Selecciones de Teología 2
Hace ocho días aludí a la doctrina de J. M. R. Tillard publicada en 1967 en La Maison-Dieu sobre la Eucaristía y la Penitencia, articulo extractado y condensado en 1968 por Selecciones de Teología. Y expresé que era doctrina ya censurada por la Iglesia.
Contrastando con esa doctrina transcribo pues hoy dos párrafos del Santo Padre Juan Pablo II en su Carta a los Sacerdotes para el Jueves Santo del 2002, donde cualquiera puede hacerse claridad en su conciencia para su práctica sacramental. Hermosa y claramente se refiere el Papa a la misión que el Señor nos da de representarle en el Sacrificio Eucarístico y en el Sacramento de la Reconciliación.
“Hay una íntima conexión entre los dos Sacramentos. La Eucaristía, cumbre de la economía sacramental, es también su fuente: en cierto sentido, todos los Sacramentos provienen y conducen a ella. Esto vale de modo especial para el Sacramento destinado a “mediar” el perdón de Dios, el cual acoge de nuevo entre sus brazos al pecador arrepentido. En efecto, es verdad que la Eucaristía, en cuanto representación del Sacrificio de Cristo, tiene también la misión de rescatarnos del pecado. A este propósito, el Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que “la Eucaristía no puede unirnos a Cristo sin purificarnos al mismo tiempo de los pecados cometidos y preservarnos de futuros pecados” (1393). Sin embargo, en la economía de gracia elegida por Cristo, esta energía purificadora, si bien obtiene directamente la purificación de los pecados veniales, sólo indirectamente incide sobre los pecados mortales, que trastornan de manera radical la relación del fiel con Dios, y su comunión con la Iglesia. “La Eucaristía, dice también el Catecismo, no está ordenada al perdón de los pecados mortales. Esto es propio del Sacramento de la Reconciliación. Lo propio de la Eucaristía es ser el Sacramento de los que están en la plena comunión con la Iglesia (n. 1395)”.
“Reiterando esta verdad, la Iglesia no quiere ciertamente infravalorar el papel de la Eucaristía. Lo que intenta es acoger su significado dentro de la economía sacramental en su conjunto, tal como ha sido diseñada por la sabiduría salvadora de Dios. Por lo demás es la línea indicada perentoriamente por el Apóstol, al dirigirse así a los Corintios: “quien coma el Pan o beba la Copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el Pan y beba la Copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo” (1Cor 11, 27-29). En la perspectiva de esta advertencia paulina se sitúa el principio según el cual “quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir al Sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar” ( Catecismo 1385)”.
Es esta, una enseñanza sabia, límpida y transparente para abrevar a la grey santa de Durango, que me ha sido confiada. Y, habiendo advertido de relativismo o reduccionismo, también ahora proporciono la sana enseñanza de nuestro muy amado Juan Pablo II. Quedo pues tranquilo, según dijo Dios por Ezequiel: “hijo de hombre, te he puesto como vigía para la casa de Israel: si oyes una palabra que salga de mi boca, inmediatamente se lo advertirás de mi parte… si no hablas de tal manera que deje su mala conducta y así salve su vida, ese malvado morirá debido a su falta, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. En cambio si se lo adviertes y él no quiere renunciar a su maldad y a su mala conducta, morirá debido a su falta, pero tú habrás salvado tu vida” (Ez 3, 17- 19)
Durango, Dgo. 14 de diciembre del 2008.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango
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