Ante la necesidad de respuestas, de soluciones a lo que constantemente nos aqueja: la pobreza, la crisis económica, la desintegración de la familia, la crisis del tejido social, la violencia y la inseguridad, el aumento del consumo de drogas, la corrupción en todos los niveles, la impunidad, porque la ley no se aplica, se pasa sobre ella; debemos volver nuestra mirada, nuestros ojos al Evangelio y pedir a la Iglesia como Madre y Maestra, que nos oriente.
Ante la incapacidad de dar respuestas a la comunidad por parte de los gobernantes (federales, estatales, municipales), dentro de la población y los sectores de la vida social (empresarios, médicos, abogados, campesinos, etc.), surgen brotes de hacer justicia por propia mano, hay desesperación, temor, no se ve una salida, y exigen respuestas y nos las hay; pero todo tiene un límite. Dice el dicho: “no hay mal que dure cien años, ni enfermo (ni cuerpo? Ni pueblo?) que lo resista”. No es suficiente preocuparse por lo económico. Es cierto que hay pobreza y faltan empleos, y que hay que traer las mejores inversiones al Estado, pero eso no podrá ser la solución a los problemas más importantes. Se podrá lograr la mayor inversión económica de todos los tiempos, pero no va a funcionar, como ya ha sucedido en el pasado. Se necesita realizar proyectos que nos haga mejores personas, mejores ciudadanos, que nos una a todos en el bien común, y necesitamos comprometernos todos. Estamos dispuestos para actuar en unidad y con un solo objetivo? O esperaremos hasta que llegue el límite?
Cual es la fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de la humanidad? Es la Caridad en la Verdad. Jesucristo nos ha dado testimonio de ello y nos ha enseñado con su vida el camino a seguir (Benedicto XVI “Caritas in veritate” Introducción 1-5).
Que es el amor (caritas)? Que es la verdad? Es una “fuerza extraordinaria que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz”. Esta fuerza tiene su origen en Dios, que es Amor eterno y Verdad Absoluta. Dios mismo, “siendo tres personas, no es una verdad estática, sino una interacción, una comunión que es el modelo de lo que debería ser la vida de cada católico y de la Iglesia como un todo”. Dios tiene un proyecto sobre cada ser humano, quien está llamado a aceptarlo; en el proyecto divino, cada hombre y mujer encontrarán su propia verdad. Todos los hombres perciben el impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los abandonan completamente, porque son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y en la mente de cada ser humano.
Jesucristo nos ha revelado plenamente ese proyecto de amor y de vida verdadera que Dios ha preparado para nosotros, al mismo tiempo nos purifica y libera de nuestras limitaciones humanas en la búsqueda del amor y la verdad. Cristo mismo es la caridad en la verdad, en Él recibimos la vocación de amar a nuestros hermanos en la verdad de su proyecto. Él mismo es la Verdad (Jn 14,6)
La Caridad es el camino de la Iglesia. Según Jesús y su enseñanza, la Caridad es la síntesis de toda la Ley, por lo tanto, todo proviene de ella. La caridad “da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo”; es el “principio de las micro-relaciones” (la amistad, en la familia, el pequeño grupo); también el “principio de las macro-relaciones” (sociales, políticas y económicas). Para la Iglesia, la Caridad es todo porque “Dios es caridad. Todo proviene de la caridad de Dios, todo adquiere forma de ella y a ella tiende todo. La caridad es el don más grande que Dios ha dado a los hombres, es su promesa y nuestra esperanza”.
En estos tiempos es importante de “unir no solo la caridad con la verdad, en el sentido señalado por San Pablo de la “veritas in caritate” (Ef 4,15), sino también en el sentido, inverso y complementario, de “caritas in veritate”. Se ha de buscar, encontrar y expresar la verdad en la caridad, pero, a su vez, se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad”. Esto ayudará a una correcta valoración de la caridad y a evitar que sea mal entendida.
Solo unida con la verdad se puede reconocer a la caridad como expresión auténtica de humanidad y como elemento de importancia fundamental en las relaciones humanas y sociales. “Sólo en la verdad resplandece la caridad y puede ser vivida auténticamente. La verdad es luz que da sentido y valor a la caridad. Esta luz es simultáneamente la de la razón y la de la fe, por medio de la cual la inteligencia llega a la verdad natural y sobrenatural de la caridad”. Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente, como a cada quien se le antoje. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad. Es presa fácil de las emociones.
En el contexto social y cultural actual, vivir la caridad en la verdad, lleva a comprender que la adhesión a los valores del cristianismo es indispensable para la construcción de una buena sociedad y un verdadero desarrollo humano integral. Un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales. De este modo, en el mundo no habría un verdadero y propio lugar para Dios.
La caridad es amor recibido y ofrecido. Es “gracia” (cháris). Su origen es el amor que brota del Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo. Es amor que desde el Hijo desciende sobre nosotros. Es amor creador, por el que nosotros somos; es amor redentor, por el cual somos recreados. Es el Amor revelado, puesto en práctica por Cristo (cf. Jn 13,1) y “derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo” (Rm 5,5). Los hombres, destinatarios del amor de Dios, se convierten en sujetos de caridad, llamados a hacerse ellos mismos instrumentos de la gracia para difundir la caridad de Dios y para tejer redes de caridad.
La Doctrina Social de la Iglesia responde a esta dinámica de caridad recibida y ofrecida. Es “caritas in veritate in re social”, anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad. Es servicio de la caridad, pero en la verdad. Es al mismo tiempo verdad de la fe y de la razón. El desarrollo, el bienestar social, las soluciones propuestas ante los graves problemas que nos afligen, necesitan esta verdad. Más aún, necesitan que se estime y se dé testimonio de esta verdad. Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia y responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores y fatales sobre la sociedad.
Durango, Dgo., 27 de Febrero del 2011.
+ Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
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