Qué es la Nueva Evangelización
En el proceso pastoral de nuestra Arquidiócesis, de la Misión Diocesana, en el camino que nos hemos trazado de la Iniciación Cristiana, necesitamos profundizar sobre esto, ya que “el campo de la iniciación es verdaderamente un ingrediente esencial del mandato evangelizador. La nueva evangelización tiene mucho qué decir a este respecto: es necesario que la Iglesia continúe en modo fuerte y determinado esos ejercicios de discernimiento y encuentre energías para entusiasmar nuevamente a aquellos sujetos y aquellas comunidades que muestran signos de cansancio y de resignación”.
Evangelizar quiere decir: mostrar el camino. Jesús dice al comenzar su vida pública: “Él me ha ungido para llevar las buenas nuevas a los pobres” (Lc 4, 18); y esto quiere decir: Yo tengo la respuesta, les enseño el camino de la vida: Yo soy ese camino.
El Concilio Vaticano II afirmaba: “El género humano se halla en un periodo nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero”. Hoy nos encontramos en un momento histórico de grandes cambios y tensiones, de pérdida de equilibrio y de puntos de referencia. Vivimos cada vez mas sumergidos en el presente y en lo provisional, haciendo siempre más difícil la escucha y la transmisión de la memoria histórica, y el compartir valores sobre de los cuales construir el futuro de las nuevas generaciones. En este contexto la presencia de los cristianos, la acción de sus instituciones, es percibida con mayores sospechas; en las últimas décadas se han multiplicado los interrogantes críticos dirigidos a la Iglesia y a los cristianos, al rostro del Dios que anunciamos. La tarea de la evangelización se encuentra así frente a nuevos desafíos, que cuestionan prácticas ya consolidadas, que debilitan caminos habituales y estandarizados; en una palabra, que obligan a la Iglesia a interrogarse nuevamente sobre el sentido de sus acciones de anuncio y de transmisión de la fe.
La Iglesia evangeliza siempre y no ha interrumpido nunca el camino de la evangelización. Celebra cada día el misterio eucarístico, administra los sacramentos, anuncia la palabra de Dios, se empeña por la justicia y la caridad. Y esta evangelización ha dado frutos: da luz y alegría, da el camino de la vida a muchas personas, muchos viven de la luz y del calor resplandeciente de esta evangelización permanente. No obstante, se observa un proceso progresivo de descristianización y de pérdida de los valores humanos esenciales. Gran parte de la humanidad de hoy en día, no encuentra en la evangelización permanente de la Iglesia el Evangelio, es decir, una respuesta que convenza a la pregunta: ¿Cómo vivir?
Por esto se busca una nueva evangelización, capaz de hacerse escuchar por aquel mundo que no encuentra acceso a la evangelización «clásica», que han recibido y reciben los que acuden a la parroquia, a los movimientos y grupos eclesiales, los que van a la Misa los domingos, pero y los demás que son la gran mayoría? Todos tienen necesidad del Evangelio, el Evangelio está hecho para todos y no sólo a un sector determinado de personas, por esto estamos obligados a buscar nuevas vías para llevar el Evangelio a todos.
Dice el Cardenal Ratzinger al hablar de este tema, aquí se esconde la tentación de la impaciencia, la tentación de buscar inmediatamente el gran éxito, de buscar los grandes números. Y este no es el método de Dios. Para el reino de Dios y para la evangelización, instrumento y vehículo del reino de Dios, siempre es válida la parábola del grano de mostaza (Mc 4, 31 – 32). El Reino de Dios siempre vuelve a comenzar bajo este signo. Nueva evangelización no puede significar: atraer inmediatamente con nuevos y más refinados métodos a las grandes masas alejadas de la Iglesia. No, no es esta la promesa de la nueva evangelización. Nueva evangelización quiere decir: no contentarse del hecho que del grano de mostaza ha crecido el gran árbol de la Iglesia universal, no pensar que basta el hecho de que en sus ramas puedan encontrar un lugar muy diferentes especies de pájaros, sino osar de nuevo con la humildad del pequeño grano dejando a Dios el cuándo y el cómo crecerá (Mc 4, 26-29).
Las grandes cosas empiezan siempre del pequeño grano y los movimientos de masa siempre son efímeros, pasajeros. Ciertamente, Dios no cuenta con los grandes números; el poder exterior no es el signo de su presencia. Gran parte de las parábolas de Jesús indican esta estructura del actuar divino y responden así a las preocupaciones de los discípulos, los cuales se esperaban más bien, otros éxitos y signos del Mesías. Pablo al final de su vida tuvo la impresión de haber llevado el Evangelio a los confines de la tierra, pero los cristianos eran pequeñas comunidades dispersas en el mundo, insignificantes según los criterios seculares. En realidad fueron la semilla que penetra desde el interior de la masa, portando en sí el futuro del mundo (Mt 13, 33). La nueva evangelización debe someterse al misterio del grano de mostaza y no pretender producir rápidamente el gran árbol. Nosotros, o vivimos demasiado con la seguridad del gran árbol ya existente o con la impaciencia de tener un árbol más grande, más vital, mas bien debemos aceptar el misterio que la Iglesia es, al mismo tiempo, un gran árbol y un grano muy pequeño.
Durango, Dgo., 6 de Noviembre del 2011.
+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
Email: episcopeo@hotmail.com
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