Reflexión dominical VII domingo ordinario; 20-02-2011 Amar aún a los enemigos

El libro del Levitico, ordena: “sean santos porque yo soy santo”; este precepto es el fundamento de la ley del amor; en consecuencia manda: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. La lectura también indica como vivir concretamente la santidad: o sea que por la caridad hacia el prójimo nosotros reflejamos la santidad de Dios.

En la segunda lectura, de S. Pablo a los corintios, leemos: “el templo de Dios es santo y ustedes son ese templo”; esta afirmación es el comienzo de una condena del culto a la personalidad en la Iglesia; cuando se forman grupos cerrados que aparecen como exclusividad de personas dominantes pero que no han sido crucificadas por nosotros.

En el Evangelio, S. Mateo nos da una sentencia de Jesús: “han oído que fue dicho: amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo; pero yo les digo: amen a sus enemigos y oren por sus perseguidores”. En la ley del amor se alcanza el culmen de las enseñanzas de Cristo. Es esta la característica que debe distinguirnos a los cristianos; se trata de un amor no exclusivo y que debe abarcar también a los enemigos.

El mandamiento del amor era conocido antes de Jesucristo; en el AT nunca se pensó que se pudiera amar a Dios y desinteresarse del prójimo. Dice el libro de los Proverbios: “si tu enemigo tiene hambre, dale pan para comer; si tiene sed dale agua para beber; y el Señor te recompensará”.

El mandamiento es nuevo en su formulación y en su alcance en sentido horizontal que comprende a todos y en todo. No conoce restricciones o excepciones, de tipo social, de raza o de religión, o por su calidad moral; se dirige al hombre en la unidad y en la igualdad de su naturaleza.

También es nuevo, por su extensión vertical; la medida es dada por el modelo que nos presenta: “les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros; como yo los he amado, así ámense también ustedes unos a otros”. La medida de nuestro amor al prójimo es pues, el amor que el Padre Celestial tiene por Cristo y que Cristo tiene por nosotros: “como el Padre me ama a mí, así los amo yo a ustedes.

Es nuevo el mandamiento, por el motivo que nos propone: “amar por amor de Dios”, por el mismo objetivo divino, totalmente desinteresado; con amor purísimo, sin sombra de compensación; es un amor, no por bien propio, sino solo buscando el bien de la persona que se ama. Amar como Dios, que no busca el bien en la persona que ama, sino creando el bien en ella, amándola.

Es nuevo el mandamiento porque Cristo lo eleva al nivel del mismo amor por Dios. Si el sentido judío del amor, podía hacer creer que el amor fraterno se pone al mismo plano de los otros mandamientos, la visión cristiana le da un puesto único, es decir el amor al prójimo aparece indisolublemente ligado al precepto del amor a Dios y abarca a los diferentes, a los fuereños, a los que nos han hecho el mal, a los del crimen organizado……

Amar aún a los enemigos. El amor al prójimo aparece indisolublemente ligado al precepto del amor a Dios y abarca a los diferentes, a los fuereños, a los que nos hacen el mal, y a los del crimen organizado.

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