“Violencia e inseguridad: pérdida del sentido de Dios y desprecio por el hombre”
La situación de violencia e inseguridad sigue en aumento en México y en nuestro entorno más inmediato. Somos un pueblo profun¬damente religioso, que tiene fuertes manifestaciones de vida de fe y de vinculación con la comunidad cristiana, como la vivencia de los Sacramentos de Iniciación, especialmente el Bautismo y la Eucaristía, o por el respeto que tienen a la Iglesia, a María y a Cristo mismo. Sin embargo, se manifiesta una cre¬ciente superficialidad en su experiencia de fe y una reli¬giosidad popular sumamente confusa que lleva de manera rápida y directa a las supersticiones e idolatrías.
Es muy claro que el ambiente de violencia e inseguridad en que vivimos denota una pérdida del sentido de Dios que lleva al desprecio de la vida del hombre, un ambiente que influye negativamente en la formación de la conciencia y de los valores, donde encontramos modelos de realización equivocados, metas y aspiraciones intrascendentes, fruto de una cultura consumista, marcada por el materialismo imperante a nivel global. La corrupción de las costumbres y de las instituciones, la distorsión de las leyes que afectan el sentido de la vida y la dignidad de la persona, son el marco perfecto para llegar hasta donde estamos en una sociedad con claros signos de decadencia.
Este es un momento importante para nuestro país, en el que se deben tomar decisiones importantes. No es el momento de polémicas estériles ni de discusiones inúti¬les; esto nos impediría mostrar la verdad y la belleza de nuestra mi¬sión y generaría más violencia. Es el momento de manifestar con ma¬yor claridad el testimonio de la alegría de ser discípulos de Cristo; de contemplar desde su mirada la redención del mundo y de asumir el com¬promiso misionero que tenemos como Iglesia.
Los cristianos sabemos que la violencia engendra violencia, por lo que la solución a este problema es honda y compleja. Los actos violentos que presenciamos y sufrimos son síntomas de otra lucha más radical, en la que nos jugamos el futuro de la patria y de la humanidad. En el interior del ser humano se da la batalla de tendencias opuestas entre el bien y el mal. Los cristianos no vemos a las personas como enemigos que hay que destruir; nuestra lucha es contra el poder del mal que destruye y deshumaniza a las personas.
¡Qué significa ser cristiano en estas circunstancias? ¿Qué palabra de es¬peranza podemos dar los pastores de la Iglesia? ¿Cómo vencer la sensación de impotencia que muchos compartimos y al mismo tiempo ofrecer a este grave problema una solución que se aparte de la sinrazón de la violencia? Estamos ante un problema que no se solucionará sólo con la aplicación de la justicia y el derecho, sino fundamentalmente con la conversión. La repre¬sión controla o inhibe temporalmente la violencia, pero nunca la supera.
Las manifestaciones más evidentes de la violencia, como las originadas por el crimen organizado, así como otras que son menos visibles pero que están presentes en distintos ámbitos de la vida del pueblo de México, se ex¬plican por la existencia de distintos factores que contribuyen a su existencia, que se han mencionado anteriormente. Esto nos hace constatar que “la cuestión social se ha convertido radicalmen¬te en una cuestión antropológica” y que la raíz de todo tipo de deshuma¬nización es la pretensión de prescindir de Dios y de su proyecto de vida.
Debemos acercarnos a esta realidad con la luz de la fe, con una mirada crítica y realista, pero también esperanzadora, porque estamos convencidos de que, por encima del mal que oprime al ser humano, está la acción redentora y salvífica de Dios realizada en Jesucristo. Nuestro que¬hacer eclesial nos compromete profundamente a trabajar por la humani¬zación y restauración del tejido social, convencidos del valor de la vida hu¬mana, llamada a participar de la plenitud de la vida divina, porque Dios “no quiere que nadie se pierda, sino que todos se conviertan” (2 Pe 3,9).
Durango, Dgo., 17 Octubre del 2010.
+ Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
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