E P I S C O P E O El amor es la respuesta al don de Dios con el cual Él viene a nuestro encuentro
E P I S C O P E O
El amor es la respuesta al don de Dios con el cual Él viene a nuestro encuentro
Algunas personas preguntan sobre cuál es la mejor religión. Hoy existen muchas religiones y distintas propuestas religiosas y espirituales. Unos han de contestar que su propia religión es la mejor, otros afirman que “todas son simples negocios, o formas de sostener un poco de poder sobre otros con mentes débiles”. Hay quienes afirman que es aquella que te satisface, la que llena tu vida y tu espiritualidad, la que cumple tus expectativas. Alguien le preguntó al Dalai Lama “Su Santidad, ¿Cual es la mejor religión?” y contestó: “La mejor religión es la que te aproxima más a Dios, al infinito. Es aquella que te hace mejor”. Pero “¿Qué es lo que me hace mejor?” Él respondió: “Aquello que te hace más compasivo, más sensible, más desapegado, más amoroso, más humanitario, más responsable, más ético… La religión que consiga hacer eso de ti, es la mejor religión.”
Cualquiera que sea la respuesta, se puede afirmar que la religión está profundamente unida al amor. Para nosotros que profesamos la religión cristiana católica, el amor, “antes de ser un mandato, es un don, una realidad que Dios nos hace conocer, experimentar, de manera que como una semilla, que pueda germinar incluso dentro de nosotros y desarrollarse en nuestra vida”.
“Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4, 16). Estas palabras de la Primera carta de Juan expresan con claridad meridiana el corazón de la fe cristiana: la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre y de su camino. También Juan nos ofrece, una formulación sintética de la existencia cristiana: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (Benedicto XVI Deus caritas est, 1)
Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva. En su Evangelio, Juan había expresado este acontecimiento con las siguientes palabras: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todos los que creen en él tengan vida eterna” (3, 16).
La fe cristiana, poniendo el amor en el centro, ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dándole al mismo tiempo una nueva profundidad y amplitud. En efecto, el israelita creyente reza cada día con las palabras del Libro del Deuteronomio que compendian el núcleo de su existencia: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas” (6, 4-5). Jesús, haciendo de ambos un único precepto, ha unido este mandamiento del amor a Dios con el del amor al prójimo, contenido en el Libro del Levítico: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (19,18; cf. Mc 12, 29- 31). Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (1Jn 4, 10), ahora el amor ya no es sólo un “mandamiento”, sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro.
Es en Jesucristo, quien el propio Dios va tras la “oveja perdida”, la humanidad doliente y extraviada. Cuando Jesús habla en sus parábolas del pastor que va tras la oveja descarriada, de la mujer que busca el dracma, del padre que sale al encuentro del hijo pródigo y lo abraza, no se trata sólo de meras palabras, sino que es la explicación de su propio ser y actuar. En su muerte en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es amor en su forma más radical. Poner la mirada en el costado traspasado de Cristo, del que habla Juan (19, 37), ayuda a comprender lo que significa: “Dios es amor” (1 Jn 4, 8). Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora, qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar.
Durango, Dgo., 3 de Noviembre del 2013 + Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
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