Oremos a Santa María de Guadalupe por la paz en nuestra Patria
Hoy México celebra la Fiesta Nacional Religiosa de Santa María de Guadalupe, es el 479 aniversario de sus apariciones en el cerro del Tepeyac a Juan Diego. Dos acontecimientos para reflexionar y presentarle a nuestra Madre Santísima:
Este año celebramos el Bicentenario del Inicio de la Independencia de México. “La labor evangelizadora y el ingenio pedagógico de los misioneros estuvieron siempre acompañados por la acción de la gracia, a través de la presencia suave y vigorosa de María, la Madre del Redentor. En nuestros pueblos, el Evangelio ha sido anunciado presentando a la Virgen María como su realización más alta. Múltiples devociones marianas han fecundado la labor de los evangelizadores a lo largo y ancho del País. Sin embargo, fue el Acontecimiento Guadalupano, el encuentro y diálogo de Santa María con el indígena Juan Diego, el que obtuvo un eco más profundo en el alma del pueblo naciente, cualitativamente nuevo, fruto de la gracia que asume, purifica y plenifica el devenir de la historia. El lenguaje utilizado en el encuentro del Tepeyac, como vehículo de inculturación del Evangelio, constituyó un itinerario espiritual, al conjugar palabras y gestos, acción y contemplación, imágenes y símbolos. Todos estos elementos enriquecieron la capacidad de esta cultura sobre su experiencia de Dios, facilitando la aceptación gozosa del mensaje salvador. Se actualizó así, desde el Tepeyac, esa novedad propia del Evangelio que reconcilia y crea la comunión, que dignifica a la mujer, que convierte al macehual en hijo y a todos nos hace hermanos. Esta nueva fraternidad propició un crecimiento en humanidad, de manera que este germen, sembrado por Santa María de Guadalupe en el alma del pueblo creyente, se ha ido desarrollando poco a poco, haciéndose presente especialmente en los momentos más significativos y dramáticos de nuestra historia. Es un acontecimiento fundante de nuestra identidad nacional” (Conferencia del Episcopado Mexicano, “Conmemorar nuestra historia desde la fe, para comprometernos hoy con nuestra patria”, Num. 11).
La situación actual en que se encuentra México: inseguridad y violencia que provoca muerte, desánimo de la población, pobreza, contracción de la economía, extorsiones, etc. El crimen organizado atenta contra el desarrollo de México, y puede ser generador de mayor pobreza; aunque la pobreza también ha sido causa del crecimiento del crimen organizado, ya que en su desesperación muchos, sin posibilidades de progreso, de trabajo, de estudio, han encontrado como única perspectiva tomar el camino del crimen, a fin de obtener lo que siempre han soñado: dinero en abundancia y poder. Muchos jóvenes, desesperados ante las puertas cerradas del trabajo y de la educación, son fáciles presas de las organizaciones criminales y son reclutados como sicarios o distribuidores de droga.
En esta situación difícil de inseguridad y violencia que se vive, la Igle¬sia nos exhorta a mantenernos unidos en la esperanza. “Creemos en un Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo y sólo su amor nos da la posibili¬dad de perseverar día a día con toda sobriedad, sin perder el impulso de la esperanza, en un mundo que por su naturaleza es imperfecto. La esperanza en el futuro es confianza en el presente del hombre; por ello, la esperanza en el discípulo de Jesucristo, se transforma en compro¬miso con el prójimo. La esperanza cristiana no es pasividad ni indiferen¬cia, tampoco enajenación y menos huida del mundo, sino una actitud decidida para la transformación de esta historia de iniquidad. La confian¬za en Dios es confianza en la posibilidad humana de alcanzar la reden¬ción porque: Dios quiere que todos los hombres se salven” (Conmemorar nuestra historia… nums. 233-234). Este es el mensaje esperanzador de Santa maría de Guadalupe al pueblo mexicano: “Oye y ten entendido, hijo mío el mas pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige, no se turbe tu corazón, no temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”
Con esta confianza que nos da la Santísima Virgen María, de acudir a Dios a través de ella, no podemos renunciar a construir la paz con la oración, que abre el corazón a una profunda rela¬ción con Dios y al encuentro con el prójimo, inspirado por los senti¬mientos de respeto, confianza, comprensión, estima y amor. La ora¬ción infunde valor y sostiene a los verdaderos amigos de la paz. Oramos con la Palabra de Dios, que nos abre a la volun¬tad de Dios y es el mejor sostén para la paz. Quien ora de verdad no es violento, sino fermento de reconciliación y de paz comunitaria. La oración nos hace ver al otro, como lo ve Dios. Oramos también en las celebraciones litúrgicas, en ella, que es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Igle¬sia y al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza, nos unimos a la oración de toda la Iglesia que no cesa de implorar a Dios el don de la paz. La asamblea eucarística ora también para que el Cordero de Dios quite los pecados del mundo y nos dé la paz; intercambia el saludo de paz y se despide en la paz de Cristo.
Oramos por la paz con oración del Rosario de la Vir¬gen María, a quien invocamos como Reina de la Paz; Ella, fortalece los vín¬culos fraternos, alienta a la reconciliación y al perdón. Nuestra Señora nos enseña a decir SÍ ante las interpelaciones de Dios en nuestra historia. Es María de Guadalupe, nuestra dulce y tierna Madre, que desde el origen mismo de nuestra nación hizo fecunda nuestra cultura haciéndonos propicio el encuentro con su Hijo, el verdadero Dios por quien se vive.
En este momento de dolor y de incertidumbre por la inseguridad y la vio¬lencia, nos llenamos de consuelo al recordar y hacer nuestras sus dulces palabras al Santo Juan Diego: ¿no estás bajo mi sombra y mi resguardo?, ¿no soy yo la fuente de tu alegría?, ¿no estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos?, ¿tienes necesidad de alguna otra cosa?.
Durango, Dgo., 12 Diciembre del 2010.
+ Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
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