La Ilustración Francesa (Pt 3)

Vimos ya el materialismo como uno de los principales tópicos de la Ilustración francesa, importante por su radicalidad. Veamos ahora el tópico de la teoría político-social, importante por las consecuencias históricas que tuvo.
Carlos de Sécondat, barón de la Bréde y de Montequieu (1689-1755). En su primera obra, Cartas persas de 1721, critica las instituciones políticas y religiosas de Francia, con visión satírica atribuida a un viajero persa.
En El espíritu de las leyes de 1748, compara distintas sociedades, abarcando la causa de la diversidad de instituciones y formas de vida; las causas de las diferencias son múltiples como el carácter de un pueblo, el clima, la geografía, el comercio, las formas de gobierno. Este conjunto de circunstancias constituye el espíritu de las leyes. Analizando los datos particulares de cada sociedad, establece una teoría: existen leyes de la naturaleza, admite la existencia de una moral natural que precede al derecho positivo, afirma la existencia de un Dios creador y conservador del mundo que establece reglas fijas de justicia.
Para Montesquieu las formas de gobierno son tres: la republicana, que puede ser democrática o aristocrática, la monárquica y la despótica. La diferencia entre estas últimas es que en la monarquía gobierna el rey con algunas reglas fundamentales; en la despótica, gobierna el capricho del déspota. En la república rige el principio de la virtud civil, en la monarquía el honor y en el despotismo el miedo. Destaca otro principio destinado a perdurar: la separación de poderes. Los poderes legislativo, ejecutivo y judicial deben ser independientes entre sí para evitar el despotismo y al abuso tiránico del poder.
Francisco Maria Arouet, conocido como Voltaire (1694-1778). La crítica a la tradición recorre toda su obra. Voltaire sostiene que los sistemas metafísicos del siglo XVII son artificiosos. Considera que Newton conduce al verdadero teísmo, en que se reconoce a un Dios supremo que ha creado todas las cosas; redescubre las causas finales como prueba para demostrar la existencia de Dios.
Pero duda de la espiritualidad del alma; rechaza la libertad en sentido psicológico y en sentido democrático pues siempre despreció a la plebe; pero defiende la libertad como libertad política para los filósofos. Pretende sustituir los dogmas religiosos por los principios de la Ilustración filosófica. Por eso defendió la tolerancia religiosa y terminada sus escritos con la frase: “écrasez l’infame”: destruir a la Iglesia Católica.
De 1734 a 1778, año en que murió, con panfletos disfrazados de falsos sermones o sobre diversos temas, Voltaire multiplica sus ataques contra la fe y la Iglesia Católica. Comienza atacando el clericalismo, el poder de la Iglesia, la teocracia, las órdenes religiosas seculares y monásticas y termina contra los textos sagrados y los dogmas, cuyo su defecto fundamental “es aprisionar el espíritu a favor de hipótesis vanas y suscitar el fanatismo”. Lo que quiere atacar con perseverancia es el principio mismo de la religión, como fundada en el pecado más grave para un espíritu lúcido, la presunción.
Sin ser un filósofo profundo, logró modelar las categorías de pensamiento de vastos sectores intelectuales. Desde Voltaire, la confianza en el progreso de las luces y la consideración de la fe como un obstáculo a dicho progreso, serán una motivación subyacente del pensamiento posterior hasta el presente, aún entre bautizados.
Durango, Dgo. 13 de abril del 2008.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango

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