Reflexión dominical XXXIV Domingo; Jesucristo, Rey del universo
El profeta Ezequiel, en el c. 34, reclama a los pastores, reyes y jefes del pueblo su mal gobierno y luego anuncia que Yahvé mismo “cercará a sus ovejas y las cuidará. Como un pastor pasa revista a su rebaño cuando está en medio de las ovejas que andaban dispersas, así revisare yo a mis ovejas y las reuniré de todos los lugares donde andaban dispersas”.
En el Evangelio Jesús anuncia a sus discípulos: “cuando el Hijo del hombre venga en su gloria con todos sus ángeles, se sentará en el trono de su gloria. Y serán reunidas delante de Él todas las gentes… y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda; y dirá a los de la derecha: vengan, benditos de mi Padre, a recibir en herencia, el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo”.La imagen fundamental, es la del rey-pastor, tomada del libro de Ezequiel; rey-pastor que juzga entre oveja y oveja, o entre ovejas y cabritos. Su juicio no tendrá cuenta de las obras excepcionales aisladas, sino de las obras de misericordia elencadas en el texto de S. Mateo. Este esquema de juicio nos impide fantasear sobre aquel día y nos obliga a revisar nuestra vida momento a momento en la perspectiva de nuestro encuentro con Cristo presente en los pobres.
De la primera lectura y del Evangelio aparece la figura de Cristo como pastor y rey, con una regalidad que se extiende y se ejercita sobre la totalidad de los hombres. La segunda lectura amplía la perspectiva al universo, o sea toda cosa sometida a Dios Padre y redimida por su relación a Cristo. Es esta una dimensión cósmica del reino de Cristo.
GS del Concilio Vaticano II n. 45 enseña: “El Verbo de Dios, por quien todo fue hecho, se encarnó para salvar a todos y recapitular a todas las cosas. El Señor es el fin de la historia humana, punto de convergencia hacia el cual tienden los deseos de la historia y de la civilización, centro de la humanidad, gozo del corazón humano y plenitud total de sus aspiraciones. El es aquel a quien el Padre resucitó, exaltó y colocó a su derecha, constituyéndolo juez de vivos y muertos. Vivificados y reunidos en su espíritu, caminamos como peregrinos hacia la consumación de la historia humana, la cual coincide plenamente con su amoroso designio: restaurar en Cristo, todo lo que hay en el cielo y en la tierra”.
Pero esta convergencia de todo el universo en torno a Cristo Señor, no sucede mecánicamente; sino que es fruto de una intensa actividad de los hombres por la construcción de la humanidad y del mundo, actividad que es solicitada por el amor divino mostrado en Cristo. El Reino de Dios se ha manifestado en Cristo como amor que libera a los pobres ante Dios, esto es a los pecadores, a los marginados, a los disminuidos, a los desesperanzados.
Hoy fiesta de Cristo Rey, la penuria de muchos nos obliga a revisar nuestro encuentro con Cristo presente en los pobres.
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