“El ministerio del obispo será fructífero solo si está fundamentado en la santidad de su vida”

En el segundo aniversario de mi ordenación episcopal, siguen estando presentes en mi mente las palabras que el Santo Padre Benedicto XVI, nos dirigió en audiencia, a los obispos nuevos en septiembre del 2008. Era la víspera del inicio del Sínodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios y además la celebración del Año Paulino. El Papa nos ofrece la figura de San Pablo “un maestro y un modelo para los obispos”. Como obispos debemos aprender del Apóstol, un gran amor por Jesucristo. Desde el momento de su encuentro con el divino Maestro en el camino a Damasco, su existencia se transformó en un camino de configuración interior y apostólica a Él, y así lo realizó entre persecuciones y sufrimientos (2 Tim 3,11). San Pablo mismo se define como un “hombre conquistado por Cristo” (Fil 3,12), hasta el punto de poder decir: “no soy yo quien vive en mi, sino Cristo es quien vive en mi” (Gal 1,20); sigue diciendo: “Estoy crucificado con Cristo, lo que ahora vivo en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mi” (Gal 2,20). El amor de Pablo por Cristo nos conmueve por su intensidad.
El ejemplo del gran Apóstol invita a los obispos a crecer cada día en la santidad de vida para lograr tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús (2Cor 3,11). La exhortación Apostólica “Pastores gregis”, hablando del compromiso de los obispos, afirma con claridad que el obispo debe ser primero “un hombre de Dios”, porque no se puede servir a los hombres sin ser primero “siervos de Dios” (no. 13).
La primera tarea espiritual y apostólica del obispo, debe ser el progreso en el camino de la perfección evangélica, por el camino del amor hacia Jesucristo. Como el apóstol Pablo, los obispos deben estar convencidos de que «nuestra capacidad proviene de Dios, que nos hizo ministros de una nueva Alianza» (2 Co 3,5-6). Entre los medios que ayudan a progresar en la vida espiritual, esta sobre todo, la Palabra de Dios, que debe ser el centro indiscutible en la vida y la misión del obispo. Pastores gregis recuerda a los obispos que “antes de ser transmisores de la palabra, el obispo, junto con sus sacerdotes y fieles… tiene que ser oyente de la Palabra, y añade que, “no hay primacía de la santidad sin escucha de la Palabra de Dios” (no.15).
Para abordar el desafío del secularismo de la sociedad contemporánea es preciso, que el Obispo medite cada día en la oración, la Palabra, para que “puedan ser eficaces en anunciarla, médico auténtico en explicarla y defenderla, maestro iluminado y sabio en transmitirla”. Los confío a la fuerza de la Palabra del Señor para ser fieles a las promesas que hicieron ante Dios y la Iglesia en el día de su ordenación episcopal, perseverantes en cumplir el ministerio a ustedes confiado, fieles en preservar intacto el depósito de la fe, enraizada en la comunión eclesial. Siempre debemos ser conscientes de que la Palabra de Dios nos garantiza la presencia divina en cada uno de nosotros de acuerdo a las palabras del Señor: «Quien me ama, guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él «(Jn 14:23).
Cuando les entregaron la mitra en el día de su ordenación episcopal, se les dijo: «Que resplandezca en ti el esplendor de la santidad.» El apóstol Pablo con su enseñanza y su testimonio personal nos llama a crecer en la virtud delante de Dios y de los hombres. El camino de perfección del Obispo debe inspirarse en los rasgos característicos del Buen Pastor, de modo que en su imagen y en su acción, los fieles puedan ver las virtudes humanas y cristianas que deben caracterizar a todo obispo.
Con la consagración episcopal y con la misión canónica, se les ha confiado el oficio pastoral, es decir, el habitual y cotidiano cuidado de sus diócesis. El apóstol Pablo, en las palabras dirigidas a Timoteo, le muestra el camino para ser el “pastor bueno y con autoridad” de sus iglesia particulares: «Predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina»(2 Timoteo 4,2). A la luz de estas palabras, los invito a no dejar de comprometerse con el «consejo, la persuasión y el ejemplo, pero también con el poder y la autoridad sagrada», para hacer avanzar en la santidad y en la verdad, a la grey confiada a ustedes. Esta será la forma más adecuada para ejercer la plenitud de la paternidad que le es propia al obispo respecto a sus fieles. Tengan especial cuidado de los sacerdotes, sus colaboradores primeros e insustituibles en el ministerio, y los jóvenes. No escatimar esfuerzos en la aplicación de todas las iniciativas, entre ellas la de una verdadera comunión de vida, en la que a los sacerdotes se les ayude a crecer en la devoción a Cristo y la fidelidad al ministerio sacerdotal. Traten de promover una verdadera fraternidad sacerdotal que contribuya a superar el aislamiento y la soledad, fomentando el apoyo mutuo. Es importante que todos los sacerdotes sientan la cercanía paterna y la amistad del obispo.

Durango, Dgo., 10 Octubre del 2010.

+ Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango

email:episcopeo@hotmail.com

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