Reflexión dominical Domingo VI de Pascua, 29-V-2011 Testimonio cristiano del amor
Hoy dice Jesús por el Evangelio de S. Juan: “si me aman, observarán mis mandamientos; yo rogaré al Padre y les dará otro consolador que permanezca siempre con ustedes…quien acepta mis mandamientos y los cumple ese me ama”.
En este Evangelio se nos anuncia la venida del Espíritu Santo en relación estrecha al tema del amor. De hecho el Espíritu que el Señor promete y que viene del Padre, es Espíritu de amor y de ello los cristianos son llamados a dar testimonio.
Un testimonio visible y convincente será aquel amor intercambiable que debe caracterizar a las comunidades cristianas, como decían los paganos acerca de la Iglesia primitiva: “miren como se aman”. Preguntémonos si hoy los nuevos paganos post-cristianos pueden decir lo mismo mirándonos a nosotros los cristianos de ahora.No sea que nuestro comportamiento sea tal de hacerlos desconfiar del Cristianismo y de nuestra insistencia sobre el amor. Probablemente hablamos demasiado de amor, como de un género literario o un discurso recitado de memoria. Pero no alcanzamos a vivirlo sinceramente entre nosotros, divididos interiormente por incoherencias personales, y externamente divididos por prejuicios, sectarismos y ghettos.
El testimonio se manifestará en un amor sincero y desinteresado. En toda época, la Iglesia está llamada a dar pruebas de un amor con hechos. En siglos pasados la Iglesia se ha empeñado en dar pruebas de su amor difundiendo la cultura, se dedicó a las obras asistenciales para los pobres e indigentes; fundó hospitales, se ocupó de la instrucción del pueblo, creó los primeros servicios sociales. Ahora, todo esto viene asumido por los estados.
Sin embargo, la atención de la Iglesia sigue centrada en el hombre. Dijo el Beato Juan Pablo II: “la Iglesia no puede abandonar al hombre, cuya suerte, elección, llamado, su nacimiento, y su muerte, la salvación o la perdición, están estrechamente unidos a Cristo… De hecho el hombre es el primero y fundamental camino de la Iglesia” (RH 14).
También la Nueva evangelización, como nuestra Misión Arquidiocesana es obra del amor que empuja a anunciar a todos la salvación de Cristo. Hoy en la lectura de los Hechos de los Apóstoles vemos a Felipe que “bajando a una ciudad de Samaria, comenzó a predicar a Cristo”; igualmente vemos que “los Apóstoles, en Jerusalén, sabiendo que Samaria había escuchado la Palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan”. Vemos actuarse el testimonio misionero de la Iglesia Apostólica.
La intervención de los Apóstoles con la imposición de las manos y la efusión del Espíritu Santo es un signo claro de la unidad que se instaura entre comunidades tradicionalmente en conflicto como entre judíos y samaritanos. El uno y mismo Espíritu recibido por unos y otros testimonia que todos somos de Cristo en comunión de fe y de amor; así la Iglesia crece en expansión y unidad superando tensiones y contrastes.
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