Reflexión dominical IV domingo de Pascua Jesús el Buen Pastor
En la festividad del Buen Pastor, dice Jesús hoy en el Evangelio de S. Juan: “yo soy la puerta de las ovejas”, “el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas”. En cambio “el que brinca por otra parte, es un ladrón y salteador”.
Jesús elabora este discurso bajo la inspiración del profeta Ezequiel (c. 34), que expone la triste situación del rebaño, por culpa de los pastores; y al mismo tiempo a la luz del anuncio que Dios hace de regir Él como pastor a su pueblo mediante su siervo David como nuevo pastor (Ez. 34, 22-31).Jesús, declarándose el pastor de las ovejas, la puerta del rebaño, el buen pastor, se declara como el Mesías anunciado. Se presenta como el pastor según al corazón de Dios, anunciado por los profetas. Él conoce íntimamente al Padre y transmite su conocimiento a los suyos en el Evangelio. Por ello, Él es la puerta; y también es el mediador que conoce íntimamente nuestra condición, porque como cordero ha soportado sobre sí todos nuestros males; Él guía a los suyos con la autoridad de quién ama y ha entregado su vida; y los suyos, en la fe, escuchan su voz y lo siguen.
Simbólicamente, Jesús define al discípulo con la imagen de la oveja que escucha su voz, conoce a su pastor y se entrega a Él. La imagen del pastor que guía a sus ovejas era familiar al pueblo de Israel, pueblo nómada. Esa imagen alimentó la meditación religiosa de las relaciones con Dios.
Por su parte, los jefes debían ser siervos del único pastor; pero frecuentemente, siguiendo intereses egoístas o enfoques políticos inadecuados, desviaron, pervirtieron y traicionaron el rebaño de Dios, situación que subsiste hasta el presente.
Antes de su Ascensión a la derecha del Padre, Jesús confió al Colegio de los Apóstoles su ministerio pastoral a favor de los que han entrado por la puerta del redil, de los han aún han de entrar y hasta de los que no. Este servicio hace efectiva la presencia de Cristo Resucitado en medio de los suyos, la prolonga en el tiempo y en el espacio.
Como todas las realidades de la Iglesia peregrinante, el servicio pastoral es de orden sacramental y orienta a Cristo Señor, que, invisible, guía a los suyos a la comunión de vida con el Padre por medio de los ministros de la Palabra y de los Sacramentos. Pero también, en el gobierno y en la responsabilidad de la comunidad y de los fieles en singular, los pastores saben que su misión nace de la obediencia a Cristo que toda la Iglesia debe buscar. Sin embargo, la dimensión trascendente del pastoreo desmerece.
En todo este pastoreo, en torno a la Palabra y a los Sacramentos, encabezan los Obispos, los Presbíteros y los Diáconos, pero también son corresponsables los mismos Laicos participantes del único Sacerdocio de Cristo y por tanto del único pastoreo para encaminar todas las realidades temporales al Reinado de Cristo, a la nueva civilización del amor; para encaminar todo el cosmos a su plenitud. Así la misión es de todos.
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