Reflexión dominical IV Domingo Ordinario; 30 enero de 2011 Bienaventurados los pobres
Leemos hoy, del profeta Sofonías: “busquen al Señor, ustedes todos, pobres de la tierra, que cumplen sus órdenes; busquen la justicia y la humildad, para ponerse a cubierto el día de la ira del Señor. Haré permanecer en ti, Israel, un pueblo humilde y pobre; confiará en el nombre del Señor el resto de Israel”.
Dios ha elegido lo que en el mundo es necio, para confundir a los sabios; Dios ha elegido lo que en el mundo es débil para confundir a los fuertes; Dios ha elegido lo que en el mundo es bajo y despreciado y lo que es nada, para reducir a nada las cosas que son, para que nadie se gloría delante de Dios.“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos”, proclama S. Mateo en el Evangelio de hoy. Las nueve Bienaventuranzas de S. Mateo en el Evangelio de hoy, se resumen en la primera; las otras son un corolario o una explicación de la primera.
Bienaventurado o dichoso, es una fórmula frecuente en la literatura sapiencial del A. T. En S. Mateo las Bienaventuranzas resultan espiritualizadas, subrayando la dimensión y la eficacia de la virtud. Ciertamente S. Mateo no se refiere a los que, a pesar de ser ricos, están espiritualmente despegados de sus riquezas.
Se refieren a la clase pobre, que constituía la gran mayoría de la población en el mundo helenístico-romano. El nombre de pobres, en los escritos tardíos del A. T., designa a los judíos piadosos y observantes. La expresión “pobres de espíritu” en Mateo, acentúa la condición humilde de los pobres, más que en la efectiva carencia de riquezas. Su pobreza les impide tener la arrogancia y la seguridad en sí mismos, característica del rico.
Esta enseñanza es la primera parte del discurso de la montaña: Jesús que sube al monte aparece como el nuevo Moisés promulgando la Nueva Ley, sobre el nuevo Sinaí. Proclamando bienaventurados o dichosos a los pobres y a los humildes Jesús habla el lenguaje que Dios ya había usado con su pueblo por medio de los profetas como es el caso de Sofonías en la primera lectura de hoy, lo mismo que Pablo en la segunda lectura donde se establece claramente que los primeros en ser llamados son siempre los pequeños y los pobres, a los que el mundo desprecia, pero que son grandes en el Reino de los cielos.
El discurso es de verdad un cambio totalmente diverso de los esquemas que tradicionalmente eran considerados valores. Los hebreos tenían la convicción de que la prosperidad material y el éxito, eran signos de bendición de Dios. En cambio, la pobreza y la esterilidad eran signo de maldición. Jesús denuncia la ambigüedad de una representación terrena de la Bienaventuranza.
Pero, la sola pobreza, no es de por sí un bien o un estado de virtud; el reconocerse pobre, no es sobre todo un estado sociológico, es una disposición interior que conforma el propio obrar en cualquier estado en que uno se encuentre; y luchar en serio por avanzar.
+Héctor González Martínez
Arz. De Durango
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