El Evangelio de San Lucas que leemos este domingo (10,39-42), nos invita a hacer un ejercicio de cómo debe ser un discípulo de Jesús: la acogida del Maestro mediante la escucha de su Palabra. La imagen central del Evangelio es: “María, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra” (10,39). La confrontación con su hermana Marta, quien “atareada con todo el servicio de la casa” (10,40), hace ver en contraluz el valor de la enseñanza final de Jesús: “María ha elegido la mejor parte, y nadie se la quitará” (10,42b).
La llegada de Jesús a la casa de aquellas dos mujeres altera el orden. Hacen todo lo posible por atenderlo bien. María dedica su tiempo a la persona misma de Jesús, ella se sienta frente a él “a los pies del Señor…”. El evangelista dice con precisión: “…escuchaba su Palabra” (10,39b). El gesto de María frente a Jesús nos recuerda la posición de un discípulo con relación a su maestro e indica el interés por aprender recibiendo dócilmente la “Palabra”.
En contraste, Marta aparece en el trasfondo de la escena haciendo oficios: “estaba atareada en muchos quehaceres” (10,40a). La frase describe a Marta absorbida por los oficios de la casa, concentrada en su deber de ama de casa y anfitriona. Marta deseaba escuchar a Jesús pero las tareas de la casa (el aseo, el servicio de la mesa, los alimentos, etc.) se lo impedían.
Una pequeña crisis se genera en la casa. Marta que tiene el oficio pesado por la atención del huésped expresa su protesta por haberse quedado “sola en el trabajo”. Se abre así un dialogo entre Marta y Jesús que no sólo resuelve la crisis sino que saca a la luz la enseñanza central del acontecimiento. Marta le habla a Jesús reconociéndolo como Maestro: (a) Un reclamo en forma de pregunta: “¿No te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo?”. Tiene el sabor amargo de quien reclama para sí una mejor consideración. Marta deja entender: “¿Es que yo no te importo?” (b) Una orden: “Dile, pues, que me ayude”. Marta le dice a Jesús lo que tiene que hacer, indicándole indirectamente en qué debe instruir a su hermana María.
Se escucha la voz de Jesús. Se dirige a ella por su nombre propio. Le habla con cariño, pero también con firmeza: “Marta, Marta”. Con esta manera de hablar, Jesús la interpela desde el fondo de su identidad. “Te preocupas y te agitas por muchas cosas”. Le hace ver su estado de “ansiedad”, de agitación interna que corta la respiración; se refiere a una actitud mundana que desvía el corazón de lo esencial: Dios Providente, fuente de todo. También describe el nerviosismo externo causado por la presión que somete al estrés y lleva a la tribulación que se refleja finalmente en una actitud de fastidio. La causa de todo: Marta tiene “muchas cosas”, sus tareas parecen excesivas. El afán de Marta es la preparación de una comida: no que Jesús coma mucho o que por la mesa pasen muchos platos, sino que quiere todo bien hecho y decorado. Ella está preocupada por agradar al Maestro, por quedar bien ella misma.
¿Qué enseña Jesús? Él quiere darle un nuevo enfoque al punto de vista de Marta. ¿Qué es lo necesario? ¿Cuál es la única cosa realmente necesaria? Marta debe pensar en lo que ella necesita, no en las necesidades de Jesús. ¿Y esto por qué? Porque es por ella que ha venido el Maestro a su casa. Jesús no vino a un almuerzo, vino a ser Maestro, a prestar el servicio de la enseñanza y ella necesita de la “Palabra” del Maestro.
Muchas veces nos preocupamos por hacer “muchas cosas” por los demás, pero pocas veces nos preguntamos qué es lo que realmente los otros están necesitando: ¿cuáles son sus deseos, sus necesidades más profundas, aún más allá de lo material? Veremos entonces que los otros necesitan no sólo que les demos cosas sino que les prestemos atención, que les mostremos interés y les demos lo mejor de nuestro tiempo.
María no debe ser apartada de Jesús porque ella escogió la “buena porción” que no se puede arrebatar. Marta no le puede quitar a María las bendiciones que la proclamación del Reino le trae a su vida. Es su derecho y su posesión garantizada por Jesús.
El servicio y la escucha no se contraponen. La escucha de la Palabra llevará a María a la “praxis” (“Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”, 11,28). Y viceversa: el servicio de Marta no será lo que ella considere que debe hacer sino, ante todo, la respuesta obediente al lo que el Señor quiere que haga. El servicio del Reino requiere en primer lugar la escucha del Rey, si no se cae en un activismo infecundo y ocasionalmente desacertado. La escucha de la Palabra libera de la rigidez de quien cree tener el control de todas las cosas. La Palabra libera el corazón de la ansiedad.
Lo “único” se refiere también a la unificación de la vida en la cual quiere Jesús educar a sus discípulos. “Unidad” de vida es signo de madurez y de consistencia personal. Las acciones, las actividades, los compromisos por causa de Jesús brotan de una única fuente, la Palabra asumida en el Corazón y ésta coloca totalmente nuestra vida en sintonía con la de Jesús y con su camino que conduce a la plenitud de la vida en el Reino del Padre.
Durango, Dgo., 21 de Julio del 2013 + Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
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