LA CARIDAD EN LA VERDAD XVIII

Desarrollo económico, ambiente natural y recursos energéticos no renovables
El desarrollo económico está muy relacionado con los deberes del hombre con el ambiente natural. Éste es un don de Dios para todos y su uso debe ser una responsabilidad para con los pobres, para las generaciones futuras y para con toda la humanidad. El creyente reconoce la naturaleza como el maravilloso resultado de la intervención creadora de Dios y que el hombre debe utilizar para satisfacer sus legítimas necesidades materiales e inmateriales, respetando el equilibrio de la creación misma. Si no se tiene esta visión, se termina por considerar la naturaleza con un tabú intocable, o se abusa de ella. Ambas posturas no son conformes con la visión cristiana de la naturaleza.
La naturaleza es expresión de un proyecto de amor y de verdad. Es un de Dios como ámbito de vida para los seres humanos. Nos habla del creador (Rm 1,20) y de su amor a la humanidad. Está destinada a encontrar la “plenitud” en Cristo al final de los tiempos (Ef 1,9-10). Por tanto ella misma es una vocación. La naturaleza está a nuestra disposición, no como un “montón de desechos esparcidos al azar”, sino como un don del creador para que el hombre la cultive y la salvaguarde (Gn 2,15). Es contrario al verdadero desarrollo considerar la naturaleza como lo más importante que la persona misma. Esta postura llevaría a un neo paganismo o panteísmo: la salvación del hombre no puede venir únicamente de la naturaleza. Tampoco lo contrario, “su completa tecnificación” es aceptable, el ambiente natural no solo es materia disponible a nuestro gusto, sino obra admirable del Creador, y por lo mismo tiene una finalidad y criterios para un uso inteligente y no instrumental y arbitrario. Reducir la naturaleza a un conjunto de simples datos fácticos, esto nos llevará a una violencia para con el ambiente provocando conductas que no respetan la naturaleza del hombre mismo. La naturaleza no sólo es materia, también es espíritu, por tanto, rica en significados y fines trascendentes. El hombre interpreta y modela el ambiente natural mediante la cultura, y ésta a su vez, es orientada por la libertad responsable y ésta por la ley moral. Así, los proyectos para un desarrollo humano integral no pueden ignorar a las generaciones sucesivas, deberán ser solidarias a la justicia intergeneracional.
El cuidado y salvaguardia del ambiente han de tener en cuenta los problemas energéticos. El acaparamiento por parte de algunos estados, grupos de poder y empresas, de los recursos energéticos no renovables, es un grave obstáculo para el desarrollo de los países pobres. Estos no tienen medios económicos ni para adquirir fuentes energéticas, ni para financiar la búsqueda de fuentes nuevas y alternativas. Los recursos naturales en los países pobres causan explotación y conflictos entre las naciones y en su interior, con graves consecuencias de muerte, destrucción y mayor degradación. La comunidad internacional debe encontrar los modos institucionales para ordenar el aprovechamiento de los recursos no renovables, con la participación de los países pobres y así planificar conjuntamente el futuro.
Hay una urgente necesidad moral de una renovada solidaridad en las relaciones entre los países en vías de desarrollo y países altamente industrializados. Las sociedades tecnológicamente avanzadas pueden y deben disminuir el propio gasto energético. Por otro lado se puede mejorar la eficacia energética y progresar en la búsqueda de energías alternativas. Es necesaria una redistribución planetaria de los recursos energéticos, así algunos países que no los tienen puedan acceder a ellos. Su destino no puede dejarse en manos del primero que llega o depender de la lógica del más fuerte. Los problemas sobre los recursos energéticos, para ser enfrentados de manera adecuada, requieren de parte de todos, una responsable toma de conciencia de las consecuencias que afectarán a las nuevas generaciones, especialmente a los jóvenes. Ellos reclaman tener parte activa en la construcción de un mundo mejor.
Durango, Dgo. 15 de noviembre del 2009. + Héctor González Martínez
Arz. de Durango

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