Homilía Domingo II del tiempo ordinario; 20-I-2013
Domingo de la unidad de los cristianos
El próximo viernes, día 25 de este mes, la Iglesia conmemora la conversión de S. Pablo y por ese motivo celebra la Unidad de todos los cristianos. Pero, conociendo la voluntad de Cristo “que todos sean uno como Tú Padre y yo somos uno” la Iglesia dedica los ocho días anteriores a la fecha conmemorativa de la conversión de S. Pablo a que todos los católicos participemos de estos sentimientos y conmemoremos el deseo de Cristo a vivir en unidad y en pluralidad; y nos convoca a celebrar en torno a la fiesta de la Conversión de S. Pablo, un octavario por la unidad de los creyentes en Cristo.
Así, hoy domingo 20 de enero, nos propone lecturas bíblicas que nos animen a buscar la unidad querida por Cristo. La segunda lectura de hoy, tomada de la primera carta de S. Pablo a los Corintios, nos propone: “Hay diferentes carismas o dones, pero el Espíritu es el mismo; hay diferentes servicios, pero el Señor es el mismo; hay diferentes actividades, pero el Señor que hace todo en todos, es el mismo”. Carismas, servicios y actividades son lo mismo.
S. Pablo se refiere a Carismas o dones que proceden del Espíritu Santo, que no son comunes a todos los cristianos. No que haya cristianos sin carismas, sólo, que hay quien tiene un determinado carisma y hay quien tiene otro carisma diverso. El sentido fundamental del trozo bíblico no ofrece dificultad: en la Iglesia hay una gran diversidad de carismas, que no contrasta con la unidad de su fuente que es el Espíritu y pueden ser: palabra de sabiduría, palabra de conocimiento, don de la fe, don de hacer curaciones, poder de hacer milagros, de profecía, de reconocimiento de lo que viene del bueno o del mal espíritu, de hablar lenguas, de interpretar lo que se dijo en lenguas, (1Cor 12, 8-10); unos son apóstoles, otros profetas, otros evangelistas, otros pastores y maestros (Ef 4,11). Y todo esto, es obra del mismo y único Espíritu” (1Cor 12,11): para “que todos sean uno como Tú Padre y yo somos uno”.
Sí queda la dificultad de explicar en particular cada uno de los carismas. Tampoco es necesario insistir en la variedad o la diversidad de los carismas, puesto que carismas, ministerios y operaciones son sinónimos. Es lógico atribuir al Espíritu los carismas, que son el don por excelencia; los ministerios al ministro por excelencia que es Cristo y las operaciones al Padre que tiene la iniciativa en todo.
Esta unidad querida por el Fundador de la Iglesia, es fomentada hoy por la lectura evangélica del milagro de la conversión del agua en vino, en Caná. En primer lugar se trata de una manifestación de Jesús, que según los antecedentes del trozo evangélico marca un culmen. Caná es el primer signo que inicia la manifestación de la gloria de Jesús; revelación total, que será revelada sólo en la muerte que tendrá lugar cuando llegue su hora al tercer día, después de la muerte
También podemos considerar la abundancia del vino, y vino bueno, como signo mesiánico unido al concepto de su hora, que es signo de la Eucaristía. Los profetas describieron la relación entre el hombre y Dios en términos de relación nupcial. El pueblo de Israel, muchas veces fue infiel y tuvo que ser purificado por medio de duras pruebas como el exilio. En aquellos momentos de prueba el profeta anuncia la fidelidad de Dios, que no obstante todo, continúa amando a su pueblo y en Cristo se unirá indisolublemente y para siempre a la humanidad. Caná es vista por S. Juan como el banquete nupcial de la unión definitiva del hombre con Dios, la inauguración de los tiempos mesiánicos Y, a pesar de los defectos históricos de los católicos, la fe en Cristo seguirá atrayendo a la unidad, al pequeño grupo de creyentes que brotó en Caná, trascenderá como pequeño grupo de creyentes en Jesús, comienzo de la Iglesia comunidad eclesial y de fe, que convocará a la humanidad de todos los tiempos a la salvación.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango
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