La alianza, el desierto y las tentaciones

 

El escritor sagrado del Génesis, afronta los grandes problemas de la humanidad: ¿cuál es el plan de Dios para el hombre; de donde viene el mal que atormenta a la humanidad?: hoy, la primera lectura narra que el Señor Dios dijo a Noé y a sus hijos: “yo establezco mi alianza con ustedes: no será destruido ningún viviente por las aguas del diluvio, ni el diluvio devastará más la tierra”. Después del diluvio nace una humanidad nueva; como al principio Dios quiere entrar en relación con el hombre y le ofrece su alianza. Para el Señor, esta alianza con el hombre debe ser universal y eterna. No será Dios a infringir este pacto; pero el hombre lo observará.

Del NT, leemos hoy en S. Marcos: “el Espíritu empujó a Jesús al desierto; ahí permaneció cuarenta días, tentado por Satanás; estaba con las fieras y los ángeles le servían”. El número cuarenta no es una cronología exacta; es un número simbólico con que la Biblia, representa los momentos salientes de la experiencia de fe del pueblo de Dios. Es una cifra que expresa el tiempo de espera, de purificación, de regreso a Dios, de conciencia de que Dios es fiel a sus promesas. Es, una paciente perseverancia, una larga prueba, un período suficiente para ver las obras de Dios, un tiempo que nos urge a asumir las responsabilidades propias, sin retraso. Marcos presenta a Jesús, robustecido por la fuerza del Espíritu Santo para cumplir su obra mesiánica: el episodio de la tentación, indica que Marcos ve como punto fundamental de la misión del Hijo de Dios la lucha contra Satanás. Venciendo al demonio, Jesús, realiza la salvación y comienza el Reino de Dios.

El Evangelio de Marcos muestra a Jesús, ayunando durante 40 días y 40 noches en el desierto y finalmente tentado de hambre, de vanidad, de soberbia y de poder por el demonio, introduciéndonos a un contexto espiritual, pues el desierto provoca la espiritualidad pero también la tentación; avancemos viendo a Noé, hombre justo, quien a causa del diluvio, permanece 40 días y 40 noches en el arca. Moisés, permanece 40 días y 40 noches en el Sinaí, ayunando para acoger la Ley. Cuarenta son los años de viaje del pueblo hebreo desde Egipto hasta la tierra prometida, tiempo para experimentar la fidelidad de Dios. Cuarenta son los años de paz que goza Israel bajo los Jueces; el profeta Elías emplea cuarenta días para llegar al monte Oreb, donde encuentra a Dios. Cuarenta son los días en que los habitantes de Nínive hacen penitencia, para obtener el perdón de Dios. Cuarenta son los años que reinan Saúl, David y Salomón. Jesús, antes de iniciar su vida pública, se retira al desierto, sin comer ni beber, nutriéndose de la Palabra de Dios.

Ahora, a la luz de la experiencia bíblica, por el itinerario eficaz de los cuarenta días cuaresmales, la Iglesia favorece un camino de renovación espiritual, para aprender a imitar a Jesús viviendo de la Palabra de Dios y a vencer en el desierto del mundo toda clase de tentaciones. Todo este claroscuro, pinta la condición de la Iglesia en el camino por el mundo y en la Historia. Hagamos pues nosotros, nuestro itinerario cuaresmal, continuando la Historia de la Salvación en alianza con Dios.