Domingo XXVIII ordinario; 13-X-2013 La fe se hace Acción de Gracias

Domingo XXVIII ordinario; 13-X-2013

La fe se hace Acción de Gracias

            Camino a Jerusalén, Jesús atravesó Samaria y Galilea. Entrando en un pueblo, salieron a su encuentro diez leprosos, que deteniéndose delante, alzaron la voz diciendo: “Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros. Viéndolos Jesús, les dijo: vayan a presentarse a los sacerdotes; mientras ellos iban, quedaron sanos. Un samaritano,  viéndose curado, regresó alabando a Dios con una gran voz, y se arrojó a los pies de Jesús, para agradecerle. Jesús observó: ¿qué no eran diez los curados? ¿dónde están los otros nueve? ¿sólo este extranjero, ha vuelto a dar gloria a Dios? Y le dijo: levántate y vete, tu fe te ha salvado”.

            La enseñanza de este trozo evangélico rebasa la actitud del grupo de leprosos. Ellos observan la Ley, y obedecen la palabra de Jesús, porque saben que es cumplimiento de la Ley de Moisés (Lv 13, 45-46); y se consideran curados porque, cumpliendo la Ley, consideran que lo han merecido. Son así, imagen fiel de tantos cristianos atados a un legalismo mecánico. Sólo uno reconoce que todo y siempre es exclusivamente don de la bondad de Dios que se revela en Jesús: regresa a Él y recibe la palabra de salvación: “tu fe te ha salvado”.

            El anuncio del Reino de Dios es anuncio de salvación no sólo con palabras, también con hechos, que manifiestan la gratuidad esencial; expresan en forma evidente que la salvación no es una conquista humana, sino un don de Dios; suscitan la fe en la persona de Jesús y hacen prorrumpir en acción de gracias.

            La acción de gracias no es un simple reconocimiento humano. El mensaje de las lecturas de este domingo, no es una simple enseñanza sobre el deber moral del reconocimiento humano: Naamán, general sirio, pasa de la sanación a la fe; él no reconoce más, otro dios que no sea el Dios de Israel. El samaritano, regresa “alabando a Dios con grande voz”; el milagro le ha abierto los ojos sobre el significado de la misión y de la personalidad de Jesús. El samaritano, da gracias a Dios, no tanto, porque su deseo de sanar ha quedado satisfecho, sino, porque entiende que Dios está presente y activo en Jesús. El samaritano reconoce que Cristo es el Salvador en Quien Dios está presente y obra no sólo la salud del cuerpo, sino la salvación total del hombre. Y esto, es fe. El samaritano ve en Jesús, manifestarse la gloria de Dios. Por eso S. Lucas concluye la escena con la palabra de Jesús: “levántate y vete, tu fe te ha salvado”. Salvado, no sólo de la lepra, sino salvado, en el sentido cristiano del término. La sanación de la lepra es sólo el signo de la salvación integral de la persona.

            La acción de gracias del samaritano sanado nace, antes que nada, de la fe y no de la utilidad: es contemplación gozosa y gratuita del amor salvador de Dios antes que contento por la salud recuperada. Sólo en un secundo momento incluye el reconocimiento; pero, no el simple y cortés agradecimiento por un beneficio recibido. El Evangelio no quiere darnos una lección de urbanidad; quiere decirnos, que la acción de gracias es la actitud fundamental del hombre que ha descubierto en la fe que su salvación proviene sólo de la acción de Dios en Cristo.

            Si la gratitud humana y la acción de gracias a Dios no se identifican, es también cierto que hay continuidad entre ellas. Cuando las relaciones personales están todas basadas sobre lo útil o sobre el placer, es muy difícil abrirse a la contemplación del amor gratuito de Dios. Más aún la mentalidad egocéntrica y utilitarista desnaturaliza los actos religiosos. Si perdemos el sentido de lo gratuito, si nuestras acciones llevan el móvil o la mira de la recompensa, muy probablemente no llegaremos a la experiencia de la Eucaristía, que es la máxima Acción de Gracias. El hombre de hoy, debe descubrir el sentido de lo recibido para abrirse al agradecimiento. La Eucaristía, como Acción de Gracias, ha de ser el gozo que florece de la contemplación de Dios-Amor y del descubrimiento de ser salvados gratuitamente.

Héctor González Martínez

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