derechos individuales, y que es erigida en soberano. Esta coincidencia es la libertad definida como la “obediencia a la ley que nosotros mismos nos hemos dado”.
Libertad pues, es autonomía, autolegislación; igualdad es igualdad legal; la ley es la declaración de la voluntad general y es igual para todos.
Si la intención última era defender los derechos integrantes de la naturaleza humana algunas propuestas tienden al totalitarismo. Dado que los hombres se reúnen para defender el bien común de la libertad y de la igualdad, la voluntad general que resulta de la enajenación de los derechos individuales tenderá necesariamente hacia ese bien común.
En el Contrato social, a nombre de una voluntad general absoluta, indivisible e infalible, se niegan el derecho de asociación, la libertad de enseñanza y se reduce la libertad religiosa. Grave reduccionismo, hoy vigente, en contraste con el mensaje de Benedicto XVI anteayer en Nueva York en la ONU.
Durango, Dgo. 20 de abril del 2008. Héctor González Martínez
Arz. de Durango

La Ilustración Francesa (Pt 3)

Vimos ya el materialismo como uno de los principales tópicos de la Ilustración francesa, importante por su radicalidad. Veamos ahora el tópico de la teoría político-social, importante por las consecuencias históricas que tuvo.
Carlos de Sécondat, barón de la Bréde y de Montequieu (1689-1755). En su primera obra, Cartas persas de 1721, critica las instituciones políticas y religiosas de Francia, con visión satírica atribuida a un viajero persa.
En El espíritu de las leyes de 1748, compara distintas sociedades, abarcando la causa de la diversidad de instituciones y formas de vida; las causas de las diferencias son múltiples como el carácter de un pueblo, el clima, la geografía, el comercio, las formas de gobierno. Este conjunto de circunstancias constituye el espíritu de las leyes. Analizando los datos particulares de cada sociedad, establece una teoría: existen leyes de la naturaleza, admite la existencia de una moral natural que precede al derecho positivo, afirma la existencia de un Dios creador y conservador del mundo que establece reglas fijas de justicia.
Para Montesquieu las formas de gobierno son tres: la republicana, que puede ser democrática o aristocrática, la monárquica y la despótica. La diferencia entre estas últimas es que en la monarquía gobierna el rey con algunas reglas fundamentales; en la despótica, gobierna el capricho del déspota. En la república rige el principio de la virtud civil, en la monarquía el honor y en el despotismo el miedo. Destaca otro principio destinado a perdurar: la separación de poderes. Los poderes legislativo, ejecutivo y judicial deben ser independientes entre sí para evitar el despotismo y al abuso tiránico del poder.
Francisco Maria Arouet, conocido como Voltaire (1694-1778). La crítica a la tradición recorre toda su obra. Voltaire sostiene que los sistemas metafísicos del siglo XVII son artificiosos. Considera que Newton conduce al verdadero teísmo, en que se reconoce a un Dios supremo que ha creado todas las cosas; redescubre las causas finales como prueba para demostrar la existencia de Dios.
Pero duda de la espiritualidad del alma; rechaza la libertad en sentido psicológico y en sentido democrático pues siempre despreció a la plebe; pero defiende la libertad como libertad política para los filósofos. Pretende sustituir los dogmas religiosos por los principios de la Ilustración filosófica. Por eso defendió la tolerancia religiosa y terminada sus escritos con la frase: “écrasez l’infame”: destruir a la Iglesia Católica.
De 1734 a 1778, año en que murió, con panfletos disfrazados de falsos sermones o sobre diversos temas, Voltaire multiplica sus ataques contra la fe y la Iglesia Católica. Comienza atacando el clericalismo, el poder de la Iglesia, la teocracia, las órdenes religiosas seculares y monásticas y termina contra los textos sagrados y los dogmas, cuyo su defecto fundamental “es aprisionar el espíritu a favor de hipótesis vanas y suscitar el fanatismo”. Lo que quiere atacar con perseverancia es el principio mismo de la religión, como fundada en el pecado más grave para un espíritu lúcido, la presunción.
Sin ser un filósofo profundo, logró modelar las categorías de pensamiento de vastos sectores intelectuales. Desde Voltaire, la confianza en el progreso de las luces y la consideración de la fe como un obstáculo a dicho progreso, serán una motivación subyacente del pensamiento posterior hasta el presente, aún entre bautizados.
Durango, Dgo. 13 de abril del 2008.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango

La Ilustración Francesa (Pt 2)

La rama francesa de la Ilustración tuvo dos desarrollos principales: el materialismo y la teoría político-social.
El principal representante del materialismo es Julián Offray de La Mettrie (1709-1751) en sus obras El hombre máquina, Historia natural del alma, El hombre planta y El arte de gozar o Escuela de la voluptuosidad desarrolla un materialismo de base, haciendo depender todo de la sensibilidad, incluidas las ideas. La clave para entender qué es el hombre está en los procesos fisiológicos; la diferencia entre hombre, animal y planta es sólo de grado.
El barón Paul d’Holbach (1723-1789) compuso el Sistema de la naturaleza o de las leyes del mundo físico y del mundo moral, el texto más importante del materialismo del siglo XVIII. Todas las cosas son el resultado de un conjunto de átomos estructurados de formas distintas; los principios del movimiento, atracción y repulsión entre los átomos, son internos a las cosas, que en el hombre se llaman amor y odio. La ignorancia y el miedo son el origen de la noción de divinidad; la religión aumenta el ansia y el miedo; eliminando la religión, se podrá cambiar el antiguo sistema político y sustituirlo por otro más racional.
Etienne Bonnot de Condillac (1715-1780). Su sensismo radical lo acerca a la corriente materialista del pensamiento, aunque deja espacio al espíritu y a la trascendencia, afirmando categóricamente la existencia de Dios como causa suprema y reconociendo la existencia del alma inmaterial y espiritual como, no como el conjunto de las sensaciones sino como un centro simple de la unidad de ellas En su ensayo sobre El origen de los conocimientos humanos (1746), enseña, que todo conocimiento tiene un origen empírico, ya se trate de una idea simple o de una idea compuesta.
En el Tratado de los sistemas (1749), critica fuertemente a Descartes, Malebranche, Spinoza y Leibniz, porque partieron de definiciones y llegaron a definiciones arbitrarias; hay que aceptarle que ciertamente hay que sistematizar los conocimientos, partiendo de datos fenoménicos provistos por los sentidos.
En el Tratado de las Sensaciones (1754), Condillac afirma que las operaciones mentales como juzgar, querer, comparar, son sólo sensaciones transformadas. Para demostrar que la sensación es la única fuente de conocimiento, partiendo del sentido del olfato reconstruye todo el proceso del conocimiento hasta llegar a la misma inteligencia.
En el Ensayo sobre el entendimiento humano, en el Resumen razonado y en el Tratado de los animales, explica que la voluntad está determinada por un malestar del espíritu, que siente necesidad de un bien ausente; este malestar o inquietud es el principio de todos los hábitos de nuestra alma. Por este enfoque sobre la voluntad, el sistema de Condillac es considerado voluntarismo, puesto que toda pasión o idea dependen de la determinación de la voluntad.
Claude Adrien Helvetius (1715-1771), en su libro Del espíritu, reduce todas las capacidades del hombre a percepción sensorial; reduccionismo que se aplica también a la vida ética, donde el principio fundamental de la conducta consiste en la búsqueda del placer. La educación debe enseñar a hacer coincidir la búsqueda del placer con el interés general de la sociedad, que producirá un placer mayor. A ello ayudarán la libertad política y la religión natural. Desde cuando vamos dejando de ser cristianos.
Durango, Dgo. 6 de abril del 2008.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango