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Danos Señor sacerdotes Santos y Sabios

En nuestra Arquidiócesis cada año acompañamos a algunos de nuestros hermanos sacerdotes que cumplen sus 50 años de vida sacerdotal, sus Bodas de Oro Sacerdotales. Cuando acudimos a estas celebraciones, nos viene a la mente que toda su vida ha sido un servicio constante a la Iglesia y a la sociedad.
Todos estos sacerdotes han prestado servicios a la Iglesia que peregrina aquí de Durango. Y han sido variados: el servicio en una parroquia, servicios en el Seminario, o en algún otro servicio diocesano. La mayor parte de su vida lo ha pasado en el servicio pastoral en una parroquia. Es ahí donde han trabajado toda su vida, ahí viven en su parroquia, conviviendo con las familia sus gozos y esperanzas, sus ilusiones y fracasos. Ahí los sacerdotes han cargado con su cruz de todos los días, yendo de una comunidad a otra, planeando como restaurar y construir capillas, salones, todo para el servicio de la comunidad. Su trabajo principal es la Evangelización, es decir el anuncio de la Buena Nueva del Reino de Dios.
En la realidad de nuestra Arquidiócesis, metidos en la Sierra y en las parroquias lejanas, en los pueblos y las ciudades, acompañando a nuestro pueblo en sus alegrías y en sus penas, en sus miedos y en sus ilusiones. Así gastan sus vidas nuestros sacerdotes. Al paso de los años, cuando viene el cansancio y el desgaste normal, cuando aparecen lentamente las enfermedades, ahí están nuestros sacerdotes con entereza y confianza en Dios. Es en sus enfermedades como ellos nos dan un testimonio más acabado de cómo se puede vivir con alegría el ministerio sacerdotal. La cruz (enfermedades, y a veces el abandono), no les ha reducido su ilusión sacerdotal, las ganas de seguir trabajando por la salvación de las almas y sobre todo su gran pasión por la Iglesia. Si le pudiéramos preguntar de dónde sacan sus fuerzas, su permanente alegría, estamos seguros que dirán “¡Sólo en Dios! ¡Únicamente por la Eucaristía! ¡Confiados a la ayuda de Santa María de Guadalupe!” Tenemos ejemplos muy concretos de testimonios de sacerdotes íntegros que jalonan la larga marcha de la historia de la Iglesia, los casi cuatrocientos años de nuestra Iglesia en Durango.
Sin embargo, los tiempos que corren no son favorables al reconocimiento social de todo el bien que hace un sacerdote católico. Lo que ahora se estila es estigmatizarlo con el último tópico del pensamiento secularista dominante. Es presentado, en muchos de los “altavoces” de la cultura mediática, como algo anacrónico y próximo a un parásito social. En cambio, la realidad de los hechos es muy distinta. ¡Sigue habiendo muy buenos curas! ¡Buenos sacerdotes! Entregados las veinticuatro horas del día a su ministerio, que viven austeramente, que son fieles hasta la muerte en sus promesas sacerdotales, que se multiplican en la caridad hacia los más pobres. ¿Cuántas personas públicas les deben a la Iglesia, y en concreto al cura de su pueblo, la educación y formación que poseen? Muchas instituciones, de las que en la actualidad goza la sociedad (en la educación, en la cultura, en la música, en las obras de caridad), son frutos de la creatividad y la audacia de numerosos pastores. Pero como dice el refrán popular: “¡no hay peores ciegos que aquellos que no quieren ver!”. Además, no hay que olvidar lo que Jesús dijo a sus discípulos: “si el mundo os odia, recordad que primero me odió a mí” (Jn 15,18).
Es verdad, que el sacerdocio es un tesoro y “este tesoro se lleva en vasija de barro” (2Cor 4,7) y que en cualquier momento se puede romper como consecuencia de la fragilidad de la condición humana. Sin embargo, quiso Dios encarnarse en esta “arcilla”, para que se manifieste que la grandeza y la dignidad sacerdotal no viene de los hombres sino que es un don del Señor para la Iglesia y el mundo. Esto es lo que celebramos constantemente cuando en la Eucaristía, celebramos el sacerdocio de Cristo. Esto fue lo que celebramos junto con el Papa Benedicto XVI en su sesenta aniversario de su Ordenación Sacerdotal.
Estamos llamados, como Pueblo de Dios a valorar mejor a nuestros sacerdotes y no caer en la tentación de desestimar su misión. Que los mismos presbíteros vivan de la centralidad espiritual de su triple munus (triple oficio), y que ardan en celo apostólico y brillen por su coherencia de vida. Que los jóvenes católicos no tengan miedo, superen los prejuicios del mundo, y sean generosos para elegir el camino del sacerdocio. Que todos sepamos dar gracias a Dios porque en estos tiempos convulsos, el Señor sigue regalándonos sacerdotes para nuestra Iglesia, pidamos que sean “buenos, santos y sabios”.
Este día 4 de agosto fiesta de San Juan María Vianney, celebramos al Santo patrono de los párrocos y de todos los sacerdotes. Este domingo 7 de Agosto, es la Colecta Diocesana para el “Sacerdote Anciano y Enfermo”, en toda la Arquidiócesis de Durango, en todas las parroquias y en todos los Templos. Con el fin de ayudar y sostener a los sacerdotes en la enfermedad y a los que ya no están activos debido a su avanzada edad. También será de gran ayuda para seguir construyendo nuestra “Casa Sacerdotal”, donde podremos alojar a los sacerdotes que lo necesiten.

Durango, Dgo., 7 de Agosto del 2011.

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango

La respuesta abundante y gratuita de Dios a la búsqueda humana

Jesús propone a la comunidad de sus discípulos valores que continuamente deben elegirse y discernirse. Cómo elegir los valores del Reino? Esto es difícil para el discípulo. Cómo llegar a tener esos valores supremos que superan toda la capacidad del hombre mismo? La solución viene dada en la presentación del don de Dios al hombre.
La Palabra de Dios nos invita a atender los signos que nos ofrece constantemente Dios y en los que se manifiesta el maravilloso encuentro entre el hombre que aspira a la vida abundante, que busca y desea y, Dios, generoso en su don hacia el hombre, capaz de darse a sí mismo en alimento prodigioso que dura para siempre. San Pablo, expone las dimensiones que tiene una opción radical por los bienes que el Señor nos ha dado en Cristo.
El profeta Isaías se inspiró en algunos personajes que existían en las ciudades de su tiempo, “vendedores” que ofrecían su mercancía. Como profeta anuncia un mensaje extraordinario y aparentemente extraño para el hombre: Dios ofrece clamar la sed humana de vida de modo gratuito y abundante.
Todo hombre está sediento, no solo en el plano físico, también hay sed de lograr las más altas aspiraciones del espíritu humano (verdad, vida, justicia, paz), en la búsqueda de un remedio a esta sed espiritual, muchas veces llega a causarle frustración, porque no lo logra, “malgasto de sus energías y recursos”.
Todos deben “escuchar la Palabra”, ya que el amor de Dios no desconoce las necesidades de la persona o de la comunidad y ofrece solución, porque solo en la Palabra está el inicio de la saciedad del espíritu humano. La Palabra contiene el mensaje de vida, que comunica lo que ningún mensaje podría dar “escuchen y vivirán”. Dios da alimento que va más allá de lo material en sí mismo.
Dios en la persona de su Hijo Jesús, ha llevado su donación, su respuesta al hombre al punto máximo. En la multiplicación de los panes se muestra esta acción de Dios. Este milagro es una respuesta a un hambre, a una búsqueda de la misma gente que siguió a Jesús por tierra desde los pueblos. También tiene una raíz de misericordia, expresada en toda su fuerza en aquella mirada y acción amorosa de Cristo: que “sintió compasión y curó a los enfermos”. La multiplicación de los panes ocurre fuera del recurso humano. Los discípulos no tenían medios para lograr lo que les fue dado “déjalos ir para que se procuren ellos alimento… no tenemos mas que cinco panes y dos peces”. El milagro nos orienta a un don mayor que se hará en el futuro, pues los gestos de Jesús preparan aquellos de la celebración pascual de la cena donde instituirá la Eucaristía, “levantando los ojos al cielo, dio gracias, partió el pan…”.

Durango, Dgo., 31 de Julio del 2011.

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango

Los cuidados paliativos: una forma privilegiada de la caridad desinteresada

La Medicina Paliativa o los Cuidados Paliativos, “son los que mitigan, suavizan o atenúan, son los remedios que se aplican a las enfermedades incurables para mitigar su violencia y aliviar su agudez”, es la alternativa al ¨encarnizamiento terapéutico¨(o ensañamiento, no tiene en cuenta los sufrimientos del moribundo, es el empleo de todos los medios posibles, sean proporcionados o no, para retrasar el advenimiento de la muerte, a pesar de que no haya esperanza alguna de curación).
Exige del médico estar atento al máximo en los adelantos científicos y ser conocedor profundo de las necesidades del moribundo, en favor del tratamiento vital de los enfermos terminales y en contra de la idea de que el tratamiento fútil en los pacientes críticos justificaría la suspensión de las medidas de soporte básico, alimentación por tubo y remedios terapéuticos normales. Los enfermos en estado grave tienen derecho a la vida por privilegio terapéutico, y no por complacencia, sino como un tratamiento paliativo para mitigar los dolores, aliviar el sufrimiento y ayudar a sobrellevar la aflicción extrema de la agonía en el trance de la muerte. Esto lleva a hacer frente a determinados sectores de la sociedad médica que justifican la eutanasia médica con un fraude de ley al considerar que, con el fin de evitar el “encarnizamiento terapéutico”, pueden matar.
Los recientes avances en el tratamiento eficaz del dolor y de la enfermedad terminal han reducido por completo el riesgo de anticipar indebidamente la muerte. La sedación en Medicina Paliativa es éticamente correcta cuando: 1) El fin sea mitigar el sufrimiento; 2) La administración del fármaco no busque la provocación intencionada de la muerte; 3) Cuando se aplique un tratamiento que consiga los mismos efectos principales sin el efecto secundario que sería acelerar la muerte.
Por otro lado, este argumento es uno de los principales que se utilizan hoy en día para promover la legalización de la eutanasia. En la Medicina Moderna aunque se dispone de medios para prolongar la vida de las personas, incluso en situaciones de gravedad, existen grupos de presión social que consideran que únicamente se alarga la agonía del moribundo por unos determinados intereses económicos que son un despojo de recursos sanitarios destinados por derecho a los cuidados paliativos.
Cualquier argumento para justificar la eutanasia no es aceptable porque en él, junto a las equivocadas consideraciones acerca de evitar la ¨obstinación terapéutica¨ (o empecinamiento, es la aplicación de intervenciones quirúrgicas y/o medidas de resucitación u otros procedimientos no habituales a enfermos terminales cuyo fallecimiento por inminente y/o consumado se retarda por todos los medios), con el fin de matar al paciente, existe una gran manipulación de la noción de muerte digna. Aquí subyace la confusión entre la dignidad de la vida y la persona. Porque la dignidad se fundamenta en el hecho esencial de ser humano, todas las personas son dignas de vivir porque son seres humanos. Y el derecho a la vida no hace acepción de personas, sino que está establecido con independencia de su condición, estado de salud, u otra circunstancia personal y social. Es decir, la persona tiene derecho a la vida por la dignidad de ser humano.
Es digno renunciar al ¨empecinamiento terapéutico¨ sin esperanza alguna de curación o mejoría, haciendo lo posible por el paciente crítico y esperando la llegada de la muerte con los menos dolores y sufrimientos posibles. Nada de esto tiene que ver con la eutanasia, porque la provocación de la muerte de un semejante, cualesquiera que sean las motivaciones, es siempre ajena a la noción de dignidad de la persona humana. El valor absoluto de la dignidad humana se fundamenta en el hecho de que su vida es sagrada.
La Medicina Paliativa es una forma civilizada de entender y atender a los pacientes terminales opuesta principalmente a los dos conceptos extremos: distanasia y eutanasia. Es una nueva especialidad de la atención médica al enfermo terminal y a su entorno que contempla el problema de la muerte del hombre desde una perspectiva profundamente humana, reconociendo la dignidad de su persona y el respeto por su vida en el marco del grave sufrimiento físico y psíquico que el fin de la existencia conlleva.
En definitiva, la medicina paliativa es, ni más ni menos, un cambio de mentalidad ante el paciente terminal. Es saber que, cuando ya no se puede curar, aún podemos cuidar, es la consciencia de cuando se debe iniciar ese cambio: si no puedes curar, alivia, y si no puedes aliviar, por lo menos consuela. En ese viejo aforismo se condensa toda la filosofía de los cuidados paliativos y Ortotanasia: la bondad del procedimiento médico y su recto proceder con las personas enfermas en estado crítico.
Afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: “Aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a una persona enferma no pueden ser legítimamente interrumpidos. El uso de analgésicos para aliviar los sufrimientos del moribundo, incluso con riesgo de abreviar sus días, puede ser moralmente conforme a la dignidad humana si la muerte no es pretendida, ni como fin ni como medio, sino solamente prevista y tolerada como inevitable. Los cuidados paliativos constituyen una forma privilegiada de la caridad desinteresada. Por esta razón deben ser alentados” (n° 2280).

Durango, Dgo., 24 de Julio del 2011.

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango

Email: episcopeo@hotmail.com

La ortotanasia es aceptable?

La ¨ortotanasia¨ (del griego ¨orthos¨, recto, justo, que observa el derecho conforme a la razón, que obra con juicio…) designa la actuación correcta ante la muerte por parte de quienes atienden al que sufre una enfermedad incurable o en fase terminal (Cfr. José María Amenós Vidal, “Ortotanasia: tratamiento vital y privilegio terapéutico”)
La ortotanasia no se limita única y exclusivamente a evitar protocolos clínico-quirúrgicos en situaciones lamentables para el enfermo, y de prolongar su precaria existencia cuando existe una declaración de voluntades anticipadas del enfermo y la condición de muerte clínica, sino que se basa por definición en el derecho al tratamiento vital por privilegio terapéutico según el principio de justicia en situaciones de necesidad concurrente, sentido ético básico según el cual todo ser humano debe ser respetado, y su dignidad protegida y amparada por la Ley. Por tanto, su ámbito de protección alcanza sin restricción o distinción alguna a los enfermos graves o terminales. Por consiguiente, es una obligación de los profesionales de la salud respetar el derecho a la vida de los moribundos porque son personas humanas.
La decisión libre y voluntaria de seguir con vida, es un derecho del paciente y de la familia, y más cuando estamos obligados por la ley y en conciencia a respetar el derecho a la vida de la persona moribunda hasta que llegue el trance de su muerte, un verdadero testimonio de fe en defensa de los principios contrarios a la supuesta muerte digna que propugnan los defensores de la eutanasia. Se debe entender que el tratamiento necesario para la salud del enfermo sea adecuado para mantener la vida en situación de urgencia por una compasión bien entendida que no va contra la dignidad de la persona, porque con voluntad y apoyo moral mientras hay vida, hay una esperanza.
El modo correcto de actuar o la rectitud de intención en el cuidado de los enfermos en estado crítico, es dar una esperanza de vida hasta que llegue el trance de la muerte. La solución pasa por dar los cuidados paliativos adecuados a quien pronto va a morir tratándole tanto los sufrimientos físicos, psíquicos, sociales y espirituales, a favor de una asistencia sanitaria más humana para el enfermo.
Todos queremos ser tratados eficazmente del dolor, el sufrimiento y la agonía, tener la ayuda necesaria y no ser abandonados por el médico y el equipo sanitario cuando la enfermedad sea incurable. Queremos ser informados adecuadamente sobre la enfermedad, el pronóstico y los tratamientos que dispone la Medicina, que nos expliquen los datos en un lenguaje comprensible y participar en las decisiones sobre lo que se va a hacer. Queremos recibir un trato respetuoso, estar acompañados de la familia, y sin otras restricciones que las necesarias para la buena evolución de la enfermedad y el buen funcionamiento de la institución hospitalaria. Queremos recibir consuelo humano y espiritual, que nos traten con dignidad y nos permitan ejercer nuestros derechos, el entorno hospitalario debe ser un lugar en el que los enfermos encuentren el apoyo de los profesionales de la salud y del sacerdote para convertir el acto de cuidar al enfermo en una eucaristía o ¨acción de gracias¨.
Hay situaciones muy concretas y excepcionales en las que el médico debe proceder sin necesidad de ¨consentimiento informado¨, es el caso de ¨urgencia vital¨, cuando la no intervención representa un riesgo para el enfermo. La situación conocida como ¨privilegio terapéutico¨ consiste en hacer todo lo humanamente posible por preservar la vida de los enfermos sin necesidad de consentimiento informado, esto es obligatorio y de no hacerlo se infringiría el principio de justicia.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: “Cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente inaceptable. Por tanto, una acción o una omisión que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador…(nº 2278) La interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser legítima. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el ‘encarnizamiento terapéutico’. Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla. Las decisiones deben ser tomadas por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad o si no por los que tienen los derechos legales, respetando siempre la voluntad razonable y los intereses legítimos del paciente (nº 2279). Aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a una persona enferma no pueden ser legítimamente interrumpidos. El uso de analgésicos para aliviar los sufrimientos del moribundo, incluso con riesgo de abreviar sus días, puede ser moralmente conforme a la dignidad humana si la muerte no es pretendida, ni como fin ni como medio, sino solamente prevista y tolerada como inevitable. Los cuidados paliativos constituyen una forma privilegiada de la caridad desinteresada. Por esta razón deben ser alentados”.

Durango, Dgo., 17 de Julio del 2011.

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango

Ley de voluntad anticipada: Eutanasia, Distanasia, Ortotanasia?

Ante la introducción de la iniciativa de ley en el Congreso del Estado de Durango de la “Ley de Voluntad Anticipada” es necesario hacer un profundo discernimiento ético entre los “conocimientos que se conjugan con la sabiduría de la vida y los conocimientos que nos desvían de esa sabiduría, poniéndose al servicio de la muerte”. Nuestro desafío es realizar tal discernimiento ético a la luz de los valores cristianos en relación con la persona humana, los avances de las ciencias biomédicas y las situaciones de las personas especialmente en el sufrimiento y la muerte. Los valores cristianos son una luz de esperanza y de afirmación de la vida para la humanidad.
En esta iniciativa de ley entran en juego los conceptos de Eutanasia, Distanasia y Ortotanasia, que debemos conocer. Quienes proponen la ley dicen: “…en ningún momento se asemeja a la eutanasia, tema polémico que incluso es considerado como homicidio, pero tampoco es la distanacia, que es el procedimiento para prolongar la vida del paciente terminal con todos los dolores que esto implica y el consecuente desgaste para la familia, sino que es una figura intermedia conocida como ortotanasia”. Pero por otro lado, y en los lugares donde ya se ha aprobado una ley como ésta dicen: “…es una puerta abierta a la eutanasia.. Se deja camino abierto a ciertas omisiones voluntarias que pueden causar la muerte o que buscan de modo directo su aceleración.. existen algunas conductas eutanásicas a las que se daría cobertura legal, como la posible sedación inadecuada, el abandono terapéutico o la omisión de los cuidados paliativos.. una ley donde se confunden los términos.. ya que se carece de una adecuada definición de eutanasia”.
La Distanasia (conocida como encarnizamiento o ensañamiento terapéutico, pues no tiene en cuenta los sufrimientos del moribundo) es el empleo de todos los medios posibles, sean proporcionados o no, para retrasar el advenimiento de la muerte, a pesar de que no haya esperanza alguna de curación. Es lo contrario a la eutanasia. Se conoce como antidistanasia a la actitud de rechazo a la distanasia, compartido por la mayoría de la sociedad, y que en unos casos se convierte en un apoyo a la eutanasia y en otros en defensa de la ortotanasia.
Eutanasia, es la acción u omisión que, para evitar sufrimientos a los pacientes enfermos o terminales, acelera su muerte con su consentimiento o sin él. Eutanasia es la muerte sin sufrimiento físico. Consiste en provocar la muerte de otro por su bien, lo cual conduce necesariamente a acotar las circunstancias y supuestos (mayoritariamente ligados al contexto médico-asistencial) que dan sentido a esta actuación humanitaria, piadosa y compasiva. La eutanasia tiene por finalidad evitar sufrimientos insoportables o la prolongación artificial de la vida a un enfermo. Para que la eutanasia sea considerada como tal, el enfermo ha de padecer, necesariamente, una enfermedad terminal o incurable, y en segundo lugar, el personal sanitario ha de contar expresamente con el consentimiento del enfermo
La ortotanasia o muerte digna, designa la actuación correcta ante la muerte por parte de quienes atienden al que sufre una enfermedad incurable o en fase terminal. Se afirma que es el derecho del paciente a morir dignamente, sin el empleo de medios desproporcionados y extraordinarios para el mantenimiento de la vida. En este sentido se deberá procurar que ante enfermedades incurables y terminales se actúe con tratamientos paliativos (son las atenciones, cuidados y tratamientos médicos y tratamientos farmacológicos que se dan a los enfermos en fase avanzada y enfermedad terminal con el objetivo de mejorar su calidad de vida y conseguir que el enfermo esté sin dolor), para evitar sufrimientos, recurriendo a medidas razonables hasta que la muerte llegue. La ortotanasia nunca pretende deliberadamente el adelanto de la muerte del paciente.
El Beato Papa Juan Pablo II en su Encíclica “Evangelium vitae” afirma: “Se da ciertamente la obligación moral de curarse y de hacerse curar, pero tal obligación debe confrontarse con las situaciones concretas; es necesario valorar si los medios terapéuticos a disposición son objetivamente proporcionados a las prospectivas de mejora. La renuncia a medios extraordinarios o desproporcionados no equivale al suicidio o a la eutanasia; más bien expresa la aceptación de la condición humana ante la muerte” (65).
Un camino adecuado que propone la Iglesia para tal discernimiento es la Bioética. Es un campo prioritario y crucial en la lucha cultural entre el absolutismo de la técnica y la responsabilidad moral. La bioética es la rama de la ética que se dedica a proveer los principios para la correcta conducta humana respecto a la vida, tanto de la vida humana como de la vida no humana (animal y vegetal), así como del ambiente en el que pueden darse condiciones aceptables para la vida. En su sentido más amplio, la bioética no se limita al ámbito médico, sino que incluye todos los problemas éticos que tienen que ver con la vida en general, extendiendo de esta manera su campo a cuestiones relacionadas con el medio ambiente y al trato debido a los animales. Es un “ámbito muy delicado y decisivo donde se plantea con toda su fuerza dramática la cuestión fundamental: si el hombre es un producto de sí mismo o se depende de Dios”.

Durango, Dgo., 10 de Julio del 2011.

XXV ANIVERSARIO DE ORDENACIÓN SACERDOTAL

Quiero compartirles algunas de las reflexiones de la homilía en la celebración de mis XXV Años de vida sacerdotal.
La solemnidad de San Pedro y San Pablo nos hace recordar a estas dos “columnas” de la Iglesia. Es la memoria de los grandes testigos de Jesucristo y, a la vez, una solemne confesión de fe en la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Estos dos apóstoles son quizá las más grandes figuras de la Iglesia y pueden ser vistos desde diferentes ángulos. La Palabra de Dios que hoy guía nuestra celebración nos propone varios caminos de reflexión sobre la vida y obras de estos dos grandes apóstoles: Su personalidad, su misión, las luces y sombras de su caminar y de la Iglesia de los primeros tiempos, o de los nuestros, la acción del Señor en ellos y en nosotros….
La obra de San Lucas nos muestra que, en el proyecto revelador del Padre, al tiempo del Hijo sigue el tiempo del Espíritu. Así, si el Evangelio termina con la Ascensión, el verdadero punto de partida del libro Hechos de los Apóstoles está en Pentecostés. Es el tiempo de la Iglesia, el tiempo anunciado por los profetas del Antiguo Testamento: “Derramaré mi espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas… haré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra…” (Hech. 2, 17-19)
El Espíritu Santo es quien dice en nosotros “Jesús es Señor”. «Y nadie puede decir: «¡Jesús es Señor! sino con el Espíritu Santo” (I Cor.12,3). El Evangelio de hoy, en el que se evoca el primado de Pedro, “Sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia”, nos recuerda que éste, viene precedido por su confesión de fe en la divinidad del Hijo. Esa confesión es la piedra sobre la que edificará la Iglesia. Una confesión que “Alguien” hace desde él: “¡Dichoso tú, Simón hijo de Jonás! Porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el Cielo”.
Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia, continúan estimulándonos a “combatir el combate de la fe” a superar los miedos, complejos, esclavitudes, o prisiones que sufrimos. El secreto parece estar en la capacidad para abrirnos a la acción del Espíritu que en nosotros y desde nosotros sigue repitiendo que “Tú eres el Hijo de Dios”.
Las palabras que Jesús dirige a Pedro, significan que Pedro ha de ser el defensor de la Iglesia contra todas las asechanzas a las que está y estará sometida. La Iglesia está fundamentada en Cristo, (1 Cor 3,11; Ef 2,20), y es eso lo que confiesa Pedro en el evangelio de Mateo. El “atar y desatar” se ha de interpretar en este tenor de defensa de la comunidad, del nuevo pueblo, de la Iglesia. El texto de Mateo, el “tu es petrus” debe recordarnos que Pedro fue elegido por Jesús para el servicio de la salvación de los hombres.
Los seguidores de Jesús que aceptamos el evangelio tenemos como “roca” de salvación la confesión de fe que hace Pedro. Pero no es la confesión de un hombre solitario y cargado de responsabilidad personal para “atar y desatar”, porque tiene las “llaves” del Reino de los cielos. Es la confesión de una Iglesia a la que él representa. Porque la salvación de cada uno de los cristianos o de cualquier hombre o mujer, no dependen de Pedro tampoco, sino de la gracia y la misericordia de Dios, revelada en Jesucristo, y a quien Pedro confiesa.
Siguiendo la homilía pronunciada por el Papa Benedicto XVI, este día en su 60º Aniversario de Ordenación Sacerdotal, extraigo este párrafo de su meditación del texto bíblico, “Ya no os llamo siervos, sino amigos”: “…en estas palabras se encierra el programa entero de una vida sacerdotal. ¿Qué es realmente la amistad? La amistad es una comunión en el pensamiento y el deseo. El Señor nos dice lo mismo con gran insistencia: «Conozco a los míos y los míos me conocen» (Jn 10,14). El Pastor llama a los suyos por su nombre (Jn 10,3). Él me conoce por mi nombre. Y yo, ¿le conozco a Él? La amistad que Él me ofrece sólo puede significar que también yo trate siempre de conocerle mejor; que yo, en la Escritura, en los Sacramentos, en el encuentro de la oración, en la comunión de los Santos, en las personas que se acercan a mí y que Él me envía, me esfuerce siempre en conocerle cada vez más. La amistad no es solamente conocimiento, es sobre todo comunión del deseo. Significa que mi voluntad crece hacia el “sí” de la adhesión a la suya. En efecto, su voluntad no es para mí una voluntad externa y extraña, a la que me doblego más o menos de buena gana. No, en la amistad mi voluntad se une a la suya a medida que va creciendo; su voluntad se convierte en la mía, y justo así llego a ser yo mismo. Señor, ayúdame siempre a conocerte mejor. Ayúdame a estar cada vez más unido a tu voluntad. Ayúdame a vivir mi vida, no para mí mismo, sino junto a Ti para los otros. Ayúdame a ser cada vez más tu amigo”.
Al recordar el día de mi ordenación sacerdotal he sentido el impulso espontáneo de agradecimiento a Dios por lo que han significado para mí estos 25 años. Al mismo tiempo una palabra de reconocimiento de mis fallas, de mis debilidades, de mis pecados. Pero también dirigirles a ustedes una palabra de alegría y de esperanza especialmente a mis hermanos sacerdotes, aclamar juntos la bondad del Señor, por la amistad que Él hoy nos ofrece.

Durango, Dgo., 03 de Julio del 2011.

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango

Email: episcopeo@hotmail.com

Cuando se respeta la ecología humana en la sociedad, la ecología ambiental se beneficia

La ecología humana es una necesidad debido a la complejidad de los fenómenos ambientales, y no se puede separar de las decisiones de la sociedad en la búsqueda de la supervivencia humana como valor fundamental, pero tiene que buscar una vida verdaderamente humana y por lo tanto aceptable para los individuos y la sociedad en su conjunto. De ahí la importancia de los aspectos éticos de la ecología humana,
El ser humano, a diferencia del animal, se caracteriza por la no-adaptación con el medio ambiente natural y la consiguiente necesidad de que tiene que crear un ambiente artificial. Este ambiente artificial va desde el ambiente familiar hasta la cultura entendida en su sentido más amplio, es decir, a un mundo que es más específicamente humano y que le da al hombre la posibilidad de una relación rica y positiva con la naturaleza.
El verdadero problema ecológico desde el punto de vista humano, es la relación de la cultura con el medio ambiente natural. De esta relación se derivan los cambios en la naturaleza producidos por la ciencia y la tecnología y, por lo tanto, por el hombre mismo, así como por las estructuras sociales, que se basan en los valores que contienen en sí mismas. Esta es la razón por la cual existe en la relación entre el hombre-sociedad con la naturaleza, la centralidad de los aspectos éticos y la consecuente responsabilidad por parte del entorno cultural como mediador entre el hombre y el medio ambiente natural. Se puede decir que cuando el entorno de la tecnología domina la cultura tiende a envolver el ambiente natural.
Un aspecto importante que no debe perder el hombre es la capacidad de predecir y prevenir, (previsión social) cuando esto suceda el hombre va a destruir la tierra. “Predecir para prevenir”. Es necesario, para la ecología y mas para la ecología humana una cierta previsión en el sentido de mirar hacia adelante las posibles consecuencias de las decisiones y medidas adoptadas en el presente y las tendencias que también vienen del pasado, dando así la posibilidad para evitar daños y desastres naturales. La previsión obra siempre en términos alternativos y, por lo tanto, es necesario ver hacia el futuro las posibilidades, las probabilidades y también las alternativas que se desean. Predecir un solo futuro no es útil, ya que es algo que «aún no ocurrió», por lo tanto se puede hablar de diversos futuros que hay que prever.
La importancia de la previsión es la capacidad de aclarar las distintas posibilidades para el futuro y evitar por lo menos lo peor. En consecuencia, en la previsión del futuro es fundamental la ética y, por lo tanto, los valores en base a los cuales se toman las decisiones que pueden evitar un futuro desastroso. De esta manera surge la responsabilidad de los que hacen previsiones y la necesidad de la ética que indica las responsabilidades de aquellos que deciden y de quienes hacen las predicciones. La previsión abarca la ecología y la ecología humana. Se crea un vínculo entre la previsión y la ecología humana en cuanto para ambos son importantes los valores éticos y la responsabilidad de las decisiones en función de las generaciones futuras.
Entre la ecología humana y la previsión existe una unidad que lleva a la necesidad de la interdisciplinariedad metodológica, así como un análisis riguroso del pasado y del presente. El carácter interdisciplinario sea de la ecología humana como de la previsión social, nos lleva hacia una relación del hombre con la cultura social y hacia una relación entre naturaleza y cultura humana y social.
El Papa Benedicto XVI en Caritas in Veritate, escribe: «El modo en que el hombre trata el ambiente influye en la manera en que se trata a sí mismo, y viceversa”; y recordando la responsabilidad de la Iglesia hacia la creación, añade que: «la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana: cuando se respeta la ecología humana en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia. Así como las virtudes humanas están interrelacionadas, de modo que el debilitamiento de una pone en peligro también a las otras, así también el sistema ecológico se apoya en un proyecto que abarca tanto la sana convivencia social como la buena relación con la naturaleza” (no. 51).

Durango, Dgo., 26 de junio del 2011.

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango

Email: episcopeo@hotmail.com

Responsabilidad ecológica: educar para una auténtica Ecología humana

Se habla mucho de la ecología, pero poco se insiste en la ecología humana. Este tema es de suma importancia para la Doctrina Social de la Iglesia, y sobre todo por la relevancia del cambio climático que nos afecta.
La “ecología” es un término acuñado, desde hace más de un siglo, por el biólogo alemán Ernst Haeckel, para significar “la ciencia del hábitat, el ambiente en el cual viven y actúan los organismos”. El Padre Pedro C. Belträo, ya desde 1985, afirma que la ecología es uno de “los nudos de la crisis actual y del futuro de la humanidad” y resaltaba la Conferencia de las Naciones Unidas de Estocolmo (1972), sobre el “medio ambiente humano”, como el inicio de la toma de conciencia mundial en cuanto al medio ambiente natural y sus límites (Pedro C. Belträo, «Ecología Humana y los valores éticos y religiosos», Pontificia Universidad Gregoriana, Roma, 1985).
La “ecología humana”, nació como estudio biológico, Thomas Huxley (1863), escribió “El puesto del hombre en la naturaleza”, un ensayo ya de ecología humana; en 1959 Otis Dudley en “El estudio de la población humana”, expone el concepto de ecología humana como “el estudio de la interacción entre la población humana y los ambientes naturales controlada por la organización y la tecnología humanas”. En los años 70s, algunos estudiosos comenzaron a indicar la posibilidad de un concepto de ecología humana esbozando la presencia de una relación entre el ambiente natural y la acción humana. Francoise Ramade en Francia, Eugene Odum en USA, Ramon Margalef en España.
La ecología humana llama a una triple responsabilidad del ser humano: hacia sí mismo, hacia el prójimo y hacia todo lo creado. En términos de la ética se podría afirmar que llama a la responsabilidad del respeto de los valores fundamentales, y en términos cristianos, hacia el creador.
Es importante este planteamiento de la ecología humana, porque hace hincapié en la interacción entre las poblaciones humanas y los ambientes naturales en toda su complejidad, que sigue siendo más que relevante para nuestros tiempos. También da la posibilidad de mirar hacia el futuro subrayando en la interacción entre el uso de la tecnología, cada vez más compleja, con la población y el medio ambiente natural. Basta con pensar en la cantidad de las herramientas tecnológicas cada vez más sofisticadas que serán fabricadas y utilizadas por el hombre. La tecnología es creada por el hombre y su ciencia, y al mismo tiempo interactúa con el hombre y la sociedad a la que pertenece. De hecho, el hombre utiliza las estructuras sociales para la creación de las mismas tecnologías para su uso de acuerdo a diferentes criterios.
Las variables de la ecología humana: 1) Ecológica: el ambiente físico (las riquezas minerales, la energía, el agua, el aire, etc.), el ambiente vegetal y animal, en conjunto proporcionan las riquezas naturales renovables. 2) La Población humana o variable demográfica; es el factor de la dinámica demográfica, los hechos y los factores del incremento de la población en el tiempo, los asentamientos humanos y el perfil profesional de las distintas poblaciones. 3) La Tecnología, o la tecnología de la Economía, que refuerza la influencia del ser humano sobre el ambiente natural. 4) La organización social, o mejor ético-social, de la cual forman parte las asociaciones privadas no gubernamentales, las instituciones político-administrativas, las opciones ideológicas y políticas, los valores ético-sociales y los valores ético-religiosos.
En el Mensaje para la Jornada Mundial para la Paz 2010, el Papa Benedicto XVI subraya la importancia que la Iglesia le ha dado a la ecología humana: “La Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación y se siente en el deber de ejercerla también en el ámbito público, para defender la tierra, el agua y el aire, dones de Dios Creador para todos, y sobre todo para proteger al hombre frente al peligro de la destrucción de sí mismo. En efecto, la degradación de la naturaleza está estrechamente relacionada con la cultura que modela la convivencia humana, por lo que «cuando se respeta la “ecología humana” en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia». No se puede pedir a los jóvenes que respeten el medio ambiente, si no se les ayuda en la familia y en la sociedad a respetarse a sí mismos: el libro de la naturaleza es único, tanto en lo que concierne al ambiente como a la ética personal, familiar y social. Los deberes respecto al ambiente se derivan de los deberes para con la persona, considerada en sí misma y en su relación con los demás. Por eso, aliento de buen grado la educación de una responsabilidad ecológica que salvaguarde una auténtica «ecología humana» y, por tanto, afirme con renovada convicción la inviolabilidad de la vida humana en cada una de sus fases, y en cualquier condición en que se encuentre, la dignidad de la persona y la insustituible misión de la familia, en la cual se educa en el amor al prójimo y el respeto por la naturaleza. Es preciso salvaguardar el patrimonio humano de la sociedad. Este patrimonio de valores tiene su origen y está inscrito en la ley moral natural, que fundamenta el respeto de la persona humana y de la creación” (no. 12).

Durango, Dgo., 19 de junio del 2011. +

Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
Email: episcopeo@hotmail.com

Pastoral de la salud: respuesta al sufrimiento y la muerte

Desde la perspectiva de la Iglesia, que es el Evangelio, y observando la realidad que vivimos, descubrimos los signos de la cultura de la muerte y los signos de la vida que se nos manifiestan a diario, que nos interpelan, nos cuestionan y nos impulsan a llevar la vida plena que nos ha revelado Jesucristo. El compromiso y la solidaridad de la Iglesia en la afirmación de la vida son signos de la acción liberadora y salvífica de Dios en la historia. Jesús, el Buen Pastor, quiere comunicarnos su vida y ponerse al servicio de la vida: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia».
La Iglesia Latinoamericana ha identificado algunos de los “rostros sufrientes” de los hombres y mujeres de nuestros pueblos. Destacan las personas que viven en la calle en las grandes ciudades; los migrantes; los adictos dependientes; los detenidos en las cárceles; los enfermos (Cfr. Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Documento Conclusivo. Nums. 407-430). Éstos, los encontramos a diario en nuestros pueblos y ciudades; y podríamos añadir los nuevos “rostros sufrientes”, como las familias que sufren las consecuencias de la violencia y la inseguridad, los secuestros, los desaparecidos, los pobres, etc. Aquí es donde la Palabra de Dios se hace realidad, donde el pueblo “tiene hambre y sed”, que está enfermo y nos llama a comprometernos en la defensa y el cuidado de la vida y de la salud.
Jesús es la ex¬presión visible del amor del Padre, El asume nuestra condición y se solidariza con toda situación humana. Jesús no sólo es sensible a todo dolor humano sino que se identifica con el que tiene hambre, con el que tiene frío, con el que está enfermo… Jesús sufrió la pasión y la muerte de cruz para liberarnos del pecado y de la muerte; por eso brilla como Palabra de Vida (Cfr. CELAM. Discípulos Misioneros en el mundo de la Salud, nums. 51-54).
Jesús se acercó a los enfermos, a los pobres, a las mujeres y a todos los excluidos, a los marginados de las instituciones religiosas y políticas de su época, no para reforzar su situa¬ción de exclusión, de marginación, de dolor, sino para hacerlos sentir dignos, valorarlos, acompañarlos, para invitarlos a levantarse de su postración, sacarlos de su condición de pecado y reinsertarlos en la comunidad.
En medio de la enfermedad, del dolor, del sufri¬miento, Jesús anuncia la esperanza y es fuente de vida. Para Jesús los pobres, los olvidados, los enfermos, no son solamente objeto de com¬pasión o de curación, sino protagonistas del Reino, anunciadores del Evangelio. Es en esta perspectiva en que aparece el Jesús de la Cruz como clave de lectura pascual y generadora de esperanza, que nos ayuda a descubrir el sentido del dolor y del sufrimiento.
Como Jesús, la Iglesia con¬tinúa el anuncio de la Buena Nueva liberadora del Evangelio y ese anuncio la compromete radical e integralmente. El mandato de Jesús a sus seguidores y a la Iglesia incluye una atención preferencial a los enfermos y afligidos. En el envío misionero y apostólico a los discípulos, les dice expresa¬mente: «Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos…». Así lo realizaron los apóstoles y las primeras comunidades cristianas. El poder de curar, de restablecer la salud es un carisma y un ministerio dentro de la comu¬nidad y es un signo de la proclamación de la Buena Nueva de vida y salvación en Cristo.
El espíritu del samaritano debe impulsar el quehacer de la Iglesia; como madre amorosa debe acercarse a los enfermos, a los débiles, a los heridos, a todos los que se encuentran tirados en el camino para acogerlos, cuidarlos, curarlos, infundirles fortaleza y esperanza. En el restablecimiento de la salud física está en juego algo más que la victoria inmediata sobre la enfermedad. Cuando nos acercamos a los enfermos nos acercamos a todo el ser humano y al universo de sus relaciones, porque la en¬fermedad lo afecta integralmente.
La Iglesia en su misión profética está llamada a anunciar el Reino a los enfermos y a todos los que sufren, velando para que sus derechos sean reconocidos y respetados, así como también a denunciar el pecado y sus raí¬ces históricas, sociales, políticas y económicas que producen males como la enfermedad y la muerte. Sin esta preocupación especial por los pobres y marginados, la Iglesia pierde su identidad; sin un acercamiento bondadoso, servicial y liberador a los enfermos y a todos los que sufren, pierde su razón de ser.
El mundo de la salud, en sus múltiples expresiones, ha ocupado siempre un lugar pri-vilegiado en la acción caritativa de la Iglesia. A través de los siglos no sólo ha favorecido entre los cristianos el nacimiento de diversas obras de misericordia, sino que ha hecho surgir de su seno muchas instituciones religiosas con la finalidad específica de promover, organizar, perfeccionar y extender la asistencia a los en¬fermos, a los débiles y a los pobres.
En nuestra Iglesia existe un verdadero ejército de servidores de la vida que trabajan en situaciones difíciles y precarias, que ayudan a hermanos afectados por la enfermedad, el dolor y la muerte, a buscar y encontrar el sen¬tido humano y cristiano de esta realidad. Los religiosos y religiosas desde su consagración, sirven a los enfermos y a los que sufren. Los lai¬cos como fieles discípulos misioneros hacen visible el amor misericordioso del Padre.
«Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de toda clase de afli¬gidos, son también gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo, y nada hay verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón. La comunidad que ellos forman está compuesta de hombres que, reunidos en Cristo y guiados por el Espíritu Santo… la hace sentir y ser en realidad ínti¬mamente solidaria con la humanidad y con su historia» (Concilio Vaticano II. Gaudium et spes 1).
Para los cristianos, «los enfermos son verdaderas catedrales del encuentro con el Señor Jesús», desde ellos el Señor nos llama para hacer realidad histórica su promesa de consuelo a los enfermos y de protección a los desamparados, como primicia de una vida más plena.
“La Pastoral de la salud es la acción evangelizadora de todo el Pueblo de Dios comprometido en promover, cuidar, defender y celebrar la vida, haciendo presente la misión liberadora y salvífica de Jesús en el mundo de la salud”.

Durango, Dgo., 12 de junio del 2011.

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango

La era digital: un nuevo modo de aprender, de pensar y de relacionarse

La Iglesia sigue realizando una valoración correcta y amplia de lo que significa el nuevo mundo digital, especialmente porque es un ambiente donde se mueven los jóvenes. Se puede decir que estamos siendo testigos de un cambio profundo de la sociedad, equiparado al que se produjo en la Primera Revolución Industrial del siglo XVIII, estamos ante una profunda transformación cultural. Es una época nueva la era digital. Hoy las nuevas tecnologías han modificado la comunicación en sí misma, no solo se difunden conocimientos, sino que ha nacido un nuevo modo de aprender y de pensar a través del internet. Existen “nuevas formas de establecer relaciones y construir lazos de comunión”. Las posibilidades que se han abierto son impensables y exigen de nosotros una seria reflexión.
En las redes sociales (twitter, You tube, facebook, messenger, metroflog, etc.), en las que prácticamente están conectados la mayoría de los jóvenes, concreta esta nueva manera de establecer relaciones entre las personas. En ellas se comparten conocimientos como intercambios personales. No solo son intercambio de datos, sino que “se desea compartir”. Esto ha contribuido a una revaloración del arte de comunicar. En la red son diálogos, intercambios, existe solidaridad, se dan relaciones positivas entre las personas.
Quienes están constantemente en este espacio virtual buscan sinceramente un encuentro personal con el otro, evitando que sea una fuga de la realidad. Existe un anhelo de compartir, de establecer “amistades”, y esto conlleva el reto de ser auténticos, de ser fieles a sí mismos. Esta nueva manera de comunicarse, permite a las personas encontrarse más allá de las fronteras del espacio y de las propias culturas, inaugurando así un mundo nuevo de amistades potenciales. En la red cada uno siente la necesidad de ser una persona auténtica y reflexiva. La persona misma está implicada en aquello que comunica. Cuando se intercambian informaciones, las personas se comparten a sí mismas, su visión del mundo, sus esperanzas, sus ideales.
En este sentido puede decirse que existe un estilo cristiano de presencia también en el mundo digital, ¿Cómo es? Se caracteriza por una comunicación franca y abierta, responsable y respetuosa del otro. Comunicar el Evangelio a través de los nuevos medios significa no sólo poner contenidos abiertamente religiosos en las plataformas de los diversos medios, sino también dar testimonio coherente en el propio perfil digital y en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean concordes con el Evangelio. En los nuevos contextos y con las nuevas formas de expresión, el cristiano está llamado de nuevo a responder a quien le pida razón de su esperanza (1 P 3,15).
Aunque es un mundo de oportunidades, el mundo digital tiene riesgos. Es importante recordar siempre que el contacto virtual no puede y no debe sustituir el contacto humano directo, en todos los aspectos de nuestra vida. Por otro lado la comunicación digital tiene sus límites: una interacción parcial, la tendencia a comunicar sólo algunas partes del propio mundo interior, el riesgo de construir una cierta imagen de sí mismos que suele llevar a la autocomplacencia.
Como todo fruto del ingenio humano, las nuevas tecnologías de comunicación deben ponerse al servicio del bien integral de la persona y de la humanidad entera. Si se usan con sabiduría, pueden contribuir a satisfacer el deseo de sentido, de verdad y de unidad que sigue siendo la aspiración más profunda del ser humano.
El compromiso de ser testigos del Evangelio en la era digital exige a todos el estar muy atentos con respecto a los aspectos de ese mensaje, sobre todo cuando debemos compartir en internet y las redes sociales la verdad del Evangelio. Debemos darla a conocer en su integridad. Debe transformarse en alimento cotidiano de las redes sociales y no en atracción de un momento.
La verdad del Evangelio no puede ser objeto de consumo ni de disfrute superficial, sino un don que pide una respuesta libre. Esa verdad, incluso cuando se proclama en el espacio virtual de la red, está llamada siempre a encarnarse en el mundo real y en relación con los rostros concretos de los hermanos y hermanas con quienes compartimos la vida cotidiana. Por eso, siguen siendo fundamentales las relaciones humanas directas en la transmisión de la fe.
La Iglesia, en esta Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (5 de junio del 2011), en la persona de su Santidad Benedicto XVI, nos invita a todos a “unirse con confianza y creatividad responsable a la red de relaciones que la era digital ha hecho posible, no simplemente para satisfacer el deseo de estar presentes, sino porque esta red es parte integrante de la vida humana”. La red está contribuyendo al desarrollo de nuevas y más complejas formas de conciencia intelectual y espiritual, de comprensión común.
También en este campo estamos llamados a anunciar nuestra fe en Cristo, que es Dios, el Salvador del hombre y de la historia, Aquél en quien todas las cosas alcanzan su plenitud (Ef 1,10). La proclamación del Evangelio supone una forma de comunicación respetuosa y discreta, que incita el corazón y mueve la conciencia. La Verdad, que es Cristo, es la respuesta plena y auténtica a ese deseo humano de relación, de comunión y de sentido, que se manifiesta también en la participación masiva en las diversas redes sociales.
Invitamos especialmente a los jóvenes a hacer buen uso de su presencia en el espacio digital, en el internet, en las redes sociales.

Durango, Dgo., 5 de junio del 2011.

+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango