Reflexión dominical La Trinidad, Comunidad de amor; 19-VI-2011

Hoy dice la segunda lectura tomada de S. Pablo: “estén alegres, tiendan a la perfección, anímense mutuamente, tengan los mismos sentimientos, vivan en paz y el Dios del amor y de la paz estará con ustedes… la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con ustedes”.

Estos cuantos versos nos permiten recoger dos datos de la liturgia antigua: 1.- el saludo litúrgico, signo de fraternidad; 2.- el augurio que los cristianos se daban en nombre de la Santísima Trinidad, en cuyo Nombre hemos sido bautizados.Mirando dentro de nosotros para considerar la propia experiencia religiosa, tenemos el presentimiento de una profundidad infinita. Este fondo inalcanzable dentro de nosotros tiene relación con la Palabra de Dios, porque Dios representa la profundidad última de nuestra vida; por más que muchos hombres en el mundo se sientan vacíos, Dios representa lo más profundo de nuestro ser.

Este fondo íntimo de nuestra persona se manifiesta en la apertura de nuestro “yo” hacia el “tú”; y se manifiesta en la seriedad de esta inclinación. Así palpamos impreso en nosotros la realidad profunda y exultante de Dios: la Trinidad: impreso en nosotros el misterio de Dios-Comunidad, el misterio de comunión de vida: en una palabra, Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Esta Comunión Trinitaria, resulta ejemplar y fin para nosotros. Las relaciones trinitarias son verdaderamente el valor último y supremo; el único verdadero fin del hombre; ya que Dios, y sólo Él, es la plenitud de toda perfección.

La Comunión Trinitaria es verdaderamente misterio, es decir realidad incomparablemente más grande que toda comprensión humana. Dios no cesará jamás de sorprender al hombre, y ningún hombre entrará jamás en el terreno de Dios, si no está dispuesto a dejarse desarraigar de los confines de su limitación humana, de sus angustias y de sus seguridades, como Abraham.

Por ejemplo, la oración no debe reducir a Dios a los límites del hombre, sino ampliar los horizontes del hombre hacia los horizontes de Dios. Otro ejemplo, el silencio, que el Padre parece oponer en muchos casos a las búsquedas humanas, nace de la autenticidad de su paternidad, de su firmeza de no condescender a la mezquindad de los proyectos humanos, para poder sustituirlos con otros proyectos mayores nacidos de su amor.

La Comunidad Trinitaria es el verdadero futuro del hombre, la única que puede asegurar al hombre un proyecto de vida sin límites, porque también es capaz de superar la muerte. Dice S. Agustín, que “Dios es tan inagotable, que cuando lo encontramos es aún en Dios un horizonte sin confines, y por tanto un futuro total. Así pues, en la medida en que nos sumerjamos en el misterio de Dios nos sumergimos en el misterio del hombre.

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