Ya terminó la cosecha del frijol y los campesinos en el estado de Durango, como cada año, atraviesan por una difícil situación porque el gobierno ha postergado la comercialización del frijol, que fija el precio base para su venta, y las empresas almacenadoras no tienen permiso para empezar el acopio. Dicen los campesinos que hay mucha cosecha, pero no hay dinero, el grano está guardado en las casas o bodegas, y quienes se aprovechan de esta situación son los intermediarios o coyotes, quienes ante la necesidad de los productores ofrecen sólo 2.90 pesos por kilogramo, un costo menor al invertido en la cosecha. La cosecha en Durango, fue de más de 180 mil toneladas del grano, una excelente producción este año. El problema es que el esquema de comercialización se pospuso hasta finales de noviembre, hasta la fecha los campesinos siguen esperando un mejor precio del frijol. Hasta cuando van a esperar los campesinos, los productores? Hasta que la necesidad los lleve a vender al precio que sea? Y la justicia? Los más pobres, los que viven de su cosecha, como siempre, serán los más perjudicados.
Esta situación del frijol y del campesino en nuestro Estado, nos trae a la memoria la situación del campo en México. El frijol y otros granos, son productos considerados como básicos y estratégicos para los mexicanos, sin embargo, a raíz de una política de apertura comercial, (TLC: Tratado de Libre Comercio con USA) se redujeron subsidios, se eliminaron aranceles y permisos previos de importación; esto golpeó severamente a los pequeños y medianos productores de granos básicos, especialmente maíz, soya y frijol, ya que los productores de Estados Unidos de Norteamérica, encontraron en nuestro mercado un jugoso negocio, por que poseen mejor tecnología y reciben subsidios, compensaciones y créditos blandos de su gobierno, mientras en México los productores no gozan de los mismos beneficios.
En los años 60s México no importaba frijol, al contrario lo exportaba. En 1966 se vendieron al mercado externo 102 mil toneladas, y todavía en 1978, 130 mil; a partir de la década de los 80s México se convirtió en un importador de este producto, y en 2005 paso a ser el sexto país que más compra en el mercado internacional siendo Estados Unidos de Norteamérica su principal abastecedor. “La producción promedio de frijol en México, en los últimos 10 años, ha sido de un millón 152 mil toneladas (844 mil de ellas correspondientes al ciclo Primavera-Verano), y el consumo nacional asciende a un millón 200 mil toneladas, aproximadamente. Las importaciones del frijol provenientes de los países participantes en el TLC han sido en los últimos años del orden de las 90 mil toneladas anuales registrando un incremento en el año 2009 por los efectos de la sequía; las importaciones permiten ajustar faltantes estacionales”.
Hoy los productores en México enfrentan diversos problemas, como los altos costos de producción y un deterioro continuo de los precios reales del producto. Entre 1980 y 2005, el índice de precios de insumos para la producción de frijol creció a una tasa promedio anual de 30.44% (Banco de México, 2005), mientras que la del índice de precios de frijol al productor decreció en 2.1%, y los rendimientos apenas crecieron 0.4%, lo que implica una reducción en la rentabilidad (Siacon, Sagarpa 2004). El panorama no resulta alentador porque México consume menos frijol que hace 10 años ya que la oferta de otros productos como sopas o arroces instantáneos, han mermado la costumbre de consumirlos, por otro lado los precios de este cultivo estadounidense son menores.
La problemática de la comercialización del frijol en México está muy ligada a la falta de un órgano regulador, el vacío que dejó Conasupo, provocó una gran desorganización entre la oferta y la demanda, así como daños a los agricultores. Hasta 1997 este organismo compraba el 40 por ciento de la cosecha nacional; hoy no hay empresa privada que pueda adquirir un volumen de comercialización similar. La comercialización de frijol se ha complicado, la contracción del mercado nacional y la falta de canales de distribución adecuados han disminuido el ingreso de los productores de frijol debido, entre otras cosas, a una disminución en su precio y las formas de mercadeo.
El gobierno federal, con la mediación de Apoyos y Servicios a la Comercialización Agropecuaria (Aserca), ha alentado la producción de frijol con diferentes programas, pero no han sido suficientes para mejorar las condiciones de competitividad y comercialización de los productores. En el año 2000 se diseñó un programa especial para frijol, se veía la necesidad de crear empresas integradoras agrupadas por organizaciones de productores con el fin de apoyar la integración de la cadena agroalimentaria y la comercialización de frijol, esto no funcionó. En octubre de 2003 el gobierno federal puso en operación un nuevo esquema de comercialización de frijol en Zacatecas y Durango. Con este proyecto, los productores obtendrían entre 4.50 y 5.75 pesos por kilo, cumpliendo las normas de calidad de la bodega de acopio o de la bodega de concentración. El propósito era crear un esquema para ordenar el mercado de este cultivo, sostener el precio y lograr un pago justo por la producción. Pero este esquema de comercialización ha sido insatisfactorio, principalmente por la existencia de intereses políticos y el mal diseño de ese programa. Hasta la fecha esta problemática no se ha solucionado. Parece que a las autoridades, Federales, Estatales y Municipales, no les interesa poner orden, o ellos son los que propician esta situación. No es suficiente hacer gestiones para conseguir un mejor precio del frijol, hay que sanear de fondo la problemática en torno a la comercialización del frijol.
Es urgente replantear una estrategia y atender de manera integral esta cuestión del campo mexicano. Se debe detener la emigración masiva y mejorar las condiciones de vida en rancherías, ejidos, comunidades y pueblos. Esto se debe hacer no sólo por motivos sociales y de estabilidad política, sino porque un sector agropecuario económicamente fuerte es fundamental para el desarrollo del Estado: con alimentos y materias primas que satisfagan la demanda interna y contribuyan al equilibrio de la balanza comercial; exportación de cultivos de alta densidad económica; generación de empleos agrícolas para reducir presiones sobre los mercados de trabajo urbanos y generar efectos multiplicadores sobre el empleo en otras ramas de la economía; y una demanda interna más dinámica que amplíe el potencial del mercado nacional para acelerar el crecimiento económico general.
El Papa Benedicto XVI hace unas semanas nos ha llamado la atención sobre la crisis económica actual y de una revisión profunda del modelo de desarrollo económico, ante este panorama dice: “…parece decisivo un relanzamiento estratégico de la agricultura. De hecho, el proceso de industrialización a veces ha ensombrecido al sector agrícola, el cual, aún tomando a su vez beneficio de los conocimientos y de las técnicas modernas, con todo ha perdido importancia, con notables consecuencias también en el plano cultural. Me parece el momento para un llamamiento a revalorar la agricultura, no en sentido nostálgico, sino como recurso indispensable para el futuro… Es necesario apuntar, por tanto, de forma verdaderamente concertada, sobre un nuevo equilibrio entre agricultura, industria y servicios, para que el desarrollo sea sostenible, no falte a nadie el pan y el trabajo, y el aire, el agua y los demás recursos primarios sean preservados como bienes universales”( Ángelus 14 nov. 2010).
Durango, Dgo., 19 Diciembre del 2010.
+ Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
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